JUEVES
de la semana de pasión
En Roma la Estación se celebra en la Iglesia de San Apolinar que fué
primer obispo de Ravena y mártir.
COLECTA
Suplicamos te, oh Dios
omnipotente, hagas que la dignidad de la condición humana, herida por la
intemperancia, sea recobrada mediante una saludable moderación. Por el Señor.
EPISTOLA
Lección del Profeta Daniel.
(Daniel III, 25 y 34-35.)
En aquellos días oró Azarías al
Señor, diciendo: Señor, Dios nuestro: por amor de tu nombre te rogamos no nos
dejes para siempre, ni destruyas tu alianza: ni apartes tu misericordia de
nosotros, por tu amado Abraham, y por tu siervo Isaac, y por tu santo Israel: a
los cuales hablaste, prometiéndoles que multiplicarías su descendencia como las
estrellas del cielo, y como la arena que hay en la orilla del mar: porque, Señor,
hemos disminuido más que todas las gentes, y somos hoy humildes en toda la
tierra por nuestros pecados. Y no hay en este tiempo príncipe, ni caudillo, ni
profeta, ni holocausto, ni sacrificio, ni oblación, ni incienso, ni lugar de
primicias ante ti, para que podamos alcanzar tu misericordia: pero seamos recibidos
con ánimo contrito, y espíritu de humildad. Como el holocausto de carneros, y
toros, y como millares de gordos corderos, así sea hoy en tu presencia nuestro
sacrificio, para que te agrade: porque no hay confusión para los que confían en
ti. Y ahora te seguimos de todo corazón, y te tememos, y buscamos tu cara. No
nos confundas: sino obra con nosotros según la muchedumbre de tus misericordias.
Y líbranos con tus maravillas, y da gloria a tu nombre, Señor: y sean
confundidos todos los que causan males a tus siervos, sean confundidos por tu
omnipotencia, y sea quebrantada su fortaleza: y sepan que tú eres el Señor, el
Dios único y glorioso sobre el orbe de las tierras, Señor, Dios nuestro.
LA IDOLATRÍA. — De esta manera, Judá cautivo en Babilonia,
desahogaba su corazón en el Señor, por boca de Azarías. Sión, privada de su templo
y de sus solemnidades la desolación había llegado allí al colmo: sus hijos,
desterrados en un país extranjero, debían morir sucesivamente hasta el año 70
del destierro; después Dios se acordaría de ellos y los devolvería a Jerusalén por
la mano de Ciro. Entonces tendría lugar la construcción del segundo templo que vería
al Mesías. ¿Qué crimen había cometido Judá para ser sometido a tal expiación?
Se habla entregado a la idolatría, había roto el pacto que le unía al Señor,
sin embargo de eso su crimen fué reparado por esta cautividad de un número limitado
de años; y Judá, vuelto a la tierra de sus padres no volvió más al culto de los
falsos dioses. Cuando el Hijo de Dios vino a habitar con él se encontraba puro
de idolatría.
EL DEICIDA. — Aún no habían transcurrido cuarenta años desde la
Ascensión de Jesús cuando Judá emprendió de nuevo el camino del destierro. No
era llevado de nuevo a Babilonia, sino que se dispersaba en grandes masas por
todas las naciones. Y no solamente 70 años, sino 20 siglos llevó "sin jefe,
sin profeta, sin holocausto, sin sacrificio y sin templo". ¡El crimen
cometido por Judá es más grave que la idolatría, puesto que después de tantas
desgracias y humillaciones, la justicia del Padre no se ha apaciguado sino hasta
hace unos años! Es que la sangre derramada en el Calvario por el pueblo judío,
no es sólo la sangre de un hombre: es la sangre de un Dios.
CASTIGO Y CONVERSIÓN. — Es necesario que toda la tierra lo sepa y lo
comprenda con solo ver el castigo de los verdugos. Esta terrible expiación de
un crimen infinito debe continuar hasta los últimos días del mundo; entonces el
Señor se acordará de Abrahán, Isaac y Jacob; una gracia extraordinaria
descenderá sobre Judá y su vuelta consolará a la Iglesia, afligida por la
deserción de tantos hijos. El espectáculo de un pueblo entero cargado con la
maldición para todas sus generaciones, por haber crucificado al Hijo de Dios,
hace reflexionar al cristiano. Esto nos enseña que la justicia de Dios es terrible,
y que el Padre pide cuenta hasta de la última gota de la sangre de su Hijo, a
aquellos que la han derramado. Apresurémonos a lavar en esta preciosa sangre la
falta de complicidad que tenemos con los judíos, y por una sincera conversión, imitemos
de entre estos, a aquellos que de cuando en cuando, se apartan de su pueblo y
se vuelven al divino Mesías, cuyos brazos están extendidos en la Cruz para
recibir a todos los que quieren venir a El.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según S. Lucas.
(San Lucas VII, 36-50.)
En aquel tiempo, uno de los
fariseos rogó a Jesús que comiera con él. Y, habiendo entrado en la casa del
fariseo, se sentó a la mesa. Y he aquí que una mujer pecadora, que había en la
ciudad, cuando supo que se había sentado a la mesa en la casa del fariseo, trajo
un vaso de alabastro, Heno de ungüento: y, poniéndose detrás, junto a sus pies,
comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con los cabellos de su
cabeza, los ungía con el ungüento. Y, cuando lo vió el fariseo, que le había
invitado, dijo para sí: Si éste fuera profeta, sabría sin duda quién y qué tal es
la mujer que le toca: pues es una pecadora. Y, respondiendo Jesús, le dijo:
Simón, tengo algo que decirte. Y él dijo: Maestro di. Había dos deudores para
un acreedor: uno debía quinientos denarios, y el otro cincuenta. No teniendo
ellos con qué pagarlos, perdonó a los dos. ¿Cuál, pues, le amará más?
Respondiendo Simón, dijo: Creo que aquel a quien perdonó más. Y El le dijo: Has
juzgado rectamente. Y, vuelto hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré
en tu casa, y no diste agua a mis pies: ésta, en cambio, regó con lágrimas mis
pies, y los enjugó con sus cabellos. No me diste el ósculo: ésta, en cambio, desde
que entró, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste con óleo mi cabeza: ésta,
en cambio, ha ungido mis pies con ungüento. Por eso te digo: Se le perdonan
muchos pecados, porque ha amado mucho. En cambio, al que se le perdona menos,
menos ama. Díjole entonces a ella: Te son perdonados tus pecados. Y comenzaron,
los invitados con El, a decir entre sí: ¿Quién es éste, que hasta los pecados
perdona? Y dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado: vete en paz.
MARÍA MAGDALENA. — A las sombrías ideas que sugiere el espectáculo
de la reprobación del pueblo deicida, la Iglesia se apresura a proponer ante
nuestra vista pensamientos consoladores que debe producir en nuestras almas la
historia de la pecadora del Evangelio. Este rasgo de la vida del Salvador no se
refiere al tiempo de Pasión. Pero los días en que nos hallamos: ¿No son días de
misericordia, y no nos conviene glorificar en ellos la mansedumbre y ternura
del corazón de nuestro Redentor, que se prepara, a obtener el perdón, a número
tan grande de pecadores sobre la tierra? Por otra parte, ¿no es Magdalena la
compañera inseparable de su maestro crucificado? Pronto la contemplaremos al
pie de la Cruz; estudiemos este modelo de amor, fiel hasta la muerte; y para
esto consideremos su punto de partida.
SU ARREPENTIMIENTO. — Magdalena había llevado una vida pecadora; siete
demonios, nos dice en otro lugar el Evangelio, habían fijado en ella su
domicilio. Ha bastado a esta mujer, ver y oír al Señor, en seguida se ha
apoderado de ella el horror al pecado, un santo horror inunda su corazón, no ambiciona
más que un deseo, el de reparar su vida pasada. Ha pecado en público; necesita
una retractación pública de sus extravíos, vivió en el lujo: en adelante sus
perfumes serán para su Libertador; con su cabellera, de la que se mostraba tan
orgullosa, le enjugará sus pies; en su rostro no aparecerán más las sonrisas libres;
sus ojos, seductores de almas, están anegados de lágrimas. Por el movimiento del
espíritu divino que la anima, parte para contemplar otra vez a Jesús, Se
encuentra este en casa del fariseo, celebrando un festín, va pues ella a ser
causa de sonrisas maliciosas y cuchicheos. ¿Qué importa? avanza con su precioso
vaso y en breves momentos cae ante los pies del Salvador. Allí se sitúa, allí derrama
su corazón y sus lágrimas. ¿Quién será capaz de describir los pensamientos que
embargan a aquella alma? El mismo Jesús nos los manifestará a su tiempo con una
sola palabra. Con claridad se ve al considerar sus lloros su conmoción, en el
empleo de sus perfumes y cabellera su gran agradecimiento, y en su predilección
de su Salvador su gran humildad.
EL PERDÓN. — El fariseo se escandaliza. Por el movimiento de
orgullo judaico que pronto crucificará al Mesías, toma de aquí ocasión para
dudar de la misión de Jesús. "Si este fuera el Profeta, decía, conocería
ciertamente quién es la mujer que le toca." Si tuviera el espíritu de Dios
sabría por esta condescendencia hacia la creatura arrepentida que éste es el
Salvador prometido. Aún con su reputación de virtud, "¡cuán por debajo
queda de esta mujer pecadora!" Jesús se toma la molestia, de dárselo a
entender, formando el paralelo de Magdalena y de Simón el fariseo, y en este
paralelo la victoria se decidió por Magdalena. ¿Cuál es la causa, que ha trasformado
así a la pecadora, de tal suerte que le merezca no sólo el perdón sino también
los elogios de Jesús? Su amor; "amó a su Redentor; le amó mucho" y
perdón que ha recibido, está en relación con este amor. Hace unos instantes su
único amor era el mundo y la vida sensual; el arrepentimiento ha creado en ella
un nuevo ser: su única búsqueda, su única mirada, su único amor, es Jesús. En
lo sucesivo sigue sus pasos, quiere remediar sus necesidades, quiere sobre todo
verle y escucharle; y en el momento de la prueba, cuando los apóstoles hayan
huido, ella permanecerá, allí, al pie de la Cruz para recibir el último suspiro
de aquel a quien su alma debía la vida. "Qué ejemplo de esperanza para el
pecador." Lo acaba de decir Jesús: "Al que más ama, más se le
perdona." Pecadores pensad en vuestros pecados; mas sobre todo, pensad en acrecentar
vuestro amor: Que se halle en relación con la gracia del perdón que vais a
recibir, y "vuestros pecados os serán perdonados".
ORACION
Humillad vuestras cabezas a Dios.
SuplicáMoste, Señor, seas
propicio con tu pueblo: para que, repudiando lo que no te agrada, se llenen más
de las delicias de tus mandamientos. Por el Señor.
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