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lunes, 9 de noviembre de 2015

EL MISTERIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO


 IV 

CAPITULO IV: JESUCRISTO, CONSUSTANCIAL CON EL PADRE

Después de habernos referido a los testimonios de las Escrituras: de san Mateo, de san Juan y de san Pablo, podemos también leer lo que la Iglesia, principalmente en los primeros tiempos, ha querido afirmar acerca de la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, en particular en las tres grandes profesiones de fe que son el Símbolo de los Apóstoles, el Símbolo de Nicea y el Símbolo de San Atanasio, que constituyen una memoria del fundamento de nuestra fe.  La lectura de los dos primeros Símbolos de nuestra fe nos permite medir la importancia que los apóstoles le dieron al misterio de la Encarnación, al misterio de Nuestro Señor Jesucristo, que, en definitiva, es el objeto principal de nuestro Credo. Como Jesús es Dios, todo lo que se dice de Dios se le aplica necesariamente a El.

En primer lugar el SIMBOLO DE LOS APOSTOLES:

«Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra...». Y después el Credo afirma la Encarnación de Nuestro Señor: «...y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor; que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, y nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos; subió a los cielos, y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso; desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos». Todo lo que se dice del Espíritu Santo se dice también de Nuestro Señor puesto que es su Espíritu y que El ha anunciado a los apóstoles que les enviaría su Espíritu, Espíritu que procede de El.  «Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica (que El fundó), la Comunión de los Santos, elperdón de los pecados, la resurrección de la carne, y la vida perdurable».  Advirtamos en este texto la importancia que se le da a la vida de Nuestro Señor y en particular a su  Pasión. Dios ha querido realizar su Encarnación y su obra a través de su vida en Palestina, es decir, por su vida oculta durante treinta años y luego por su vida pública, su Pasión, su Muerte, su Resurrección y  su Ascensión. Todo esto ha sido querido por Dios desde toda la eternidad y, por eso, querido por El mismo, puesto que Jesús es Dios. Tenemos que recordar con gusto toda la vida de Nuestro Señor para comprender mejor ese gran misterio que constituye Nuestro Señor, que reúne en Sí los tres grandes misterios de la Trinidad, la Encarnación y la Redención. El Credo es un alimento espiritual fecundo. No busquemos un tema difícil y complicado para meditar, el Credo nos brinda uno muy lleno de frutos, que nos inicia en los grandesmisterios que deben ser nuestro consuelo en esta vida y nuestro gozo en el cielo.


El SIMBOLO DE NICEA es aún más explícito: «Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles. Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios. Nacido del Padre antes de todos los siglos. Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Engendrado, no hecho, consubstancial al Padre»... Se trata de la naturaleza divina de Nuestro Señor, por quien todo ha sido hecho. Luego viene su Encarnación:  «... quien por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó de los cielos. Y tomó carne, por obra del Espíritu Santo, de María Virgen, y se hizo hombre. Crucificado también por nosotros, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, y fue sepultado. Y resucitó al tercer día, según las Escrituras. Y subió al cielo y está sentado a la diestra del Padre. Y otra vez ha de venir con gloria a juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin».

Todos los fragmentos de estas frases tienen una importancia considerable. El Credo es corto, se leeo reza rápidamente, pero todos los hombres deberían conocerlo y meditarlo durante toda su vida. Conocer lo que Dios ha hecho por ellos es sin lugar a duda lo más esencial.  Se afirma claramente que Dios es Creador de todas las cosas: Nuestro Señor, que es Dios, es nuestro Creador. Es el Verbo de Dios, por quien todo ha sido hecho, por lo que es al mismo tiempo nuestro Principio y nuestro fin. Ha querido hacerse nuestro camino, el que conduce al fin, y no sólo nuestro camino sino también nuestro alimento y también nuestro hermano y comunicarnos la vida divina. Es una historia admirable. Nuestro Señor es el criterio del valor de las personas y de las cosas: tienen valor, el verdadero valor, en la medida en que están más cerca de Nuestro Señor, y así, en primer lugar, evidentemente, la Santísima Virgen y también san José.  En espiritualidad, puede haber una tendencia a darle poca importancia al lugar y papel de san José. Sin embargo él tuvo un lugar extraordinario en la economía de la Encarnación y en la economía de la Redención. A él le fue confiada la Madre de Jesús y Jesús mismo y, por lo tanto, Dios mismo. Desde luego que recibió gracias de luz enteramente singulares sobre el misterio de la Encarnación. Los hombres se transforman en Nuestro Señor y viven de El en la medida en que estén cerca de Nuestro Señor. En la historia de la Iglesia hemos visto que las familias, comunidades, pueblos y ciudades se han constituido alrededor de Nuestro Señor. Todo vivía realmente alrededor de Nuestro Señor. Incluso las asociaciones profesionales tenían sus patronos y sus fiestas en el año, en la profesión y en la sociedad. Nuestro Señor estaba presente en la familia y en todo el ámbito de la vida. Tenemos que esforzarnos por volver a crear este ambiente e introducir la presencia de Nuestro Señor Jesucristo y de su realeza en la vida de cada día y en la sociedad. Tenemos que volver a ser realmente cristianos. Tenemos que meditar el misterio de Nuestro Señor Jesucristo y creer en su divinidad, puesto que es Dios.

El Símbolo de Nicea continúa:

«Creo en el Espíritu Santo, Señor y vivificador, que procede del Padre y del Hijo; que con el Padre y el Hijo juntamente es adorado y glorificado, que habló por medio de los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Y espero la resurrección de los muertos. Y la vida del siglo venidero. Amén». Advirtamos que el Símbolo de Nicea empieza con esta frase: «Creo en un solo Dios», luego, no hay varios dioses. Cuando la máxima autoridad de la Iglesia y los obispos llegan a decir que: «Tenemos la misma fe en Dios» o «Tenemos un mismo Dios» dirigiéndose a los musulmanes, es inimaginable, puesto que ellos no creen en la Santísima Trinidad y no tienen la misma fe que nosotros. Dicen que el dios que adoran les dará cien veces los bienes materiales que tengan en esta vida. Cuanto más sean ricos, más lo serán, cuantas más mujeres tienen más van a tener, según la imagen que se hacen del cielo... ¡Ese es el dios de los musulmanes, del que se nos dice que es el mismo que adoramos nosotros!  Son palabras insensatas y blasfemas. 

CONTINUA...

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