8 de Agosto
SAN JUAN MARIA
VIANNEY
CONFESOR
(† 1859)
III Clase – Ornamentos Blancos
Misa – Os Justi
Epístola – Eccli; XXXI, 8-11
Evangelio – San Lucas; 35-40
LA POPULARIDAD
DE LOS SANTOS. — " Es un hecho que la Iglesia,
después que ha pronunciado con previo, largo y minucioso conocimiento de causa,
que tal o cual de sus hijos practicó en grado heroico las virtudes del
Evangelio y que Dios le ha recompensado con el privilegio auténtico de hacer
milagros, cuando inmediatamente es invocado, amado, aclamado, por desconocido
que haya sido antes a las naciones extranjeras, y a pesar de sus esfuerzos por
ocultarse a los demás e ignorarse así mismo. "Aunque no haya sido más que
un humilde cura de una parroquia de 200 almas, como fué la de Ars, a pesar de
eso, los católicos del universo saben su nombre y quieren saber los detalles de
su biografía. Si juzgamos a los santos con miras humanas, sería necesario
declararles como los más astutos de todos los demás hombres, ya que ellos se
dirigen, como por instinto, hacia esa celebridad mundial que muchos envidian
sin poder nunca obtener. "Nada, fuera de este aspecto, es atractivo en el
espectáculo de su vida. Porque, ¡qué variedad en sus caminos y en sus métodos!
¡Qué diversidad, por no decir que contraste de caracteres y de obras! Unos
permanecen extraños al mundo y solitarios; éstos, desbordantes de iniciativa, dejan
sobre una sociedad, sobre un país o sobre su época la impronta de su acción;
aquellos caminan en medio de tinieblas y a través de continuos matorrales de
espinas que les hacen sangrar, mientras que otros muchos saltan por encima de
los obstáculos y se ciernen en medio de la luz más brillante. "Se ha
creído mucho tiempo en la monotonía de los Santos. Mas en nuestros días van
adquiriendo fama por todas partes. Escritores de valía han notado que la
interesante ascensión de un genio es inferior a la emoción más fuerte de ver a
un cristiano ascender hacia la perfección'".
UN CURA DE
ALDEA. — ¿Qué encontramos hoy en el Calendario Litúrgico? Un
cura de aldea: un pobre cura tan poco dotado intelectualmente que aún sus
superiores dudaron permitirle ascender a las Ordenes. Le negaron por mucho tiempo
el oficio de confesar y después le enviaron a una parroquia de las más,
pequeñas y de las más pobres de la Diócesis de Lyon: de aspecto tan enclenque y de aire
tan campesino que sus feligreses, que no eran exigentes, no se mostraron muy
contentos; de memoria tan rebelde, que le eran necesarias siete u ocho horas de
esfuerzos para aprenderse sus sermones; de una pobreza tan extrema que no tenia
más que una sotana raída, un sombrero viejo, zapatos burdos claveteados, y que
por toda herencia no pudo dejar a su parroquia más que su cuerpo extenuado por
los ayunos, las disciplinas y el Cilicio.
LA CONVERSIÓN DE
UNA PARROQUIA. — Y sin e m - bargo de eso, este pobre
sacerdote haría que pronto se hablara de él. Al enviarle a Ars, el Vicario General
le dijo: "No hay mucho amor de Dios en esa parroquia. Implántale tú, si
puedes." Nunca fué observada mejor una consigna. Mas esto no sucedió sin
sufrimientos, y más tarde el santo cura dirá: "Si yo hubiese sabido lo que
debía sufrir aquí, hubiera muerto repentinamente." No perdonó nada para
alcanzar de Dios la conversión de su parroquia. Se levantaba a la una o a las
dos de la mañana, y pasaba una gran parte del día ante el Santísimo Sacramento;
todas las tardes se daba disciplina hasta derramar sangre; jamás usaba de
calefacción; su caridad le llevaba hacia todas las miserias de las almas a él
confiadas, hacia los enfermos a quien el reconfortaba y salvaba. Sus feligreses
debieron pronto reconocer los méritos del cura que la Providencia les había enviado.
Cuando le vieron transfigurado en el altar en que celebraba el Santo
Sacrificio, cuando oyeron sus sermones muy sencillos, pero ardientes de amor de
Dios y más todavía sus catequesis que ilustraba tanto a los grandes como a los
más pequeños, cuando se dieron cuenta de las mortificaciones, que se imponía
por ellos, cuando oyeron al demonio perseguirle, su estima aumentó y no
tardaron en proclamar su santidad.
CONVERSIÓN DE
LAS MULTITUDES. — Su fama se extendió pronto por doquier y
pronto las muchedumbres se agolpaban para ver a aquel cura que leía en las
almas, predecía el futuro, curaba a los enfermos y tranquilizaba a las
conciencias dándolas la luz y el perdón de parte de Dios. Mientras que en la
otra extremidad de la diócesis de Belley, en otra aldea llamada Ferney, se veía
a algunos admiradores esforzarse por sostener el prestigio de Voltaire, las
muchedumbres cansadas ya de tanta duda, corrían hacia un humilde sacerdote,
hacia una pobre aldea, hasta entonces desconocida, y allí comenzaban de nuevo a
creer, esperar y amar. Dios realizaba una vez más la palabra del Apóstol San
Pablo: "confundía con la necedad de la cruz la sabiduría de los
sabios"1. Durante muchos años hubo un afluir de gente hacia Ars, comparable
al que, en la Edad Media, conducía a las muchedumbres hacia los santuarios más renombrados.
Fácilmente se puede imaginar uno la fatiga, el martirio que causaría al santo
sacerdote una tal afluencia, las 17 horas pasadas cada día en el confesonario,
el ayuno y las maceraciones. Hasta la tarde del 29 de Julio de 1859 continuó su
ministerio sobrehumano. Por fin se vió obligado a quedarse en cama para no
levantarse más. Los peregrinos forzaron la entrada de su habitación, y él, con
valor heroico, prodigó sus bendiciones, sus consejos y sus absoluciones.
Finalmente, en la mañana del 4 de Agosto se durmió en dulce paz, obedeciendo
alegre al Señor que le llamaba para la recompensa.
VIDA. —
S. Juan María-Vianney nació en Dardilly, cerca de Lyon, el 8 de Mayo de 1786.
Muy joven todavía aprovechaba del trabajo de los campos o de la guarda de las
ovejas para pasar largas horas en el recogimiento y la oración. Gustaba reunir
junto a sí a los niños de su edad y les enseñaba a amar a Dios y a rezar el
rosario. Deseando ser sacerdote, fué conducido al cura de Ecully para que le
enseñara el latín. Mas como encontraba grandes dificultades en el estudio, marchó
en peregrinación a pedir a S. Francisco Regis, en Louvesc, la gracia de
aprender lo suficiente para ser sacerdote. En efecto, se ordenó presbítero en
1815 y fué nombrado vicario de Ecully. Permaneció allí unos tres años viviendo
en medio de una gran austeridad. Luego fué nombrado párroco de Ars donde encontró
a unos vecinos poco cristianos a los que pronto convirtió, tanto por su caridad
y penitencias heroicas, como por su predicación. El demonio envidioso de un tal
resultado, le persiguió de mil maneras. Pronto acudieron de todas partes a su
confesonario muchedumbres de gentes que venían a buscar junto a él la luz de la
gracia de la conversión. Acabado por las fatigas murió el 4 de Agosto de 1859 a
la edad de 73 años. San Pío X le beatificó en 1905 y le nombró patrono de todos
los sacerdotes de Francia que tienen el cuidado de las almas y Pío X I le
canonizó el 31 de Mayo de 1925.
LA CRUZ. —
Pasaron ya los primeros años de tu ministerio de los que decías: "Esperaba
de un momento a otro ser suspendido y condenado a terminar mis días en las
prisiones. En aquel tiempo se olvidaban de comentar el Evangelio en los
púlpitos y se predicaba sobre el pobre cura de Ars. ¡Oh, cuánta cruz debía yo
sobrellevar!... ¡Me abrumaba tanto que casi no lo podía soportar! Comencé a
pedir el amor de las cruces; entonces fui feliz." Para ti ha terminado ya
el trabajo; mas desde el seno de tu reposo escucha a los obreros de la
salvación implorar tu patrocinio; sosténles en tu misión cada día más ingrata,
más llena de amarguras. A aquellos a quienes la paciencia amenaza doblegarse
ante la persecución y las calumnias, repíteles las palabras que tu decías a uno
de tus predecesores: "Amigo mío, haz como yo. Me enfadaría si Dios fuese
ofendido; más por otra parte, me alegro en el Señor de todo aquello que él
permite se diga contra mí, porque las condenaciones del mundo son bendiciones
de Dios. Las contradicciones nos colocan al pie de las cruces y las cruces a la
puerta del cielo. ¿Acaso el que huye de la cruz, no huye de Aquel que quiso ser
clavado en ella y morir por nosotros? ¡Qué la cruz haga perder la paz! Es ella
la que ha dado la paz al mundo, y la que debe llevarla a nuestros
corazones."
LA SANTIDAD. —
Elevado a la Silla apostólica en el día aniversario de tu entrada en la gloria,
San Pío X que te insertó en el código de los Bienaventurados, escogió precisamente
ese mismo día 4 de Agosto para dirigir al clero católico la exhortación
solemne 1 que inspiraban a su corazón de Pontífice nuestros tiempos malvados y
repletos de peligros. Ayuda con tus súplicas ante el pie del trono del Señor
las recomendaciones que el sucesor de Pedro sacaba de vuestro ejemplo, cuando
decía a los sacerdotes: "Sola la santidad puede hacer de nosotros lo que
exige nuestra divina vocación, a saber, hombres crucificados al mundo
y en los cuales esté crucificado el mismo mundo', que no miran hacia
el cielo más que en lo que Ies concierne, y no perdonan esfuerzos para llevar a
los demás." Hombres de Dios ¿es necesario que se muestren únicamente
aquellos que son la luz del mundo la sal de la tierra \ los embajadores5
de Aquel que se digna llamarles sus amigos \ que les hace dispensadores
de sus dones?7 No serán ellos fuente de santidad como tienen que serlo para los
demás, si en primer lugar no son ellos mismos santos en el secreto de la faz
del Señor; en la medida en que ellos se den a Dios, Dios se dará por su medio
al pueblo. ¡Oh Juan María! Ojalá puedan decirse a sí mismos y decir a los demás
contigo: "Fuera de Dios, no hay nada que sea sólido. La vida pasa; la
fortuna se derrumba; la salud se destruye, la reputación es atacada. Nosotros
caminamos como el viento. El paraíso, el infierno y el purgatorio tienen un
gusto anticipado desde esta vida. El paraíso reside en el corazón de los
perfectos que están muy unidos con nuestro Señor; el infierno está en el de los
impíos; y el purgatorio en las almas que no están muertas a ellas mismas. El hombre
ha sido creado para el amor: por eso está tan dispuesto para amar; por otra
parte es tan grande que nada puede contenerle sobre la tierra. No está contento
más que cuando se dirige hacia el cielo."
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