CAPITULO 4:
¿PORQUE
Y PARA QUE REZAR POR LAS ANIMAS BENDITAS DEL PURGATORIO?
El gran Mandamiento de Nuestro Señor Jesucristo es que nos amemos los unos
a los otros, genuina y sinceramente. El Primer Gran Mandamiento es amar a Dios
sobre todas las cosas. El Segundo, o mejor dicho el corolario del Primero, es
amar al prójimo como a nosotros mismos. No es un consejo o un mero deseo del
Todopoderoso. Es Su Gran Mandamiento, la base y esencia de Su Ley. Es tanta la
verdad encerrada en esto que Él toma como donación todo aquello que hacemos por
nuestro prójimo, y como un rechazo hacia El cuándo rechazamos a nuestro
prójimo. Leemos en el Evangelio de San Mateo (Mt 25:34-46), las palabras de
Cristo que dirigirá a cada uno en el Día del Juicio Final.
Algunos católicos parecen pensar que su Ley ha caído en desuso, pues en
estos días existe el egoísmo, el amor a sí mismo, y cada uno piensa en sí mismo
y en su engrandecimiento personal. "Es inútil observar la Ley de Dios en
estos días", dicen, "cada uno debe mirar por sí mismo, o te
hundes". No hay tal cosa! La ley de Dios es grandiosa y todavía y por
siempre tendrá fuerza de ley. Por eso, es más que nunca necesaria, más que
nunca nuestro deber y por nuestro mayor interés.
ESTAMOS MORALMENTE OBLIGADOS A ROGAR POR LAS
ANIMAS BENDITAS
Siempre estamos obligados a amar y ayudar al otro, pero cuanto mayor es la
necesidad de nuestro prójimo, mayor y más estricta es nuestra obligación. No es
un favor que podemos o no hacer, es nuestro deber; debemos ayudarnos unos a
otros. Sería un monstruoso crimen, por caso, rehusar al poder y desposeído el
alimento necesario para mantenerse vivo. Sería espantoso rehusar la ayuda a
alguien en una gran necesidad, pasar de largo y no extender la mano para salvar
a un hombre que se está hundiendo. No solamente debemos ayudar cuando es fácil
y conveniente, sino que debemos hacer cualquier sacrificio para socorrer a
nuestro hermano en dificultades. ¿Ahora, qué puede estar más urgido de caridad que las almas del Purgatorio?
Qué hambre o sed o sufrimiento en esta Tierra puede compararse con sus más
terribles sufrimientos? Ni el pobre, ni el enfermo, ni el sufriente que vemos a
nuestro alrededor necesitan de tal urgente socorro. ¡Aún encontramos gente de
buen corazón que se interesa en los sufrientes de esta vida, pero, escasamente
encontramos a gente que trabaja por las Almas del Purgatorio! ¿Y quién puede
necesitarnos más? Entre ellos, además, pueden estar nuestras madres, nuestros
padres, amigos y seres queridos.
DIOS DESEA QUE LAS AYUDEMOS.
Ellas son los amigos más queridos. El desea ayudarlos; El desea mucho
tenerlos cerca de Él en el Cielo. Ellas nunca más lo ofenderán, y están
destinadas a estar con Él por toda la Eternidad. Verdad, la Justicia de Dios
demanda expiación por los pecados, pero por una asombrosa dispensación de Su
Providencia Él pone en nuestras manos la posibilidad de asistirlos, Él nos da
el poder de aliviarlas y aún de liberarlas. Nada le place más a Dios que les
ayudemos. Él está tan agradecido como si le ayudáramos a Él.
NUESTRA SEÑORA QUIERE QUE LOS AYUDEMOS:
Nunca, nunca una madre de esta tierra amó tan tiernamente a sus hijos
fallecidos, nunca nadie consuela como María busca consolar sus sufrientes niños
en el Purgatorio, y tenerlos con Ella en el Cielo. Le daremos gran regocijo
cada vez que llevamos fuera del Purgatorio a un alma.
LAS BENDITAS ANIMAS DEL PURGATORIO NOS DEVUELVEN
EL MIL POR UNO:
Pero qué podremos decir de los sentimientos de las Santas Almas? Sería
prácticamente imposible de describir su ilimitada gratitud con para aquellos
que las ayudan! Llenas de un inmenso deseo de pagar los favores hechos por
ellas, ruegan por sus benefactores con un fervor tan grande, tan intenso, tan
constante, que Dios no les puede negar nada. Santa Catalina de Bologna dice:
“He recibido muchos y grandes favores de los Santos, pero mucho más grandes de
las Santas Almas (del Purgatorio)". Cuando finalmente son liberadas de sus
penas y disfrutan de la beatitud del Cielo, lejos de olvidar a sus amigos de la
Tierra, su gratitud no conoce límites. Postradas frente al Trono de Dios, no
cesan de orar por aquellos que los ayudaron. Por sus oraciones ellas protegen a
sus amigos de los peligros y los protegen de los demonios que los asechan. No
cesan de orar hasta ver a sus benefactores seguros en el Cielo, y serán por
siempre sus más queridos, sinceros y mejores amigos. Si los católicos solamente
supieran cuan poderosos protectores se aseguran con sólo ayudar a las Animas
benditas, no serían tan remisos de orar por ellos.
LAS ANIMAS BENDITAS DEL PURGATORIO PUEDEN
ACORTAR NUESTRO PROPIO PURGATORIO:
Otra gran gracia que obtenemos por orar por ellas es un corto y fácil
Purgatorio, o su completa remisión!
San Juan Massias, sacerdote dominicano, tenía una maravillosa devoción a las
Almas del Purgatorio. El obtuvo por sus oraciones (principalmente por la
recitación del Santo Rosario) la
liberación de un millón cuatrocientas mil almas!!! En retribución, el
obtuvo para sí mismo las más abundantes y extraordinarias gracias y esas almas
vinieron a consolarlo en su lecho de muerte, y a acompañarlo hasta el Cielo. Este
hecho es tan cierto que fue insertado por la Iglesia en la bula de decretaba su
beatificación.
El Cardenal Baronio recuerda un evento similar.
Fue llamado a asistir a un moribundo. De repente, un ejército de espíritus
benditos apareció en el lecho de muerte, consolaron al moribundo, y disiparon a
los demonios que gemían, en un desesperado intento por lograr su ruina. Cuando
el cardenal les preguntó quiénes eran, le respondieron que eran ocho mil almas que este hombre había
liberado del Purgatorio gracias a sus oraciones y buenas obras. Fueron
enviadas por Dios, según explicaron, para llevarlo al Cielo sin pasar un solo
momento en el Purgatorio.
Santa Gertrudis fue ferozmente tentada por el demonio cuando estaba por
morir. El espíritu demoníaco nos reserva una peligrosa y sutil tentación para
nuestros últimos minutos. Como no pudo encontrar un asalto lo suficientemente
inteligente para esta Santa, el pensó en molestarla su beatífica paz
sugiriéndole que iba a pasar larguísimo tiempo en el Purgatorio puesto que ella
desperdició sus propias indulgencias y sufragios en favor de otras almas. Pero
Nuestro Señor, no contento con enviar Sus Angeles y las miles de almas que ella había liberado, fue en Persona
para alejar a Satanás y confortar a su querida Santa. El le dijo a Santa
Gertrudis que a cambio de lo que ella había hecho por las ánimas benditas, le
llevaría directo al Cielo y multiplicaría cientos de veces todos sus méritos.
El Beato Enrique Suso, de la Orden Dominicana, hizo un pacto con otro
hermano de la Orden por el cual, cuando el primero de ellos muriera, el
sobreviviente ofrecería dos Misas cada semana por su alma, y otras oraciones
también. Sucedió que su compañero murió primero, y el Beato Enrique comenzó
inmediatamente a ofrecer las prometidas Misas. Continuó diciéndolas por un
largo tiempo. Al final, suficientemente seguro que su santamente muerto amigo
había alcanzado el Cielo, cesó de ofrecer las Misas. Grande fue su arrepentimiento
y consternacion cuando el hermano muerto apareció frente a él sufriendo
intensamente y reclamándole que no hubo celebrado las Misas prometidas. El
Beato Enrique replicó con gran arrepentimiento que no continuó con las Misas,
creyendo que su amigo seguramente estaría disfrutando de la Visión Beatífica
pero agregó que siempre lo recordaba en sus oraciones. "Oh hermano
Enrique, por favor dame las Misas, pues es la Preciosísima Sangre de Jesús lo
que yo más necesito" lloraba la sufriente alma. El Beato recomenzó a
ofrecerlas, y con redoblado fervor, ofreció Misas y ruegos por su amigo hasta
que recibió absoluta certeza de su liberación. Luego fue su turno de recibir
gracias y bendiciones de toda clase por parte de su querido hermano liberado, y
muchas más veces que las que hubiera esperado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario