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lunes, 19 de junio de 2023

LA PERSECUCION COMUNISTA DE LA IGLESIA CATOLICA EN CHINA. (TERCERA PARTE)

 

China elimina más de 900 cruces de iglesias en la primera mitad de 2020: informe

Nota. recientemente en Nicaragua la Iglesia está siendo fuertemente perseguida como en China, con Obispos encarcelados, sin misioneros y sacerdotes exiliados o encarcelados. Actualmente el sistema ya es en absoluto comunista y anti católico, recemos por ese país antes católico.

Nuevas inquietudes

El 7 de octubre de 1954, mientras la persecución se recrudecía, Pío XII escribió la encíclica Ad Sinarum gentem que, en AAS 47 (1955), esta ocasión, señalaba abiertamente al Movimiento de las Tres Autonomías.

Contra la pretensión de autonomía de gobierno, el Papa escribe: «Incluso cuando el mayor número del clero chino ya no tenga necesidad de la ayuda de los misioneros extranjeros, la Iglesia Católica en vuestra nación, como en todas las demás, no podrá ser regida con autonomía de gobierno, como hoy usa decirse. En efecto, también entonces, como bien sabéis, será absolutamente necesario que vuestra comunidad cristiana, si quiere formar parte de la sociedad que ha sido divinamente fundada por nuestro Redentor, se someta totalmente al Sumo Pontífice, Vicario de Jesucristo en la tierra, y sea con él estrechamente unida, por cuanto se refiere a la fe religiosa y a la moral. Con estas palabras -conviene observar- se abraza toda la vida y la obra de la Iglesia; y por lo tanto, también su constitución, su gobierno y su disciplina; las cuales cosas, todas dependen ciertamente de la voluntad de Jesucristo, fundador de la Iglesia». Es provechoso detenerse en estas últimas palabras y dimensionar cuál es la extensión de aquello que la Iglesia engloba en «la fe religiosa y la moral». La fe y la moral comprenden toda la vida y la obra de la Iglesia, así como su constitución, su gobierno y su disciplina.

Enseguida, el Papa reitera la doctrina concerniente a la jerarquía de la Iglesia: «En virtud de esa divina voluntad, los fieles se dividen en dos clases: clero y seglares; en virtud de la misma voluntad está constituida la doble potestad sagrada, o sea de orden y de jurisdicción. Además -lo que del mismo modo ha sido establecido por disposición divina- a la potestad de orden (en virtud de la cual la jerarquía eclesiástica se halla compuesta de obispos, sacerdotes y ministros) se accede recibiendo el sacramento del Orden sagrado; la potestad de jurisdicción, además, que al Sumo Pontífice es conferida directamente por derecho divino, proviene a los obispos del mismo derecho, pero solamente mediante el Sucesor de San Pedro, al cual no solamente los simples fieles, sino también todos los obispos deben estar constantemente sujetos y ligados con el homenaje de la obediencia y con el vínculo de la unidad»12.

En tercer lugar, el Papa desenmascara la pretensión de autonomía económica: «Deseamos vivamente que llegue pronto el tiempo en el que, para las necesidades de la Iglesia Católica en China, puedan ser suficientes los medios financieros que los mismos fieles chinos consiguen proporcionarle; sin embargo, como bien sabéis, los donativos recogidos para esto en las demás naciones, tienen su origen en esa caridad cristiana, en virtud de la cual todos los que han sido redimidos por la sagrada sangre de Cristo se hallan necesariamente unidos unos a otros por una alianza fraternal y por el amor divino se sienten impulsados a difundir en todas partes, conforme a sus fuerzas, el reino de nuestro Redentor. Y ello no por fines políticos o en todo caso profanos, sino solamente para poner en práctica útilmente el precepto de la caridad, que Jesucristo ha dado a todos nosotros y por el que se reconocen sus verdaderos discípulos».

Finalmente, Pío XII condena la autonomía doctrinal: «Algunos de entre vosotros quisierais que vuestra Iglesia fuera completamente independiente no solamente, como hemos dicho, en el gobierno y en la parte económica, sino que pretenden reivindicarle una autonomía incluso en la enseñanza de la doctrina cristiana y en la sagrada predicación. [...] Pero -y es absurdo solamente el pensarlo- ¿con qué derecho pueden los hombres por su propio arbitrio, diversamente según las diferentes naciones, interpretar el Evangelio divinamente revelado por Jesucristo?».

El Papa sintetiza lo anterior diciendo: «Podéis ver, por consiguiente, fácilmente, Venerables Hermanos y amados hijos, cómo no puede pretender ser considerado y honrado con el nombre de católico quien profese o enseñe diversamente de cuanto hasta aquí hemos expuesto brevemente, como hacen los que han adherido a esos perniciosos principios en que se informan las “Tres Autonomías” o en otros principios del mismo género».

De regreso al caso de monseñor Li Daonan

Regresemos al acontecimiento del 13 de abril de 1958, en el que monseñor Li Daonan consagró a los padres Dong Guangqing y Yuan Wenhua.

Para comprender por qué monseñor Li se atrevió a dar este paso, es necesario recordar la gravedad de la situación de la Iglesia Católica en China. Los católicos estaban estrangulados entre dos apuros cada vez más asfixiantes.

Apuro del interior, pues el clero había sido reducido prácticamente a la nada. Los obispos habían sido exiliados, asesinados o encarcelados. En 1958, quedaban muy pocos obispos «en servicio». El sacerdocio y, por lo tanto, la vida sacramental estaba en peligro de extinción fatal.

Apuro del exterior, pues la comunicación con Roma era cada día más difícil y se volvía imposible que un misionero extranjero pudiera entrar en China. Humanamente, la asfixia era inminente y la situación no tenía futuro.

En aras de recetar al máximo el derecho de la Iglesia, monseñor Li Daonan envió, poco antes del 13 de abril, un telegrama a Roma con los nombres de los candidatos chinos. La Congregación para la Propagación de la Fe le respondió que la consagración sería ilícita y amenazó con excomulgar al obispo consagrante y a los dos consagrados13.

La intervención de Pío XII

Dos meses más tarde, el 29 de junio, Pío XII reacciona con la AAS 50 (1958), 601 publicación de la encíclica Ad Apostolorum Principis. Esta es la tercera carta pública dirigida al clero y a los fieles chinos en menos de diez años. Tras un breve recordatorio de las atenciones que la Iglesia ha dedicado a China, el Papa condena la Asociación Patriótica China: «Con una táctica hábilmente concebida, se ha fundado entre vosotros una asociación, que ha tomado el nombre de patriótica, y a pertenecer a ella se ven forzados con toda violencia los católicos.

“Esta asociación -como se ha dicho en repetidas declaraciones- tendría el fin de unir el clero y los fieles en nombre del amor a la patria y a la religión para propagar el espíritu patriótico, para defender la paz entre los pueblos, y al mismo tiempo para apoyar, reformar y propagar el socialismo establecido en vuestra nación y para ayudar a las autoridades civiles a defender, cuando se ofrezca ocasión, la que ellos llaman libertad política y religiosa. Es sin embargo evidente que, bajo estas expresiones vagas de paz y de patriotismo, que pueden engañar a los ingenuos, tal asociación tiende a llevar a la práctica ciertos principios y planes perniciosos.

“Con la apariencia de patriotismo, que realmente se muestra falaz, tal asociación mira principalmente a que los católicos den progresivamente su adhesión a las falsedades del “materialismo” ateo, con las cuales se niega a Dios y se rechazan todos los principios de la religión”.

“Con el pretexto de defender la paz, esa misma asociación acepta y propaga falsas sospechas y acusaciones contra muchos y venerables miembros del clero y aún contra los obispos y la misma Sede Apostólica, atribuyéndoles extravagantes propósitos de imperialismo, de condescendencia y complicidad en la explotación del pueblo, de premeditada hostilidad hacia la nación China.

“Mientras afirman que es necesario que exista una absoluta libertad en materia religiosa, con la excusa de facilitar así las relaciones entre la autoridad eclesiástica y la civil, de hecho, la asociación pretende que la Iglesia, desatendidos y postergados sus sagrados derechos, quede totalmente sometida a la autoridad civil».

Pero entonces, ¿dónde se encuentra el genuino amor a la patria? Pío XII responde: «Si los cristianos, por deber de conciencia, deben dar al César, o sea a la autoridad humana, lo que le pertenece, asimismo no puede el César, es decir, los gobernantes, exigir a los ciudadanos sumisión en las cosas que tocan a Dios y no a ellos y por eso no puede pedir obediencia cuando se trata de usurpar los soberanos derechos de Dios, o bien de obligar a los fieles a obrar en oposición con sus deberes religiosos, o a separarse de la unidad de la Iglesia y de su legítima jerarquía. Entonces, sin duda alguna, todo cristiano con rostro sereno y voluntad firmísima repita las palabras con que Pedro y los otros Apóstoles respondieron a los primeros perseguidores de la Iglesia: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”».

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12. Luego, Pío XII hace referencia en una nota a una serie de cánones del Concilio de Trento, el último de los cuales especifica que las dos potestades: de orden y de jurisdicción, son inseparables en la persona del obispo: «Si alguno dijere que los obispos [...] que no han sido debidamente ordenados ni enviados por la potestad eclesiástica y canónica, sino que proceden de otra parte, son ministros legítimos de la predicación y de los Sacramentos: sea anatema». Concilio de Trento, sesión XXIII, Del sacramento del Orden, cánon 7; D 967.

 13. John Tong, The Churchjrom 1949 to 1990, en The Catholic Church in Modern China (E. Tang & J.-P. Wieát), Wipf & Stock, 2013, pp. 13 &


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