CAPITULO VII: LA LITURGIA, JESUCRISTO COMUNICADO
Después de haber examinado las profesiones de fe, la
actitud de los enemigos de la Iglesia contra Nuestro Señor y las
manifestaciones de su divinidad, veamos cuál es el lugar que ocupa Nuestro
Señor en la liturgia y en la vida de la Iglesia. En la liturgia se expresa de una
manera perfecta lo que la Iglesia piensa de Nuestro Señor Jesucristo y lo que
nos pide que consideremos en su persona. Sería un error considerar la liturgia
sólo como una hermosa página de historia que se nos cuenta a lo largo del año.
Considerarla liturgia únicamente bajo este aspecto, sería comprenderla muy mal.
La liturgia no sólo es el recuerdo de los acontecimientos de la vida de Nuestro
Señor Jesucristo, de sus acciones y de todo lo que nos enseñó, sino que, antes
que nada, es una vida. Por la liturgia, Nuestro Señor nos comunica no sólo la
fe sino también la santificación, nos comunica su gracia, su gracia santificante.
Para la Iglesia, es evidente que el punto central de esta acción saludable que
nos comunica la gracia es el santo Sacrificio de la Misa. Para que participemos
mejor al santo Sacrificio de la Misa, la Iglesia ha querido colocarlo en medio
de un conjunto de fiestas y de recuerdos de la vida de Nuestro Señor y de la
vida de los santos. Cada acontecimiento de la vida de Nuestro Señor nos da una
gracia particular.
Desgraciadamente, ya no podemos comprender solos la profundidad
y la grandeza del misterio de Nuestro Señor y por eso la Iglesia lo pone a
nuestro alcance de manera muy materna. Nos distribuye las gracias a lo largo de
todo el año por medio de las fiestas de Nuestro Señor y particularmente con los
dos grandes ciclos del año litúrgico: el ciclo de Navidad y el ciclo pascual.
Nos comenta el Padre Pius Parsch en su Guía del año
litúrgico: «¿Qué debemos esperar del año litúrgico? La vida divina, la vida en
abundancia. La vida divina, cuyo germen puso el bautismo en nuestra alma, debe
desarrollarse durante este año eclesiástico y tender a su perfección por medio
de la oración litúrgica. La liturgia se parece a un anillo precioso cuyo
diamante es la Eucaristía y el Sacrificio eucarístico y cuyo engaste lo
componen las fiestas y los tiempos eclesiásticos. El viaje a través del año eclesiásticos
e parece a una excursión a la montaña. Tenemos que subir a dos cimas: la
primera cumbre es la montaña de Navidad y la otra y principal, es la de Pascua.
En ambos casos hay una subida, el tiempo de la preparación, Adviento para
Navidad y Cuaresma para Pascua, y un camino en las alturas, de una cumbre a
otra, desde Navidad a la Epifanía y de Pascua hasta Pentecostés».Esta imagen que nos da el Padre Parsch nos ayuda a
comprender mejor lo que es el año litúrgico. «Por eso tenemos que recorrer dos
ciclos de fiestas; en ambos, las consideraciones particulares tienen, en su conjunto,
por objeto el reino de Dios en el alma y en la Iglesia. Dos veces al año buscamos
el reino de Dios, lo hallamos y lo edificamos. La Iglesia nos enseña en este
año eclesiástico. Es una escuela de fe. Durante el año litúrgico, se nos van
presentando y recordando las verdades de la fe. El año litúrgico es una
educación celosa: no sólo quiere comunicarnos las verdades de la fe sino que
nos quiere hacermejores y educarnos para el Cielo. A través de todos los días
del año litúrgico se nos dirige el mismo llamamiento al corazón: “dejad el
hombre viejo y revestíos del hombre nuevo”».
Eso también nos lo recuerda Dom Gaspar Lefebvre. Hay que reconocer que, desde principios de
siglo, ha tenido lugar un esfuerzo considerable para que los fieles comprendan
mejor la liturgia y ellos se han interesado mucho. El Año litúrgico de Dom
Guéranger, por ejemplo, tuvo un éxito extraordinario. En otro tiempo, solían
verse personas que asistían a la santa Misa con el libro del año litúrgico o
que por lo menos lo tenían en su biblioteca y tenían la costumbre de prepararse
a la Misa leyendo esos libros. Si queremos realmente penetrar en el misterio de
Nuestro Señor, conocerlo verdaderamente, amarlo Como tenemos que hacerlo,
unirnos a El y recibir sus gracias, es del todo necesario que conozcamos la liturgia, la estudiemos y la apreciemos. Es, desde
luego, un gran medio de santificación. «El culto público, los ritos,
sacramentos, oraciones oficiales y los días y fiestas del año litúrgico son medios
de los que ella se sirve para unirnos a Cristo y transformar nuestras almas a
imagen de la suya. Cada año, del Adviento a Pentecostés, nos hace celebrar los
principales acontecimientos de la vida del Salvador, no como un simple
recuerdo...» Es lo que dicen los protestantes. Para ellos la liturgia (si puede
aún llamarse así la liturgia protestante) es sólo un recuerdo, una historia que
trata de Nuestro Señor pero que no tiene este sentido vital, que no es fuente
de vida y de santificación, capital para todos los católicos. Nuestro Señor ha querido
que su vida, la vida de la gracia, pase a través de sus sacramentos y de su
liturgia. «...para renovarnos por la aplicación de gracias particulares que nos
da en cada celebración. La comunicación tan viva de los misterios de Cristo
impregna nuestras almas de una vida cristiana auténtica, íntimamente vinculada
a la de la Iglesia. La Iglesia misma nos inculca el sentido yel espíritu de
estas celebraciones litúrgicas. Basta con dejarse guiar por ella para
penetraren el corazón del misterio cristiano y sacar pleno provecho de su
eficacia sobrenatural». Dom Marmion dice lo mismo de una manera admirable: «La
Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, que es el Espíritu del mismo Jesucristo,
descorre ante la vista de todos sus hijos, desde Navidad a la Ascensión, el
ciclo completo de los misterios de Jesucristo, unas veces resumiéndolos y
proponiéndoles otras en perfecto orden cronológico, como ocurre en Semana Santa
y en el Tiempo Pascual. Y así es como hace revivir ante nosotros, no de una
manera cualquiera, sino de modo animado y dramático, todos y cada uno de los
misterios de su divino Esposo; merced a Ella, podemos recorrer las diversas
etapas de su vida mortal y gloriosa. Y si no abandonamos a guía tan buena,
infaliblemente llegaremos a conocerlos misterios de Jesucristo, y lo que es
más, penetraremos en los sentimientos de su divino Corazón»
Los misterios de Cristo, dice Dom Marmion, no son sólo
cuadros para mirar o modelos para imitar, sino también fuentes de gracias, de modo
que hay una gracia para cada misterio de Nuestro Señor en la Jesucristo en sus
misterios (Cómo nos asimilamos el fruto de los misterios de Jesucristo),
E.L.E., Barcelona 1959, pág.40.
liturgia: renacimiento espiritual (Navidad), muerte al
pecado (Pasión), libertad del alma, vida para Dios (Pascua) y vida en el cielo
por la fe (Ascensión). «Siguiendo, de
este modo, a Jesucristo en todos sus misterios, y uniéndonos a El, vamos
teniendo parte lentamente, pero de un modo seguro y cada vez en mayor escala, y
con una intensidad más profunda, en su vida divina. San Agustín expresa esta
bella idea: “Lo que un día se realizó en Cristo, se va renovando
espiritualmente en nuestras almas por la reiterada celebración de sus misterios”:“Quod semel factum est in rebus veritas
indicat, hoc saepius celebrandumin cordibus piis solemnitas renovat” (Sermo220,
in vigil. Paschae II)»
CONTINUA...
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