Carta
Pastoral
Nº
24:
VUELTA
A LAS FUENTES
Durante la segunda sesión
del concilio se nos entregó un folleto muy instructivo sobre las excavaciones
ejecutadas debajo de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. Los resultados
de estas excavaciones son notables. Pruebas arqueológicas de gran valor nos
conducen a la presencia de la tumba de San Pedro en ese lugar venerado desde
los primeros siglos de la era cristiana. Pero estas excavaciones han sacado a
la luz inscripciones que, a su vez, tienen un excepcional valor histórico y
teológico, si se piensa que expresan la fe de los peregrinos. Uno de ellos,
varias veces repetido, tiene la forma siguiente:
Del signo de Cristo, la X y
la P entrelazadas, han hecho aparecer su fe en Pedro prolongado la P para
indicar luego las primeras letras de Petrus, y de la X han sacado la
primera letra de Maria, lo que indica completamente la unión de estas
tres personas: Jesús, Pedro, María, de las cuales 2, María y Pedro derivan de
Jesús. Es admirable el sentido cristiano de devoción filial hacia el Señor y las dos personas que nos
son más queridas después de Jesús y a causa de Jesús y de su elección divina. Estas
tres personas se encuentran unidas solamente en la Iglesia Católica y Romana.
Jesús y María nos son dados de una manera auténtica sólo por medio de Pedro y
sus sucesores. ¡Cuántas enseñanzas en la sencillez de la fe de los primeros
cristianos! Jesús ha querido que se ame a Dios en una persona y que se vaya
hacia Él por medio de personas. ¡Y cuán conforme es con la naturaleza del
corazón humano! Se quiere a Dios en Jesús, se ama a Jesús en María, se ama a
Cristo en Pedro, en el Papa. He aquí que es sencillo, sensible, visible y
adaptado a todas las almas, tanto a las sencillas cuanto a las más preparadas. Ojalá
podamos tener un amor profundo para con estas personas que Dios nos ha enviado
para nuestra salvación y la salvación del mundo. ¡Ojalá podamos seguir hablando
de eso, ahora y siempre, a quienes estén a nuestro alrededor! Tal es el
designio de Dios, y así permanecerá por siempre. “Éste es mi Hijo, el Amado,
en quien me complazco; escuchadlo a Él” (San Mateo, XVII, 5). “Salve,
llena de gracia (…) porque has hallado gracia cerca de Dios” (San
Lucas, I, 28-30). “Y Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia” (San Mateo, XVI, 18). Estas palabras son creadoras de
gracias que se dan a estas personas, y no cesarán jamás. El infierno se
desencadenará a lo largo de los siglos contra Jesús, contra María, contra
Pedro. Su derrota está asegurada de antemano, a pesar de la apariencia de
algunas victorias.
Que nuestra fe sea tan
fresca y fuerte en nuestras almas como la de aquellos humildes peregrinos del
segundo siglo que se acercaban hasta la tumba de Pedro. También nuestra época
sufre los asaltos del infierno. La Virgen y el Papa no están exentos de ataques
en nuestros días; que nuestra fe y nuestra devoción hacia estas personas sean
más fuertes aún: “Resistite fortes en fide” (I Pedro, V, 9).
(“Aviso del mes”, enero-febrero de 1964)
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