4 DE AGOSTO
SANTO DOMINGO DE
GUZMAN, CONFESOR
Misa – Os Justi
Epístola – II Timoteo; IV, 1-8
Evangelio – San Lucas; XII, 33-40
LA OBRA DE LA
SABIDURÍA. — "La fuente de la Sabiduría, el Verbo
del Padre nuestro Señor Jesucristo, cuya naturaleza es bondad, cuya obra es
misericordia, no abandona nunca a través de los siglos, la viña que sacó de
Egipto; socorre con modos nuevos a la inestabilidad de las almas, y obra
prodigios que aviven la fe vacilante. Así, pues, cuando declinaba el dia, y
aumentaba el mal enfriando la caridad, y el rayo de la justicia estaba a punto
de estallar, el Padre de familias quiso reunir a los obreros de la hora
undécima, aptos para el trabajo, con el ñn de destrozar la maleza que amenazaba
destruir su viña, y al mismo tiempo coger en el lazo la funesta invasión de
zorras que maquinaban su devastación; entonces organizó los batallones de los
Predicadores y Frailes Menores con sus leaders armados para la batalla.
DOMINGO Y
FRANCISCO. — En esta expedición del Dios de los
ejércitos, Domingo fué el corcel de su gloria, lanzando intrépido, con el fuego
de la fe, el relincho de la divina predicación Nosotros veremos la parte que
tuvo en el combate Francisco, el compañero que le dió el cielo y que apareció
como el estandarte viviente del Cristo en cruz, en medio de una sociedad en que
la triple concupiscencia daba mano al error para abrir una brecha en el
mismísimo cristianismo.
LA POBREZA. —
Domingo, como Francisco, encontrando por todas partes unidas la avaricia y la
herejía, que serán de ahora en adelante la principal fuerza de los falsos
predicadores, prescribió a los suyos la más absoluta renuncia de los bienes de
este mundo y se hizo él también mendigo por Cristo. Habían pasado los tiempos en
que los pueblos, reconociendo todas las consecuencias de la Encarnación,
constituían en el Hombre-Dios el más extenso dominio territorial que jamás
existió, al mismo tiempo que colocaban a su Vicario a la cabeza de los reyes. Después
de haber intentado inútilmente humillar a la Esposa sometiendo el Sacerdocio al
Imperio, los descendientes indignos de los cristianos de otros tiempos,
reprochaban a la Iglesia la posesión de aquellos bienes de los cuales ella no
era más que la depositaría en nombre del Señor; había sonado para la Paloma del
Cantar santo, la hora de comenzar, por el abandono de la tierra, su
ascensión hacia los cielos.
LA CIENCIA. —
Mas si los dos príncipes de la lucha memorable que contuvo un tiempo los progresos
del enemigo, se encontraron en la acogida que tributaron a la santa pobreza,
ésta siguió siendo de un modo especial la "Dama" del Patriarca de
Asís. Domingo, que como él no tenía más ideal que el honor de Dios y la
salvación de las almas, heredó más directamente la ciencia. "En la luz,
dijo Dios a Santa Catalina de Sena, ha fundamentado su base el Padre de los Predicadores,
de la luz ha hecho su finalidad, su arma de combate; tomó para sí.el oficio del
Verbo, mi hijo, sembrando mi palabra, disipando las tinieblas, alumbrando la
tierra; María, por la cual yo le presenté al mundo, hizo de él el extirpador
de los herejes'". Por eso, la Orden llamada a ser el principal
apoyo del Pontífice Supremo en la persecución de las falsas doctrinas debía, si
se puede hacer verdadera esta expresión, más que su patriarca: El primero de los
tribunales de la Santa Iglesia, la Inquisición Romana, el Santo Oficio,
investido del Oficio del Verbo con la espada de dos filos para convertir o
castigar, no tuvo instrumento más fiel y seguro.
EL LIBERALISMO. —
Al igual que Catalina de Sena, el autor ilustre de la Divina Comedia no sospechó
que había de llegar un tiempo, en que el primer título de la familia dominicana
para el amor agradecido de los pueblos sería puesto en duda en cierta escuela
apologética, y en ella, rechazado como un insulto o disimulado como un estorbo.
Nuestro tiempo pone su gloria en un liberalismo que ha comenzado a hacer sus
pruebas multiplicando las ruinas y no descansa filosóficamente, más que en la
extraña confusión de la ciencia con la libertad. No hacía falta más que esta
debilidad intelectual para no comprender que, en una sociedad en que la fe es
la base de las instituciones, así como el principio de la Salvación universal,
no hay crimen mayor que el destruir el fundamento sobre el cual descansa, juntamente
con el interés social, el bien más precioso de los particulares. Ni el ideal de
la justicia, ni menos el de la libertad consiste en abandonar a merced del mal
o del malvado al débil que no puede defenderse por si mismo. La época de la
caballería hizo de esta verdad su axioma y constituyó su gloria; los hermanos
de Pedro Mártir consagraron su vida a proteger contra las sorpresas del "fuerte
armado'" y al contagio que se arrastra por la noche la seguridad de
los hijos de Dios: esta fué la honra "del ejército que Domingo condujo por
un camino; por donde se adelanta y no se yerra".
LA PROTECCIÓN DE
MARÍA. — ¿Qué mejores caballeros que estos atletas de la fe
al hacer su promesa sagrada bajo forma de juramento de fidelidad y al
escoger como Dama a aquella que, poderosa como un ejército, extermina ella sola
las herejías en todo el universo? Al escudo de la verdad y a la espada de la
palabra' aquella que guarda en Sión las armaduras de los fuertes añadía para
sus abnegados servidores el Rosario, señal la más especial de su propia milicia;
les señalaba el hábito de su elección como compete al verdadero jefe de la
guerra y les ungía con sus manos para la lucha en la persona del Bienaventurado
Reginaldo. Ella vigilaba así mismo su reclutamiento, sacando de entre la
juventud escogida de las universidades las almas más puras, las más abnegadas,
las más nobles inteligencias; París, la capital de la teología, Bolonia, el
centro de la jurisprudencia y del derecho, veían a maestros, escolares, discípulos
de toda clase de ciencia perseguidos y ganados por la dulce soberana en medio
de incidentes que eran más del cielo que de la tierra. ¡Cuánta gracia en estos
orígenes en que la serenidad virginal de Domingo parecía rodear a todos sus
hijos! Sin duda que en este Orden de la luz se verificaba la verdad de la
palabra evangélica. "Felices los corazones puros porque verán a
Dios". Ojos alumbrados por el cielo veían representadas en figuras de
lirios las fundaciones de los Predicadores; por eso María, por quien nos ha
venido el esplendor de la luz eterna, se hacía su celestial maestra y de la
ciencia les conducía a la Sabiduría amiga de los corazones limpios. Ella bajaba
en compañía de Cecilia y Catalina para bendecir su reposo nocturno, y les
cubría con su manto junto al trono del Señor. ¿Cómo pues admirarse de la
trasparencia que después de Domingo y durante los generalatos de Jordán de
Sajonia, Raimundo de Peñafort, Juan el Teutónico, Humberto Romano, continúa reinando
en esas "Vidas de los Frailes" y en esas "Vidas de las
Monjas" de las cuales unas plumas encantadoras nos han transmitido
relatos de una exquisita frescura?
LAS MONJAS. —
Discreta lección, al mismo tiempo que ayuda poderosa para los Frailes: en la
familia dominicana, dedicada por entero al Apostolado, las monjas nacieron diez
años antes, como para indicar que, en la Iglesia de Dios, la acción no puede
ser fecunda si no está precedida y acompañada de la contemplación, que la
merece la bendición y demás gracias. Nuestra Señora de Prouille, al pie de los
Pirineos, no fué ella sola el principio de toda la Orden; a su sombra
protectora los primeros compañeros de Domingo hicieron, juntamente con él, la
elección de su Regla y se repartieron el mundo marchando de allí a fundar San
Román de Tolosa, luego Santiago de París, S. Nicolás de Bolonia, S. Sixto y
Santa Sabina en la Ciudad Eterna.
LA TERCERA
ORDEN. — Hacia la misma época la institución de la Milicia
de Jesucristo colocaba bajo la dirección de los Predicadores a seglares que,
ante la herejía militante, se comprometían a defender por todos los medios
posibles los bienes de la Iglesia y su libertad; cuando los sectarios
depusieron las armas, dejando por un tiempo la paz del mundo, la asociación no
desapareció: condujo la lucha al terreno espiritual y cambió su nombre en el de
Tercera Orden de los Frailes y Monjas de la Penitencia de Santo Domingo.
VIDA — Domingo nació hacia el año 1170 en
Caleruega, no lejos de Burgos, en España. Fué a estudiar a Palencia donde
sobresalió por su ardor en el trabajo y su gran caridad para con los pobres. El
Obispo de Osma le agregó a su Capítulo; permaneció allí nueve años, siendo
modelo de regularidad en la asistencia al Oficio y en la piedad. Habiendo ido a
Roma juntamente con su Obispo, comenzó en 1206 bajo la dirección de un legado
pontificio, a predicar en el Mediodía de Francia para convertir a los herejes
albigenses. Fijó su residencia en Prouille y desde allí evangelizó toda la
comarca. En Tolosa estableció un convento de monjas cuya oración y penitencia
sostendrían a su apostolado y cuya enseñanza había de formar a las jóvenes pobres
de la nobleza y las protegería de la infección de la herejía. Domingo
comprendió pronto que él solo no era suficiente ante el campo que se le
ofrecía. Con varios compañeros se estableció en una casa de Tolosa y comenzaron
juntos a llevar la vida religiosa. Después partió para Roma donde se iba a celebrar
el Concilio de Letrán y pidió al Papa Inocencio III la autorización para fundar
la Orden de los Predicadores. Volvió a Tolosa en 1216 para hacer la elección de
una Regla de vida, y se dirigió nuevamente a Roma donde Honorio III, sucesor de
Inocencio, la aprobó. Desde entonces las casas de los Predicadores se
multiplicaron al mismo tiempo que los milagros obrados por el Santo. Consumido
por la fiebre y las fatigas sin nombre que se imponía murió el 6 de Agosto de
1221 a la edad de 51 años. Fué canonizado por su amigo el Papa Gregorio IX en
el año 1234.
LA FUENTE DE
TODO APOSTOLADO. — Tu ejemplo nos muestra, oh Domingo, que
sólo son poderosos ante Dios aquellos que se entregan a él sin buscar ninguna
otra cosa y dan a los demás sólo de su plenitud. Desdeñando todo pasatiempo y ciencia
en la que no se descubriese la eterna Sabiduría, nos dicen tus historiadores,
que de ella sola se prendó tu juventud; toda conversación y toda ciencia donde
no se mostrase la eterna Sabiduría, nos dicen tus historiadores, que solamente se
alimentó de ésta tu espíritu en tu adolescencia; que se anticipa a los que la
desean te inundó desde los primeros años con la luz y las dulzuras pregustadas
de la patria. De la sabiduría destilaba sobre ti la serenidad radiante que
sobrecogía a tus contemporáneos y que no perturbó nunca suceso alguno. En una paz
de cielo bebías a chorros el agua del pozo sin fondo que salta a la vida
eterna; pero ahí mismo tiempo que, en el hondón de tu alma te abrevaba el amor
de la sabiduría, aparecía una fecundidad maravillosa en esa fontana de Dios y
sus regatos, que se hicieron tuyos, salieron fuera y las plazas públicas
beneficiaban las ondas de tu sobreabundancia. Diste acogida a la Sabiduría y
ella te exaltó, no contenta con adornar tu frente con los rayos de la estrella
misteriosa, ella te dió la gloria de los patriarcas y multiplicó por medio de las
de tus hijos, tus años y tus obras No cesaste de ser en ellos uno de los más
poderosos apoyos de la Iglesia. La ciencia ha hecho que su nombre sea ilustre
entre los pueblos y por su causa su juventud fué honrada entre los ancianos; que
sea siempre para ellos, como lo fué para sus mayores, el fruto de la Sabiduría
y el camino que a ella les conduce; que se alimente en la oración que tanta
parte ha tenido en tu santa Orden, que más que ninguna otra se acerca en este
respecto a las antiguas órdenes monásticas. Alabar, bendecir y predicar, será
hasta el fin de su divisa amada, siendo en ellos el apostolado, según la
palabra del Salmo, la efusión desbordante del recuerdo de las dulzuras gustadas
en el trato con Dios. Así fortalecida en Sión, bendita en su gloriosa labor de
propagadora y guardadora de la fe ', tu noble descendencia merecerá oír por
siempre de la boca de Nuestra Señora este estímulo que está por encima de toda alabanza:
"Fortiter, fortiter, viri fortes! ¡Animo, ánimo, hombres
valientes"!
No hay comentarios:
Publicar un comentario