INTRODUCCION DEL AUTOR
El Arzobispo Lefebvre sostuvo que la anarquía
litúrgica y la confusión doctrinaria que siguieron al Concilio no fueron causadas
simplemente por la desobediencia a las reformas oficiales sino que se trata de
un resultado directo de la reforma misma. Su opinión está en un todo de acuerdo
con las preocupaciones expresadas por los Cardenales Ottaviani y Bacci en la
carta que le enviaron en 1969 al Papa Pablo VI con el Estudio crítico del
Novus Ordo de la Misa:
“el Novus Ordo Missae –si se consideran los
elementos nuevos susceptibles de apreciaciones muy diversas, que aparecen en él
sobreentendidas o implícitas– se aleja de modo impresionante, tanto en conjunto
como en detalle, de la teología católica de la Santa Misa tal como fue formulada
por la Sesión XXII del Concilio de Trento”.
Casi la totalidad de la investigación llevada
a cabo en este libro fue hecha durante el pontificado de Pablo VI, y la única conclusión
posible que puede derivarse de la evidencia que he juntado es que el Arzobispo
Lefebvre ha sostenido una posición segura junto al dictamen de los Cardenales
Ottaviani y Bacci. La enseñanza de la Eucaristía del Concilio de Trento está
verdaderamente comprometida en el Novus Ordo Missae, y no simplemente
por los abusos que han acompañado sus celebraciones en la mayoría de los países.
No considero que tomando esta posición le esté
faltando el respeto al Santo Padre, y menos volverme por eso un desobediente.
Al margen del hecho que el Arzobispo Aníbal Bugnini dijera recientemente que
soy un calumniador, y que trabajo con gente que son calumniadores de profesión
(4), por lo que se, todo lo que se encuentra en este libro es verdad: no puede haber
ningún conflicto entre la verdad y el verdadero respeto y la verdadera
obediencia. Y un subordinado verdaderamente leal no le dirá a su superior lo
que piensa que le agradará escuchar sino lo que piensa que es verdad, y que
beneficie a la organización a la que pertenecen.
En el cuento del emperador desnudo este es
mejor servido por el niño que le dice que no estaba vestido, que por aquellos
aduladores que le expresaban su admiración por una vestimenta que suponía estar
usando.
Me he referido siempre al hecho que los abusos
que frecuentemente acompañan la celebración de la Nueva Misa.
en la mayoría de los países de occidente son
raramente encontrados en Polonia, y esto explica el hecho por el cual el Papa
crea que la reforma habría podido dar sus frutos si se hubieran observado las
normas oficiales.
En occidente, la Nueva Misa, con su terrible
destrucción de las oraciones que hacen una especial mención de la doctrina católica
del sacrificio eucarístico, fue acompañado de una plétora de especulaciones
teológicas de orientación protestante.
Las cuales no se limitaron a publicaciones especializadas,
sino que afectó la catequesis misma dada a jóvenes y niños.
CAPITULO I
El Desarrollo del Rito Romano (Misa Tradicional)
Douglas Woodruff
La palabra “Liturgia” es de origen griego y su significado era deber público, un servicio para el Estado realizado por el ciudadano. En la Biblia de los 72, que es una versión griega del Antiguo Testamento, es usada para el servicio público del Templo y por lo tanto es investida de un sentido religioso, como la función de los sacerdotes en el ritual del culto judío.
Nuestro Señor se refiere a la “liturgia” en
Hebreos 8:1-6 como Liturgos de cosas santas. La liturgia es Su trabajo
religioso público para Su pueblo, Su ministerio, Su práctica de
la redención. Es por sobre todo Su Sacrificio por el cual El redimió a
Su pueblo. La liturgia es de tal modo no algo que podamos nosotros realizar,
sino que Cristo hace. Es nuestro gran privilegio como miembros de Su Cuerpo
Místico ser capaces de unirnos con nuestro Liturgos ofreciendo Su sacrificio
y ofreciéndonos con El nosotros mismos.
No puede haber verdaderamente vocación más
gloriosa en la vida que el llamado de Dios al sacerdocio. Al sacerdote católico
se le ha confiado poderes que le son negados a los más grandes arcángeles;
tiene el poder de hacer presente sobre el altar del sacrificio al Hijo de Dios
y ofrecerlo como oblación pura a la Santa Trinidad; tiene el poder de perdonar o
retener los pecados de sus semejantes. El sacerdote católico es otro Cristo, alter
Christus, un instrumento usado por el Hijo de Dios para impartir a los
hombres la gracia que El ganó para ellos sobre la cruz. Un laico solo puede maravillarse
que algún ser humano pueda atreverse a aceptar tan temible responsabilidad y
agradecer a Dios por aquellos que lo hacen. Pensar la vida sin nuestros
sacerdotes, sin la Misa, sería algo insoportable.
Una oración en la Divina liturgia de Santiago
exhorta a los fieles del siguiente modo:
“Enmudezca toda carne humana, y levántese con
temor y temblor y no se medite en nada en sí mismo terreno pues el Rey de reyes
y Señor de los señores, Cristo nuestro Dios, viene a ser sacrificado, y a ser
dado por alimento de los fieles; y los grupos de ángeles van delante de El con cada
potestad y dominación, la custodia de los muchos querubines, y los seis alados
serafines, cubren con sus rostros y clamando en alta voz el himno, Aleluya,
Aleluya, Aleluya”.
¿Cómo puede un ser humano atreverse a
sacrificar a Cristo nuestro Dios? El sacerdote católico pronuncia las terribles
palabras de la consagración, no es su capacidad personal, sino que lo hace como
instrumento de Cristo, in persona Christi. No es entonces para
asombrarse, que para manifestar su completa sumisión a Cristo, el Summus
Sacerdos, el Sumo Sacerdote, el Principal Oferente de cada Misa, se despoje
de su propia personalidad y se entregue él mismo por entero en servicio de su
Salvador. Así es como un sacerdote explica la actitud tradicional en la
celebración de la Misa:
“Recuerdo como, cuando, era un joven
sacerdote, estaba preparándome para decir mi primer Misa, estaba ejercitado muy
estrictamente y me decían de ejercitarme muy seriamente en cada palabra y gesto
que haga en el altar del sacrificio, pues debían ser realizados exactamente.
Todo –el tono de voz, bendiciones, inclinaciones, genuflexiones, las vueltas
hacia el pueblo, la elevación y extensión de los brazos- debía estar como se leía
en las rúbricas, exactamente así. ¿Por qué? Porque en el altar uno hacía la más
noble acción abierta al género humano; el sacrificio del Hijo de Dios para
Dios. Se seguía, tanto lógicamente y teológicamente, que uno debía lograr la
máxima reverencia que el ser humano sea capaz de hacer. Y como el ser humano
está hecho de cuerpo y alma, se sigue más aún que cada palabra dicha, gesto corporal
emprendido, debía ser ajustado a la mayor reverencia a este supremo acto de
culto, el más alto al que un ser humano pudiera aspirar. Siendo la naturaleza humana
lo que es, las idiosincrasias individuales podrían sobreponerse a la reverencia
si los sacerdotes estuvieran orientados según cada cual en materia de palabras
y gestos en la Misa. Se sigue que las idiosincrasias debieron ser reducidas a
un mínimum. Por lo tanto, las rúbricas, que obligan a todos los
sacerdotes en la Misa; los despersonalizan, es decir, que en materia de
reverencia los hombres las instituyeron cuando ofrecían un sacrificio a Dios.
¿De qué otro modo podía reconocer adecuadamente en sus corazones su total
dependencia a Él, quien los hizo de la nada, sino en la manifestación de determinados
gestos corporales que vinieran a ser los propios de la Misa? Si la boca habla
desde el corazón, la conversión también es verdadera; el corazón está provisto de
reverencia si la boca del sacerdote celebrante está entrenada para hablar con
tono reverencial y el cuerpo es capaz de expresarlo, así en toda la serie de
sus gestos dignificados. No pienso que deba insistir en el tema. El hombre no
es una fría máquina de calcular. Es un ser humano hecho de cuerpo y alma. Adora
con todo lo que tiene. Precisamente por esta razón el sacerdote celebrante nunca
fue dejado a su suerte en la Antigua Misa. Esto se hizo para adecuarse a un código
de celebración; despersonalizado en interés de la dignidad que debía rodear al
supremo sacrificio. De este modo en que los hombres han ofrecido los
sacrificios, haciendo honor en donde el honor era exigido. Después de todo,
nadie va a ver a la Reina con un viejo par de jeans y alpargatas gastadas. El
tema queda planteado”8.
Es totalmente cierto y apropiado que cada
palabra, cada gesto del sacerdote que ofrece al Hijo de Dios en el sacrificio sea
meticulosamente regulado, pero sorprendentemente, no hubo una legislación papal
o conciliar que regulara la celebración de la Misa en todo el Rito Romano hasta
la Bula Quo Primum Tempore en 1570. El dato más significativo del Misal
promulgado por esta Bula es que no legisló sobre la manera en que debía celebrarse
la Misa, sino que dio sanción legal a la manera en la que la Misa estaba siendo
celebrada.
La primera característica del desarrollo
litúrgico hasta el Vaticano II fue esta legislación que venía a codificar un desarrollo,
y no que este desarrollo fuera iniciado por una legislación.
Hasta el siglo IV no se usaban libros
litúrgicos durante la Misa excepto para la Biblia de la cual eran leídas las lecciones.
La Misa comprendía dos partes distintas. La primera era el servicio
cristianizado de oraciones de la sinagoga, lecturas, y un sermón. Al final de
esta “liturgia de la Palabra” los catecúmenos, aquellos que no estaban bautizados,
debían retirarse, por eso el nombre de “Misa de los Catecúmenos”. Entonces
seguía la segunda parte, el Misterio Cristiano, la Eucaristía. Esta era una
celebración improvisada por el obispo, pero desde los tiempos apostólicos ya
tenía formas adquiridas y fijas.
Una característica de la fe cristiana ha sido
su mentalidad conservadora, conservacionista. De tal modo que de un nuevo obispo
se esperaba que rezara las mismas oraciones que su predecesor porque ese era el
modo que las cosas eran realizadas. El concepto de tradición oral ha sido
virtualmente perdido en la sociedad contemporánea, existe solo entre los niños.
Permitan que un padre de familia cambie el título de “Robin Hood”, o “Los tres
osos”, y escucharán las protestas que se sucederán. El fenómeno de la tradición
oral es común a todas las culturas. Los poetas nórdicos podían cantar una saga
tradicional de horas y culminar sin desviarse de la versión original aprendida
de los poetas en su juventud.
La característica más evidente de Iglesia
Apostólica fue su celo misionero. Nuestro Señor envió a Sus apóstoles a predicar
el evangelio a todas las naciones, y ¡que desgracia sería la negación de esta
misión encomendada por El mismo! Cuando un misionero funda una nueva iglesia, naturalmente
usará de los ritos que le eran familiares. El constante movimiento de los
cristianos entre las diferentes iglesias9 garantizan un bello modelo uniforme y
general. Este modelo forma la base de todos los ritos antiguos todavía en uso
hoy como se patentiza en una descripción de la liturgia en la célebre Apología
(explicación o justificación) de San Justino Mártir (muerto aprox. 164).
Todos los elementos de la Misa Romana tradicional pueden fácilmente ser
distinguidos en su texto10. El fin de esa obra era ganar tolerancia para con
los cristianos, probando que ellos no eran culpables de inmortalidad ni que
tomaban parte en ritos religiosos inexplicables.
Una vez que la
práctica de escribir la liturgia empezó a consolidarse en el siglo IV la
mayoría de los modelos usados hasta el momento se habían cristalizado en cuatro
fuentes de ritos de las cuales derivan todos. La palabra “rito” puede usarse en
dos modos diferentes. Puede referirse al orden del servicio para determinadas
funciones litúrgicas: así es que nos referimos al rito del bautismo, al rito de
la Misa, al rito de la bendición de las manos. También se puede referir a la totalidad
y a la complejidad de los servicios litúrgicos de una religión en particular:
hablamos de ritos judíos, ritos cristianos, ritos hindúes. El Rito Romano en
este sentido se refiere a todos los servicios litúrgicos usados por las
Iglesias dentro del Patriarcado Romano. El término “liturgia” es también
aplicado al complejo de servicios y de ahí que los términos “Rito Romano” y
“Liturgia Romana” son intercambiables.
Notas.
8 Christian Order, abril 1974,
ps.240-241.
9. Nuestro Señor fundó una sola Iglesia, pero
es correcto referir a los católicos en un país en particular como Iglesia, así
por ejemplo la Iglesia en Francia, la Iglesia en España. Es también correcto
referirse a cada diócesis individual como Iglesia (ver el Apocalipsis).
10. El texto hace referencia al celebrante de
la Misa como “el que preside” (el presidente). Esto habría traído confusión en
torno al concepto cristiano del sacerdocio. La primer Apología de Justino
Mártir es ahora citada para justificar la descripción del sacerdote católico
como “presidente” sobre la base que este fue el término usado en el siglo
segundo. Pero, al contrario, la triple división de obispo, sacerdote y diácono
ya estaba firmemente establecida. El término “presbítero” era usado para el
sacerdote en preferencia a “sacerdos” que tenía connotaciones paganas en Roma.
En ingles es más claro aún, la palabra “priest” derivó de “presbyter”. (En
castellano posiblemente hablemos de “preste”).
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