Moscú pasó toda la semana pasada esperando por una respuesta de Washington a su proposición de tratado bilateral sobre garantías de paz. Pero Washington nunca mencionó la propuesta rusa. Por el contrario, Estados Unidos acusó a Rusia de estar preparándose para atacar Ucrania y de montar una provocación destinada a justificar una invasión. Rusia no puede retroceder, pero cualquier acción de su parte puede degenerar en un tercer conflicto bélico mundial.
La prensa occidental no logra
entender ni seguir lo que realmente sucede en las relaciones entre
las tres superpotencias mundiales –China, Estados Unidos y Rusia–
simplemente porque se obstina en compartimentarlas, enfoca cada problema por separado
y se empeña en ignorar los vínculos entre ellos. Lo más
importante es que la prensa occidental ignora la diferencia entre el
derecho anglosajón y el de las Naciones Unidas, lo cual la lleva
a cometer numerosos errores de interpretación.
Durante la última
semana, representantes de Estados Unidos y Rusia se reunieron
3 veces para conversar sobre garantías de paz. Esos encuentros
tuvieron lugar
- en Ginebra, a nivel de viceministros de Relaciones Exteriores;
- en Bruselas, en el seno de la comisión OTAN-Rusia
- y finalmente en Viena, en el marco de la Organización para la Seguridad
y la Cooperación en Europa (OSCE).
Estados Unidos reiteró sus
advertencias sobre el estacionamiento de 100 000 soldados rusos… en
suelo ruso. Por su parte, Rusia expresó su indignación ante la negativa
de Estados Unidos a abordar su proposición de paz.
Simultáneamente, en Washington, el
Congreso debatía sobre nuevas sanciones contra Rusia mientras que
el Departamento de Estado adoptaba frente a China la misma
actitud que ante Rusia y el Departamento de Defensa planteaba
aumentar el arsenal nuclear de Estados Unidos.
Como telón de fondo,
Estados Unidos realizó una operación de desestabilización
en Kazajastán y empujo la Unión Europea a instaurar un bloqueo económico
total contra Transnistria.
En resumen, mientras
Estados Unidos se niega a tener en cuenta los reproches rusos y
evita responder a los argumentos de Moscú, ahora se dice que Moscú
amenaza con desplegar tropas en el Caribe.
El único elemento positivo registrado
en los últimos días es un posible reinicio de negociaciones entre
Estados Unidos y Rusia sobre el control de los misiles nucleares de
alcance intermedio –es importante recordar que Estados Unidos anuló el
anterior tratado sobre ese armamento.
EL CONTENIDO DE LAS NEGOCIACIONES
A su llegada a Ginebra, la delegación
estadounidense comenzó cenando amigablemente con la delegación rusa.
Pero al día siguiente, al iniciar las conversaciones, los
estadounidenses informaron a sus interlocutores rusos que su mandato
se limitaba a conversar sobre el despliegue de tropas de
Estados Unidos y Rusia en Ucrania.
Al llegar a
Ginebra, el jefe de la delegación rusa, el viceministro de Exteriores
Serguei Riabkov, había recalcado:
«Otras prioridades son más importantes para nosotros: no ampliación de
la OTAN, eliminación de la infraestructura creada, rechazo de ciertas
medidas y eso no sobre una base recíproca sino sobre una base unilateral
de parte de Occidente.» [1]
Así que los rusos respondieron que
el mandato de la delegación estadounidense no respondía al tema
inicial del encuentro, que eran las garantías tendientes a garantizar
la paz mundial.
A partir de ahí,
la negociadora estadounidense Wendy Sherman y Serguei Riabkov pasaron
revista a los temas que podrían abordar ulteriormente y sólo encontraron uno:
negociar un nuevo tratado sobre los misiles nucleares de alcance
intermedio, ya que Estados Unidos salió del Tratado INF durante la
administración Trump.
Al día siguiente,
Wendy Sherman participaba en la reunión de la Comisión OTAN-Rusia,
en Bruselas. Después de la retirada de Estados Unidos ante los
talibanes en Afganistán y de la traición anglosajona hacia Francia,
relacionada con el acuerdo AUKUS, Los embajadores de los demás
países de la OTAN no tenían la menor idea sobre las intenciones de
Washington. La señora Sherman los dejó hablar primero y después dijo,
dirigiéndose a la delegación rusa: «Ciertamente, somos 30, aquí
ante ustedes. Pero somos uno en nuestras posiciones.»
Después de haber dicho eso, Wendy
Sherman esbozó un panorama de lo que, según ella, sería Europa si
Washington cediese ante Moscú, un continente dividido otra vez en dos zonas
de influencia –una atlantista y la otra rusa– como en tiempos de la
guerra fría.
Los recuerdos que esa presentación de
las cosas despertó evitaron que los embajadores de los demás países
miembros de la OTAN oyesen lo que se dijo después.
La observación de la delegación rusa, recordando que Rusia ya no es soviética y que no quiere dividir
el continente quedó como un ruido de fondo. Es posible que
los rusos hayan presentado nuevamente su exigencia de estricto
respeto de la Carta de la ONU y de la palabra dada, pero
nadie se acuerda de eso.
La prensa
estadounidense ha comentado esa reunión afirmando que de ella surgió una
nueva razón de existir para la OTAN –fuertemente criticada por Donald
Trump durante su mandato presidencial y por el presidente francés
Emmanuel Macron. ¿Y cuál sería esa «razón
de existir»? Combatir a Rusia.
En esas
condiciones, la tercera reunión, la de la OSCE, en Viena, fue
únicamente –según el término utilizado por el ministro ruso
de Exteriores Serguei Lavrov– «dilatoria». La OSCE
no tiene absolutamente ningún poder de decisión, es sólo un
foro creado durante la guerra fría como medio de evaluar las posiciones.
La presidencia sueca del Consejo Permanente de la OSCE fue el fiel
reflejo de la actitud general de Suecia, país oficialmente neutral pero
muy ocupado en debatir internamente su próxima incorporación a la OTAN.
Los miembros de la OTAN se mantuvieron a la defensiva mientras
que Estados Unidos, por su parte, sólo trataba de ganar tiempo.
Ni siquiera hubo un comunicado final al término de esa reunión.
Moscú había calculado que Washington
rechazaría de plano sus proposiciones, pero se quedó sorprendido
ante la manera como los miembros de la OTAN y la OSCE se dejaron
manipular por los diplomáticos estadounidenses.
Es la segunda vez
que Vladimir Putin tropieza con el comportamiento irracional de los miembros
de la Unión Europea. Ya en 2007, Putin creyó que los países de
Europa occidental se atreverían a alejarse de su amo estadounidense
para ir a la Conferencia de Munich sobre la seguridad y los exhortó a
preguntarse cuáles eran sus propios intereses [2]. Putin creyó entonces,
erróneamente, que lograría despertar la atención de los europeos,
sobre todo la de los alemanes. Lo mismo acaba de suceder
ahora.
Eso tiene una sola explicación.
La mayoría de los dirigentes europeos –con la notable excepción de
los rusos– simplemente no quieren ser independientes, renuncian a
su propia responsabilidad y prefieren someterse, bajar la cabeza
ante un orden mundial ilegítimo y cruel.
HISTERIA EN WASHINGTON
En la Casa Blanca saben bien
que Estados Unidos ya no tiene los medios que necesita su política
exterior. Pero la clase dirigente estadounidense no lo sabe. En
el Congreso se vieron tomas de posiciones grandilocuentes de
políticos que denunciaban el cinismo ruso, sobre todo el del
presidente Vladimir Putin. Los congresistas estadounidenses llegaran incluso a
hablar de “sancionarlo” directamente a él, lo cual implicaría
romper las relaciones diplomáticas con su país. Ninguno parece haberse dado cuenta de que Estados Unidos ya
no es la primera potencia militar del mundo y de que su país
se ha visto reemplazado por Rusia y China.
En un registro
menos estúpido que la discusión de “sanciones” contra el presidente Putin,
los congresistas estadounidenses se enfrentaron entre sí sobre
el posible restablecimiento de las sanciones contra el gasoducto ruso Nord
Stream 2. El senador republicano Marco Rubio defendió
la idea de que hay imponer sanciones a los alemanes que pactan con «el diablo»,
incluyendo al ex canciller socialdemócrata Gerhard Schroder, para que
tengan que someterse [3]. Los demócratas,
al contrario, siguiendo directivas de la Casa Blanca, sostienen que
sería más sensato propiciar que los alemanes decidan por sí mismos
sumarse al «bando correcto» en vez de obligarlos. El gobierno
ucraniano se ha sumado a esta última tendencia, recordando que
los alemanes habían negociado con Rusia garantías en cuanto al
no uso de las entregas de gas ruso como arma [4].
Este absurdo debate
ha sido posible únicamente porque todo el mundo ha olvidado la razón
que llevó al presidente estadounidense Joe Biden a levantar las sanciones
contra Nord Stream 2… justo antes de su encuentro
de Ginebra con el presidente Vladimir Putin [5]: fue una manera de pasarle a
los europeos la factura de los daños de guerra causados
a Siria. Lo que hizo Biden fue aceptar que los europeos pagaran
por el gas ruso, a precios más asequibles… pero menos ventajosos que
lo previsto. Ya nadie parece recordar que Estados Unidos perdió
la guerra contra Siria.
TODO SE MANTIENE COMO ANTES
Lejos de ceder sobre la cuestión
de fondo, el Departamento de Estado ha extendido a China la
narrativa que ya aplicaba contra Rusia. Según la diplomacia
estadounidense, ahora no sólo Rusia querría invadir Ucrania e imponer su
ley a todo el este de Europa, sino que China también pretende conquistar
todo el mar de China.
El litigio de Estados Unidos
contra Rusia es posterior a la disolución de la URSS, pero
su litigio con China es mucho más viejo, proviene del trágico
periodo colonial.
Para soslayar los
argumentos de Pekín, el Departamento de Estado se apoya en
una decisión emitida en 2016 por la Corte Permanente de Arbitraje de
La Haya (CPA, también llamada Tribunal Permanente de Arbitraje) que
se pronunció contra China en un litigio territorial entre
ese país y Filipinas [6]. Pero una corte de arbitraje
no es un tribunal y, como la República Popular China no reconoce
la CPA, esta última aceptó la versión filipina del litigio.
Lejos de demostrar algo, este asunto sólo es una muestra más de la
particular interpretación estadounidense del derecho internacional
en general y de la Carta de la ONU en particular.
China reclama, con todo derecho,
las islas que gobernaba en el siglo XVIII y que quedaron abandonadas
cuando la China de aquella época se derrumbó ante los embates de la
colonización. La mayoría de esas islas quedaron inhabitadas hasta
hace una treintena de años, o sea hasta la disolución de la
URSS. Con su pretensión de atribuir esas islas a sus aliados
regionales, Estados Unidos da muestras de las mismas ínfulas
imperialistas que muestra en Europa al pretender poner el centro y
el este de Europa bajo el mando de la OTAN.
Además, durante la
misma semana, Washington continuó su operación de desestabilización en
Kazajastán y estimuló los llamados a derrocar el gobierno kazajo
emitidos, desde París, por el oligarca Mukhtar Ablyazov. Y
finalmente empujó la Unión Europea a instaurar un bloqueo económico contra
Transnistria, pequeño Estado no reconocido situado en una franja de
territorio entre Ucrania y Moldavia [7]. Si bien parece haber perdido
la partida en Kazajastán, Estados Unidos ya está preparando el
siguiente episodio en Transnistria.
El hecho es que Estados Unidos
se niega a ver la realidad y sigue enviando emisarios a cada uno
de sus vasallos para convencerlos de la supuesta inminencia de un ataque
ruso en Ucrania, donde Rusia estaría incluso montando una
provocación bajo bandera falsa para justificar una invasión.
CONCLUSIÓN PROVISIONAL
En la semana que acaba de
transcurrir quedó demostrado, como era de esperar, que Estados Unidos
no tiene intenciones de respetar la Carta de la ONU ni su propia
palabra. Estados Unidos no retrocederá por voluntad propia y sus
proposiciones no buscan otra cosa que perennizar la situación actual.
La estrategia
estadounidense parece basarse en la idea de que rusos y chinos
no se atreverán a asumir el riesgo de una confrontación. Es la «teoría
del loco» («the madman theory») que el presidente Richard
Nixon ya utilizó hace años contra la Unión Soviética, la teoría de quien actúa según
el siguiente esquema: “Es cierto
que no tengo la razón y que no soy el más fuerte. Pero
estoy loco, mis reacciones son irracionales e imprevisibles.
No me interesa ganar, pero puedo hacer mucho daño.” Los políticos
de Washington deberían recordar que esa actitud no permitió ganar la
guerra en Vietnam.
Es evidente que Rusia tenía prevista
la jugada siguiente cuando publicó su proyecto de tratado bilateral con
garantías para asegurar la paz. Pero tendrá que adaptarla porque
Washington ha logrado unir a sus medrosos vasallos. Si se llega
al enfrentamiento, este será nuclear y las víctimas se contarán por
cientos de millones.
Mientras Washington prepara la
próxima escaramuza en Transnistria, Moscú se dispone a realizar su
siguiente jugada, quizás en el Caraibe y siguiendo el modelo de la crisis
creada alrededor de los misiles soviéticos instalados en Cuba, en octubre
de 1962, con vista a obtener un efecto de shock que haga entender a
la clase dirigente estadounidense que Estados Unidos ha perdido la
superioridad de la que tanto abusó en el pasado.
Este artículo continúa los trabajos
1. «Rusia quiere obligar Estados Unidos a respetar la Carta
de la ONU», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 4 de enero
de 2022.
2. «Washington prosigue en Kazajastán el plan de la RAND
Corporation, que ya continúa en Transnistria», por Thierry
Meyssan, 11 de enero de 2022.
No hay comentarios:
Publicar un comentario