DE LA CULPABILIDAD DE LOS JUDIOS EN LA PASION DE
CRISTO.
En este artículo se propone Santo Tomás una cuestión muy interesante
para establecer la concordia entre diversos pasajes del Nuevo Testamento.
Efectivamente, de una parte afirma Jesús de los judíos que, si no hubiera venido y no les hubiera
hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado… Si no
hubiera hecho entre ellos obras como ninguno otro hizo no tendrían pecado; pero
ahora no sólo han visto, silla que me aborrecen a mí y a mi Padre (lo.
15,22.24).
Estas palabras se ven confirmadas en la conducta de los judíos con
Jesús. Ahora bien, si tienen pecado, como dice el Salvador, luego tienen
conocimiento de quién El es. La parábola de los viñadores parece confirmar esto
mismo (Mt, 21,32). Pero enfrente de estos textos tenemos otros que arguyen
ignorancia en los judíos. Empecemos por las palabras del Señor en la cruz: Padre, perdónalos; no saben lo que hacen
(Le. 23,34). Y las otras de San Pedro al pueblo: Ahora bien, hermanos, yo sé que por ignorancia habéis hecho esto, como
también vuestros príncipes (Act. 3,17). Más expresivas son las palabras de
San Pablo al asegurar que los príncipes de este siglo no conocieron la
sabiduría del Evangelio, pues, si la hubieran conocido, nunca hubieran
crucificado al Señor de la gloria (1 Coro 2,8).
Entraba en los planes de Dios que Jesús se revelase como Mesías e Hijo
de Dios con palabras y obras, de suerte que los hombres de buena voluntad le
pudieron reconocer; mas también debía cumplirse el misterio de la cruz, del
cual dependía la salud del mundo, cooperando a ello los hombres con su
ignorancia y con la perversión de su voluntad incrédula. Misterio grande de la
providencia de Dios que los judíos rechacen al Mesías, por quien tanto habían suspirado. La solución de Santo Tomás empieza por distinguir entre el pueblo
indocto, que al principio se entusiasmaba con la doctrina y los milagros de
Jesús, a quien luego abandonó, y las clases directoras, los sacerdotes,
fariseos y escribas, que creían poseer las llaves de la sabiduría.
La responsabilidad de los primeros es escasa comparada con la de los
segundos. A aquéllos convienen plenamente las excusas del Señor y de San Pedro
arriba citadas. Cuanto a las clases directoras del pueblo, que estaban más
capacitadas para juzgar, es preciso distinguir en Jesús la mesianidad, la
filiación divina per excellentian gratiam sillgularis y la filiación divina
natural, per naturam, De todos estos puntos había dado Jesús argumentos
eficaces, pero no igualmente eficaces sobre cada uno de los tres aspectos de su
personalidad; que no es igual el misterio de la mesianidad que el de una
justicia excelente, que el de la divinidad. La
lumbre sobrenatural, que sería suficiente para hacer ver lo primero, no
lo era para manifestar lo segundo y menos lo tercero. Pero en todos los tres
casos esa lumbre divina exige aquella buena voluntad de que nos habla el coro
angélico, y ésa es la que a los escribas y doctores faltaba y por lo que fueron
gravísimamente responsables de la muerte de Jesús. Era su ignorancia afectada,
que no excusa de la culpa. De manera que los judíos pecaran al pedir la
crucifixión de Jesucristo, Hijo del hombre, y también Hijo de Dios. Y esto nos
dice la gravedad de ese pecado.
La solución de Santo Tomás empieza a distinguir
entre el pueblo indocto, que al principio se entusiasmaba con la doctrina y los
milagros de Jesús, y las clases directoras, los sacerdotes, fariseos y
escribas, que creían poseer las llaves
de la sabiduría. La responsabilidad de los primeros es escasa comparada con la
de los segundos. A aquellos conviene plenamente la excusa del Señor y las de
San Pedro arriba citadas.
Cuanto a las clases directoras del pueblo, que
estaban más capacitadas para juzgar, es preciso distinguir en Jesús la mesianidad,
la filiación divina per excellentiam
gratiae singularis y la filiación divina per naturam. De todos estos puntos había dado Jesús argumentos
eficaces sobre cada uno de los tres aspectos de su personalidad; que no es
igual el ministerio de su mesianidad que el de una justicia excelente, que el
de la divinidad. La lumbre sobrenatural, que sería suficiente para hacer ver lo
primero, no lo era para manifestar lo segundo y menos lo tercero. Pero en los
tres casos esa lumbre divina exige aquella buena voluntad de que nos habla el
coro angélico, y esa es la que los escribas y doctores les faltaban y
por la que fueron GRAVISIMAMENTE RESPONSABLES de la muerte de Jesús. Era su IGNORANCIA
AFECTADA, que no excusa de la
culpa. De manera que los judíos pecaran al pedir la crucifixión de
Jesucristo, Hijo del hombre, y también Hijo de Dios. Y esto nos dice de la gravedad
de este pecado. Para sellar este comentario, y a la vez, aclararlo más,
citamos a continuación las palabras de Santo Tomás: “Hay que distinguir en los
judíos los mayores y los menores. Son los mayores los que se decían sus
“príncipes”, de estos, como de los demonios, se dice en el libro “Cuestiones
del Nuevo y Antiguo Testamento” que “conocieron ser Jesús el Mesías prometido
en la ley, pues veían en El cuantas señales habían predico los profetas”; pero
el misterio de su divinidad lo ignoraron, por lo cual dice el Apóstol: “Si lo
hubieran conocido, nunca lo hubieran crucificado al Señor de la gloria”
Hemos, sin embargo, de tener en cuenta que su
ignorancia no les excusaba de crimen, pues era ignorancia afectada La
Ignorancia afectada no excusa de pecado, antes más bien parece agravarle, pues
demuestra que el hombre se halla tan inclinado a pecar, que consiente en
incurrir en la ignorancia para no evitar el pecado. Por esto pecaron los
judíos, no solo como autores de la crucifixión del Mesías-hombre, sino también
de Dios Veían las señales evidentes de su divinidad,
mas, por odio o por envidia de Cristo, las pervertían, y rehusaban dar fe a las
palabras con que se declaraba ser Hijo de Dios. Por esto el mismo Señor dice de
ellos: “Si no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado; mas
ahora no tienen excusa de su pecado”. Y luego añade: “Si no hubiera hecho entre
ellos obras que ningún otro hizo, no tendrían pecado”. Bien puede considerarse
como dichas en la persona de ellos mismos las palabras de Job: “Dijeron a Dios;
retírate de nosotros, no queremos la ciencia de tus caminos”.
En cuanto a los menores, es decir, al pueblo, que
ignoraba los misterios de la Sagrada Escritura, no alcanzaron un pleno
conocimiento de que El fuera el Mesías niel Hijo de Dios; y aunque algunos de
ellos creyeron en Cristo, pero la masa del pueblo no creyó. Y, si alguna vez
llegaron a sospechar que El era el Mesías, por los milagros y por la eficacia
de su doctrina, como consta por San Juan, luego fueron engañados por los
príncipes para que no creyeran ser el Mesías y el Hijo de Dios. Por esto San
Pedro les dice: “Yo sé que por ignorancia habéis hecho esto, igual que vuestros
príncipes”, porque habían sido engañados por estos.
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