28 DE JUNIO
SAN NAZARIO Y
SAN CELSO, MARTIRES
SAN VICTOR I, PAPA Y MARTIR
SAN INOCENCIO I, PAPA Y CONFESOR
Misa - Intret
III Clase – Ornamentos Rojos
Epístola – Sap; X, 17-20
Evangelio – San Lucas; XXI, 9-19
SAN NAZARIO Y SAN
CELSO. — Gloria de Milán y de San
Ambrosio fue el ofrecer a la veneración de los fieles a los Santos Nazario y
Celso. Los dos, se cree, fueron del número de los más antiguos mártires de
Milán. Sus cuerpos habían sido sepultados en un jardín, situado fuera de los
muros de la ciudad, y no eran objeto de un culto especial antes de fines del
siglo iv. Más aún, la tumba de S. Celso había caído en el más completo olvido.
Pero en el 395 San Ambrosio procedió a reconocer los restos de San Nazario. Se encontró
el cuerpo bien conservado, la cabeza separada del tronco y la sangre fresca todavía.
Colocó se le en una carroza con todo respeto, y, formando en procesión, el
pueblo siguió al obispo, quien antes de llevar a Milán las reliquias, se detuvo
a orar delante de otra tumba: la de San Celso, al que llamó así San Ambrosio,
acaso por revelación, para que le honrasen los fieles. Sólo las reliquias de
San Nazario, se llevaron procesionalmente a la ciudad y depositándolas en la
iglesia de los Santos Apóstoles que, desde entonces, fué la de San Nazario. En
el siglo x las reliquias de San Celso fueron trasladadas a su vez a una iglesia
de Milán que le fué dedicada. Muy pronto, sin embargo, asoció la Liturgia a los
dos mártires en una misma fiesta. Sin embargo gozó San Nazario de mayor
celebridad en todo el Occidente. La antigua catedral de Autun estaba dedicada
al santo así como también una basílica de Embrún; lo estuvieron también muchos pueblos
de Francia.
SAN VÍCTOR. —
Nació en Africa. Sucedió al Papa Eleuterio hacia el año 189, reinando por espacio
de diez años, y según el Líber Pontificalis murió mártir. Autoritario y
enérgico fué el esclarecido defensor de la Tradición. Excomulgó a Teodoto que
enseñaba que Cristo era solo hijo adoptivo de Dios. Condenó a los Montañistas de
Frigia que sólo querían gobernarse según revelaciones privadas. Finalmente,
prohibió la costumbre de las iglesias de Asia que celebran la Pascua como los
judíos, en el plenilunio de Abril y en cualquier día de la semana que cayese.
En su tiempo consolidó se notablemente el pontificado y dejó sentir su
influencia en toda la cristiandad.
SAN INOCENCIO I. — San Víctor, en el siglo n, había afirmado con
hechos la primacía de la Iglesia romana. Con San Inocencio I vemos que, desde
hace mucho tiempo es una tradición reconocida en toda la Iglesia, y el Papa la
recordó autoritativamente a ciertos obispos que intentaron sustraerse a ella.
Este Pontífice oriundo de Albano, reinó del 401 al 417, y su infatigable
solicitud se extendió por toda la Iglesia. Sus decretales hicieron ley en
España, Galia e Italia. Exigió a los Obispos de Constantinopla, Alejandría y
Antioquía la rehabilitación de San Juan Crisóstomo, injustamente depuesto de su
sede. Reprendió al Obispo de Jerusalén por causa de su negligencia. Ratificó la
condenación fulminada por los Obispos de Africa contra los Pelagianos, que
negaban la necesidad de la gracia. Sin embargo llenaron de luto su pontificado la
toma y saqueo de Roma por los bárbaros de Alarico que entraron en la ciudad
cuando él estaba fuera. Emprendió ardorosamente la tarea de levantarla de sus
ruinas, y demostrando su mucha caridad socorriendo a las víctimas. San
Inocencio I es uno de los mayores papas del siglo V.
PLEGARIA A LOS
MÁRTIRES CONFESORES. — Gloriosos Papas que, tanto por la efusión de
vuestra sangre sobre la arena, como por los decretos promulgados desde la Silla
apostólica, habéis exaltado la fe del Señor, dignaos acoger nuestras súplicas.
Haced que comprendamos la enseñanza que para nosotros supone vuestra colocación
en el ciclo sagrado. Sin ser mártires ni Pontífices podemos con todo eso
merecer los ser asociados a vuestra gloria. Pues el motivo que explica vuestra común
entrada en la bienaventuranza en este día, debe ser también, para cada uno de
nosotros y en grado diverso, la razón de nuestra salvación: En Cristo Jesús,
dice el Apóstol, sólo vale la fe actuada por la caridad. En esta fe, por la que
vosotros trabajasteis y padecisteis, esperamos nosotros el premio de la
justicia y aguardamos la corona. Nazario y Celso, que no temisteis dar vuestra vida
por Jesucristo, obtenednos la gracia de estimar el tesoro que todo cristiano
está obligado a valorizar, obrando y cantando alabanzas a Dios. Víctor, celoso
guardián de las tradiciones de la alabanza divina, defendiendo la celebración de
la Pascua, vengador del Verbo Dios hecho hombre; Inocencio, oráculo incorruptible
de la gracia de Cristo Salvador, testigo también de sus inexorables justicias:
enséñanos la confianza y el temor, la rectitud en nuestras creencias y la
delicadeza que conviene al cristiano en lo que a esta fe se refiere, fundamento
único para él de la justicia y del amor. Mártires y Pontífices conducidos por
el camino recto que lleva al cielo.
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