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lunes, 29 de febrero de 2016

La Pequeña Historia de mi larga Historia

La vocación



Y así es como la Providencia condujo, diría yo, mi propia existencia, y la de mi hermano, a causa de la guerra. Si no se hubiese producido la guerra, es evidente que jamás habría ido a hacer sus estudios a Versalles, y que de haber tenido una vocación misionera, habría entrado directamente en los Padres del Espíritu Santo o en los Padres Blancos. Pero, encontrándose en Versalles, preguntó a mi padre si podía ir al seminario de Grandchamp para cursar su filosofía y terminar sus estudios. Allí lo aceptaron, no porque haya declarado enseguida que tenía vocación (no se fue al seminario mayor por eso), sino porque en ese momento se abría fácilmente las puertas sobre todo a los que venían de las regiones ocupadas.

Así, pues, terminó sus estudios en el seminario de Grandchamp en Versalles, y su profesor de filosofía era, ni más ni menos, el Padre Colin. El Padre Colin, autor de un libro de filosofía, era muy romano, muy apegado a Roma, y al Seminario francés donde había hecho sus estudios. Cuando mi padre le hubo dicho que su hijo tal vez tenía vocación, se tomó la decisión, en conformidad con René, de que iría a hacer sus estudios a Roma, al Seminario francés, puesto que la zona de Lille estaba aún cerrada. Partió en 1919.

Vean cómo la Providencia conduce las cosas. Cuando la guerra acabó, pudimos reunirnos de nuevo, reagruparnos. En 1919 nos encontramos de nuevo en nuestra casa de familia, con mi padre. Mi hermano René, ya en el seminario, volvía para las vacaciones.

Finalmente, en 1923, cuando yo mismo dije a mis padres que «querría ser sacerdote», mi idea era ser sacerdote en la diócesis, sacerdote, vicario, párroco… en un pueblito. En ese entonces pensaba ir al seminario de la diócesis de Lille; no me veía para nada en Roma, no era yo un gran intelectual, y había que hacer los estudios en latín… Ir allí, seguir las clases en la Universidad gregoriana, rendir exámenes difíciles… «No, yo quiero permanecer en la diócesis, porque quiero trabajar en la diócesis; no vale la pena que vaya allá.» Mi padre me dijo : «De ninguna manera, tú te reunirás con tu hermano. Tu hermano está en Roma, tú también irás a Roma, porque la diócesis…» El ya desconfiaba un poco del ambiente progresista del seminario, y de la reputación de quien iba a llegar a ser el Cardenal Liénart.Mi padre no era progresista en absoluto, por eso dijo : «No, no, Roma será mejor».

Insistió tanto que me fui también yo al Seminario francés, en 1923. Ya ven cómo la Providencia conduce las cosas. Si no hubiese venido la guerra, mi hermano habría ido a una Congregación misionera, y yo mismo habría entrado en la diócesis de Lille, en el seminario de la diócesis de Lille, y no habría ido a Roma. Eso habría cambiado completamente mi existencia.


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