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jueves, 9 de junio de 2016

La Santa Rusia

stárets Zosima, personaje de ficción creado por Fiódor Dostoievski, presente en su obra cumbre: Los hermanos Karamázov

La vida sin el pensamiento es ciega, el pensamiento sin la vida, es frío y estéril.


En cuanto al Estado, está de acuerdo con la tesis ortodoxa establecida por Kíreevskl: "El deber del Estado es ponerse de acuerdo con la iglesia, para darse, como objeto principal de su existencia, Ira tarea de penetrarse más y más del espíritu de la Iglesia, y no sólo mirar a la Iglesia como un medio de facilitarse su propia existencia, sino más aún, ver en su existencia sólo un medio para realizar más plena y fácilmente la Iglesia de Dios sobre la tierra".


h) El movimiento de la sociedad y su finalidad. El pasado provee las raíces, pero debe impulsar la sociedad a la realización de las verdades contempladas, "El desarrollo nacional de un pueblo consiste en la elevación a un papel humano universal, del tipo oculto en la raíz misma de la vida de ese pueblo". Justamente sobre ese tipo ruso, Khomiakov ha escrito muchas veces. "Para Rusia no hay sino una tarea posible: ser una sociedad fundada sobre los más altos principios morales. " Todo lo que hay de noble y elevado, todo lo que está lleno de amor y de simpatía hacia el prójimo, todo lo que se basa en el renunciamiento y en el sacrificio, todo esto tiene un nombre: el cristianismo. Para Rusia no hay más que una tarea posible: devenir la más cristiana de las sociedades humanas,.. ¿De dónde proviene esta misión? Quizá viene, en parte, del carácter de nuestra raza; en todo caso, sin ninguna duda, de que, por la gracia de Dios, el cristianismo nos ha sido dado en toda su pureza, en su esencia de amor fraternal".

e) La vida de un pueblo ortodoxo. A los serbios. Epístola de Moscú. Khomiakov quiso pintar como en un cuadro de conjunto, el ideal social de una nación ortodoxa. Lo hizo en la Epístola de Moscú, a los serbios. Serbia le servía de parábola. En realidad, los destinatarios eran más bien los moscovitas. No sólo el título, sino también el acento y el estilo, recuerdan las Epístolas paulinas que el autor estudiaba y traducía. Esta carta, que resumía la obra de treinta años, y que fue publicada en Leipzig el año 1860, es el testamento del eslavofilismo. Por eso quiso que la firmaran todos sus amigos. En ella se encuentran reunidos todos los elementos que hemos señalado: humildad, estricta ortodoxia, la fraternidad, saber tomar los tesoros de la ciencia, pero no caer en una mala imitación de Europa, el reinado de la justicia junto con la misericordia, la defensa de las instituciones comunales, obediencia a las autoridades legítimas. (Razones que se diferencian de aquellas máximas emanadas de la revolución francesa: Igualité, Fraternite y liberte y, donde está la humildad, el reinado de la justicia junto con la misericordia, la defensa de las instituciones y la obediencia a las autoridades legitimas. ¡Cuán lejos estaba esta revolución de los ideales rusos y cuan descristianizados “principios” salieron de esa maléfica revolución que corrompió a Occidente, pero no pudo con Rusia ni aun la revolución bolchevique logro desterrar esta mentalidad rusa del gran pueblo Ruso) El ideal intelectual: la filosofía, de lo real Los últimos grandes trabajos de Khomiakov fueron artículos filosóficos.  


Su idea esencial era la vida. Ahora bien, la vida sin el pensamiento es ciega, el pensamiento sin la vida, es frío y estéril. La unión del pensamiento y la vida es toda la obra de Alexis, Al espíritu filosófico unía el gusto por las cuestiones de filosofía propiamente dicha. Hay una que vuelve como un leimotiv: la teoría del conocimiento; quizás nadie ha mostrado mejor la íntima ligazón entre verdad y vida: la plenitud de la verdad no es dada más que a la plenitud de la vida. Pone de relieve la distinción entre el conocimiento interior y exterior; el uno viviente, directo, que alcanza a la realidad; el otro, abstracto, ocupado con las leyes, las relaciones, obra de la razón razonante, y que tiene como objeto propio no el ser, sino el concepto. La filosofía de los conceptos, inaugurada por los griegos, había arribado, con el idealismo alemán, a un impasse insuperable: la confusión de lo lógico con lo real. Ahora se abría una nueva era, tomando como punto de partida el conocimiento íntimo de lo real; y Rusia debe ir a la cabeza de esa filosofía que sería el triunfo de la fe. Al problema metafísico se lo encuentra en cada página de sus "Memorias sobre la Historia universal", la que se desarrolla como un drama, una lucha entre el principio de la libertad y el de la necesidad.


En sus artículos filosóficos, Khomiakov estudia los pensadores alemanes desde Kant a Hegel, y comprueba, en todos “el triunfo del racionalismo. No contento con demostrar la falsedad del materialismo, Alexis estudia a fondo el problema de la materia, de los fenómenos, del tiempo, del espacio; y el principio de los fenómenos, que' es la fuerza, en el último de sus trabajo filosóficos, y cuya exposición desborda los límites de esta exposición. El arte Como no podía ser menos, el arte preocupó mucho a Alexis.

"El es la flor del espíritu viviente, elevándose a la conciencia de sí mismo; es la imagen de la vida que llega a conocerse. El arte es imposible cuando hay ruptura entre la vida y el conocimiento". Volviendo sobre estos pensamientos, ve, en el arte verdadero el fruto vivo de la vida, que ensaya el expresar, en formas inmutables, los ideales ocultos en sus eternos cambios. Igualmente, el arte es fruto de un amor perfecto, que abraza todo; pero este amor se crea a si mismo sus formas, y no toma su experiencia a otros siglos que han amado diferentemente y objetos diferentes. "Para que el misterio sagrado del arte sea accesible al hombre, es necesario que sea animado por el sentimiento de un amor -que cree e ignora la duda; porque la creación artística (sea música, sea pintura, sea escultura, sea arquitectura), no es otra cosa que un himno de amor. El amor que divide al alma, no es amor, sino corrupción". Si la verdadera vida del hombre es la vida social, el arte verdadero no podrá ser una producción individual. Le hace falta la plenitud que no es realizada por el hombre más que en su unión con la sociedad. De aquí fluyen las relaciones necesarias del artista, ya con su tiempo, ya con su país.


"Cada época, cada pueblo, contienen en sí mismos la posibilidad de crearse un arte, con tal que crean en algo, que amen algo: con tal que tengan alguna religión, algún ideal". Así nacerá un auténtico arte ruso.

DESTINO DEL ESLAVOFILISMO

La tradición eslavófila.

El 23 de septiembre de 1860 murió Khomiakov. Cuatro años antes había muerto Iván Kireevski. Algunas semanas más tarde moría Constantino Aksakov. Eran las mejores fuerzas del Eslavofilismo las que desaparecían, pero quedaban algunos obreros de la primera hora: Kochelev, Samarin e Iván Aksakov, que no "eran hombres pare quedar inactivos, aunque ni su influjo ni su actividad fueron las del movimiento de los años 40 y 50. Tomaron parte en el movimiento de la emancipación de los campesinos. Incluso Samarin fue encargado de redactar un proyecto para el acto que debía proclamar la libertad de los siervos. La redacción definitiva del manifiesto imperial que la hizo realidad, el 16 de febrero de 1861, fue confiada al metropolitano de Moscú.

El mismo año, Iván Aksakov, lanzaba un nuevo cotidiano eslavófilo: El Día, que duró hasta 1866. Samarin murió en 1876. Kochelev vivió hasta 1883, y escribió memorias importantes para el conocimiento del movimiento moscovita y de Khomiakov. El último de los grandes eslavófilos, Iván Aksakov, vivió hasta 1886, y luchó corajudamente por sus ideas, en especial por la libertad de la Iglesia, siendo perseguido por la franqueza de sus opiniones. Cuando Neoplinev se sintió llamado al papel de educador social y religioso del pueblo ruso, tomó de Khomiakov el espíritu de su obra y su divisa del amor fraternal. Se sentía su continuador, y habría quizás resuelto el problema de la comuna rusa tan cara a los eslavófilos. En el centro de su propiedad, y con fraternidad obrera, había levantado una estatua a Alexis (la única en Rusia).

La tradición moscovita se conservaba también en algunos hogares moscovitas, como en el del hijo de Khomiakov, Dimitri, que realizó una edición definitiva de sus obras completas, y profundizó, en el sentido eslavófilo, las tres palabras de la divisa nacional: ortodoxia, autocracia, nacionalidad. También en casa de los Samarin, en donde se editó cuidadosamente la obra de Jorge Samarin. "En los ambientes eslavófilos se trataban las cuestiones que preocupaban a la opinión ortodoxa a comienzos del siglo XX: la, reforma eclesiástica, la reorganización de la autoridad suprema y la de la parroquia; se creaban círculos, confraternidades para estudiar la vida religiosa y reanimada por la Liturgia y las obras, se editaban opúsculos teológicos y filosóficos. Algunos artistas procuraban revivificar el canto y la pintura sagrados y darles un, nuevo impulso. La gran duquesa Elisabeth, hermana de la zarina, transformada en ferviente ortodoxa, fundaba en Moscú, una congregación de Hermanas hospitalarias, abriendo al mundo oriental un camino que parecía, hasta entonces, reservado al Occidente. Todas estas tentativas eran modestas; ninguna de ellas logró expandirse ampliamente antes de la catástrofe que derrumbó a la vieja Rusia. Sin embargo, ellas mostraban que la antigua, tradición no estaba muerta, y que se podía esperar una renovación fecunda de la misma" (Gratieux). Influencia del eslavofilismo La esperanza estaba más que justificada, porque la doctrina: eslavófila había tenido, desde el comienzo, un influjo considerable en todos los dominios del pensamiento.


Uno de sus opositores más notables, Herzern, lo reconoce; haciendo notar el papel jugado por ella en el desarrollo de la conciencia rusa. Muchos escritores sufrieron su influjo. Entre ellos, Turguenev, el poeta social, y Nekrason, el poeta de los niños y de las, mujeres rusas, le deben, a lo menos en parte, la orientación que los dirigió hacia el alma popular, para encontrar allí sus mejores inspiraciones. Hay dos nombres que no pueden omitirse: Tolstoi y Dostoievsky. Tanto en la Paz y la Guerra, como en Ana Karenina se encuentran los temas eslavófilos. Sin embargo, Tolstoi no conoció jamás la verdadera fe. Le faltaba el verdadero amor y la humildad. Era demasiado individualista y, en el fondo, demasiado racionalista, para comprender la fe y también el Evangelio. Aunque nacido y educado en Moscú, no parece que Dostoievski haya sufrido de entrada, sino indirectamente, el influjo de los eslavófilos, a los que, en 1861, critica ásperamente, a raíz de los artículos de Aksakov, publicados en "El Día". Les reprocha un fanatismo estrecho, injusto hacia sus adversarios; su propio ideal está lejos de ser puesto en claro, su literatura es indiferente a los sufrimientos del pueblo. ¿Por qué acaparan el patriotismo y la honestidad? También en los Occidentalitas se encuentra el sentido del espíritu ruso y de la nacionalidad, y se han vuelto hacia el realismo, mientras que el Eslavofilismo, inmóvil, permanecía fijado en su sueño confuso e indeterminado.

"No, -concluye Dostoievski-, no hay vida en vosotros. El idealismo os pierde y os mata". Pese a esta violenta diatriba, hay en Dostoievski una cantidad de rasgos especialmente eslavófilos. "Más aún, el fondo mismo de su arte, su obra entera, ¿no es, no pintar sino vivir y descubrir, como en una intensidad de pesadilla, la vida dolorosa de su pueblo? ¿Y qué hay de más eslavófilo que esta identificación?". Así, debía acercarse más y más, a aquellos que criticaba tan agriamente en 1861, y, en sus grandes novelas, hacer triunfar, por encima del razonamiento orgulloso, la simplicidad de los humildes, de los pequeños, a los que ha sido dado el contacto con los otros mundos, y a quienes se revelan los secretos del Reino de los cielos. En su última obra, ¿a dónde va a buscar los héroes del amor y de la paz. El staretz Zósimo y su discípulo Aliosha? En la soledad de Optima, donde reposaba lván Kireevski, después de haber pedido, tan a menudo, a sus amigos contemplativos el secreto de la luz en la plenitud de la vida espiritual; donde más tarde León Tolstoi, el extraño peregrino, debía terminar sus días, y a la que abandonó, para ir a morir en la estación de Astaporo" (Gratieux).

Algunos meses antes de su muerte, el 8 de junio de 1880, Dostoievski pronunciaba su famoso discurso, en el que glorificaba al Mesianismo ruso, esa "vocación que mira incontestablemente la suerte de Europa, de la humanidad entera. Ser un verdadero ruso, ser plenamente ruso, no tiene quizás otra significación que, ser hermano de todos los hombres: que ser, si queréis, el hombre universal. ¡Oh!, toda esta distinción entre el Eslavofilismo y el Occidentalismo, no es, entre nosotros, sino un gran entendido, aunque un malentendido históricamente inevitable. Para un verdadero ruso, Europa y toda la suerte de la raza aria, son tan queridos corno la misma Rusia, corno la suerte de su país natal", porque nuestro patrimonio es justamente el universo conquistado, no por la espada, sino por la fuerza de la fraternidad y de nuestras aspiraciones fraternales hacia la unión de todos los hombres". Rusia debe dar a la humanidad "una palabra nueva", expresar "la palabra final de la armonía universal, del acuerdo de todas las razas, siguiendo la ley evangélica, de Cristo. Nuestra tierra es pobre, pero esta pobre tierra, Cristo la ha recorrido bendiciéndola, bajo su aspecto de esclavo. ¿Por qué no nos pertenecería a nosotros ser los depositarios de su última palabra? ¿No ha nacido El en un pesebre?


"No se puede pensar nada más eslavófilo que estas espléndidas palabras; y sin embargo, Khomiakov mal se habría reconocido en Dostoievski. El contacto con el pueblo, en los presidios de Siberia, y con el Evangelio, que le dieron en Tobolsk las mujeres de los Decembristas, dejaron en su alma un acento de populismo y evangelismo que- relega al segundo plano la noción fundamental de la Iglesia, tan cara a Khomiakov. Tolstoi ha ido más lejos; no contento con desconocer la Iglesia, la ha blasfemado y combatido. ¿No es esta la razón por la que este gran buscador no ha encontrado, no ha, pese a sus esfuerzos, tenido con el pueblo más que un contacto superficial, y no ha visto en el Evangelio más que la materia de un frío moralismo?" (Gratieux). 

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