Interés por el tratado sobre la
Iglesia
Marcel Lefebvre se inscribió el 2 de noviembre de
1925 en el «curso mayor» de teología de la Gregoriana'". En la clase de
Teología Fundamental del Padre Fabro, aprendió que «los no católicos no forman
parte de la Iglesia, porque en ellos (en los adultos) el vínculo social de la
unidad de la fe está "impedido" por la herejía, aunque sea sólo
material». La clase insistía sobre la existencia de un
magisterio visible y vivo (contra la Sola Escritura de Lutero), sobre la
infalibilidad del Papa cuando habla ex cathedra y sobre la de los Concilios
ecuménicos «que participan de la infalibilidad ordinaria del Sumo Pontífice.
Esta teología de la Iglesia era, como lo expresaba
admirablemente el Padre Berto, «la teología de la romanidad» o la «romanidad
teológica»: no solamente una teología aprendida en Roma, sino una «teología
formalmente romana». Y la primera tesis de esa teología -seguía diciendo el
Padre- es precisamente que «el Romano Pontífice no es solamente el Doctor
infalible del dogma cristiano, sino el primer teólogo en la Iglesia teóloga».
¡Dichosos tiempos! ¡Las encíclicas de Pío XI continuaban iluminando sin sombras
a la Iglesia con la misma teología romana que alimentaba todas las líneas del
Denzinger. El fervor romano del Seminario seguía con devoción las enseñanzas
del sucesor de Pedro.
Marcel Lefebvre no escapaba a ese fervor. Para él,
la referencia al magisterio o al ministerio romano bastaba para zanjar toda
discusión y corregir toda desviación.
El sacerdocio y la realeza de Nuestro Señor
Jesucristo El joven estudiante se iba formando con los primeros tratados
teológicos, pero su alma estaba más presente en el Seminario que en la
Gregoriana. Y es que en Santa Chiara el Padre Voegtli continuaba su apasionante
serie de conferencias sobre la persona de Nuestro Señor Jesucristo, comentando
ese año la encíclica Quas Primas publicada el 11 de diciembre de 1925.
Antiguo Superior del Escolásticado Menor espiritano
de Cehule (Puyde-Dóme), el Padre Marc Voegtli era desde 1909 «padre espiritual»
en Santa Chiara, encargado por ese título de algunas conferencias espirituales
y de la dirección espiritual de gran parte de los seminaristas, Marcel entre
ellos.
El conferenciante «impresionaba» por su voz grave y
su espíritu de fe, «subyugaba a veces, incluso cuando lanzaba ideas
paradójicas, a menudo extremas a propósito y marcadas con el sello de lo
absoluto, porque era amigo de la Tesis». Pero a la vez, «¡qué increíble
suavidad», qué «don tan excepcional para comunicar la Sabiduría, para hacer
perceptible el sabor [...] de Jesús y de su Iglesia'»!
Su doctrina era simple, nos hablaba únicamente de
Nuestro Señor Jesucristo Rey [...] Enseñaba la integridad del sacerdocio, la
lógica del sacerdocio llevada hasta sus últimas consecuencias: el sacrificio
del sacerdote por el Reinado de Nuestro Señor Jesucristo.
Todo lo juzgaba bajo ese punto de vista. Mis
queridos amigos --decía el Padre-, en cuanto de mí depende, os ruego que améis
a Nuestro Señor Jesucristo; o bien: Mis queridos amigos, predicad a Nuestro
Señor Jesucristo con todo vuestro corazón".
Un testimonio colectivo firmado por doce
seminaristas, entre ellos Henri Barré, Émile Laurent y Joseph Trochu, afirmaba:
«Por él aprendimos a ver en Nuestro Señor Jesucristo al rey, al centro de todo,
la solución de todos los problemas, el alimento, el pensamiento, la vida, todo.
[...] Es lo que él quiso grabar en nosotros, y eso se nos quedará".
Cincuenta años después, uno de sus raros discípulos
todavía fieles, Marcel Lefebvre, daba también testimonio de la impresión
imborrable producida por esas «conferencias tan sencillas en las que tomaba las
palabras de la Escritura para mostrar quién es Nuestro
Señor Jesucristo [...] ¡Eso se nos ha quedado para
toda la vida!». Se había convertido incluso en el tema de las meditaciones del seminarista:
Nunca lograremos meditar y buscar lo bastante -decía- quién es Nuestro Señor
Jesucristo. [...] Él debería ser la regla de nuestro pensamiento, Él es la
causa de nuestra santidad, Él es nuestro Creador, porque nada, absolutamente
nada, se ha hecho sin el Verbo y, por consiguiente, sin Nuestro Señor
Jesucristo, que es el Verbo. Y así todo nuestro pensamiento y nuestra
contemplación deben ser para Nuestro Señor Jesucristo. ¡Eso transforma la
vida!".
Le faltaban términos para expresar su experiencia de
seminarista, cuando la palabra mística del Padre Voegtli despertaba su espíritu
de sabiduría y de inteligencia con el sabor y la profundidad del misterio de
Cristo, brindándole al mismo tiempo una mirada sobrenatural sobre las cosas y
el deseo de trabajar en la práctica por el Reinado de Nuestro Señor Jesucristo.
En la milicia sagrada El Año Santo fue el de los
primeros pasos de Marcel Lefebvre en la milicia clerical. El 19 de diciembre,
en la iglesia del Seminario Romano de Letrán, fue tonsurado por Su Excelencia
Monseñor Giuseppe Palica, vice administrador del Cardenal Vicario. De ahora en
adelante estaría «consagrado a los ministerios divinos» (canon 108, § 1),
separado, clerus por vocación divina para formar parte de la jerarquía de orden
y de jurisdicción que, por institución divina, se distingue del laicado (canon
107).
El sábado de citientes, 20 de marzo de 1926, recibió
las dos primeras órdenes menores de ostiario y lector en la basílica de San
Juan de Letrán, de manos del Cardenal Vicario Pompilj.
Por último, después del retiro pascual predicado en
el seminario por el Padre De la Taille, S.]., sobre el sacerdocio y la realeza
de Cristo, fue promovido por Monseñor Palica a las dos últimas órdenes menores
de exorcista y acólito, en la iglesia del Seminario Romano, el Sábado Santo 3
de abril. En ese mismo momento, una larga ceremonia paralela de ordenación a
las órdenes mayores se llevaba a cabo en la vecina basílica de San Juan de
Letrán: el Cardenal Vicario ordenaba allí sacerdotes a varios de los compañeros
mayores y amigos de Marcel, entre otros: Paul Nau, futuro benedictino de
Solesmes y teólogo del Magisterio pontificio ordinario: Alphonse Roul, de quien
ya hemos hablado; Raymond Dulac, futuro canonista de Versalles y corresponsal
romano del Courrier de Rome durante y después del Concilio Vaticano II; y
Victor-Alain Berro", muy apreciado del Padre Le Floch, romano de razón y
de pasión, que fundaría el hogar Nuestra Señora de la Alegría y agregaría el
Instituto de las Dominicas del Espíritu Santo a la Orden de Santo Domingo. Ese
sacerdote de estatura menuda, metafísico empapado de Santo Tomás, y sobre todo
pius cum doctrina, sería durante el Concilio el teólogo de Monseñor Lefebvre.
Seminarista y soldado, 1926-1927 La sotana con que
Marcel Lefebvre se presentó en la oficina de reclutamiento de Valenciennes le
ganó, como a su hermano en 1923, benevolencia y respeto. Acababa de aprobar sus
primeros exámenes de teología los días 22 y 23 de abril de 1926, y lamentaba
tener que interrumpir sus estudios, pero estaba persuadido, como su hermano,
«de que se puede hacer mucho bien en el cuartel». Su situación de seminarista,
conocida por sus camaradas, le permitió recibir sus confidencias.
Para servir mejor y disfrutar de una relativa
libertad, escogió el pelotón de Alumnos oficiales de reserva y se incorporó así
a la IV Compañía del 5080 Regimiento de Carros de Combate en el Campamento de
Mourmelon. Por la mañana hacía marchas por el barro y la nieve, y por la tarde
seguía algunas clases. El seminarista soldado no se distinguió aparentemente
por su celo, porque en diciembre fue trasladado como simple sargento a
Valenciennes, al 5090 Regimiento de Carros Ligeros.
Empleado «en oficinas», quedaba bastante libre y
podía comulgar casi todos los días. El seminarista soldado no se complicaba la
vida con los reglamentos militares: llegó a darle a su familia la sorpresa de
ir a pasar la Nochebuena en casa... sin permiso.
Como no tenía a nadie con quien conversar, el
militar se sentía a veces muy solo; y entonces se dedicaba a instruir por las
noches a los reclutas analfabetos, que eran muchos, e intentaba darles clases
de catecismo que parecían apreciar bastante.
En octubre trató de difundir la tercera orden de San
Francisco (posiblemente era ya uno de sus miembros), encargando, por 13
francos, quinientos folletos de propaganda.
René subdiácono y Bernadette novicia El 17 de abril
de 1927 Marcel asistió con su familia en Chevilly a la ordenación de su hermano
René como subdiácono.
El 5 de noviembre, el «certificado de buena
conducta», firmado por el coronel Lemar, daba fe de que el sargento"
Marcel Lefebvre había «prestado constantemente sus servicios con honor y
fidelidad». Así pudo asistir como seminarista a la ordenación sacerdotal de
René, el 15 de noviembre en Chevilly, y volver a ver a su hermana Bernadette,
postulante en las Hermanas misioneras del Espíritu Santo.
Ese instituto, fundado por Eugénie Caps y Monseñor
Le Roy en Lorena el 6 de enero de 1921, se proponía «trabajar por la salvación
de las almas abandonadas, especialmente de los infieles de raza negra, en las
misiones y obras confiadas a la Congregación del Espíritu Santo». Esta joven
congregación hermana dio sus primeros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario