DE LA SEPULTURA DE CRISTO.
De los cuatro evangelistas los tres primeros hablan compendiosamente de
da sepultura del Salvador, y sólo el cuarto, San Juan, es el que nos da más
detalles sobre ella. Murió Jesús el viernes, víspera de la Pascua, sobre la hora
de nona, las tres de la tarde. Rodeaban la cruz las piadosas mujeres que mencionan
los evangelistas, con la Madre de Jesús y el discípulo amado, autor del cuarto
evangelio. Los demás discípulos se habían dispersado como ovejas en día de
tormenta. Pobres galileos, sin valiosas relaciones en la ciudad, era difícil
para ellos pensar en dar sepultura a Su. Maestro, ejecutado en aquel ambiente
de odio popular que la clase directora había logrado formar contra Jesús. La ley
romana dejaba los ajusticiados en el patíbulo, pero concedía fácilmente la
sepultura a los delincuentes si .los familiares o amigos pedían su cadáver. En
cambio, la ley judía (Deut, 21,23) ordenaba que los cadáveres fueran bajados
del patíbulo y sepultados antes de anochecer. Esto tenía más razón de ser en la
noche próxima, que era Ia noche de Pascua, y aquel año, el gran sábado. En
aquella situación, el Padre, que velaba por el cadáver de su Hijo, movió a José
de Arimatea, persona rica, además miembro del Sanedrín, que no había tenido parte
en la condenación de Jesús, para que se llegase a Pilato y le pidiera el cuerpo
del muerto a fin de darle sepultura. El gobernador, cerciorado por el centurión
encargado de la ejecución que ya estaba muerto, accedió a la súplica de José, y
éste, comprando una sábana para envolver el cadáver, se dirigió al lugar del
suplicio. Su llegada debió ser de gran consuelo para los amigos del
Crucificado, que no sabían qué hacer en aquella coyuntura. Llegó también
Nicodemo, varón principal entre los judíos y que debía conservar buen recuerdo
de le entrevista que una noche había tenido con Jesús (lo. 3,1-15). Igual que
José, Nicoderno esperaba el reino de Dios y era discípulo de Jesús, aunque
oculto por temor de los judíos (lo, 19, 38). No venía Nicodemo con las manos
vacías; traía hasta cien libras (33 kilos) de una mezcla de mirra y áloe para
honrar la sepultura del Maestro según los usos judaicos.
Bajado el cuerpo de la cruz con la ayuda de los criados que personajes
tan conspicuos no dejarían de llevar consigo, se disponen a prepararle para la
sepultura. Los evangelistas no nos dicen nada de un acto que la piedad de los
fieles ha ideado y que el arte cristiano ha expresado de palabra, por la pintura
o la escultura: la entrega del cadáver del Hijo en los brazos de la Madre.
Después los piadosos sepultureros empezarían por lavar el cuerpo, todo
ensangrentado; luego, con vendas impregnadas en la mezcla de mirra, áloe, lo
mortajan y, después cubrir el rostro con un sudario, lo envuelven en la sabana
y con toda presteza lo toman en los brazos para conducirle al sepulcro. No hay
que perder tiempo. Por otra parte, se lee en Isaías: "y será glorioso su
sepulcro". Santo Tomas lo explica de esta manera: Fue conveniente que
Cristo fuera sepultado. Primero, para demostrar la verdad de su muerte, pues no
se deposita a uno en el sepulcro sino cuando consta la veracidad de su muerte.
Por esto se lee en San Marcos que Pilato, antes de conceder que Cristo fuera
sepultado, investigo diligentemente si estaba ya muerto. Segundo, porque,
resucitado Cristo del sepulcro, da esperanza de resucitar por Él mismo los que
han sido sepultados, según lo que se lee en San Juan: “Todos los que están en los monumentos oirán la voz del Hijo de Dios, y
los que la oyeren vivirán” Tercero, para ejemplo de los que por la muerte
de Cristo se hayan espiritualmente muertos al pecado, los cuales quedan así
“ocultos a la turbación de los hombres”. Por donde dice el Apóstol a los
Colosenses: “Estáis muertos y vuestra se haya escondida con Cristo en Dios”. y
los bautizados que por la muerte de Cristo mueren al pecado, vienen a ser
consepultados con Cristo en la inmersión, según lo que San Pablo dice a los
Romanos: “Estamos sepultados con Cristo
para participar en su muerte por el bautismo”
(3. Q. 51, art, 1) y en otro
lado dice: En tres cosas se muestra la conveniencia de la sepultura de Cristo.
1- en haber confirmado la fe en la muerte y en la resurrección.
2- en recomendarnos la piedad de los que le dieron sepultura: por lo
cual dice San Agustín: "Laudablemente
se hace memoria en los Evangelios de los que, bajando con diligencia su cuerpo
de la cruz, se cuidaron de en volverlo honoríficamente y sepultarlo".
3- por el misterio que se realiza en aquellos que con Cristo son
sepultados para tener parte en su muerte. Y continua (3q. 51 art. 2) Dice el
evangelista que “le sepultaron según la costumbre de los judíos en el modo de
sepultar sus muertos”. “Con esto se nos
amonesta, dice San Agustín, que en los honores hechos a los muertos se han de
guardar las costumbres de cada nación. Y era costumbre de la nación judía
adobar los cadáveres con varios aroma", para que por más tiempo se conservaran incorruptos". Y sobre
esto dice el mismo Santo “En todas estas
cosas no son los usos, sino la liviandad de quienes los practican lo
culpable". Y aun añade luego: "Lo que en otras personas es a
veces un crimen, en la persona de Dios o de un profeta es señal de alguna cosa
grande. La mirra, y, áloe, por su amargor, significan la penitencia, por la que
uno conserva en sí mismo a Cristo sin corrupción de pecado; el olor de los
aromas significa la buena fama. (3. Q. 51 art. 2, ad 2)
4- Fue Cristo sepultado en el huerto para significar que por su muerte
y sepultura somos libres de la muerte, en que incurrimos por el pecado de Adán,
cometido en el huerto del paraíso. Y, como dice San Agustín en cierto sermón, "el Salvador es depositado en ajena
sepultura porque moría para salud de otros, pues el sepulcro es la morada de la
muerte". -En esto podemos también ver la gran pobreza que por nosotros había tomado, pues
el que en la vida no había tenido cosa, después de muerto es depositado en
ajeno sepulcro, y, estando desnudo, necesita ser cubierto por José. Es colocado
en un monumento "nuevo" dice San Jerónimo "no fuera que después
de la resurrección, quedando los otros muertos en, el sepulcro, vinieran a
fingir que otro había resucitado. También puede indicar el sepulcro nuevo el
seno virginal de María”,-Asimismo se da a entender que por la sepultura de
destruida la muerte 'Y la corrupción, todos somos "renovados". En un
monumento "tallado en la roca" es el Señor depositado, al decir de San Jerónimo "no fuera que siendo construido de 'muchas piedras' se viniera
a decir que, cavados los fundamentos del monumento, habla sido robado el
cuerpo". Y la "gran piedra" con que fue cerrado prueba: que
"no podría ser abierto sin las fuerzas de muchos",-"Si en la
tierra hubiera sido sepultado, podrían decir: Cavaron la tierra y lo robaron,
dice San Agustín. - Míticamente, se significa por aquí, dice San Hilario, que
"por la doctrina de los apóstoles es depositado Cristo en el pecho de la
dureza gentil, tallado a fuerza de la doctrina; monumento rústico y nuevo, por
ninguna parte accesible antes al temor de Dios. Nada, fuera de Él, debe
penetrar en nuestro pecho se coloca Ia una piedra a su entrada;'. Y Orígenes
dice que "no al acaso se escribe que José envolvió el cuerpo de Cristo en
una sábana limpia y le colocó en el monumento nuevo y que puso una gran piedra,
porque todo cuanto se realiza en torno al cuerpo de Cristo es limpio, nuevo y
grande". (3. Q. 51. 2, ad 4)
Por otra parte, se dice en el Salmo': "No permitirás que tu Santo vea
la corrupción"; lo que San Juan Damasceno expone de la corrupción, es
decir, de la descomposición en los elementos.
Respuesta. No fue conveniente que el cuerpo de Cristo se pudriera o de
cualquier modo se descompusiera, porque la descomposición del cuerpo proviene
de la flaqueza de la naturaleza del cuerpo. Que ya no puede conservar su
unidad. Pero. Como queda dicho, la muerte de Cristo, no debió proceder de la
flaqueza de la naturaleza, porque no se dijera que .su muerte no había sido voluntaria;
por lo cual no quiso morir de enfermedad, sino de pasión inferida, a la que. El
se ofreció espontáneamente. Por esta razón, Cristo, porque su' muerte no se
atribuyese a flaqueza de la naturaleza,
no quiso que su cuerpo, en modo alguno se corrompiese o de cualquier modo se
descompusiera, antes quiso que permaneciera incorrupto para demostración del
poder divino. Por donde dice San Crisóstomo: "Mientras les hombres viven y
ejecutan grandes hazañas, son exaltados; pero, cuando mueren, mueren también
con ellos sus proezas. Pero en Crisol ocurrió lo contrario, pues antes de la
crucifixión todas sus cosas eran tristes y flacas; pero, cuando fue crucificado,
todas se volvieron ilustres, para que entiendas que no fue un puro hombre el
Crucificado".
Por otra parte Cristo no estaba sujeto al pecado, tampoco lo estaba en
la muerte ni a la descomposición: pero voluntariamente se sometió a la muerte
por las razones arriba expuestas. Si su cuerpo se hubiera podrido o
descompuesto, hubiera sido esto en detrimento de la salud humana, pues no se hubiera
creído que existía en Él la virtud divina. Por esto se dice en su persona en el
Salmo: ¿“Que utilidad hay en mi sangre, cuando desciendo a la corrupción”? Como
si dijera: “Si mi cuerpo se descompone, se perderá la utilidad de la sangre
derramada” Mas si al cuerpo de Cristo se le considera en condición pasible, era
corruptible, aunque no había merecido la putrefacción que es fruto del pecado:
pero la virtud divina preservo el cuerpo de Cristo, así como le resucito de la
muerte.
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