6 DE AGOSTO
LA TRANSFIGURACION DE
NUESTRO SEÑOR
Epístola – II Pedro; I,
16-19
Evangelio – San Mateo;
XVII, 1-9
"Oh Dios, que, en la gloriosa Transfiguración de tu Unigénito,
confirmaste los Misterios de la fe con el testimonio de los Padres, y
declaraste admirablemente, por medio de la voz salida de la luminosa nube, la
perfecta adopción de hijos: haz propicio que seamos coherederos del mismo Rey
de la gloria y partícipes de su misma gloria." Noble fórmula que resume la
oración de la Iglesia y nos da su pensamiento en esta fiesta de testimonio y de
esperanza."
SENTIDO DEL
MISTERIO. — Mas, es
necesario hacer notar que la memoria de la gloriosa Transfiguración se ha hecho
ya dos veces en el Calendario Litúrgico; el segundo Domingo de Cuaresma y el
Sábado que le precede. Con lo que se nos quiere significar, que la solemnidad
presente tiene menos objeto recordar el hecho histórico ya conocido, que el
misterio permanente que se saca de él; menos el favor personal que honró a
Simón Pedro ya los hijos del Zebedeo que el cumplimiento del mensaje de que
fueron ellos encargados de comunicar a la Iglesia: "No digáis a
nadie esta visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre
los muertos?". La Iglesia, que nació del costado del Hombre Dios,
abierto en la Cruz, no debía encontrarse con él cara a cara, cuando, resucitado
de entre los muertos, hubiese sellado su alianza con ella en el Espíritu Santo,
sola la fe tenía que sostener su amor. Pero, con el testimonio que suple a la
vista, no faltaba nada a las legítimas aspiraciones de conocer.
LA ESCENA
EVANGÉLICA. — P o r
eso, u n día de su vida mortal, dando tregua a la ley común de sufrimiento y
oscuridad que se había impuesto para salvar al mundo, dejó resplandecer la
gloria que llenaba su alma dichosa. El rey de los Judíos y de los Gentiles se
revelaba sobre la montaña en la que su esplendor sosegado eclipsaba para
siempre los rayos del Sinaí. El Testamento de la alianza eterna se mostraba, no
ya en la promulgación de una ley de servidumbre, grabada sobre la piedra, sino
en la manifestación del mismo Legislador, que venía en la figura de Esposo a
reinar por la gracia y la hermosura sobre los corazones. La profecía y la ley
que prepararon sus caminos en los siglos de espera, Elias y Moisés, que venían
de lugares diferentes, se encontraban ante El, cual emisarios fieles en el
punto de la cita; haciendo honores al Dueño común de su misión, se eclipsaban en
su presencia a la voz del Padre que decía: ¡Este es mi Hijo muy amado! Tres
testigos más autorizados que los demás asistían a esta escena solemne: el
discípulo de la fe, el del amor y el otro hijo de Zebedeo que debía sellar el
primero con su sangre la fe y el amor apostólicos. Según se lo habían mandado,
guardaron religiosamente el secreto hasta el día en que convenía que sus bocas
predestinadas pudiesen comunicarle.
DATA DE LA
FIESTA. — ¿Fué siempre
precioso para la Iglesia este día? Varios lo afirman. Por lo menos era
conveniente que el recuerdo de esta fiesta se celebrase en el mes de la Sabiduría
eterna: Destello de la luz increada, espejo sin mancha de la bondad
infinita'. Hoy, los trascurridos siete meses después de la Epifanía
manifiestan plenamente el misterio cuyo primer anuncio alumbró con destellos tan
dulces el Ciclo desde el principio. En virtud del septenario revelado otra vez
aquí, los comienzos de la esperanza han aumentado como el
Hombre Dios y la Iglesia y esta, establecida en la paz del pleno
crecimiento, llama a todos sus hijos para que crezcan como con la contemplación
del Hijo de Dios hasta la medida de la edad perfecta de Cristo. Así
comprendemos porque se han tomado, en la Liturgia de este día fórmulas y cantos
de la gloriosa Teofanía: Levántate Jerusalén, ilumínate, porque tu
luz ha llegado y se ha levantado sobre ti. El motivo es porque, la
Esposa, resplandeciente también ella con la claridad de Dios ha
sido glorificada en la montaña con el Señor.
EL VESTIDO DE
CRISTO. -•- Mientras "su
faz resplandecía como el sol", dice el Evangelio hablando de Jesús, sus
vestidos se tornaron blancos como la nieve Ahora bien, estos
vestidos, que brillan como la nieve, dice S. Marcos, que no hay batanero que
los pudiera hacer más blancos sobre la tierra ¿qué son sino los justos,
inseparables del Hombre-Dios y su adorno regio, sino el vestido sin costura,
que es la Iglesia, y que María continúa tejiendo para su Hijo con la lana más pura
y con el lino más hermoso? Por eso, aun que el Señor, habiendo pasado el torrente del sufrimiento, haya entrado
personalmente en su gloria, el misterio de la Transfiguración no estará completo
sino hasta el momento en que el último de los elegidos, habiendo pasado él
mismo por la preparación laboriosa de la prueba y gustada la muerte, se haya
juntado con la cabeza en su Resurrección. Rostro del Salvador, embeleso de los
cielos, entonces brillará en ti todo: la gloria, la hermosura y el amor.
Expresando a Dios en la semejanza perfecta del Hijo como hombre, extenderéis la
complacencia del Padre, al reflejo de su Verbo que hace a los hijos de adopción,
gozándose en el Espíritu Santo hasta en las últimas franjas del manto que llena
con el templo.
EL MISTERIO DE
LA ADOPCIÓN DIVINA. — En
efecto, según la doctrina de Santo Tomás, la adopción de los hijos de Dios que
consiste en una conformidad de imagen con el Hijo de Dios por naturaleza puede
darse de dos modos: primero por la gracia de esta vida, y esta es la
conformidad imperfecta, y segundo por la gloria de la patria y esta es la
conformidad perfecta, según aquellas palabras de S. Juan: "Nosotros somos
desde ahora los hijos de Dios y, sin embargo, no aparece lo que seremos más
tarde; sabemos que cuando aparezca Jesús, le seremos semejantes porque le
veremos así como es él*". La palabra eterna: Tú eres mi Hijo, yo te he
engendrado hoy ha tenido dos ecos en el tiempo: en el Jordán y sobre el
Tabor, y Dios, que no se repite nunca' no ha hecho en esto excepción a
la regla de no volver a decir lo que dijo una vez, pues aunque los dos términos
empleados en las dos circunstancias sean idénticos, con todo eso no tienden los
dos al mismo fin, prosigue diciendo siempre Santo Tomás, sino para mostrar el
modo diferente con que el hombre participa de la semejanza de la filiación
eterna. En el Bautismo del Señor, donde fué declarado el misterio de la primera
regeneración, como en su Transfiguración que nos manifiesta la segunda, la
Trinidad apareció toda: el Padre en la voz, el Hijo en su humanidad, y el
Espíritu Santo, primero en forma de paloma, después en la nube luminosa; pues
si en el bautismo confiere la inocencia que está representada por la sencillez
de la paloma, en la Resurrección dará a los elegidos la claridad de la gloria y
el frescor rejuvenecedor que están significados por la nube luminosa.
ENSEÑANZA DE LOS
PADRES. — "Subamos a la montaña,
exclama S. Ambrosio; supliquemos al Verbo de Dios que se nos muestre en su
esplendor y hermosura; que se fortifique, que progrese felizmente y que reine
en nuestras almas. ¡Pues, oh misterio profundo! según tu medida crece o decrece
en ti el Verbo. Si no alcanzas esa cima más elevada que el pensamiento humano,
no se te aparece la Sabiduría; el Verbo se te muestra como en un cuerpo sin
brillo ni gloria." Si la vocación que se te manifiesta en este día tan
grande y tan santa, entonces "reverencia al llamamiento de Dios",
dice a su vez Andrés de Cretano te desconozcas a ti mismo, no rechaces Un don
tan grande, no te muestres indigno de la gracia, no seas tan flojo en tu vida que
pierdas este tesoro celestial. Deja la tierra en la tierra, y a los muertos
que entierren a sus muertos; despreciando todo aquello que pasa, todo
aquello que muere con el siglo y la carne; sigue inseparablemente hasta el
cielo a Cristo que por ti caminó por este mundo. Que el temor y el deseo te
ayuden para apartar de ti la desconfianza y guardar el amor. Entrégate todo entero;
se dócil al Verbo en el Espíritu Santo, para seguir el fin tan dichoso, tan
puro como es tu deificación con él, goce de bienes inenarrables. Por el celo de
las virtudes, por la contemplación de la verdad llega a la Sabiduría que esel
principio de todo y en la que subsisten todas las cosas.
HISTORIA DE LA
FIESTA. — Los orientales
celebran esta fiesta desde hace muchos siglos. Ya festejaba en Armenia a
comienzos del siglo iv con el nombre de "llama de la rosa, rosae
coruscatio." Suplantó a una fiesta de las flores que se celebraba en honor
de Diana y figura entre las cinco fiestas principales de la Iglesia de Armenia.
Los griegos la celebran el séptimo Domingo después de Pentecostés, aunque su
Martiriólogo la menciona el 6 de Agosto. En Occidente se ha celebrado de un
modo especial desde el año 1457, fecha en que el Papa Calixto III promulgó un
nuevo oficio y la hizo obligatoria en acción de gracias por la victoria conseguida
el año precedente sobre los turcos, junto a los muros de Belgrado. Mas esta
fiesta, celebrada ya en iglesias particulares, Pedro el Venerable, Abad de
Cluny, había mandado que se solemnizase en todas las iglesias de su Orden cuando,
en el s. XII, Cluny tomó posesión del monte Thataor.
LA BENDICIÓN DE
LAS UVAS. — Existe
la costumbre entre los griegos, y entre los latinos, de bendecir en este día
las uvas nuevas. Esta bendición se da en la misa, al fin de la oración Nobis
quoque peccatoribus. Los liturgistas, con Ricardo de Cremona, nos han dado
la razón del porqué se hace este día. La Transfiguración es un anticipo de lo
que será el estado de los fieles después de su resurrección y por eso se
consagra la sangre del Señor con vino nuevo, si posible haberlo a mano, para
significar lo que se escribe en el Evangelio: "Ya no beberé más del fruto de
la viña hasta que lo beba de nuevo con vosotros en el reino de mi Padre". Terminemos
con el rezo del himno de Prudencio que la Iglesia canta en las Vísperas y en los
Maitines del día:
HIMNO
Los que buscáis a Cristo, levantad vuestros ojos a lo alto; allí
contemplaréis el signo de su gloria eterna. La luz brillante muestra a Aquel
que no conoce término, al Dios sublime, inmenso, sin límites, cuya existencia
es anterior a la del cielo y del caos. Es Rey de las naciones, Rey del pueblo
judío, prometido hace siglos al Patriarca Abraán y a su descendencia. Los profetas
son testigos, y, mediante su garantía, El mismo es también testigo, el Padre
nos manda escucharle y creerle. Oh Jesús, gloria a ti, que te manifiestas a los
pequeñuelos, con el Padre y el Espíritu Santo en los siglos infinitos. Amén.
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