Festividad
Cuarta
Cómo el Hijo de
Dios ha de ser buscado y adorado espiritualmente por el alma devota con los
Magos
1. Sigue la
cuarta solemnidad, que consiste en la adoración de los magos. Una vez que el
alma concibió espiritualmente por la gracia a este dulcísimo niño, lo dio a luz
y le puso nombre, los tres reyes, es decir las tres potencias del alma -con
razón llamadas reyes, porque ya se enseñorean de la carne, dominan los
sentidos, y se ocupan, como corresponde, solamente en las cosas de Dios-, juzgan
que el niño, que ya les fuera revelado de múltiples maneras, debe ser buscado
en la ciudad real, esto es, en todo el mundo universo. Buscan en las
meditaciones, rebuscan con los afectos, preguntan con devotos pensamientos: ¿Dónde
está el que ha nacido? Vimos su estrella en oriente[xvi] ; vimos
su claridad refulgente en la mente devota, vimos su esplendor radiante en lo
secreto del alma, escuchamos su voz dulcísima, gustamos su dulzura
delicadísima, percibimos su aroma suavísimo, experimentamos su deliciosísimo
abrazo. Respóndenos de una vez, Herodes, haznos ver al amado, muéstranos al
bebito deseado. Él es a quien deseamos y buscamos.
2. Oh
dulcísimo y amantísimo niño eterno, recién nacido y antiguo ¿cuándo te veremos,
cuándo te hallaremos, cuando estaremos ante tu rostro? Fastidia gozar sin ti,
deleita gozar contigo y llorar contigo. Todo lo que para ti es adverso para
nosotros es molesto; y lo que te agrada es nuestro deseo indefectible. ¡Oh, si
tan dulce es llorar por ti, cuánto más dulce ha de ser gozar por ti![xvii].
¿Dónde está, pues, el que buscamos? ¿Dónde está el que deseamos en todo y por
sobre todo? ¿Dónde está el que ha nacido rey de los Judíos, ley de
los devotos, luz de los ciegos, guía de los miserables, vida de los que mueren,
salud eterna de todos los que eternamente viven?[xviii].
3. Sigue la
respuesta justa: En Belén de Judá; Belén significa casa
del pan, Judá confesión[xix]. Cristo
es hallado allí donde, después de la confesión
de los crímenes, se escucha, se rumia y se retiene en la mente
devota el pan de vida celeste, es decir, la doctrina del Evangelio,
para realizarla en las obras y proponerla a los otros para ser
vivida. El niño Jesús es hallado con María, la madre[xx] , allí donde,
después de la dolorosa contrición del llanto, después de la fructuosa
confesión, se disfruta la dulzura de la contemplación celeste y del
consuelo, a veces entre abundantísimas lágrimas, cuando la oración
que se comienza casi desesperada, se deja llena de gozo y segura
del perdón[xxi]. ¡Oh feliz María, por quien es concebido Jesús, de quien
nace y con quien tan dulce y gozosamente es hallado Jesús!
4. Pero
también vosotros, reyes, es decir potencias naturales del alma devota, buscad
con los reyes de la tierra para adorarle y ofrecerle dones[xxii]
. Adorad
con reverencia, porque es el creador, el redentor y el remunerador: creador en
la formación de la vida natural, redentor en la reformación de la vida
espiritual, remunerador en la entrega de la vida eterna. Oh, vosotros, reyes,
adorad con reverencia, ya que es rey poderosísimo; adorad con decencia, ya que
es maestro sapientísimo; adorad con alegría, ya que es príncipe liberalísimo. Y
no os deis por satisfechos con la adoración, si no la sigue la oblación.
Ofreced -diré- el oro del amor más ardiente, ofreced el incienso de la
contemplación más devota, la mirra de la contrición más amarga: el oro del amor
por los bienes otorgados, el incienso de la devoción por los gozos preparados,
la mirra de la contrición por los pecados cometidos; ofreced oro a la Divinidad
eterna, incienso a la santidad del alma, mirra a la pasibilidad del cuerpo.
Así, pues, buscad, adorad y ofreced vosotras, almas.
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