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jueves, 17 de marzo de 2016

"Ite Missa Est"

JUEVES
de la semana de pasión

En Roma la Estación se celebra en la Iglesia de San Apolinar que fué primer obispo de Ravena y mártir.

COLECTA
Suplicamos te, oh Dios omnipotente, hagas que la dignidad de la condición humana, herida por la intemperancia, sea recobrada mediante una saludable moderación. Por el Señor.

EPISTOLA
Lección del Profeta Daniel.
(Daniel III, 25 y 34-35.)
En aquellos días oró Azarías al Señor, diciendo: Señor, Dios nuestro: por amor de tu nombre te rogamos no nos dejes para siempre, ni destruyas tu alianza: ni apartes tu misericordia de nosotros, por tu amado Abraham, y por tu siervo Isaac, y por tu santo Israel: a los cuales hablaste, prometiéndoles que multiplicarías su descendencia como las estrellas del cielo, y como la arena que hay en la orilla del mar: porque, Señor, hemos disminuido más que todas las gentes, y somos hoy humildes en toda la tierra por nuestros pecados. Y no hay en este tiempo príncipe, ni caudillo, ni profeta, ni holocausto, ni sacrificio, ni oblación, ni incienso, ni lugar de primicias ante ti, para que podamos alcanzar tu misericordia: pero seamos recibidos con ánimo contrito, y espíritu de humildad. Como el holocausto de carneros, y toros, y como millares de gordos corderos, así sea hoy en tu presencia nuestro sacrificio, para que te agrade: porque no hay confusión para los que confían en ti. Y ahora te seguimos de todo corazón, y te tememos, y buscamos tu cara. No nos confundas: sino obra con nosotros según la muchedumbre de tus misericordias. Y líbranos con tus maravillas, y da gloria a tu nombre, Señor: y sean confundidos todos los que causan males a tus siervos, sean confundidos por tu omnipotencia, y sea quebrantada su fortaleza: y sepan que tú eres el Señor, el Dios único y glorioso sobre el orbe de las tierras, Señor, Dios nuestro.

LA IDOLATRÍA. — De esta manera, Judá cautivo en Babilonia, desahogaba su corazón en el Señor, por boca de Azarías. Sión, privada de su templo y de sus solemnidades la desolación había llegado allí al colmo: sus hijos, desterrados en un país extranjero, debían morir sucesivamente hasta el año 70 del destierro; después Dios se acordaría de ellos y los devolvería a Jerusalén por la mano de Ciro. Entonces tendría lugar la construcción del segundo templo que vería al Mesías. ¿Qué crimen había cometido Judá para ser sometido a tal expiación? Se habla entregado a la idolatría, había roto el pacto que le unía al Señor, sin embargo de eso su crimen fué reparado por esta cautividad de un número limitado de años; y Judá, vuelto a la tierra de sus padres no volvió más al culto de los falsos dioses. Cuando el Hijo de Dios vino a habitar con él se encontraba puro de idolatría.

EL DEICIDA. — Aún no habían transcurrido cuarenta años desde la Ascensión de Jesús cuando Judá emprendió de nuevo el camino del destierro. No era llevado de nuevo a Babilonia, sino que se dispersaba en grandes masas por todas las naciones. Y no solamente 70 años, sino 20 siglos llevó "sin jefe, sin profeta, sin holocausto, sin sacrificio y sin templo". ¡El crimen cometido por Judá es más grave que la idolatría, puesto que después de tantas desgracias y humillaciones, la justicia del Padre no se ha apaciguado sino hasta hace unos años! Es que la sangre derramada en el Calvario por el pueblo judío, no es sólo la sangre de un hombre: es la sangre de un Dios.

CASTIGO Y CONVERSIÓN. — Es necesario que toda la tierra lo sepa y lo comprenda con solo ver el castigo de los verdugos. Esta terrible expiación de un crimen infinito debe continuar hasta los últimos días del mundo; entonces el Señor se acordará de Abrahán, Isaac y Jacob; una gracia extraordinaria descenderá sobre Judá y su vuelta consolará a la Iglesia, afligida por la deserción de tantos hijos. El espectáculo de un pueblo entero cargado con la maldición para todas sus generaciones, por haber crucificado al Hijo de Dios, hace reflexionar al cristiano. Esto nos enseña que la justicia de Dios es terrible, y que el Padre pide cuenta hasta de la última gota de la sangre de su Hijo, a aquellos que la han derramado. Apresurémonos a lavar en esta preciosa sangre la falta de complicidad que tenemos con los judíos, y por una sincera conversión, imitemos de entre estos, a aquellos que de cuando en cuando, se apartan de su pueblo y se vuelven al divino Mesías, cuyos brazos están extendidos en la Cruz para recibir a todos los que quieren venir a El.

EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según S. Lucas.
(San Lucas VII, 36-50.)

En aquel tiempo, uno de los fariseos rogó a Jesús que comiera con él. Y, habiendo entrado en la casa del fariseo, se sentó a la mesa. Y he aquí que una mujer pecadora, que había en la ciudad, cuando supo que se había sentado a la mesa en la casa del fariseo, trajo un vaso de alabastro, Heno de ungüento: y, poniéndose detrás, junto a sus pies, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza, los ungía con el ungüento. Y, cuando lo vió el fariseo, que le había invitado, dijo para sí: Si éste fuera profeta, sabría sin duda quién y qué tal es la mujer que le toca: pues es una pecadora. Y, respondiendo Jesús, le dijo: Simón, tengo algo que decirte. Y él dijo: Maestro di. Había dos deudores para un acreedor: uno debía quinientos denarios, y el otro cincuenta. No teniendo ellos con qué pagarlos, perdonó a los dos. ¿Cuál, pues, le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Creo que aquel a quien perdonó más. Y El le dijo: Has juzgado rectamente. Y, vuelto hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no diste agua a mis pies: ésta, en cambio, regó con lágrimas mis pies, y los enjugó con sus cabellos. No me diste el ósculo: ésta, en cambio, desde que entró, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste con óleo mi cabeza: ésta, en cambio, ha ungido mis pies con ungüento. Por eso te digo: Se le perdonan muchos pecados, porque ha amado mucho. En cambio, al que se le perdona menos, menos ama. Díjole entonces a ella: Te son perdonados tus pecados. Y comenzaron, los invitados con El, a decir entre sí: ¿Quién es éste, que hasta los pecados perdona? Y dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado: vete en paz.

MARÍA MAGDALENA. — A las sombrías ideas que sugiere el espectáculo de la reprobación del pueblo deicida, la Iglesia se apresura a proponer ante nuestra vista pensamientos consoladores que debe producir en nuestras almas la historia de la pecadora del Evangelio. Este rasgo de la vida del Salvador no se refiere al tiempo de Pasión. Pero los días en que nos hallamos: ¿No son días de misericordia, y no nos conviene glorificar en ellos la mansedumbre y ternura del corazón de nuestro Redentor, que se prepara, a obtener el perdón, a número tan grande de pecadores sobre la tierra? Por otra parte, ¿no es Magdalena la compañera inseparable de su maestro crucificado? Pronto la contemplaremos al pie de la Cruz; estudiemos este modelo de amor, fiel hasta la muerte; y para esto consideremos su punto de partida.

SU ARREPENTIMIENTO. — Magdalena había llevado una vida pecadora; siete demonios, nos dice en otro lugar el Evangelio, habían fijado en ella su domicilio. Ha bastado a esta mujer, ver y oír al Señor, en seguida se ha apoderado de ella el horror al pecado, un santo horror inunda su corazón, no ambiciona más que un deseo, el de reparar su vida pasada. Ha pecado en público; necesita una retractación pública de sus extravíos, vivió en el lujo: en adelante sus perfumes serán para su Libertador; con su cabellera, de la que se mostraba tan orgullosa, le enjugará sus pies; en su rostro no aparecerán más las sonrisas libres; sus ojos, seductores de almas, están anegados de lágrimas. Por el movimiento del espíritu divino que la anima, parte para contemplar otra vez a Jesús, Se encuentra este en casa del fariseo, celebrando un festín, va pues ella a ser causa de sonrisas maliciosas y cuchicheos. ¿Qué importa? avanza con su precioso vaso y en breves momentos cae ante los pies del Salvador. Allí se sitúa, allí derrama su corazón y sus lágrimas. ¿Quién será capaz de describir los pensamientos que embargan a aquella alma? El mismo Jesús nos los manifestará a su tiempo con una sola palabra. Con claridad se ve al considerar sus lloros su conmoción, en el empleo de sus perfumes y cabellera su gran agradecimiento, y en su predilección de su Salvador su gran humildad.

EL PERDÓN. — El fariseo se escandaliza. Por el movimiento de orgullo judaico que pronto crucificará al Mesías, toma de aquí ocasión para dudar de la misión de Jesús. "Si este fuera el Profeta, decía, conocería ciertamente quién es la mujer que le toca." Si tuviera el espíritu de Dios sabría por esta condescendencia hacia la creatura arrepentida que éste es el Salvador prometido. Aún con su reputación de virtud, "¡cuán por debajo queda de esta mujer pecadora!" Jesús se toma la molestia, de dárselo a entender, formando el paralelo de Magdalena y de Simón el fariseo, y en este paralelo la victoria se decidió por Magdalena. ¿Cuál es la causa, que ha trasformado así a la pecadora, de tal suerte que le merezca no sólo el perdón sino también los elogios de Jesús? Su amor; "amó a su Redentor; le amó mucho" y perdón que ha recibido, está en relación con este amor. Hace unos instantes su único amor era el mundo y la vida sensual; el arrepentimiento ha creado en ella un nuevo ser: su única búsqueda, su única mirada, su único amor, es Jesús. En lo sucesivo sigue sus pasos, quiere remediar sus necesidades, quiere sobre todo verle y escucharle; y en el momento de la prueba, cuando los apóstoles hayan huido, ella permanecerá, allí, al pie de la Cruz para recibir el último suspiro de aquel a quien su alma debía la vida. "Qué ejemplo de esperanza para el pecador." Lo acaba de decir Jesús: "Al que más ama, más se le perdona." Pecadores pensad en vuestros pecados; mas sobre todo, pensad en acrecentar vuestro amor: Que se halle en relación con la gracia del perdón que vais a recibir, y "vuestros pecados os serán perdonados".

ORACION
Humillad vuestras cabezas a Dios.
SuplicáMoste, Señor, seas propicio con tu pueblo: para que, repudiando lo que no te agrada, se llenen más de las delicias de tus mandamientos. Por el Señor.

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