2
DE AGOSTO
SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO, OBISPO
Epístola – II Timoteo II, 1-7
Evangelio – San Lucas
X, 1-9
Y DOCTOR DE LA
IGLESIA
A San Alfonso de Ligorio
se dirige hoy el homenaje universal del mundo. Grande por sus obras y su
doctrinaa él se aplica directamente el oráculo del Espíritu Santo. "Los
que enseñan la justicia a muchos, brillarán como las estrellas en
la eternidad sin fin".
EL JANSENISMO. —
Cuando vino a este mundo el jansenismo quiso quitar al Padre, que está en los
cielos, su misericordia y su bondad; triunfaba en la dirección práctica de las almas,
aún en aquellos mismos que desechaban las teorías de Calvino. Só capa de
reacción contra una escuela imaginaria de relajamiento, denunciando a bombo y
platillos algunas proposiciones ciertamente condenables de hombres aislados,
los nuevos fariseos se presentaron como los celosos de la ley. Dando
proporciones excesivas al precepto, exagerando el castigo, cargaban las
conciencias con aquellos pesos que el Hombre-Dios había reprochado a sus
antecesores de aplastar las espaldas humanas '. Mas el grito de alarma lanzado por
ellos, en nombre de la moral en peligro, no dejó de engañar a los sencillos y
terminó por descarriar a los buenos. Gracias a la ostentación de austeridad de
sus seguidores, el jansenismo, hábil, por lo demás, en ocultar sus dogmas, llegó
pronto, según su programa, a imponerse a la Iglesia en contra de la misma
Iglesia; algunos inconscientes aliados suyos les entregaban en la ciudad santa
las fuentes de la misma salvación. Muy pronto en muchos lugares, las llaves
sagradas, no tuvieron otro uso que abrir el infierno; la mesa sagrada,
preparada para sostener y desarrollar en todos la vida, no se hizo accesible
más que a los perfectos; y estos no eran juzgados tales sino en la medida en
que, por un cambio extraño de las palabras del Apóstol, sometieron el espíritu
de adopción de hijos al espíritu de servidumbre y de temor; en cuanto a los
fieles que no podían levantarse a la altura del nuevo ascetismo, no
encontrando en el tribunal de la penitencia más que a exactores y
verdugos en lugar de padres y médicos, no hallaban delante de ellos
más que la desesperación y la indiferencia. Eso no obstante, por doquier leguleyos
y parlamentarios prestaban copiosa ayuda a los reformadores, sin preocuparse de
la ola de incredulidad odiosa que se iba levantando en su derredor y sin ver la
tempestad que promovían estos nublados.
SAN ALFONSO. —
¿Quién sería pues el que, en el callejón tenebroso, donde los doctores,
entonces en boga, habían conducido a los espíritus más firmes, encontraría la
llave de la Sabiduría?' Mas la Sabiduría guardaba entre sus tesoros,
fórmulas de nuevas costumbres. Lo mismo que en otros tiempos a cada
dogma atacado había suscitado nuevos defensores; en frente a una herejía que, a
pesar de las pretensiones especulativas de sus principios no tuvo más que en
ellos una importancia duradera, levantó a Alfonso de Ligorio como el
enderezador de la fe, entonces torcida, y al Doctor por excelencia de la moral cristiana.
Alejado por igual de un rigorismo fatal y de una condescendencia perniciosa,
supo volver a las justicias del Señor, hablando como el Salmo, su
rectitud al mismo tiempo que su don de alegrar los corazones, a sus
mandamientos la luminosa claridad que les hace justificarse por ellos mismos a sus oráculos la pureza que arrastra las
almas y conduce fielmente a los pequeños y a los sencillos desde los principios
de la Sabiduría hasta sus cumbres. No fué sólo en el terreno de la casuística donde
San Alfonso llegó con su Teología Moral a quitar el virus que amenazaba
infectar toda la vida cristiana. Mientras que, por otra parte, su valiente
pluma no dejaba sin respuesta a ninguno de los ataques de aquel tiempo contra
la verdad revelada, sus obras ascéticas y místicas, volvían a la piedad a las
fuentes tradicionales de la frecuentación de los Sacramentos, del amor del
Señor y de su divina Madre. La Sagrada Congregación de Ritos, que tuvo que
examinar sus obras y declaró que no encontraba en ellas nada que
fuera digno de censuro.\2 dividió en 40 títulos diferentes sus numerosos
libros. Sin embargo de eso, Alfonso no se resolvió hasta muy tarde a comunicar
al público los bienes de que su alma estaba inundada. Su primera obra, que fué
el libro de oro de Las Visitas al Santísimo Sacramento y ala Virgen, no
apareció hasta que hubo cumplido los 50 años de edad. Y Dios que prolongó su
existencia más allá de los límites ordinarios, no le libró ni la doble carga
del episcopado y el gobierno de la congregación que él había fundado, ni las
más penosas enfermedades, ni los sufrimientos morales más dolorosos todavía.
VIDA. —
Alfonso María de Ligorio nació de padres nobles en Napóles el 27 de Septiembre
de 1696. Su juventud fué piadosa, estudiosa y caritativa. A los 17 años era ya
doctor en Derecho Civil y Canónico, y poco después comenzaba una brillante
carrera de abogado. Mas, ni sus escritos, ni las instancias de su padre que
quiso casarle, le impidieron dejar el mundo: ante el altar de Nuestra Señora
hizo voto de recibir las Ordenes. Ordenado de Sacerdote en 1726 se dedicó a la
predicación. En 1729 una epidemia le permitió entregarse al cuidado de los
enfermos en Ñapóles. Poco después se retiró a Santa María de los Montes con
unos compañeros y con ellos se preparó a la evangelización de aquellas
campiñas. En 1732 estableció la congregación del Santísimo Redentor que le
había de ocasionar numerosas dificultades y persecuciones; más bien pronto las
vocaciones afluyeron y el Instituto se difundió rápidamente. En 1762 era
nombrado Obispo de Santa Agueda de los Godos, cerca de Nápoles. Al punto emprendió
la visita de su diócesis, predicando en todas las parroquias y tratando de
reformar al clero. Al mismo tiempo continuaba dirigiendo su Instituto y el de
religiosas que había fundado para servir de ayuda, con su oración
contemplativa, a sus hijos misioneros. En 1775 renunció al episcopado para
volver a sus hijos. Muy pronto se produjo una escisión en el Instituto de los
Redentoristas y S. Alfonso fué excluido de su familia religiosa. La prueba fué
grande, más él no perdió el valor y aún predijo que la unidad se llevaría a
cabo después de su muerte. A sus enfermedades físicas vinieron a unirse
crisis de escrúpulos y diversas tentaciones; mas en medio de todo esto su amor
hacia Dios no cesaba de crecer. Por fin murió el 1 de Agosto de 1787 a la hora
del Angelus. Gregorio XVI le inscribió en el catálogo de los Santos en 1839 y
Pío IX le declaró Doctor de la Iglesia.
LA MISIÓN DE LOS
DOCTORES. — Mucho antes de que tú nacieses, oh
Alfonso, un gran papa, había dicho que el papel de los Doctores es
"iluminar a la Iglesia, adornarla con virtudes, y formar sus costumbres;
por ellos, añadía, brilla ella en medio de las tinieblas como el lucero; su palabra
fecundada de lo alto resuelve los enigmas de las Escrituras, desata las
dificultades, alumbra las oscuridades, interpreta lo que está dudoso; sus obras
profundas, enaltecidas por la elocuencia del discurso, son otras tantas perlas preciosas
que ennoblecen la casa de Dios al mismo tiempo que la hacen brillar": Así
se expresaba en el siglo XIII Bonifacio VIII cuando elevó al rito doble las
fiestas de los Apóstoles, Evangelistas y los cuatro Doctores entonces
reconocidos como tales, Gregorio Papa, Agustín, Ambrosio, Jerónimo. ¿Mas no
encontramos en esto, impresionante como una profecía y fiel como un retrato, la
descripción de aquello que tú ibas a ser?
EL EJEMPLO DE UN
SANTO. — Gloria sea a ti, que en nuestro tiempo de decadencia
renuevas la juventud de la Iglesia, a ti en quien aquí abajo se abrazan una vez
más la justicia y la paz al encontrarse con la misericordia y la verdad. Tú diste
sin reservas tu tiempo y fuerzas para obtener un tal resultado. "El amor
de Dios no está nunca ocioso, decía S. Gregorio; si existe tiene que hacer cosas grandes; si rehúsa obrar, entonces no es amor'". ¡Oh qué felicidad
la tuya en el cumplimiento del voto temible que habrás hecho de no tener ni
siquiera un instante de descanso! Cuando se te presentaron intolerables dolores
que hubieran podido justificar, si no exigir, el descanso, se te vió apretando
contra la frente con una mano el mármol que parecía disminuir un poco tus
dolores y con la otra escribiendo tus obras tan preciosas. ¡Pero mayor fué
todavía el ejemplo que Dios quiso dar al mundo cuando permitió que, agotado por
los años, la traición de uno de tus hijos atrayese sobre ti la desgracia de
aquella Sede Apostólica, por la cual se había consumido tu vida y que, en
cambio, te apartaba, como indigno, del Instituto que tú habías fundado!
Entonces tuvo licencia el infierno para unir sus golpes a aquellos que venían
del cielo; y tú, el Doctor de la paz, conociste asaltos espantosos contra la fe
y la santa esperanza. Así se iba coronando tu obra en la debilidad más poderosa
que todo; así mereciste a las almas tentadas el apoyo de la virtud de Cristo.
Pero habiéndote vuelto niño por la obediencia, estuviste a la vez más cerca del
reino de los cielos' y del pesebre cantado por ti con acentos tan dulces; y la
virtud que el Hombre-Dios sentía salir de Sí durante su vida mortal, fluía de
ti con una tal abundancia sobre los niños enfermos, presentados por sus madres
para que les bendijeses, que ella les curaba a todos .
PLEGARIA POR LOS
REDENTORISTAS. — Terminadas ya las lágrimas y los
trabajos, vela de un modo especial y para siempre por nosotros. Conserva los
frutos de tus trabajos en pro de la Iglesia. La familia religiosa que te debe
la existencia todavía no ha degenerado, mas de una vez en las persecuciones, el
enemigo la ha honrado con especiales manifestaciones de su odio; ahora también
se ha visto pasar la aureola de los bienaventurados del padre a los hijos;
¡ojalá ellos puedan guardar enternamente con todo cariño estas nobles
tradiciones! Que el Padre soberano que en el bautismo nos ha hecho a todos
dignos por igual de tener una parte en la suerte de los santos en la luz, nos
conduzca con felicidad, por medio de tus ejemplos y doctrinas tras nuestro Redentor al reino de aquel Hijo
de tu Amor.
EL MISMO DIA
MEMORIA DE SAN ESTEBAN, PAPA
Y MARTIR
DIGNIDAD DEL
BAUTISMO. — El recuerdo del Papa Esteban I llena de
un perfume de antigüedad la santidad de este día. La gloria especialísima de
Esteban consiste en haber sido en la Iglesia el guardián de la dignidad del
Bautismo. El Bautismo dado una vez, ya no se renueva, pues el carácter de Hijo
de Dios que imprime en el cristiano es eterno; y esta inefable dignidad del primer
Sacramento no tiene ninguna dependencia con las disposiciones o el estado del
ministro que la confiere. Ya sea Pedro el que bautiza, como dice S. Agustín, ya
sea Pablo o Judas, aquél queda por ello bautizado en el Espíritu Santo, sobre
el cual descendió en el Jordán la divina paloma'. Tal es la adorable
munificencia del Señor con respecto al más indispensable de los medios de
salvación, pues no es menos válido el bautismo administrado por el cismático o
hereje que se ha separado de la Iglesia, o por el mismo pagano que todavía no
pertenece a ella con la condición de observar en su esencia el rito exterior y
de tener la intención de hacer lo que hace la Iglesia. En tiempo de Esteban I,
esta verdad que hoy nadie ignora
aparecía con menos evidencia. Célebres Obispos, a los cuales su virtud y
ciencia les habían merecido la veneración de su siglo, querían que se hiciera
pasar de nuevo por el baño de la salvación a los convertidos de las sectas
disidentes. Mas la asistencia prometida a Pedro apareció más divina aún en su
sucesor; y mientras mantenía la disciplina tradicional Roma salvó la fe de las
Iglesias por medio de Esteban. Testimoniemos nuestra gratitud al Santo Pontífice
por su fidelidad en la guarda del depósito que es el tesoro de todos; y
pidamos le que proteja no menos eficazmente en nosotros la nobleza y los
derechos del santo bautismo.
ORACIÓN. —
"Oh Dios, que nos alegras con la anual fiesta de tu santo mártir y
Pontífice Esteban: haz propicio que nos alegremos también de la protección de
aquel cuyo natalicio celebramos. Por Jesucristo nuestro Señor." Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario