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lunes, 8 de noviembre de 2021

DE LA PERFECCIÓN DE DIOS EN PARTICULAR

 

Después de haber expuesto los errores de Luisa Picarreta y de sor Faustina en sendos artículos a la luz de la teología católica, conviene ahora explicar al modo de Santo Tomas de Aquino, las perfecciones divinas que existen en Dios íntimamente unidad a sus SER. Cuando Santo Tomas se refiere a Nuestro Señor emplea la palabra ENTE que en español significa SER, así le dijo a Moisés cuando este se acercaba a la zarza ardiente: “Yo soy el que soy”. Poco y nada conocemos de Dios y mas en la actualidad donde una terrible oscuridad se cierne sobre la tierra en donde la bajísima espiritualidad se nota en las almas de nuestro siglo, el siglo, por ahora de la oscuridad y de la baja moral como consecuencia de lo otro. Sirva este articulo para fomentar el conocimiento de Dios en vuestras almas y, aunque este artículo es por excelencia teológico, lo meditéis en vuestras almas y saquéis un buen ramillete espiritual para vuestras áridas almas.

a) Perfección de la naturaleza

1. ° De la bondad divina (cc. 37 al 41). —Visto ya cómo las perfecciones divinas existen en Dios y se identifican, sigamos al Angélico en la exposición particular de alguna de ellas: bondad, unidad, infinitud, verdad, etc.

Las perfecciones particulares se pueden referir a la naturaleza o a sus operaciones. En cuanto a lo primero, Santo Tomás estudia la bondad, la unidad e infinitud. La bondad divina es considerada por Santo Tomás en sí misma y en relación a los demás seres. Respecto a lo primero, pregunta si la bondad conviene a Dios, para terminar afirmando que Dios es su misma bondad.

Dios es bueno (c. 37).

Trátase de la perfección del ente. El ente y el bien se identifican. Este bien tiene dos aspectos, que podríamos llamar psicológico y ontológico, respectivamente. En el primer aspecto se define el bien: ―Lo que todos los seres apetecen. En el segundo: ―Una cosa es buena cuando es perfecta. Este es el bien al que ahora nos referirnos, y que ha hecho que Santo Tomás no guarde el orden que lógicamente conviene a las perfecciones divinas; por lo que después de tratar de la perfección divina, y como quiera que de la perfección se viene al conocimiento del bien, pues bueno es lo perfecto, trata de la bondad de Dios; a continuación de la unidad. El mismo motivo le ha guiado en la ―Suma Teológica‖, donde trata de la perfección y de la bondad divina en las cuestiones 4, 5 y 6 de la primera parte. Hecha esta advertencia, oigan al Santo:

Probado que la bondad es una exigencia de la perfección, Santo Tomás pasa a demostrar que Dios, a fuer de perfecto, es bueno (c. 37). Aduce cuatro argumentos, dos de tipo metafísico: 1,) y 4); y otros dos de tipo psicológico: 2) y 4) en parte.

El 1) concluye: Dios es perfecto, luego es bueno: ―Aquello, en efecto, por lo que un ser se dice bueno, es su propia virtud; pues la ―virtud hace bueno al que la tiene y convierte en buena su operación‖. Pero la virtud es una perfección, pues decimos que un ser es perfecto cuando ha llegado a su propia virtud. Por consiguiente, un ser es bueno en cuanto es perfecto. Y de aquí que todo ser desee su propia perfección como su propio bien.

En estos argumentos queda más que probada la bondad divina, y no menos queda excluida de la naturaleza divina toda posible sombra de mal (c. 39). No hablamos del mal moral, sino del opuesto al bien metafísico. Pruebas: las ya aducidas. Dios es su misma bondad. Si en Dios pudiera darse cabida al mal, Dios podría dejar de ser, ya que lo que contraría a la esencia de uno no puede fundamentarse sino sobre el no ser del mismo, como la irracionalidad no puede apoyarse en el hombre sino en cuanto falla como tal. La esencia de Dios es la bondad, y todo lo que hay en Dios está esencialmente. En Dios no cabe imperfección ninguna. El mal es privación o la supone. En Dios no hay potencia, luego no hay privación.

Santo Tomás pasa a estudiar la bondad de Dios comparándola con la bondad de los demás seres (c. 40), para concluir diciendo que Dios es el sumo bien. Es decir, que en primer lugar estudia la divina bondad como principio de toda otra bondad y a continuación estudia la excelencia de la misma.

En cuanto a lo primero, hace notar como Dios es el bien de todo bien, sin que por ello tenga que contradecir a lo que dijo en el capítulo 27 de que Dios no era forma de ningún ser; por consiguiente, dejando en pie aquel capitulo y viéndonos precisados a buscar otra bondad distinta de la proveniente de la forma, ocurre distinguir entre bondad intrínseca, formal, y bondad extrínseca, bien sea efectiva, bien sea final o ejemplar. Dios, pues, es el bien de todo otro bien, en cuanto es causa del mismo y fin al que se ordena.

Tres argumentos: a) En Dios están todas las perfecciones de los seres..., luego todas las bondades. Porque la bondad no es sino la perfección del ser.

b) Todo es imagen de la bondad divina, porque es el único bueno por esencia, al paso que lo demás lo es por participación, y lo que es ―tal‖ por participación es ―tal‖ porque tiene semejanza con quien es ―tal‖ por esencia.

c) Dios es el fin de todo ser. El bien tiene razón de apetecible, de deseable, y todo lo deseable lo es bajo la razón de fin, bien sea total, bien parcial; luego el fin último, Dios, tiene en sí toda la razón de bien de todos los seres.

Excelencia de la bondad divina. —Aquí toma el Angélico la palabra excelente en su sentido vulgar y llano. Excelente es todo lo que por un concepto u otro sobresale.

La bondad divina sobresale, sobrepuja por encima de toda otra bondad por muchas razones, entre las que Santo Tomás, escoge estas cuatro: 

a) La bondad divina es a las demás lo que el universal al particular. Lo universal es más excelente que lo particular. El bien común es más digno que el particular.

b) Lo predicado esencialmente tiene más de bondad que lo predicado accidentalmente o por participación.

c) Todo es bueno por lo que de Dios ha recibido.

d) En Dios no cabe el mal ni en acto ni en potencia.

2.° De la unidad divina (c. 42). —Ya vimos por qué motivo Santo Tomás infringió el orden lógico de este tratado, anteponiendo la bondad a la unidad. Ahora, una vez demostrado que Dios es el bien sumo, a cuya bondad participada deben los demás seres el ser bueno, concluye lógicamente la unidad de dicho orden.

Santo Tomás dedica un largo capítulo a la bondad divina.

Después de leído este capítulo, uno se apercibe que propiamente no se trata de la unidad de Dios, por la que Dios se predicaría indiviso en sí y distinto de todo otro ser. No. Sino de la unicidad de Dios. Esto quiere decir que el titulo de este capítulo no debería traducirse por ―Dios es uno, sino por este otro: ―Sólo hay un Dios ―Dios es único, pues vemos que Santo Tomás al final del capítulo se hace eco del politeísmo y del dualismo; errores ambos que atacan la Trinidad divina y, por ende, claro está, su unidad; cosa que no se verificaría a la inversa, pues si lo único es uno, lo uno no es único; v. gr., cualquier ser es uno en sí y, no obstante, puede no ser único dentro de su género o especie, al paso que único quiere decir que, dentro de su naturaleza, género o especie, sólo existe él y no hay otro.

Exposición filosófica de Santo Tomás. Para nuestro Doctor, esta verdad es indiscutible después de todo lo dicho en los capítulos anteriores.

Muchas son las razones con las que se puede demostrar dicha verdad. En la ―Suma Teológica‖ nos da tres: 1) su simplicidad; 2) su perfección infinita; 3) la unidad del mundo (1, q. 2, a. 3).

Puede demostrarse por cada uno de los atributos a que nos conducen las cinco vías de Santo Tomás, como lo ha probado el P. Muñiz (introd. a la cuestión 11 de la. 1.a p., B. A C., p. 358).

En este capítulo es donde Santo Tomás ha recogido más argumentos en pro de la unicidad de Dios. Pone como introducción la conclusión del capítulo anterior: Dios es sumo bien. Si es sumo, es único; pues lo sumo no puede convenir a dos, como es natural.

Dios es absolutamente perfecto, luego único, porque, en caso contrario, su perfección es idéntica a la de otro u otros dioses..., y, por lo tanto, no hay distinción posible entre ellos, y es absurdo admitir la pluralidad de dioses.

3) Cuando con uno hay bastante, las cosas se hacen peor si se ponen muchos a hacerlas. Todos los seres pueden ordenarse a uno; luego no multipliquemos los entes sin necesidad.

4) El movimiento continuo y regular es inútil atribuirlo a varios motores a la vez, pues o mueven al compás y equivalen en este caso a un solo motor perfecto, suponiendo que no lo sea en sí; o no mueven a la par, en cuyo caso uno se mueve cuando está el otro parado, movimiento alterno, irregular; luego hemos de admitir un solo motor que esté siempre en movimiento; de lo contrario, alguna vez no movería, y alguna vez no habrá movido. Sería irregular y alterno su movimiento. El movimiento primero, según los filósofos (VIII Physicorum‖, c. 7 y ss.), es regular y continuo; luego el primer motor tuvo que ser único, etc.

3.° De la infinitud de Dios (c. 43). —Secuela de la unicidad divina es la infinitud o ilimitación. Dios, al ser único, no encuentra límites, no puede encontrarlos. El encontrarlos equivaldría a no ser único, pues otro igual o superior a él seria quien delimitara su ser, su operación.

Infinito, signo negativo de significación positiva, es aquello que no tiene límites o término; puede carecer de término en absoluto, y puede carecer respecto a sólo determinado género de seres. Santo Tomás prueba con diez argumentos que carece en absoluto de límites. En ellos explica de qué clase de infinitud se trata y cómo conviene a Dios.

Primeramente centra el problema distinguiendo entre infinitud multitudinaria y de cuantidad o continuidad, ambas corporales; por consiguiente, no atribuibles a Dios, que es uno y espiritual, e infinitud de grandeza espiritual.

Admitiendo esta infinitud como única posible en Dios, el Santo subdistingue infinitud de poder o virtud e infinitud de bondad de naturaleza y de perfección, toda vez que la virtud o potencia es la expresión activa de la naturaleza. Y, supuesta la afirmativa en pro de la tesis, el Angélico avanza más y nuevamente distingue entre infinitud privativa e infinitud negativa.

Por la primera entiende nuestro Santo aquella infinitud predicable de cantidad dimensiva o numeral, que de suyo debe tener límites y que precisamente cuando se le substraen dichos limites connaturales llámase infinita; suponiendo, por consiguiente, dicha infinitud sin forma que la delimite, determine, le dé el ser.

Infinitud negativa es aquella que no reconoce límite ninguno a su perfección. Esta es suma y todo lo trasciende. Esta es la que predicamos de Dios, y que Santo Tomás prueba con diez argumentos, que dejamos a la consideración del atento lector.

b) Perfección de las operaciones divinas

Prosiguiendo su labor lógicamente, el Angélico, después de ofrecernos un tratado sobre la existencia divina y otro sobre la naturaleza de Dios y un tercero sobre la perfección del ser divino, y como quiera que al ser sigue el obrar, nos brinda con el tratado de las operaciones.

El principio o la causa se estudia antes que el efecto, pero aquello encierra en sí la necesidad de exponer éste; y porque toda operación sigue al ser, si Dios es una naturaleza viva, ha de tener sus operaciones, cuyo estudio aborda aquí.

El conocimiento que de Dios tenernos lo alcanzamos por sus efectos. De aquí que atribuyamos a Dios todo cuanto de bueno, de perfecto, hay en las criaturas. De éstas las más perfectas son las espirituales; lo que nos permite concluir: Dios es espíritu. Ahora bien, la criatura espiritual goza de dos potencias: entendimiento y voluntad; luego Dios tiene entendimiento y voluntad. Además, una de las criaturas espirituales—nos referimos a la criatura humana—tiene ciertas prolongaciones debidas a dichas perfecciones, dado el contacto que tiene con la materia; son las pasiones y las virtudes. ¿Tiene Dios pasiones? ¿Tiene virtudes?

Como en el hombre, en Dios— causa—el querer sigue al en tender, porque la voluntad es una potencia ciega que se adhiere al objeto que se le presente como tal. Nadie puede presentárselo sino el entendimiento. De aquí aquel aforismo filosófico: ―Nada es querido si antes no ha sido conocido‖. Así se explica el que Santo Tomás estudie este apartado de las operaciones divinas, para seguir con la voluntad, que son manifestaciones de vida, y terminar estudiando la misma vida divina (c. 97). Este es el orden del Angélico.

Mientras que Santo Tomás en la ―Suma Teológica‖ trata de la ciencia de Dios (contenido), aquí nada dice de la ciencia, sino que detiene su atención sobre el inteligente (sujeto) y al artículo ―si hay en Dios ciencia‖ (1, q. 14, a. 1) corresponde el capítulo 44. Dios es inteligente.

Vamos a exponer por partes el tratado de la ciencia de Dios, tratado quizás que más polémicas ha suscitado a lo largo de la historia de la teología, y que nosotros ladearemos, por no ser propio de una breve introducción suscitar cuestiones adormecidas, aunque como a cuestiones problemáticas no les debemos negar la ocasión de un mayor esclarecimiento.

Desde luego que da la impresión de que Santo Tomás, al escribir su ―Contra Gentes‖, escribiría una especie de guión de la ―Suma Teológica‖, por lo que aquí trata sucintamente problemas a los que allí concede una mayor extensión. Pueden cotejarse, por ejemplo, los capítulos que traemos entre manos y las cuestiones 14 a la 18 de la primera parte de la ― Teológica‖.

Según trae Santo Tomás en este capítulo 44, el nombre de Dios, ―Theos‖ en griego, proviene de ―Theaste‖, que significa ver, mirar. Todas las gentes, aun los paganos que admitían un sinnúmero de dioses menores, inconscientes o ciegos, reconocían la existencia de uno principal entre todos, a quien nada se escondía de cuanto sucedía por el mundo.

1.° Potencias intelectuales. — A) Entendimiento. Exposición filosófica de Santo Tomás sobre la existencia de conocimiento o de ciencia en Dios.

Para probar la existencia de Dios arrancábamos de un dato universal, de algo que se diera en todo género de cosas, v. gr., el movimiento de la potencia al acto, del ser esto al ser aquello.... la eficacia, etc. Como esto era una propiedad común veníamos a la conclusión de un motor inmóvil, de una causa primera, de un ser necesario. Pues bien, establecida ya la existencia de Dios, nos vemos obligados a usar de un proceso inverso para probar sus diversos atributos. Así, partiremos del principio asentado de la existencia de un motor inmóvil, de un ser necesario, de una primera causa; para probar que Dios es inteligente, tiene amor, es infinito, etc. No puede parecer peregrino este proceso. Santo Tomás lo ha empleado muchas veces, tanto en la ―Suma contra Gentes como en la ―Suma Teológica y demás obras. La razón es clara. No podemos probar la existencia de Dios sino por sus efectos. Conocida la existencia, ignoramos su esencia. Se impone, por consiguiente, reanudemos nuestras lucubraciones filosóficas allí donde las hemos cortado.

 

 

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