CAPÍTULO
4
Encíclica
Humanum genus
del
Papa León XIII
sobre
la secta de los Masones
(20
de abril de 1884)
León
XIII señala toda la perversidad de la Masonería
(CONTINUACIÓN)
Adueñarse de la educación de la juventud
Sin embargo, todo eso no basta. La
Masonería quiere apoderarse también de la educación de la juventud, como dice
León XIII:
«La secta de
los masones también tiene puesta la mira, con suma conspiración de voluntades,
en arrebatar para sí la educación de los jóvenes».
Después del divorcio, la secta se
adueña ahora de la educación de la juventud. Es tan evidente que salta a la
vista. Los progresos del laicismo en la enseñanza en los países del mundo
entero son manifiestos. Organismos como la UNESCO, creados
supuestamente para difundir la enseñanza en el mundo entero y luchar contra al
analfabetismo, en realidad son manejados por la Masonería para difundir la
educación laica y atea en el mundo entero con el falaz pretexto de permitir a
todos los hombres acceder a la cultura. Nosotros lo veíamos muy bien en
nuestras misiones. Nuestros mayores problemas eran con los organismos de la
UNESCO, porque contaban con mucho dinero y ponían escuelas laicas en todos los
lugares donde nosotros teníamos católicas, siendo que había muchos lugares en
donde ponerlas y en que no había escuelas católicas. ¡Pues no! Las ponían a
propósito cerca de las nuestras para destruir su influencia. Con el dinero que
tenían era fácil y pagaban a los maestros mucho mejor de lo que nosotros
podíamos hacerlo.
Afortunadamente, muchos africanos,
incluso los musulmanes, aún tenían sentido común y preferían poner a sus hijos
en nuestras escuelas católicas. Siempre teníamos una buena cantidad de musulmanes
en nuestras escuelas, aunque sin sobrepasar el 15%. Los primeros en inscribirse
eran los musulmanes y eso a causa de la religión. Los padres sabían que en
nuestras escuelas enseñábamos la religión, aunque no para convertirlos o para
que se hiciesen católicos. Eso, por desgracia, era imposible. Si un niño
musulmán era el primero en catecismo, era imposible que hiciera su primera
comunión. Algunas veces el niño lloraba cuando veía a los demás ir a comulgar,
siendo que él, el primero en catecismo, no lo podía hacer. No lo entendía.
Pero, a causa de sus padres, no se podía hacer nada, pues si se enteraban de
que habíamos dado a un niño la primera comunión en secreto, nos habrían quemado
la escuela. Era, pues, imposible convertirlos, pero tenían tal sentido de la
religión que querían que la enseñáramos a sus hijos.
El Papa denuncia la influencia de la
Masonería en la educación de la juventud:
«Ven cuán
fácilmente pueden amoldar a su capricho esta edad tierna y flexible, y torcerla
hacia donde quieran, y nada más oportuno para lograr que se forme así para la
sociedad una generación de ciudadanos tal cual ellos se la forjan. Por tanto,
en punto de educación y enseñanza de los niños, nada dejan al magisterio y
vigilancia de los ministros de la Iglesia, habiendo llegado ya a conseguir que
en varios lugares toda la educación de los jóvenes esté en manos de laicos, de
suerte que, al formar sus corazones, nada se les diga de los grandes y
santísimos deberes que unen al hombre con Dios».
En países como Italia, hace poco
existía todavía la obligación de enseñar la religión católica en las escuelas,
pero desde el nuevo Concordato ya no. Aún no ha entrado enteramente en vigor y
la nueva legislación, todavía más laica, tolera que los sacerdotes enseñen la
religión en las escuelas. Por el momento los padres son libres de procurar que
en la escuela se les dé una enseñanza católica a sus hijos y los sacerdotes
reciben sueldo del Estado. Pero la intención de los legisladores es suprimir el
sueldo a los sacerdotes. Con eso ya no habrá más sacerdotes que impartan
enseñanza católica en las escuelas.
Los sacerdotes tendrán que organizar
el catecismo fuera de ellas, como por desgracia sucede en Francia. Y en ese
caso los masones, que quieren destruir la enseñanza católica, se las arreglarán
para establecer los programas de tal manera que, dando aparentemente cierta
libertad a los niños para que vayan al catecismo, las clases serán siempre en
las horas de recreo o cuando tengan necesidad de distraerse. En esos momentos
es cuando se les dará a los niños la posibilidad de ir al catecismo, para
hacerles más difícil la clase. Tendrán que hacer un sacrificio para poder
conseguir una educación cristiana. ¡Ni pensar en pedir a todos los padres que
firmen un papel pidiendo la educación cristiana para sus hijos!
Los derechos del hombre
León XIII pasa luego a la tesis que
dice que todos los hombres tienen iguales derechos.
«Vienen
enseguida los principios de la ciencia política. En este género dogmatizan los
naturalistas que todos los hombres tienen iguales derechos y son de igual
condición en todo…»
Es el primer artículo de los
“derechos del hombre”: todos los hombres son iguales. Como dice después el
Papa, por supuesto que todos los hombres, por su naturaleza común, son iguales
ante Dios, pero de hecho no son iguales en cuanto a los dones naturales, ni por
consiguiente, en cuanto a su función en la sociedad. Siguiendo el análisis de
la democracia que quiere la Masonería, el Papa denuncia otro principio falso:
la libertad social natural del hombre.
«… y que todos
son libres por naturaleza; que ninguno tiene derecho para mandar a otro, y el
pretender que los hombres obedezcan a cualquier autoridad que no venga de ellos
mismos es pro-piamente hacerles violencia».
La ideología democrática acaba con la autoridad
La soberanía popular es el principio
del sistema democrático moderno. Según él, la autoridad reside en todos los
hombres y en el pueblo, que le confiere a una persona su propia autoridad, pero
nadie tiene derecho de mandar a los demás. Eso también nos lo dice la filosofía
tomista, pero con la razón de que es Dios quien nos manda. Nosotros decimos que
los que participan a la autoridad de Dios. No es porque se trate de tal o cual
persona, sino porque están revestidos de una autoridad que se les confiere a
través de circunstancias naturales o, en dado caso, por una elección; pero su
autoridad viene de Dios. Eso es lo que dice la Iglesia. No importa el medio con
que la hayan recibido. Por ejemplo: la autoridad del padre de familia se la confiere la naturaleza. No son los
hijos los que confieren la autoridad a su padre. ¡Aún no se ha llegado a algo
tan absurdo. Cuántas cosas pasaron que fueron
causa de que algunas familias se convirtiesen en familias Re-ales. Eran
personalidades que surgían, diría yo, con el consentimiento tácito de la
población, sobre todo cuando había que defender al país contra los enemigos.
Había que tener un jefe que mandase, que organizase la sociedad para su bien y
que protegiese al pueblo contra los enemigos de afuera. Instintivamente, el
pueblo reconocía la autoridad del que había conseguido proteger al pueblo con
sus dotes e inteligencia. Se le consideraba rey. Esos dones que Dios concede a
los hombres eran, por consiguiente, dotes naturales, y una vez que ellos se
convertían en reyes o se les reconocía como príncipes, creaban un linaje,
porque, como dice el Papa, es ridículo decir que todos somos iguales. No
tenemos las mismas cualidades, ni la misma inteligencia, ni la misma fuerza
física. Unos son muy diestros con sus manos y otros no saben hacer nada con
ellas. Unos son muy inteligentes y otros menos. Somos todos desiguales y Dios
lo ha querido así. Ha querido esa desigualdad y diferencias, precisamente para
que nos completemos y nos ayudemos unos a otros, y podamos compartir nuestros
dones con los que han recibido menos. Eso es la sociedad. Aunque hay hombres
que son patronos, que tienen una fábrica y la dirigen, también ellos necesitan
a los demás. Si no hubiera quien trabajase manualmente, ¿qué harían? Existe esa
necesidad de completarse. Los obreros necesitan un patrono que piense en toda
la organización de la fábrica, en la comercialización de los productos, en la
búsqueda de nuevos mercados, etc. Dios ha creado así a los hombres. Ha querido
que la sociedad sea organizada, ordenada y orgánica, y no una masa de hombres,
como pretenden los masones y liberales; una masa informe de hombres
absolutamente idénticos y con los mismos derechos. Ese concepto es
absolutamente falso y contrario a la naturaleza.
León XIII critica ese concepto
totalmente equivocado y lo describe así:
«Todo está, pues, en manos del pueblo libre; la
autoridad existe por mandato o concesión del pueblo; tanto que, mudada la
voluntad popular, es lícito destronar a los príncipes aun por la fuerza».
Ahora vemos perfectamente la
situación en que se hallan todos los países con la multiplicación de las
elecciones. Apenas son elegidos los candidatos, ya piensan en la siguiente
elección y se ponen a preparar la siguiente campaña electoral. Los políticos
adulan al pueblo diciendo que van a hacer tal o cual cosa para obtener sus
votos en la siguiente campaña electoral. Eso es absurdo y conduce a una
sociedad totalmente ridícula. El que dispone de más medios y dinero y sabe
seducir mejor a los electores, es el que tendrá más influencia y saldrá
elegido, y no el que tenga más cualidades para ser jefe de Estado.
León XIII subraya además el carácter
no solamente antinatural sino también ateo de la democracia masónica.
«Conviene, además, que el Estado sea ateo; no hay
razón para anteponer una a otra entre las varias religiones, pues todas deben
ser igualmente consideradas».
La Masonería
prepara el camino al comunismo
El Papa ve hasta dónde van a llegar
los principios políticos que profesa la Masonería:
«Con esto dejan
expedito el camino a no pocos más audaces que se inclinan a peores opiniones,
pues proyectan la igualdad y comunidad de toda la riqueza, borrando así del
Estado toda diferencia de clases y fortunas».
Este concepto es de los comunistas,
dice el Papa. Así que al profesarlo, los masones preparan el camino al
comunismo. Sería un error pensar que los masones no son la causa del comunismo.
Qui-zás no quieren ver instauradas todas las consecuencias que supone, pero de
hecho sus propios principios lo preparan.
Perversidad de la Masonería
El Papa, después de haber expuesto
los principios de los masones y sus consecuencias, indica el juicio que hay que
hacer de ellos.
«De lo que
sumariamente hemos referido aparece bastante claro qué es y por dónde va la
secta de los masones. Sus principales dogmas discrepan tanto y tan claramente
de la razón, que nada puede ser más perverso».
Así que se trata de una oposición
total a los principios de la razón. Aunque se digan racionalistas y
naturalistas, los principios de los masones son absolutamente contrarios a los
principios naturales y racionales.
«Querer acabar con la religión y la Iglesia, fundada y
conservada perennemente por el mismo Dios, y resucitar después de dieciocho
siglos las costumbres y doctrinas gentílicas, es necedad in-signe y muy audaz
impiedad. (…) En tan feroz e insensato propósito parece reconocerse el mismo
implacable odio o sed de venganza en que arde Satanás contra Jesucristo».
La hora de
Satanás
El juicio que formula el Papa es
claro y formal. Este plan viene de Satanás. Los planes de los masones son
satánicos y están inspirados por el odio contra Nuestro Señor Jesucristo. Hay
que ver las cosas precisamente como las describe León XIII para comprender el
origen y los motivos de esta guerra llevada con tanta inteligencia y, diría yo,
con tanta prudencia, contra las instituciones cristianas y, por consiguiente, para
oponerse al reinado de Nuestro Señor Jesucristo. Han hecho esta guerra desde
hace varios siglos en el mundo entero. Por eso no puede ser que el origen de
semejante plan y realización sólo sean hombres; su origen no puede ser más que
al demonio. Realmente es la ciudad del demonio, que se organiza contra Nuestro
Señor Jesucristo y contra la ciudad cristiana.
Evidentemente, Satanás es malvado y
notablemente inteligente. Sabe disfrazarse a veces con la violencia, a veces
disimulándola con apariencias muy humanitarias, y a veces con doctrinas muy
absolutas como la del comunismo y después con el liberalismo, que se compone de
un buen número de variantes, de tal modo que uno se pierde. Muchos se dejan
atrapar por ese lenguaje ambiguo utilizado para embaucar a la gente sencilla
que no reflexiona y se deja arrastrar. Por supuesto que todos los hombres son
libres, iguales y hermanos. Pero aquí no se trata de la libertad, igualdad ni
fraternidad verdaderas. Hay que tratar de comprender bien los móviles y objetivos
de esta lucha realmente satánica. El Papa no tiene ningún empacho y acusa
categóricamente a Satanás de ser el origen de todas estas doctrinas masónicas,
que deshonran al hombre, a la familia y a la sociedad.
«El empeño de
los masones —el de destruir los principales fundamentos de lo justo y con esto,
y animar así a los que, a imitación del animal, quisiera fuera lícito cuanto
agrada— no es otra cosa que empujar el género humano ignominiosa y
vergonzosamente a su extrema ruina. Aumentan el mal y los peligros que amenazan
a la sociedad doméstica y civil. Porque, como otras veces lo hemos expuesto,
hay en el matrimonio, según el común y casi universal sentir de todos los
pueblos y siglos, algo de sagrado y religioso: veda, además, la ley divina que
pueda disolverse. Pero si esto se permitiera, si el matrimonio se hace profano,
necesariamente ha de seguirse en la familia la discordia y la confusión,
cayendo de su dignidad la mujer y quedando incierta la prole, tanto sobre sus
bienes como sobre su propia vida».
La delincuencia
que engendra la Masonería
Es interesante observar las
consecuencias del comportamiento de los masones. Por una parte crean obras
laicas para los jóvenes y niños, y al mismo tiempo hacen todo lo necesario para
llenar de ellos las cárceles.No dejan a la Iglesia impartir la
educación católica, cuya moral rechazan, y difunden la deshonestidad, el vicio,
las películas y obras pornográficas, etc. Hacen todo para corromper a la
juventud y después ha sido necesario construir prisiones para los niños
delincuentes y hospitales psiquiátricos o reformatorios. Es increíble; todo eso
antes no se conocía. Los reformatorios solían ser orfanatos, administrados por
religiosas o los hermanos de San Juan de Dios. Actualmente, en Francia, están por
ejemplo, las hermanas de Poncalec, donde la policía lleva a los niños
abandonados por sus padres.
Había obras como esas, en las que
los niños encontraban un ambiente de familia y un afecto de parte de esos
hermanos o hermanas que los habían recibido. Sin embargo, esas congregaciones
fue-ron perseguidas y sus miembros expulsados. Se ha hecho todo lo posible para
hacer desaparecer esas obras y, supuestamente, crear otras obras secularizadas.
El resultado ha sido que se han tenido que construir prisiones para niños, que
son auténticos campos de concentración y donde reinan todos los vicios, o,
como hay demasiados delincuentes, no se les hace nada; no se los puede encerrar
a todos. Eso es lo que vemos que pasa ahora en todos los países, es decir: el
aumento de la delincuencia, de los robos, de la droga… Suiza no está exenta de
estas agitaciones que afectan a la juventud. En Zurich y en Lausana se han
visto bandas de jóvenes que roban autos, rompen escaparates de los comercios
para robar y se comportan como auténticos bandidos mientras la policía se
contenta con mirar, pues no sabe qué hacer. Comprueba los hechos, atrapa a
algunos de ellos, los interroga… Van a la cárcel unos días, y luego los dejan
libres y las cosas vuelven a empezar. Las autoridades responsables no saben
cómo gobernar la sociedad, a la que han arrancado todas sus bases morales. Se
ha suprimido todo lo que podía ofrecer a los jóvenes elementos para una vida
conveniente y ordenada. En nombre de la libertad, se han suprimido todas las
barreras... ¡Es espantoso!
La propagación de la droga es un
ejemplo. Es una plaga terrible que se difunde hasta en las escuelas que aún
siguen siendo católicas. Nadie consigue decir qué se puede hacer para poner fin
a ese mal que se propaga cada vez más. Si hemos llegado a ese punto es porque
ya no se quiere imponer la ley moral ni la ley de Dios. El decálogo ya no es la
base de las sociedades, ni de la familia ni de la enseñanza.
No hay más que los “derechos del
hombre”, derecho a la libertad. ¡La libertad!: ahí vemos los resultados.
La revolución y
el deseo de cambio
La doctrina de los masones según la
cual los hombres son iguales arruina toda autoridad en la organización política
de la sociedad civil. Si ese concepto se aplicara a la Iglesia, quedaría
arruinada toda su estructura. Ella es esencialmente jerárquica y la autoridad
la confieren las autoridades superiores, salvo la elección del Papa en el
cónclave. El Papa designa a los obispos, los obispos llaman a los sacerdotes,
etc. La Iglesia es una sociedad enteramente jerárquica, cuya organización se
opone a las doctrinas racionalistas de los masones.
Cuando se aplican las doctrinas de
los masones —dice el Papa— sus consecuencias conducen a la Revolución.
«De los turbulentos errores, que ya llevamos
enumerados, han de temerse los mayores peligros para los Estados. Porque,
quitado el temor de Dios y el respeto a las leyes divinas, menospreciada la
autoridad de los príncipes, consentida y legitimada la manía de las
revoluciones, sueltas con la mayor licencia las pasiones populares, sin otro
freno que el castigo, ha de seguirse necesariamente el trastorno y la ruina de
todas las cosas. Y aun precisamente esta ruina y trastorno, es lo que a
con-ciencia maquinan y expresamente proclaman unidas las masas de comunistas y socialistas, a cuyos
designios no podrá decirse ajena la secta de los masones, pues favorece en gran
manera sus planes y conviene con ellas en los principales dogmas. (…) masones.¡Ojalá juzgasen
todos del árbol por sus frutos y conocieran la semilla y principio de los males
que nos oprimen y los peligros que nos amenazan! Tenemos que habérnoslas con un
enemigo astu-to y doloso que, halagando los oídos de pueblos y príncipes, ha
cautivado a unos y otros con blandura de palabras y adulaciones. Al insinuarse
entre los príncipes fingiendo amistad, pusieron la mi-ra los masones en
lograrlos como socios y colaboradores poderosos para oprimir a la religión católica
(…) No de otro modo engañaron, adulándolos, a los pueblos. Voceando libertad y
prosperidad pública, haciendo ver que por culpa de la Iglesia y de los
monarcas, no había salido ya la multitud de su inicua servidumbre y de su
miseria, engañaron al pueblo, y, despertada en él la sed de novedades, le
incitaron a combatir contra ambas potestades».
CONTINUA...
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