Carta Pastoral nº 8
EL COMUNISMO ATEO Y MATERIALISTA
San Pablo, en su segunda epístola a
Timoteo, lo anima a predicar la palabra de Dios: “predica la Palabra, insta
a tiempo y a destiempo, reprende, censura, exhorta con toda paciencia y
doctrina. Porque vendrá el tiempo en que no soportarán más la sana doctrina,
antes bien con prurito de oír se amontonarán maestros con arreglo a sus
concupiscencias. Apartarán de la verdad el oído, pero se volverán a las fábulas
(IV, 2-4).
Si bien se puede decir que, desde que San
Pablo pronunció estas palabras, ya varias veces en el curso de la historia se
han hecho realidad, jamás quizás tanto como hoy los hombres se han dirigido
hacia las fábulas. ¿o acaso alguna vez más que en nuestros días se han
propagado doctrinas que pretenden trastornar todo lo que el espíritu humano
conoce acerca de las realidades divinas y de las humanas, todo lo que forma la
base de su vida individual y social, haciendo tabla rasa de la familia,
del Estado y de la religión en particular?
Queridos hermanos, ustedes ya adivinan que
se trata de ese monstruoso error, ya varias veces condenado por los soberanos
pontífices: el comunismo ateo y materialista. Su Santidad Pío IX, ya en 1846,
lanzó una solemne condena contra “esta doctrina nefasta” – son sus
propias palabras – que se llama comunismo, radicalmente contrario al derecho natural
mismo. Tal doctrina, una vez admitida, será la ruina completa de todos los
derechos, de las instituciones, de las propiedades y de la sociedad misma.
El Papa León XIII lo definía así: “Una peste mortal que ataca la médula de
la sociedad humana, y que la aniquilaría”.
Pío IX lo caracteriza como un sistema lleno de errores
y de sofismas; doctrina subversiva del orden social, puesto que destruye sus
fundamentos mismos; sistema que desconoce el verdadero origen, la naturaleza y
el fin del Estado, así como los derechos de la persona, su dignidad y su
libertad.
Mis queridos hermanos, hemos pensado que no es inútil;
más aún, que sería muy oportuno atraer vuestra atención y la de todos. aquellos
que nos escuchan en ese vicariato y más allá, sobre esta plaga que actúa no
solamente allí donde domina y gobierna, sino en todos los países del mundo y en
estas regiones africanas, sembrando inquietudes allí donde reina la paz,
aprovechándose de todo lo que puede dividir a los hombres entre sí para activar
y atizar odios y luchas. Pensamos que muchos que simpatizan con esa doctrina, y
que hasta se afilian a ciertas organizaciones que se inspiran en ella, lo hacen
por ignorancia de toda la perversidad que este error lleva en su seno, por
complacencia con todo lo que es nuevo, y se dejan atrapar por las promesas
falaces de aquella serpiente que es exactamente la misma que sedujo a nuestros
primeros padres, puesto que el comunismo también promete un paraíso...
soviético.
En pocas palabras, describiremos ese error y
develaremos la táctica de sus falsos profetas, a fin de animar: a nuestros
fieles, a que se fortalezcan; a los que dudan y a los indiferentes, a buscar la
verdad; a los que hayan prestado inconscientemente su consenso a esa plaga
abominable, a que se recuperen y desvíen de aquella doctrina su espíritu y su
corazón para siempre.El comunismo se presenta como un nuevo evangelio
diametralmente opuesto al de Nuestro Señor. Según sus autores, hay que formarse
una concepción puramente materialista del mundo, hasta el mismo pensamiento
habría salido de la materia.
“La historia, dice Marx, es el desarrollo perpetúo, bajo la
influencia de fuerzas internas que se oponen, que luchan. El desarrollo de esta
materia consiste en la lucha de los contrarios que, como en una transformación
química, terminan por producir un nuevo elemento más perfecto: el pensamiento.
Éste puede apurar la lucha y la oposición de los contrarios y provocar una
nueva etapa hacia un estado aún más perfecto”.
Ese estado perfecto sería el paraíso soviético, donde
no habría más propiedad, ni familia, ni sociedad, sino un mundo donde cada uno
trabajaría para todos, y donde todos tendrían parte en los bienes comunes,
donde no habría ni patria, ni sociedad, privada ni pública. Entonces, hay que activar la lucha contra todo lo que
se opone a esta liberación total del hombre, de todas las contingencias, de
todas las servidumbres. Hay que aniquilar lo que en el espíritu del hombre
moderno no se conforma con ese último umbral que debe franquear la humanidad;
hay que formar un hombre nuevo que prepare el comunismo perfecto: religión,
propiedad, familia, estado, son obstáculos que deben ser erradicados.
“El mundo
socialista edificado en la Unión Soviética -dice Politzer, uno de sus teóricos- está destinado también él a desaparecer,
salta a la vista que se está transformando”.
“Las clases
subsisten -afirma Lenin- y subsistirán en todo lugar durante
años después de la conquista del poder por el proletariado. Aniquilar las
clases no consiste solamente en expulsar de ellas a los propietarios de
hipotecas y a los capitalistas, lo que nos ha sido relativamente fácil, sino
también aniquilar a los pequeños productores”. La religión en particular, es el gran mal para el comunismo,
y especialmente la religión católica. He aquí algunas declaraciones recientes
del Partido Comunista en Yugoslavia.
El 2 de marzo de 1952, el órgano oficial del Partido
Comunista de Skopia escribió: “Nuestro
Partido nunca ha sido indiferente ante la ideología religiosa y la Iglesia;
pero hoy se trata de organizar la lucha ideológica, sistemática, diaria, por
medio de la prensa, de las organizaciones de masas, de las instituciones
culturales, para destruir todas las concepciones religiosas del universo, todos
los prejuicios, todas las tradiciones religiosas”. El Estatuto de la
Unión de los Comunistas de Yugoslavia declara: “La pertenencia a la Unión de los Comunistas de Yugoslavia es
incompatible con la profesión de la religión y con el cumplimiento de los ritos
religiosos”.
El 30 de abril de 1952, el mismo Mariscal Tito
declaraba: “Sé que en el extranjero
se nos critica por alejar a la juventud de Dios y de la Iglesia; pero no
podemos permitirnos que estos hombres practiquen la superstición, puesto que
todo eso es supersticioso. Debemos luchar contra la superstición”.
El 22 de febrero de 1952, el “Vjeinik” de
Zagreb informaba que numerosos estudiantes habían sido ex-pulsados de las
escuelas secundarias croatas por delitos religiosos, es decir, por haber estado
ausentes de los cursos en el día de Navidad. Han sido expulsados 32 estudiantes
de las escuelas normales de Maribor durante los primeros meses de 1952, porque
frecuentaban la Iglesia.
Numerosos fieles han sido atacados por la prensa y expulsados de su
empleo por los siguientes crímenes: haber contraído matrimonio religioso, haber
hecho bautizar a sus hijos, haber estado ausentes del trabajo en los días de
fiesta. Pero todas esas declaraciones y esos hechos no bastan para revelamos la
táctica verdaderamente satánica de los dirigentes del Partido: como la lucha de
los elementos opuestos es una necesidad para urgir el advenimiento de la
liberación del hombre, hay que provocarla universalmente y por todos los
medios.
“La táctica, escribe
Lenín, debe ser trazada a sangre fría, con objetividad rigurosa, teniendo en
cuenta todas las fuerzas. No hay que evitar los sacrificios, y se deben usar
todas las estratagemas y la astucia. La más estricta aplicación de las ideas
comunistas debe unirse al arte de consentir los compromisos prácticos, los
rodeos, los zigzagueos, las maniobras de conciliación y de retiro”.
A fin de formar al hombre nuevo, hay que reemplazar el contenido religioso original, por un contenido marxista; hay que conciliar en la conciencia un fermento de lucha, de disgregación; provocar la lucha en la familia, haciendo que los padres acusen a los hijos y viceversa; avivar la lucha de clases, de los proletarios contra los propietarios, con riesgo de hacer expulsar a los nuevos ocupantes por los antiguos para evitar que los primeros se vuelvan demasiado poderosos; suscitar la lucha en la religión, de los fieles contra los sacerdotes, y de los sacerdotes contra los obispos. Esto es lo que el comunismo se esfuerza por practicar en todos los lugares en donde detenta el gobierno.
Misioneros que han vuelto de China, que han asistido a
estás maniobras, a los procesos, a los debates públicos, a todo lo que el
régimen puede hacer sufrir a los humanos, dicen que es inimaginable el desorden
de las conciencias y de los espíritus a los cuales se imponen. Todos los medios
de propaganda y de publicidad en favor de sus doctrinas son, empleados con tal
insistencia que los individuos que la sufren, terminan por perder su
personalidad, por abdicar de todo propósito personal, y por transformarse en
números perfectamente alineados.
Si queremos evitar esta abominación, la peor que la
historia haya conocido jamás, evitemos todo lo que puede ayudar a favorecer al
comunismo entre nosotros.
El Papa Pío XI decía ya en 1937: “Los promotores del comunismo no dejan de aprovechar los antagonismos
de raza, las divisiones y las oposiciones que provienen de los diferentes
sistemas políticos”.
Y luego agregaba unas palabras que tendrían que
meditar hoy todos aquellos que tienen responsabilidades políticas o sociales: “Para
entender cómo el comunismo logró hacerse aceptar por las masas obreras, hay que
recordar que los trabajadores ya estaban preparados para esta propaganda por el
abandono religioso y moral en el cual fueron expuestos por la economía
liberal”.
“El sistema de los
equipos de trabajo no les daba el tiempo para cumplir ni los más importantes
deberes religiosos en los días de fiesta. Nada se hizo por construir iglesias cerca
de las fábricas, ni por facilitar la tarea del sacerdote. Por el contrario, se
favoreció el laicismo y éste ha seguido adelante... Entonces, no hay que
extrañarse de que, en un mundo ya largamente descristianizado, se propague el
error comunista”.
Lo que nuestro Santo Padre decía especialmente de los
países de Europa, ¿no se les puede aplicar hoy a nuestras ciudades africanas, y
en particular a Dakar? ¿Se preocupan por las masas obreras desde el punto de
vista religioso y social? Se levantan ciudades sin preocuparse por la
construcción de iglesias, y estamos sin embargo en países profundamente
religiosos. Se favorece el laicismo, principio del comunismo. ¡Cuántas
dificultades para construir escuelas! Pero sin duda se prefiere preparar el
camino hacia el comunismo empezando su obra: arrancar de los espíritus toda
idea de religión, como lo pide el Mariscal Tito. Qué responsabilidad para
aquellos que dicen traer a estos queridos países africanos la verdadera
civilización, y que les quiten el primer elemento de civilización: la religión. Pero nosotros, queridos hermanos, debemos hacer todo
lo que esté a nuestro alcance para cerrar el paso al comunismo, instruimos
sobre sus errores doctrinales meditando las enseñanzas de la Iglesia y
especialmente la encíclica “Divini Redemptoris”, del Papa Pío XI.
Que en los grupos de Acción Católica, en los círculos
de estudios, se aprenda a conocer esa plaga de la humanidad a fin de entender
mejor su perversidad.
Que por la prensa y por la folletería se difunda la
refutación, de estos errores, contrarios al buen sentido y a la doctrina
revelada. Que se muestre todo lo opuesta que es esta doctrina a la enseñanza
del Evangelio, pues con algo de él ella intenta falsamente revestirse.
Que todos aquellos que tienen responsabilidades
sociales y están buscando mejorar la situación de los trabajadores, colaboren
para lograr una sociedad con más justicia y con más caridad cristiana. No es
función de los gobiernos subvencionar todas las necesidades y todas las
miserias de las poblaciones, sino más bien favorecer y promover las iniciativas
privadas, animarlas y buscarlas. Que los sindicalistas, y con ellos todos aquellos que
tienen el admirable deseo de favorecer la justicia social, no por medio de
luchas estériles, sino por medios dignos de gente honesta y consciente de sus
derechos y deberes, eviten alinear su actitud sobre aquella de los comunistas,
que no tienen otro fin más que la turbación y la revolución.
Que no busquen para todos los trabajadores una
liberación de toda autoridad, pues “todo poder viene de lo Alto”, sino
la liberación de la miseria, del hambre, del mañana incierto, a fin de que, en
medio de las alegrías de un hogar feliz, puedan elevar su alma hacia Dios,
liberar su espíritu de la ignorancia y del error y su corazón de las pasiones y
de los vicios, que puedan darles a sus familias el alimento y una vivienda
digna, y la educación que eleva el corazón y el alma hacia Aquel que es el
autor de todo bien.
Haga el Señor que por nuestra fe, nuestra esperanza y
nuestra caridad, podamos poseer la verdadera felicidad y ya desde aquí abajo la
compartamos con nuestro prójimo.Jesús no promete el paraíso a los hombres venideros,
mediante años de infierno para aquellos que los preceden, sino que por su
gracia y su presencia en las almas justas y rectas, les da ya el gusto de las
alegrías del paraíso en medio de las pruebas de esta vida, pues como dice San
Juan en el Apocalipsis (21, 22): “No vi templo en la ciudad, pues su templo
es el Señor Dios todopoderoso”.
S.E.R. Monseñor Marcel Lefebvre
(Carta
pastoral, Dakar, 25 de enero de 1953)
CONTINUA...
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