LA MISA NUEVA
2º Parte
EL NUEVO RITO DE LA MISA
NO ES OBLIGATORIO
( 13-5-71)
Señoras y señores:
Esta tarde hablaré de la misa
evangélica de Lutero y de las semejanzas asombrosas del nuevo rito de la misa
con las innovaciones rituales de Lutero. ¿Por qué estas consideraciones? Porque
nos las inspira la idea de ecumenismo que presidió la Reforma litúrgica, según
palabras del propio presidente de la Comisión; porque si se probare que esa
filiación del nuevo rito existe de verdad, el problema teológico, es decir, el
problema de la fe no puede dejarse de plantear de acuerdo con el conocido adagio
de "Lez orandi, lez credendi". Pues bien, los documentos históricos de la
Reforma litúrgica de Lutero resultan muy instructivos para explicar la Reforma
actual, Para comprender con claridad
cuáles fueron los objetivos de Lutero en esas reformas litúrgicas, debemos
recordar brevemente la doctrina de la Iglesia referente al sacerdocio y el
Santo Sacrificio de la misa. "In Missa offertur Deo, verum et propríum
Sacrificium" (De fide divina catholica definíta), ("En la Misa se
ofrece a Dios un verdadero Sacrificio propiamente dicho". De fe divina y
católica definida). El que negaré esta
proposición sería hereje.
"Todo sacrificio necesita un
sacerdote, una Víctima y una acción sacerdotal por la cual la víctima es
ofrecida". "In Missa et in Cruce eadem est Hostia et idem Sacerdos
principalis". (De fide divina catholica
definita). "En la
Misa y sobre la Cruz, la Víctima y el Sacerdote principal son los mismos".
(De fe divina y católica definida). "Hostia seu Victima est ipse Christus
praesens sub speciebus panis et vini" (De fide divina catholica definita).
"El Oblato o Víctima es Cristo mismo, presente bajo las especies del pan y
del vino". (De fe divina y católica definida). Sería herético, igualmente,
el que negare estas dos últimas proposiciones.
Tres
realidades son pues esenciales para la realidad del Sacrificio de la Misa:
·
el sacerdote ("Sacerdotes, illique soli,
sunt ministri"; de fide divina catholíca: "Los sacerdotes, y ellos
solos, son ministros"; de fe divina y católica), el cual tiene "carácter"
sacerdotal;
·
La presencia real y
substancial de la Víctima, que es Cristo;
· La acción sacerdotal de la oblación
sacrificial, que se
cumple esencialmente en la consagración.
No olvidemos que son precisamente
las tres verdades fundamentales que son negadas por los protestantes y por los modernistas. No olvidemos que, como expresión
de su rechazo a la fe en estos dogmas, sus misas fueron cambiadas en "culto", en cena o en asamblea eucarística,
donde la lectura de la Biblia, la palabra, se desarrolló fuertemente, en
perjuicio del ofertorio y de la liturgia del Sacrificio.
A excepción de algunas ventajas
accidentales de importancia limitada, o mejor dicho de la única ventaja de
"la lectura de la Epístola y del Evangelio en lengua vernácula, se debe
decir, desgraciadamente que toda la reforma atenta, directa o indirectamente, a
estas tres verdades esenciales de la fe católica. No se trata, pues, de una
reforma litúrgica como la de San Pío X, sino, sin duda alguna, de una nueva concepción de la Misa.
Todo lo que está presente de
hecho por las novedades se refiere a esta concepción, más próxima de la
concepción protestante que de la católica; Las declaraciones de los
protestantes que contribuyeron a esta reforma ilustran de manera ingenua y
afligente esta verdad: "Los protestantes ya no ven
más qué les impediría celebrar el nuevo Ordo". Uno puede preguntarse entonces
si, ya que la fe católica en las verdades esenciales de la Misa desaparece
insensiblemente, la validez de la 'Misa no desaparece
igualmente. La intención del celebrante se conformará a la nueva
concepción de la Misa, que no será pronto otra cosa que la protestante. En ese momento la Misa no será más válida.
Ahora bien, debemos darnos cuenta
muy claramente de que la Misa no es solamente el acto religioso más importante,
sino que es la fuente de toda la doctrina católica, la fuente de la Fe y de la
moral: de la moral individual, de la moral familiar y de la moral social. Del
Sacrificio de la Cruz, continuado sobre el altar, y de ninguna otra parte
fluyen todas las gracias que permiten a la sociedad cristiana vivir y desenvolverse;
dejar secar esta fuente significa aniquilar sus efectos.
Estos efectos, los frutos del
Espíritu Santo, que San Pablo describe tan elocuentemente a los Gálatas (5,
22), (Los frutos del espíritu son: caridad, paz, gozo, longanimidad,
afabilidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.) están a punto de desaparecer
de esta sociedad. Todas las familias están divididas, las órdenes religiosas y
las parroquias se ven alcanzadas por el virus de la discordia; los obispos, los
cardenales mismos están alcanzados por él.
La Misa católica ha tenido
siempre por efecto -y lo tiene todavía- elevar a los hombres hasta la Cruz y unirlos
en Nuestro Señor Jesucristo crucificado y debilitar en ellos los fermentos del
pecado que engendran las divisiones. Cuando la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo
desaparezca, cuando su Cuerpo y su Sangre no se hagan más presentes entre los
hombres, éstos no se encontrarán sino alrededor de una mesa desierta y sin
vida; nada los unirá más. De ahí este
descorazonamiento y este sombrío disgusto que comienza a expandirse por todos
lados, de ahí esta crisis de vocaciones que no tienen más objeto, de ahí esta
secularización y desacralización del sacerdote que no encuentra más su razón de
ser, de ahí este apetito del mundo. Por culpa de esta
concepción protestante de la Santa Misa, Jesucristo abandona poco a poco las
iglesias, que son a menudo profanadas.
La concepción de esta reforma, la
manera en que ha sido publicada con una serie de ediciones modificadas, la
manera con que ha sido hecha obligatoria, a veces de manera tiránica como por
ejemplo en Italia, la modificación de la definición de la Misa, sin ninguna
consecuencia en el rito mismo, constituyen hechos sin precedentes en la
Tradición de la Iglesia Romana, que ha procedido siempre "cum consilio et
sapíentia" (con reflexión y sabiduría). Ellos nos autorizan a poner en
duda la validez de esta legislación y a obrar según el Canon 23: "En el
caso de duda sobre la validez de una ley no se presuma la revocación de la ley
precedente, sino que las leyes posteriores se han de cotejar con las anteriores
y, en cuanto sea posible, han de conciliarse con ellas".
Subsisten un solo deber absoluto
y un solo derecho absoluto, a saber: la preservación de
la Fe. Y la Santa Misa es su expresión más viva y la fuente divina; de
ahí su importancia primordial.
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