*El Rito de Cranmer entró en vigencia el día de
Pentecostés de 1549
(*coincidencialmente, el Novus Ordo Missae de Bugnini entró
en vigencia el día de Pentecostés de 1969).
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UN RETROCESO A LAS REFORMAS DE CRANMER
Nos permitimos presentar ahora la traducción de un comentario, escrito
por Hugh Ross Williamson, anglicano convertido al Catolicismo, que nos
demuestra la terrible denuncia de los teólogos romanos:
I -El objetivo de Cranmer.
Un historiador inglés está capacitado para fundar sus sospechas sobre
los recientes cambios litúrgicos en la Iglesia Católica. El conoce lo que ha
sucedido, en su país, en el pasado y las consecuencias de esos acontecimientos
explican muy bien sus antecedentes religiosos. Lo que él no siempre comprende
es que sean tan pocos, aunque especialistas en estos asuntos, los que estén
interesados en circunscribir este tema histórico y que sean muchos los que, no
por mala fe, sino por ignorancia, se adhieran a opiniones que la verdad condena
generalmente. Por eso, me propongo exponer aquí, con un método simple, el
camino por el cual la fe fue destruida en Inglaterra, por órdenes, cuya
responsabilidad principal recae sobre Thomas Cranmer, el Arzobispo de
Canterbury, quién gozó de todo poder en la esfera religiosa, de 1547 a 1553.
Cranmer fue sincero al declarar sus intenciones y no pretendió nunca
ocultar su opinión, según la cual, el poder "de la gran prostituta, esto
es, la pestífera Sede de Roma" descansa "en la doctrina popal de la
"transubstanciación", de la Real Presencia de la carne y sangre de
Cristo, en el sacramento del altar (como ellos lo llaman) y en el sacrificio y
la oblación de Cristo, hecha por el sacerdote, para salvación de los vivos y de
los muertos". Esto era lo que había que destruir. El pueblo debe saber que
Cristo no está en el Sacramento, sino sólo en los que dignamente lo reciben.
"El comer y beber la carne y la sangre de Cristo, no debe entenderse, según
el sentido ordinario, con la boca y los dientes, para comer una cosa que está
presente, sino con una fe viva, en el corazón y en la mente, para digerir algo
que está ausente". El nuevo rito,
que Cranmer inventó para substanciar esta creencia, "la administración de la
Santa Cena" no debía tener nada que se asemejase a la "nunca
suficientemente execrada Misa". Y el que en la Misa "se ofreciese a
Dios Padre un Sacrificio, a saber, el Cuerpo. Y la Sangre del Señor, real y verdaderamente,
en orden a obtener el perdón de los pecados y a obtener la salvación de vivos y
muertos (3)" fue declarado por Cranmer como una herejía, merecedora de la
pena de muerte. Este era el objetivo de Cranmer. Los tres medios principales
que él usó para llevar a cabo su programa fueron: el uso de la lengua
vernáculo, la sustitución del altar por la Santa Mesa y los cambios hechos en
el Canon de la Misa.
II. LA LENGUA VERNACULA
La traducción de la Biblia a la lengua vernácula había existido en
Inglaterra desde los días de Saxon. Mucho antes de que Wyclif hiciera su
"traducción" en 1380, había, como lo hace notar Santo Thomas Moro,
traducciones inglesas, hechas "por virtuosos y sabios varones" y por
gente buena y bien intencionada, antes de que Wyclif tuvo el propósito siniestro
de hacer uno nueva alguna "por la que no fuese conveniente el traducir la
Biblia a la lengua inglesa", porque "no hay libro de la Sagrada
Escritura tan difícil de leer, en el cual un hombre bueno y virtuoso, o una
mujer, no pueda encontrar en él algo provechoso o deleitable, para acrecentar
su devoción", Lo que debía combatirse eran las deliberadas falsas
traducciones de la Biblia, hechas con "propósitos perversos". Esta es
la llave para entender y explicar las insistentes demandas anticatólicas para
el uso del vernáculo, en el siglo XVI.
La traducción hecha por William Tyndale, uno de los asociados de
Cranmer, fue quemada por las autoridades católicas. Cuando Santo Tomás Moro fue
interrogado sobre esto, él respondió: "Es
para mí una gran sorpresa que cualquier cristiano, que tenga un poco de
inteligencia en su cabeza, pueda maravillarse o quejarse de que ese libro haya
sido quemado, si es que conocía a fondo el asunto. Los que llamaban al Nuevo Testamento,
lo llamaban con un nombre erróneo debían llamarlo el Testamento de Tyndale o el
Testamento de Lutero. Porque Tyndale, siguiendo el consejo de Lutero, ha
corrompido y ha cambiado a su antojo el Nuevo Testamento, la buena y saludable
doctrina de Cristo, para enseñar las diabólicas herejías, inventadas por ellos,
que, en buenas palabras, son lo opuesto de lo que Cristo ha enseñado".
Buscando Santo Tomás Moro algunos ejemplos para demostrar estos cambios
perniciosos, hechos por Tyndale, en su traducción, escoge y señala estas tres
palabras: La primera, escribe, es la palabra "sacerdote"; la segunda,
la palabra "Iglesia", y la tercera, la palabra "caridad". A
los "sacerdotes" Tyndale siempre los llama "los más antiguos"; a la "Iglesia"
siempre la denomina "la
congregación", "la asamblea"; y la "caridad", "el amor". Ahora bien,
esos nombres, en nuestra lengua inglesa, no expresan, en manera alguna, las
cosas que quieren ser expresadas por ellos; y claramente se ve, teniendo en
cuenta las circunstancias, que él tiene una mente dañina, al hacer estos
cambios".
Tyndale proveyó su traducción con notas abundantes, como la que afirma
que la Misa, como se celebraba antes de sus reformas, era "un saludar con la cabeza, un gruñir, un hacer
señas, un juego de monos". Los que todavía creemos en la fe
tradicional, los que queremos practicarla, somos, según Tyndale, "bestias que no tienen el Espíritu de Dios, sino que
están marcadas con el sello de la BESTIA y con conciencias gangrenadas". Pero,
mucho más dañosas, que éstos sarcásticos comentarios, fueron, como lo hace
notar Moro, las falsas traducciones de Tyndale y Cranmer, que le siguió, en una
traducción suya publicada seis años después), deliberadamente hechas con el fin
manifiesto de desarraigar del pueblo la doctrina católica. Las palabras de la
Sagrada Escritura, que significaban "los ídolos", ellos las traducían
como "imágenes", para combatir de esta manera la veneración
tradicional de las Sagradas Imágenes, el culto de los santos y el culto de
latría, que la Iglesia católica tributa a la Humanidad Sacratísima de Cristo.
La palabra confesión, que en el lenguaje tradicional sugería el sacramento de
la Penitencia, se convierte, en su lenguaje, en "reconocimiento". Las
grandes y fundamentales palabras del Evangelio "gracia" y
"salvación" se traducen como "favor" y "salud".
La palabra, que debería designar al "sacerdote" se interpreta como
"el más antiguo", y el de "Iglesia" como el de
"congregación" o "asamblea". Y añade: "Por la palabra
"sacerdote", en el Nuevo Testamento, no se
entiende otra cosa que "el más antiguo para enseñar al más
joven". Dice también que los dos sacramentos, ordenados por Cristo, el
bautismo y la santa comunión, no son otra cosa que "la predicación de las
promesas de Cristo". Así también para poner otro ejemplo - el aviso
apostólico, en la Carta de Santiago, que dice: "¿Está enfermo alguno entre
vosotros? Llame a los sacerdotes de la Iglesia y oren por él, ungiéndole con
aceite, en el nombre del Señor, estas palabras son una obvia referencia al
sacramento de la Extremaunción y por más que diga Tyndale, no pueden
interpretarse de otra manera, sino "sacerdotes de la Iglesia". El
mismo Wyclif, en su primera traducción, no aceptó el sentido que Cranmer y los
suyos le darían después, sino que correctamente tradujo "sacerdotes de la
Iglesia". Pero, en las versiones de Tyndale y de Cranmer, en vez de
"sacerdotes", se puso "los más antiguos de la asamblea".
Podrían, pues, los protestantes apelar a la Biblia, en su traducción
vernácula y así traer el testimonio del Nuevo Testamento, que no es ninguna
referencia legítima, para justificar sus enseñanzas anticatólicas y las
prácticas de las doctrinas en disputa. Y, cuando esas tendenciosas y falsas
traducciones de la Biblia fueron, con toda razón, impugnadas y suprimidas por
las autoridades católicas, los católicos fueron además acusados de "querer
impedir al pueblo el leer la Biblia". Así de simple fue su ardid; y la
efectividad de esta doble mentira quedó tan firme, que, después de cuatro
siglos, todavía escuchamos su eco.
CONTINUARA...
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