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jueves, 20 de abril de 2017

LA VIDA DE MONS. MARCEL LEFEBVRE




Interés por el tratado sobre la Iglesia

Marcel Lefebvre se inscribió el 2 de noviembre de 1925 en el «curso mayor» de teología de la Gregoriana'". En la clase de Teología Fundamental del Padre Fabro, aprendió que «los no católicos no forman parte de la Iglesia, porque en ellos (en los adultos) el vínculo social de la unidad de la fe está "impedido" por la herejía, aunque sea sólo material». La clase insistía sobre la existencia de un magisterio visible y vivo (contra la Sola Escritura de Lutero), sobre la infalibilidad del Papa cuando habla ex cathedra y sobre la de los Concilios ecuménicos «que participan de la infalibilidad ordinaria del Sumo Pontífice.
Esta teología de la Iglesia era, como lo expresaba admirablemente el Padre Berto, «la teología de la romanidad» o la «romanidad teológica»: no solamente una teología aprendida en Roma, sino una «teología formalmente romana». Y la primera tesis de esa teología -seguía diciendo el Padre- es precisamente que «el Romano Pontífice no es solamente el Doctor infalible del dogma cristiano, sino el primer teólogo en la Iglesia teóloga». ¡Dichosos tiempos! ¡Las encíclicas de Pío XI continuaban iluminando sin sombras a la Iglesia con la misma teología romana que alimentaba todas las líneas del Denzinger. El fervor romano del Seminario seguía con devoción las enseñanzas del sucesor de Pedro.
Marcel Lefebvre no escapaba a ese fervor. Para él, la referencia al magisterio o al ministerio romano bastaba para zanjar toda discusión y corregir toda desviación.
El sacerdocio y la realeza de Nuestro Señor Jesucristo El joven estudiante se iba formando con los primeros tratados teológicos, pero su alma estaba más presente en el Seminario que en la Gregoriana. Y es que en Santa Chiara el Padre Voegtli continuaba su apasionante serie de conferencias sobre la persona de Nuestro Señor Jesucristo, comentando ese año la encíclica Quas Primas publicada el 11 de diciembre de 1925.
Antiguo Superior del Escolásticado Menor espiritano de Cehule (Puyde-Dóme), el Padre Marc Voegtli era desde 1909 «padre espiritual» en Santa Chiara, encargado por ese título de algunas conferencias espirituales y de la dirección espiritual de gran parte de los seminaristas, Marcel entre ellos.
El conferenciante «impresionaba» por su voz grave y su espíritu de fe, «subyugaba a veces, incluso cuando lanzaba ideas paradójicas, a menudo extremas a propósito y marcadas con el sello de lo absoluto, porque era amigo de la Tesis». Pero a la vez, «¡qué increíble suavidad», qué «don tan excepcional para comunicar la Sabiduría, para hacer perceptible el sabor [...] de Jesús y de su Iglesia'»!
Su doctrina era simple, nos hablaba únicamente de Nuestro Señor Jesucristo Rey [...] Enseñaba la integridad del sacerdocio, la lógica del sacerdocio llevada hasta sus últimas consecuencias: el sacrificio del sacerdote por el Reinado de Nuestro Señor Jesucristo.
Todo lo juzgaba bajo ese punto de vista. Mis queridos amigos --decía el Padre-, en cuanto de mí depende, os ruego que améis a Nuestro Señor Jesucristo; o bien: Mis queridos amigos, predicad a Nuestro Señor Jesucristo con todo vuestro corazón".
Un testimonio colectivo firmado por doce seminaristas, entre ellos Henri Barré, Émile Laurent y Joseph Trochu, afirmaba: «Por él aprendimos a ver en Nuestro Señor Jesucristo al rey, al centro de todo, la solución de todos los problemas, el alimento, el pensamiento, la vida, todo. [...] Es lo que él quiso grabar en nosotros, y eso se nos quedará".
Cincuenta años después, uno de sus raros discípulos todavía fieles, Marcel Lefebvre, daba también testimonio de la impresión imborrable producida por esas «conferencias tan sencillas en las que tomaba las palabras de la Escritura para mostrar quién es Nuestro
Señor Jesucristo [...] ¡Eso se nos ha quedado para toda la vida!». Se había convertido incluso en el tema de las meditaciones del seminarista: Nunca lograremos meditar y buscar lo bastante -decía- quién es Nuestro Señor Jesucristo. [...] Él debería ser la regla de nuestro pensamiento, Él es la causa de nuestra santidad, Él es nuestro Creador, porque nada, absolutamente nada, se ha hecho sin el Verbo y, por consiguiente, sin Nuestro Señor Jesucristo, que es el Verbo. Y así todo nuestro pensamiento y nuestra contemplación deben ser para Nuestro Señor Jesucristo. ¡Eso transforma la vida!".
Le faltaban términos para expresar su experiencia de seminarista, cuando la palabra mística del Padre Voegtli despertaba su espíritu de sabiduría y de inteligencia con el sabor y la profundidad del misterio de Cristo, brindándole al mismo tiempo una mirada sobrenatural sobre las cosas y el deseo de trabajar en la práctica por el Reinado de Nuestro Señor Jesucristo.
En la milicia sagrada El Año Santo fue el de los primeros pasos de Marcel Lefebvre en la milicia clerical. El 19 de diciembre, en la iglesia del Seminario Romano de Letrán, fue tonsurado por Su Excelencia Monseñor Giuseppe Palica, vice administrador del Cardenal Vicario. De ahora en adelante estaría «consagrado a los ministerios divinos» (canon 108, § 1), separado, clerus por vocación divina para formar parte de la jerarquía de orden y de jurisdicción que, por institución divina, se distingue del laicado (canon 107).
El sábado de citientes, 20 de marzo de 1926, recibió las dos primeras órdenes menores de ostiario y lector en la basílica de San Juan de Letrán, de manos del Cardenal Vicario Pompilj.
Por último, después del retiro pascual predicado en el seminario por el Padre De la Taille, S.]., sobre el sacerdocio y la realeza de Cristo, fue promovido por Monseñor Palica a las dos últimas órdenes menores de exorcista y acólito, en la iglesia del Seminario Romano, el Sábado Santo 3 de abril. En ese mismo momento, una larga ceremonia paralela de ordenación a las órdenes mayores se llevaba a cabo en la vecina basílica de San Juan de Letrán: el Cardenal Vicario ordenaba allí sacerdotes a varios de los compañeros mayores y amigos de Marcel, entre otros: Paul Nau, futuro benedictino de Solesmes y teólogo del Magisterio pontificio ordinario: Alphonse Roul, de quien ya hemos hablado; Raymond Dulac, futuro canonista de Versalles y corresponsal romano del Courrier de Rome durante y después del Concilio Vaticano II; y Victor-Alain Berro", muy apreciado del Padre Le Floch, romano de razón y de pasión, que fundaría el hogar Nuestra Señora de la Alegría y agregaría el Instituto de las Dominicas del Espíritu Santo a la Orden de Santo Domingo. Ese sacerdote de estatura menuda, metafísico empapado de Santo Tomás, y sobre todo pius cum doctrina, sería durante el Concilio el teólogo de Monseñor Lefebvre.
Seminarista y soldado, 1926-1927 La sotana con que Marcel Lefebvre se presentó en la oficina de reclutamiento de Valenciennes le ganó, como a su hermano en 1923, benevolencia y respeto. Acababa de aprobar sus primeros exámenes de teología los días 22 y 23 de abril de 1926, y lamentaba tener que interrumpir sus estudios, pero estaba persuadido, como su hermano, «de que se puede hacer mucho bien en el cuartel». Su situación de seminarista, conocida por sus camaradas, le permitió recibir sus confidencias.
Para servir mejor y disfrutar de una relativa libertad, escogió el pelotón de Alumnos oficiales de reserva y se incorporó así a la IV Compañía del 5080 Regimiento de Carros de Combate en el Campamento de Mourmelon. Por la mañana hacía marchas por el barro y la nieve, y por la tarde seguía algunas clases. El seminarista soldado no se distinguió aparentemente por su celo, porque en diciembre fue trasladado como simple sargento a Valenciennes, al 5090 Regimiento de Carros Ligeros.
Empleado «en oficinas», quedaba bastante libre y podía comulgar casi todos los días. El seminarista soldado no se complicaba la vida con los reglamentos militares: llegó a darle a su familia la sorpresa de ir a pasar la Nochebuena en casa... sin permiso.
Como no tenía a nadie con quien conversar, el militar se sentía a veces muy solo; y entonces se dedicaba a instruir por las noches a los reclutas analfabetos, que eran muchos, e intentaba darles clases de catecismo que parecían apreciar bastante.
En octubre trató de difundir la tercera orden de San Francisco (posiblemente era ya uno de sus miembros), encargando, por 13 francos, quinientos folletos de propaganda.
René subdiácono y Bernadette novicia El 17 de abril de 1927 Marcel asistió con su familia en Chevilly a la ordenación de su hermano René como subdiácono.
El 5 de noviembre, el «certificado de buena conducta», firmado por el coronel Lemar, daba fe de que el sargento" Marcel Lefebvre había «prestado constantemente sus servicios con honor y fidelidad». Así pudo asistir como seminarista a la ordenación sacerdotal de René, el 15 de noviembre en Chevilly, y volver a ver a su hermana Bernadette, postulante en las Hermanas misioneras del Espíritu Santo.
Ese instituto, fundado por Eugénie Caps y Monseñor Le Roy en Lorena el 6 de enero de 1921, se proponía «trabajar por la salvación de las almas abandonadas, especialmente de los infieles de raza negra, en las misiones y obras confiadas a la Congregación del Espíritu Santo». Esta joven congregación hermana dio sus primeros.





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