(el Viernes Santo)
San Buenaventura.
Y miré, y vi que en el medio del solio y de los cuatro
animales y en medio de los ancianos estaba un cordero como inmolado, el cual
tenía siete cuernos. Apoc., [5,6).
1. La palabra propuesta es palabra angélica, palabra evangélica, palabra
apostólica, palabra profética. Y en verdad, el bienaventurado San Juan, quien
tales cosas escribió en el Apocalipsis, ángel era por su vida o trato,
evangelista por su doctrina y predicación, por la vocación apóstol, por el
oráculo profeta; de ahí se sigue también que en las palabras propuestas
anunciaba, profetizaba, se adelantaba y evangelizaba el sacramento de nuestra
refección, el sacrificio de nuestra redención, el santuario o trofeo de nuestra
resurrección. Evangelizaba, pues, San Juan el misterio señalado de nuestra
salvación de tres modos: como purísimo en el sacramento de la refección, como
piadosísimo en el sacrificio de la redención, como potentísimo en el santuario
o trofeo de la resurrección.
2. Por el cordero que estaba en pie se insinúa el sacramento de la
refección purísima. Este es aquel cordero del cual predijo Isaías, 40,11: Sólo un pastor apacentará rebaño, recogerá
con su brazo los corderillos…, y llevará él mismo las ovejas recién paridas.
Vi, dice, al cordero que estaba en pie. En la inmolación del cordero se
halla insinuado el sacrificio de la redención piadosísima al decir: como inmolado. En efecto, Cristo, para
redimimos, fue conducido como oveja al
matadero, y guardando silencio, sin abrir siquiera su boca, como el corderito
que está mudo delante del que lo esquila, dice Isaías, 57,7. En los cuernos
que ven las maquinaciones perversas del enemigo, se insinúa el santuario o
trofeo de la resurrección potentísima: Vi,
dice, al cordero que estaba como inmolado, el cual tenía siete cuernos y siete
ojos, que son los [siete] espíritus de Dios. Estos cuernos son aquellos de
los cuales decía Habacuc: El
resplandecerá como la luz: en sus manos tendrá un poder: allí está escondida su
fuerza. Cristo nos alimentó constantemente en el misterio de la cena, nos
redimió piadosamente en el suplicio de la cruz, nos glorificó poderosamente en
el trofeo de la resurrección. Miré, y vi en medio del solio y de los cuatro
animales y en medio de los ancianos estaba un cordero, etc.
3. En primer lugar, pues, se describe, a tenor de lo anteriormente
propuesto, el misterio de nuestra salvación con respecto al sacramento de la
refección, (Eucaristía) en el cual Cristo nos alimenta constantemente, al
decir: Vi, etc., en medio del solio, o
sea en medio de la Iglesia. La Iglesia es el trono en el cual se sienta Cristo por
la fe; aquella Jerusalén celeste es el trono donde reside Cristo por la visión
gloriosa. Y, sin embargo, en la cena de hoy Cristo se halla sentado en medio de los cuatro animales y en medio
de los ancianos, o sea en medio de la doctrina evangélica y mosaica. El
cordero que está en pie; con razón se dice estar en pie: puesto que Cristo
murió a causa de los sufrimientos de la pasión, pero jamás fue abatido por la
culpa. Vi, dice, al cordero que estaba en
pie, etc. Además, se ofrece a mi consideración tratar de esta cena como
purísima y sumamente inmaculada en cuanto al convite, al modo de celebrado y al
ornato de los convidados.
4. En lo que al lugar del convite se refiere, la pureza en sumo grado
inmaculada se deja ver en la sinceridad de todos los que asisten a la
celebración del mismo. Y en verdad, en este convite sacratísimo se realizaron
prodigios de sinceridad: Cristo comensal, Cristo manjar, Cristo jerarca, Cristo
servidor.
5. Que el Cordero, que es el propio Cristo, sea comensal en el convite del
Cordero, lo declara San Juan en el Apocalipsis, 19,9, con estas palabras: Dichosos los que son convidados a la cena de
las bodas del Cordero. En el convite de las bodas el primero entre los
comensales es el esposo: Cristo es el esposo de la Iglesia, el inmaculado que
tiene su esposa inmaculada, el único que tiene su esposa única: una es mi escogida, una sola es la paloma mía, una es la
inmaculada mía, se dice en los Cánticos. Esta inmaculada fue tomada por
Cristo como esposa por su sangre, y esto de tal manera que puede decir la
Iglesia: Tú eres para mí un esposo de
sangre. Con esta sangre blanqueó Cristo a la Iglesia, para que pudiera
presentarse inmaculada en el convite inmaculado de ese sacramento altísimo. Son
llegadas las bodas del Cordero, su esposa se ha puesto de gala, y se le ha dado
que vista « de tela de lino finísimo,
brillante y blanco, Apoc. 19,7-9. Adema, estableció el sacramento de la Eucaristía
de un modo sacramental. De donde San Juan Crisóstomo dice: "El primero
entre los que asisten al convite es Jesús, y tomó su sangre en la forma
sacramental, a fin de que los demás no sintieran horror a beber la
sangre"; de ahí tiene origen el dicho de San Agustín: "No hay cosa
más puesta en razón que recibamos la semejanza de la sangre de Cristo en tal
forma sin que sufra menoscabo la realidad de la misma". Así, pues, para
evitar cierto horror causado por la sangre que mana de la herida, recibimos el
sacramento en semejanza. Bañaste de óleo mi cabeza. ¡Y cuán excelente es el
cáliz mío que embriaga Se dice excelente el cáliz del sacramento, porque Cristo
tomó el sacramento, no a' modo de símbolo, sino como expresivo de la verdad. De
este modo, pues, se nos presenta puro este convite por la pureza del comensal;
Cristo, en efecto, es en él el cordero comensal.
6. Segundo, este sacramento sublime del convite se nos presenta también
puro por la pureza del manjar, ya que éste, en el sacramento, es el mismo Cristo.
Y ciertamente, es cosa maravillosa que uno mismo sea manjar y comensal, y, sin
embargo, la realidad es ésta. En efecto, Cristo dijo: Mi carne verdaderamente
es comida y mi Sangre verdaderamente es bebida. Es éste aquel pan del cual dice
San Ambrosio: "Por el pan que recibimos en el misterio, yo entiendo aquel
que fue formado en el seno de la Virgen por obra del Espíritu Santo y cocido
por el fuego del dolor en el altar de la cruz; el pan, además, de los ángeles
que fue hecho manjar de los hombres; de donde Cristo dice: Yo soy el pan vivo que bajé del cielo”. Es éste aquel alimento, inmaculado,
del cual se lee en el Éxodo: Tome cada cual un cordero por cada familia y cada
casa, Que si en alguna no fuese tanto el número de individuos que baste para
comer el cordero, tomará de su vecino inmediato a su casa aquel número de
personas que necesite para comerle. El cordero ha de ser si» defecto alguno,
macho y primal, Este cordero representa a Cristo en el sacramento de la
Eucaristía, que debe ser recibido en la comunión y en la caridad de la Iglesia.
En significación de esto dice San Cipriano: "El cáliz del Señor no es
solamente agua ni solamente vino, a no ser que se mezclen ambos; el cuerpo de
Cristo no lo constituye la harina sola, a no ser que se unan ambos y en unión
compacta formen un solo pan”.
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