18 de
julio
San
Camilo de Lelis, fundador.
† (1614)
Epístola – I Jn; III, 13-18
Evangelio – San Juan; XV, 12-16
El ángel consolador de los
enfermos y moribundos, San Camilo de Lelis, nació de padres ilustres por la
nobleza de su sangre, en la villa de Voquíanico, en el arzobispado de Chieti
del reino de Napóles. Cuando su madre Camila dio a luz a nuestro santo, era ya
de edad de sesenta años y tuvo un sueño misterioso, en que vio a su hijo con
una cruz en el pecho, acompañado de otros muchos niños que llevaban también en
el pecho unas cruces semejantes. Siguió Camilo, como su padre, los ejercicos de
las armas, sirviendo en los ejércitos de Venecia y de España, y llevando una
vida no menos trabajosa que licenciosa. Mas habiendo oído los santos consejos
de un religioso capuchino, el día de la Purificación de Nuestra Señora, se sintió
tocado de Dios de manera que saltando del caballo en que iba camino de Manfredonia,
se hincó de rodillas sobre una piedra y empezó a deshacerse en llanto copiosísimo
pidiendo a Dios perdón de sus pecados, y proponiendo hacer asperísima penitencia.
Con este ánimo, se llegó al padre guardián de los capuchinos de Manfredonia,
rogándole que le diese el santo hábito: mas no pudo llevarlo sino algunos
meses, porque batiéndole de continuo en la corva del pie, le abría una llaga
antigua oue en él tenía, la cual no se le cerró en toda la vida. Pasó entonces a
Roma, y se consagró enteramente al servicio de los enfermos en el hospital llamado
de Incurables, donde echó los cimientos de su gran santidad, ayudado por los
avisos del padre san Felipe Neri, que era su confesor. Dolíase mucho de ver
cuánto padecían los enfermos por el descuido de los enfermeros asalariados; y
pensó en instituir una congregación de enfermeros religiosos que sirviesen en
los hospitales por solo amor de Jesucristo, y encomendando esta obra al Señor,
vio cómo Jesús, desclavando las manos de la cruz, le dijo: «Lleva adelante tu
empresa, que yo te ayudaré». En esa sazón consideró Camilo que siendo seglar
como era, no podría ayudar como deseaba a las almas de los enfermos, y así
empezó a estudiar la gramática, no avervonzándose de aparecer en medio de los
niños, siendo de edad de
treinta y dos años, y con grande aplicación prosiguió sus estudios hasta
ordenarse de sacerdote. Fundó después su nueva orden, en la cual se obligaban los
religiosos con un cuarto voto, a asistir a cualesquiera enfermos de pestilencia:
y en efecto, en una peste que hizo grande estrago en Roma, ejercitaron su
heroica caridad con los apestados, entrando a veces con escalas en sus casas, por
estar enfermos todos los que en ellas moraban, y no haber quin pudiese abrirles
la puerta. Son indecibles las proezas de caridad que hizo en los numerosos hospitales
que fundó en toda Italia; hasta que habiendo renunciado el generalato de su
Orden y vuelto a servir en el Hospital del Espíritu Santo que había en Roma,
dijo: «Aquí será mi descanso»; y en efecto, a los sesenta y cinco años de su
edad, descansó en el Señor y recibió la corona de sus grandes trabajos y
merecimientos.
Reflexión: ¿Que
te parece, cristiano lector? Si hubieses de parar como pobre enfermo en un
hospital, ¿no preferirías la dulcísima caridad de san Camilo y de sus hijos
religiosos, al servicio negligente, frío y puramente interesado de ciertos
hospitales secularizados? Espanta lo que cobran los enfermeros laicos, y hace
derramar lágrimas la inhumanidad que usan con los pobres enfermos, haciendo de
su oficio de caridad un vilísimo negocio.
Oración: Oh
Dios, que adornaste a san Camilo de una singular caridad para socorrer a los
que luchan en la última agonía, infunde en nosotros el espíritu de tu amor, para
que en la hora de nuestra muerte merezcamos vencer al común enemigo, y alcanzar
la corona celestial. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario