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jueves, 25 de febrero de 2016

"Ite Missa Est"

JUEVES
DE LA SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA 


La Estación tiene lugar hoy en la célebre y antigua basílica de Santa María Trans Tiberim, la más hermosa de las iglesias mañanas de Roma, después de Santa María la Mayor.

COLECTA
Suplicámoste, Señor, nos auxilies con tu gracia: para que, entregados de lleno a los ayunos y oraciones, nos libremos de los enemigos del alma y del cuerpo. Por el Señor.

EPISTOLA
Lección del Profeta Jeremías.
Esto dice el Señor Dios: Maldito el hombre que confía en el hombre y se apoya en brazo de carne, y aparta su corazón del Señor. Porque será como el tamarisco en el desierto, y no gozará cuando viniere el bien: sino que habitará en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhóspita. Bendito el varón que confía en el Señor, y cuya confianza es el Señor. Porque será como árbol plantado junto a las aguas, que hunde sus raíces en la humedad: y no temerá cuando llegue el estío. Y su hoja estará siempre verde, y en tiempo de sequía no sufrirá nada, ni nunca dejará de dar fruto. Malo e inescrutable es el corazón de todos: ¿quién lo conocerá? Yo, el Señor, escruto los corazones, y pruebo los ríñones: yo soy el que da a cada cual según su camino, y según el fruto de sus inventos: lo dice el Señor omnipotente.

CONFIANZA EN EL HOMBRE. — Las lecturas de este día tienden a fortalecer en nuestros corazones los principios de la moral cristiana. Apartemos un momento los ojos del triste espectáculo que nos presenta la malicia de los enemigos del Salvador; fijémonos en nosotros mismos a fin de conocer las heridas de nuestras almas y procuremos poner remedio. El profeta jeremías pone ante nuestra vista el cuadro de dos estados morales del hombre ¿cuál de los dos es el nuestro? Hay hombres que ponen toda su confianza en la carne, que sólo consideran su vida en su estado actual, que lo encuentran todo en las criaturas y que por eso mismo se ven arrastrados a conculcar la ley del Creador. Todos nuestros pecados nacen de esa fuente; hemos perdido de vista nuestro fin eterno y nos ha seducido la triple concupiscencia. Recurramos cuanto antes a Dios Nuestro Señor; de lo contrario debemos de temer la suerte con que el profeta amenaza al pecador: cuando se acerque el bien no lo gozará. La Santa Cuaresma sigue su camino; gracias especialísimas se multiplican continuamente; desgraciado el hombre que, distraído por la vana apariencia de este mundo que pasa no se da cuenta y transcurre estos días santos, sin provecho para el cielo, como el tamarisco del desierto lo es para la tierra. ¡Qué elevado es el número de estos ciegos voluntarios y qué escalofriante su insensibilidad! Hijos fieles de la Iglesia, rogad por ellos, orad sin cesar; ofreced al Señor por ellos las obras de vuestra penitencia y la generosidad de vuestra caridad. Todos los años, muchos de ellos vuelven al gremio de la Iglesia, cuyas puertas les han franqueado las oraciones de sus hermanos; hagamos violencia a la misericordia divina.

CONFIANZA EN DIOS. — El profeta nos pinta a continuación al hombre que pone toda su confianza en el Señor y que, no teniendo otra esperanza que ese mismo Señor, pone todo su interés en serle fiel. Es árbol frondoso, plantado al borde de las aguas, de follaje siempre verde y siempre cargado de frutos. "Os he destinado, dice el Señor, para que produzcáis frutos y que vuestros frutos permanezcan." Seamos nosotros ese árbol bendito y siempre fructífero. La Iglesia, en este santo tiempo, riega sus raíces con el agua de la compunción.; no pongamos obstáculo a esta agua fertilizante. El Señor penetra nuestros corazones; sondea nuestros deseos de conversión y cuando llegue la Pascua "dará a cada uno según sus disposiciones."

EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según S. Lucas.

En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y lino: y comía todos los días espléndidamente. Y había también un mendigo, llamado Lázaro, que yacía a su puerta, lleno de úlceras, deseoso de comer las migas que caían de la mesa del rico, y nadie se las daba: pero venían los perros, y lamían sus úlceras. Y sucedió que murió el mendigo, y fué llevado por los Angeles al seno de Abraham. Y murió también el rico, y fué sepultado en el infierno. Y, alzando sus ojos, cuando estaba en los tormentos, vió de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno: y, gritando, dijo: Padre Abraham, ten piedad de mí, y envía a Lázaro, para que moje la punta de su dedo en agua, y refrigere mi lengua, porque sufro en esta llama. Y le dijo Abraham: Hijo, acuérdate que recibiste bienes en tu vida, y Lázaro igualmente males: pero ahora, éste es consolado aquí, tú, en cambio, eres atormentado. Y, a todo esto, entre nosotros y vosotros hay un gran vacío: de modo, que, los que quieren pasar de aquí a vosotros, no pueden hacerlo, ni los de ahí pueden venir aquí. Y dijo: Ruégote, oh Padre, que le envíes a la casa de mi padre. Porque tengo cinco hermanos, para que les avise, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormentos. Y le dijo Abraham: Tienen a Moisés y a los Profetas: óiganlos. Pero él dijo: No, Padre Abraham: pero si un muerto fuere a ellos, harán penitencia. Y díjole: Si no oyen a Moisés, ni a los Profetas, tampoco creerán aunque resucite un muerto.

EL INFIERNO CASTIGO DEL PECADO. — Vemos en este relato la sanción de las leyes divinas, el castigo del pecado; ¡cuán temible se nos muestra aquí el Señor! " ¡Y qué terrible es caer en las manos de Dios vivo!" Hoy vive un hombre con holgura, entregado a los placeres, despreocupado; le sobreviene la muerte inevitable, y miradle sepultado vivo en el infierno. Jadeante en medio de llamas eternas, pide una gota de agua que le es rehusada. Otros hombres sus semejantes, a quiénes ha visto hace poco con sus propios ojos, se encuentran en otra morada, en la morada de una felicidad eterna y un profundo abismo les separa para siempre de ellos. ¡Destino horroroso! ¡Desesperación sin fin! ¡Y hay hombres en la tierra que viven y mueren sin haber meditado un solo día sobre este abismo, ni han tenido siquiera un sencillo pensamiento!

TEMOR DEL INFIERNO.— ¡Bienaventurados los que temen! por que este temor les puede ayudar a sobrellevar el peso que les arrastraría al abismo sin fondo! ¡Qué densas tinieblas ha extendido el pecado en el alma del hombre! Personas sabias, prudentes que jamás cometerán una falta en la administración de sus negocios en este mundo, son insensatos y necios cuando se trata de la eternidad. ¡Qué horroroso despertar! ¡y la desgracia no tiene remedio! Para hacernos la lección más eficaz, el Salvador nos ha recordado la reprobación de uno de estos malvados cuyos crímenes horroriza el oírlos y que los mismos mundanos consideran como la presa del infierno. Nos presenta a uno de estos hombres despreocupados, de buen trato sociable, gozando fastuosamente de su posición. No se trata aquí de un hombre criminal o cruel. El Salvador nos dice sencillamente que vestía con lujo y celebraba todos los días un gran banquete. Mas a su puerta había también un pobre; no le maltrataba, si bien, en su poder estaba el haberle arrojado; le toleraba sin insultar su miseria. ¿Por qué, pues, este rico será devorado eternamente por los ardores de este fuego que Dios encendió airado?

NECESIDAD DE LA MORTIFICACIÓN. — El hombre que dispone de bienes terrenos, si no reflexiona al pensar en la eternidad, si no comprende que debe "disfrutar de este mundo como si no disfrutase", si huye de la cruz de Jesucristo, está ya vencido por la triple concupiscencia. El orgullo, la avaricia, la lujuria se disputan su corazón, y acaban finalmente por dominarle, tanto más que ni él piensa hacer nada por combatirlos. Este hombre no lucha, pero más tarde se acordará que el pobre es más que él y que debía honrarle y aliviarle. Sus perros fueron más humanos que él; ved ahí la razón del porqué Dios le dejó dormir hasta el borde del abismo en que debía precipitarse. ¿Dirá tal vez que nadie se lo advirtió? Tenían a Moisés y a los Profetas; aún más, tenía a Jesús y a su Iglesia. Actualmente existe el tiempo de la Sagrada Cuaresma que él mismo anunció; más, ¿se toma la molestia de conocer lo que significa este tiempo de gracia y de perdón? Pasará sin haber dudado siquiera; pero a su vez habría dado un paso más hacia su eterna dicha.

ORACIÓN
Humillad vuestras cabezas a Dios.

Asiste, Señor, a tus siervos: y concede tu perpetua benignidad a los que la piden: para que, en los que se glorían de ti, su Criador y Gobernador, renueves lo adquirido y conserves lo renovado. Por el Señor

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