Hay
actos benéficos y asombrosos que las autoridades, tanto eclesiásticas como
civiles, en el momento determinado por Dios y en las circunstancias más
difíciles y contrapuestas, se han llevado a cabo. Aún teniendo en contra, a los
enemigos más poderosos de la Religión Católica. Uno de esos raros actos fue la
Consagración de nuestro país a Cristo Rey en el aciago año de 1914.
Victoriano Huerta (Consagró a Mexico a Cristo Rey) |
Justo al
inicio de la mayor revolución social sufrida por México, planeada, azuzada,
sostenida por los sucesivos gobiernos y los grandes financieros de los Estados
Unidos de América en complicidad con las sectas masónicas mexicanas. Cuyo fin
inmediato era quedarse con el petróleo y la red de ferrocarriles propiedad de
capitales europeos. Aunado a este fin, estaba otro más importante; destruir
también, la religión católica y la cultura hispana de México.
La
Revolución planeada y preparada para nuestro país por la cúpula política y
financiera de los Estados Unidos, desde la ciudad de Nueva York, seguía un plan
perfectamente planeado desde el anterior siglo XIX. El plan secreto era imponer
al pueblo mexicano la anarquía, previa a la introducción del Nuevo Orden
Mundial de esa época. Se intentaba implantar el Comunismo en todo el mundo
comenzando por México de manera experimental. El
primer paso para ello era la destrucción de la religión del pueblo mexicano, la
Religión Católica, y de toda autoridad civil, de la influencia cultural
europea, y de toda la riqueza material acumulada en 30 años de paz porfiriana,
así como el robo de los capitales privados. Después, seguiría la uniformidad de
sus habitantes en las doctrinas socialistas ateas.
México
había sido escogido por esa cúpula plutocrática de los EE.UU. para servir de
experimento a la revolución posterior, de 1917, aplicada en Rusia por los
bolcheviques y en España entre 1933 y 1939 con la llamada Guerra Civil, que
produjo, como en México, un millón de muertos. Estas revoluciones y
prácticamente todas, desde la Revolución protestante del siglo XVI contra el
papado y la Religión Católica, hasta las guerras del Medio Oriente, pasando por
las devastadoras destrucciones del continente asiático, han sido ejecutadas por
los agentes del Anticristo para instaurar su reino materialista en todo el
mundo; llamado “Novus Ordo Seculorum”.
“Las
Revoluciones de México son impulsadas por dos agentes que operan sobre él
mancomunadamente: la masonería y el gobierno de los Estados Unidos de
Norteamérica…..” (A. Gibaja y Patrón, “Revoluciones Sociales de México”, cap. XX tomo V….1)
Don
Francisco I. Madero pasó la frontera del norte con el “Plan de San Luis” en la
mano, lo proclamó el 5 0ctubre de 1910, para derrocar al Gral. Porfirio Díaz
después de casi 30 años de un gobierno fuerte, aunque masónico, que había
traído la paz anhelada al pueblo mexicano….Francisco. I. Madero, masón y
espiritista, era el ariete para comenzar la Revolución que destruiría la
riqueza y el prestigio internacional de México, duramente adquirido después de
70 años de desorden nacional. Francisco I. Madero, como el cura Miguel Hidalgo
cien años antes, estaba imbuido por las utopías de los filósofos del siglo
XVIII. Pero, era el hombre de paja de la política yanqui que lo quemaría en el
momento adecuado.
A
principios de 1911 los revolucionarios de Madero tomaron posiciones en lugares
cercanos a la frontera norte apoyados por asesores extranjeros entre ellos el
revolucionario italiano José Garibaldi, nieto de Giuseppe Garibaldi el
unificador de Italia. La Revolución tomó fuerza con las contribuciones de
Francisco Villa y Emiliano Zapata, armados con pertrechos y asesores yanquis. El
8 de junio de 1911 Madero entró en la ciudad de México como jefe de la
Revolución que predicaba un gobierno democrático establecido por el pueblo y
para el pueblo. Se convocaron elecciones para Presidente y Vicepresidente, pero
la gran mayoría de la gente de razón no votó. Por lo que se contabilizaron los
votos de la plebe más ignorante que no tenía idea de lo que era la Democracia,
y con ese bagaje espurio, se reconoció como presidente de México a Madero y
vicepresidente a Pino Suárez.
(1.
Capítulo XX, Tomo V, “Revoluciones Sociales de México”, Ed. Tradición, Antonio
Gibaja y Patrón.
2.
Idem.)
Madero
y su gobierno comenzaron con una política de estabilidad nacional ajena a las
intenciones aceleradas de los financieros yanquis que deseaban la destrucción
rápida del antiguo régimen para, que en aguas tormentosas, hacerse de las
riquezas naturales del suelo y subsuelo mexicanos.
Por
tanto, deseaban que el nuevo gobierno maderista hiciera las reformas necesarias
para tal fin. Sin embargo Francisco I. Madero no se mostraba diligente. Ya
había pasado un año de la toma del poder y su gobierno no desbarataba los
tratados con las potencias europeas. Entonces era necesario moverle el tapete
para que retomara los postulados revolucionarios. El
inquieto caballerango Emiliano Zapata desconoció a Madero y proclamó el Plan de
Ayala en el sur del país, ayudado por sus asesores yanquis, su propósito
oficial era reivindicar a la raza indígena. Esto, aunado a la división de los
maderistas en dos tendencias de logias: unos acelerados y otros más calmados en
las reformas y expropiaciones que pretendían de la riqueza del país en
beneficio de los capitalistas judeoyanquis, y que comandaba sin embozo el
embajador de USA. Henry Lane Wilson, debilitaron el gobierno de Madero quien
retardaba unas veces, y otras se oponía francamente, a las ordenes
impertinentes del Departamento de Estado yanqui por medio de su embajador.
A
parte de esta lamentable situación, el general Félix Díaz masón de alto grado,
pariente del depuesto presidente Porfirio Díaz, y otros masones, se
pronunciaron en Veracruz desconociendo a Madero, para supuestamente,
restablecer el régimen anterior. (Gibaja y Patrón, cap. XXI, “Revoluciones
Sociales de México.”) El
general Félix Díaz y su gente se hicieron fuertes en la Ciudadela de la
capital; con la defección y ayuda del general maderista Huerta, tomaron
prisioneros a Francisco I. Madero, a su hermano Ernesto y a José Ma. Pino
Suárez el 19 de febrero de 1913, por presiones renunciaron a sus cargos, siendo
trasladados a la Penitenciaría. Mientras tanto, a instancias del embajador H.
L. Wilson se reunieron en la Embajada norteamericana los militares golpistas,
acordando dar el gobierno provisional al general Huerta.
El
presidente Madero y su vicepresidente Pino Suárez renunciaron a sus puestos
quedando prisioneros del general Victoriano Huerta. Trasladados a la
Penitenciaría, el 22 de febrero en la madrugada se hallaron sus cadáveres. Después
de esa acción viene una serie de conjeturas que los historiadores no han podido
aclarar porque la masonería internacional siempre se empeña en oscurecer los
acontecimientos donde ella interviene de manera relevante. Existen muchas
versiones para dilucidar la responsabilidad directa en esos asesinatos, pero
ninguna ha resultado convincente.
Sin
embargo, la historia oficial de los sucesivos gobiernos masónicos mexicanos ha
declarado, al general Huerta católico y antimasónico, como el único
responsable, eximiendo de ello, a todos los participantes revolucionarios. Los
verdaderos culpables han quedado en la sombra, resguardados por el secreto de
las logias. De esos acontecimientos ha pasado un siglo, hoy son muchos los
historiadores que han investigado y sacado conjeturas que han deslindado los
tejemanejes de los revolucionarios mexicanos. Pero, los hechos de los
protagonistas son los que cuentan. En los doscientos años que han pasado desde
que el cura Hidalgo dio el grito de Dolores con el cual dio inicio la guerra de
indecencia los gobiernos liberales mexicanos han cometido miles de horrendos
crímenes contra los mexicanos que no han aceptado su ideología anticristiana, y
sin embargo, la historia oficial de México ha ocultado y mantenido a cubierto,
las traiciones, los asesinatos, robos y todo tipo de fechorías de sus llamados
héroes y próceres.
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