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jueves, 9 de septiembre de 2021

CRANMER Y LA NUEVA MISA DE PABLO VI (Continuación)

 
ENRIQUE VIII Y CRANMER AL FONDO LA DESTRUCCION DE LA IGLESIA

V. LA ORACION POR LA IGLESIA MILITANTE O EL MEMENTO EN LA MISA TRADICIONAL

ADVERTENCIA. Quienes por gracia de Dios conocen la Misa de siempre o también llamada tridentina y han tenido un cierto contacto con la actual misa nueva se darán cuenta inmediatamente del plan destructivo de CRANMER y de Pablo VI respecto a la Misa de siempre. Comprenderán que es otro NUEVO RITO muy alejado de lo prescripto por Jesucristo a sus discípulos.

Quienes siempre han vivido bajo el rito moderno les será difícil comprender esta destrucción de la religión llevada acabo por estos dos hombres en épocas diferentes. Considero que el cambio de rito es una de las razones, sino la importante, por las cuales el mundo esta como esta.

La "Oración por la Iglesia Militante" dice: "Todopoderoso y Sempiterno Dios, que por el santo Apóstol nos has enseñado oraciones y suplicaciones y a dar gracias por todos los hombres, humildemente te pedimos, con gran confianza, el que aceptes, nuestros dones y recibas estas nuestras oraciones, que nosotros ofrecemos a Vuestra Divina Majestad, suplicándoos que continuamente inspiréis a tu Iglesia" universal; con él espíritu de verdad, de unidad y de concordia, y concedednos que todos aquellos que en verdad confesamos tu Santo Nombre estemos concordes en la verdad de tu Santa Palabra y vivamos en la, unidad y en un amor divino. Os pedimos, también el que salvéis y defendáis a todos los Reyes cristianos, príncipes y Gobernantes, y especialmente a vuestro siervo Eduardo, nuestro Rey, para que bajo él seamos, divina y pacíficamente, gobernados; y conceded que todo su concejo y todos aquellos que tienen alguna autoridad, bajo él, que prudente e indiferentemente administren la justicia, para castigo de los malvados y viciosos y para mantener la verdadera religión y virtud de Dios. Conceded, Oh Padre Celestial, vuestra gracia a todos los Obispos, Pastores curas, para que por su vida y doctrina avancen vuestra verdadera y viva Palabra y administren correcta y debidamente vuestros santos sacramentos: y a todo el pueblo dad vuestra, gracia celestial, y en especial, a la asamblea aquí presente, para que, con humilde corazón y debida reverencia, escuchen y reciban vuestra santa Palabra, sirviéndoos, en verdad, en rectitud y santidad, todos los días, dé su vida. Y debemos también suplicar de vuestra bondad, oh Señor, el que confortéis y socorráis a todos aquellos que, en esta vida transitoria, están en tribulación, en sufrimiento, necesidad, enfermedad o cualquier otra adversidad. Concedednos esto, Oh Padre, por Jesucristo, nuestro único mediador y abogado. Amén". Exageradamente larga.

El cambio es suficientemente dramático y drástico. Dejando a un lado las omisiones del Papa y de los Santos, que eran de esperarse, ha desaparecido toda mención de las oblaciones. haec dona, haec munera, haec sancta sacrificia illibata, (Que aceptes y bendigas estos dones, estos presentes, estos santos sacrificios sin mancilla) que son parte esencial del Te igitur (Te suplicamos). (Que se dicen en la Misa tradicional a la cual atacan tanto anglicanos como modernistas en la actualidad) En la antigua liturgia de la Iglesia, se ha tributado siempre gran honor a las ofrendas del pan y del vino.

Esas ofrendas son inmaculatam hostiam, calicem salutaris, inmaculada ostia y cáliz de salvación de las antiquísimas oraciones del ofertorio, así como la afirmación de su excelencia en el Te igitur, que deben ser presentadas a Dios, con la súplica de hacerlas in omnibus benedictam, adscriptam, ratam, rationabilem acceptabilemque, (La oración esta antes de la consagración y dice así: “La cual oblación te suplicamos ¡oh Dios!, te dignes hacerlas en todo bendita, confirmada, razonable y agradable, a fin de que se conviertan para nosotros en el cuerpo y sangre de tu amantísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo) para el milagro, que ha de tener lugar después en la transubstanciación. Y siempre, como Jungmann lo ha demostrado, "es el pensamiento de la inminente transubstanciación el que ha condicionado la insistencia de su santificación". (23) Esto tan sólo era un anatema para Cranmer. "Como Lutero, Cranmer creía que cualquier forma de ofertorio "apestaba como una oblación". (24). Por eso suprimió todas las oraciones del ofertorio, aun aquella que muchos consideraban la más hermosa de ellas, "Deus, qui humanae naturae ... " (es cuando el sacerdote se lava los dedos que han de tocar la ostia y dice: ¡OH Dios que de modo admirable creaste la dignidad de la naturaleza humana y de modo más admirable la restauraste, dadnos por este misterio de esta agus y de este vino... Esta sencilla y simple oración solo la encontraremos en la Misa de Siempre, pero nunca en la nueva misa porque, como otras tantas oraciones, simplemente las han suprimido y me pregunto, con qué autoridad desacralizan lo sacro y santo) y toda otra mención de "oblación del pan o del vino.

La dificultad de Cranmer consistía en que al poner el pan y el vino sobre el altar podría parecer el pueblo como el ofertorio de la antigua Misa papista o tradicional. Si debía inculcarse a la asamblea una idea del todo nueva, era necesario hacer algo que borrase toda reminiscencia del antiguo ofertorio tradicional. Cranmer encontró la solución ordenando que, al llegar a este punto, los encargados del orden hiciesen la colecta del dinero y, de esta manera, la oración sólo debía referirse al dinero, a la colecta recogida. Y, puesto que las limosnas no habían sido ofrecidas, ni siquiera tocadas por el ministro, no podía haber peligro de que fuesen consideradas como una "oblación", en el sentido tradicional. Como advierte Gregory Dix, éste es un ingenioso ardid del trabajo humano, realizado en la liturgia y, por lo tanto, merece nuestra admiración.

Y, por supuesto, la referencia a las limosnas era la única que la asamblea oía y entendía. Porque un punto esencial de la "reforma" era que el Canon silencioso de la Misa Romana, que había estado en uso desde el siglo octavo 241, debía desaparecer, para que el nuevo Canon, dicho en lengua vernácula y en voz alta, pudiese tener el debido efecto en la gente. Desde el Concilio Vaticano se volvió a decir en voz alta y en lengua vernácula, pero no con los anglicanos y luteranos sino en la Iglesia que se auto denomina “católica” y es la misa moderna invento de ellos.

A las omisiones hechas por Cranmer en sus cambios esenciales, el reformador añadió una muy importante, omitiendo el nombrar al Papa y poniendo en su lugar el nombre del soberano.

Diez y seis años antes, Enrique VIII había ordenado el Bidding Prayers, en la lengua vernácula, por el cual, en forma de peticiones correctamente redactadas, los pensamientos, del pueblo fuesen encaminados por los canales correctos de la política y la teología. Principalmente se quería inculcar a todos que el Rey era la suprema cabeza de la Iglesia de Inglaterra. No debía mencionarse al Papa, a no ser con insultos y menosprecio. El Bidding Prayers fue un invento útil para acomodarse a los varios aspectos de la vida contemporánea, pero la razón de su introducción y la esencia de su utilidad fue su énfasis en la supremacía religiosa del Rey.

Cranmer, aunque abolió las oraciones que entonces se usaban, conservó y puso todavía, mayor énfasis sobre este punto, al poner la oración por el Rey y el Estado (del cual la Iglesia es tan solo una parte) en lugar del TE IGITUR, por el Papa y por la Iglesia. Es interesante notar que la reciente inclusión del Bidding Prayer en la “nueva misa” puede -al menos en Inglaterra- tener el mismo efecto. Así la primera petición, pudiera ser por la reina y la Real Familia sobre el mismo Papa (aquí el autor deja de nuevo a Cranmer y su reina para hablar del Papa) , (que, por su lugar en la misa, toma la precedencia en el tiempo para, redención nuestra, quien hizo allí, por su única oblación de sí mismo una sola vez ofrecida) un completo, perfecto y suficiente sacrificio, oblación y satisfacción por los pecados de todo el mundo y que instituyó y en su Sagrado Evangelio nos mondó continuar una perpetua, memoria de esa preciosa muerte hasta que él venga de nuevo").

Así “la oración por la Iglesia Militante” con su omisión a toda referencia a las oblaciones, de Nuestra Señora, de los santos y del Papa y toda la Iglesia CATOLICA, extendida por el mundo no obra la preparación para la consagración. su omisión como todas las demás tanto en la misa de Cranmer como en la misa nueva corren el grave riesgo de su INVALIDES que al parecer la Iglesia conciliar así lo quiere al formar, en la actualidad, un consejo para tratar sobre las diaconisas lo cual nuestra duda se disipa y de realizarse esto estaríamos ante una misa más que INVALIDA sacrílega.

 LA ORAClÓN DE LA OBLACION.

 La oración de la oblación, que se dice inmediatamente después de la comunión del pueblo, en la liturgia de Cranmer, dice así: "Oh Señor y Padre Celestial, nosotros, vuestros humildes siervos, de corazón deseamos que Vuestra paternal bondad acepte misericordiosamente este nuevo humilde sacrificio de alabanza y de acción de gracias. Y, con uno gran humildad os pedimos nos concedáis que, por los méritos y la muerte de Vuestro Hijo, Jesucristo, y por la fe en su sangre, nosotros y todos los miembros de la Iglesia universal podamos obtener la remisión de nuestros pecados. Y todos los otros beneficios de su pasión. Y aquí nos ofrecemos a vos, oh Señor; nuestras almas y nuestros cuerpos, como razonable, santo y viviente sacrificio a vuestra gloria.

Humildemente también pedimos que todos nosotros, los que hemos participado en esta santa comunión, seamos llenos de Vuestra gracia y de Vuestras celestiales bendiciones. Y, aunque seamos indignos, por nuestros múltiples pecados, de ofreceros ningún sacrificio, sin embargo, os pedimos aceptéis este nuestro deber cumplido y nuestro servicio, no en consideración a nuestros méritos, sino perdonando nuestras ofensas, por Jesucristo nuestro Señor, por quien y con quien, en unidad del Espíritu Santo, os sea dado todo honor y toda gloria, en un mundo sin fin, oh Padre Todopoderoso. Amén" (se suprimieron las oraciones de las abluciones y purificación que siguen después de la comunión de los fieles, oraciones que el sacerdote reza en silencio mientras realiza esta sublime acción poniendo en su lugar la “oración que acaban de leer. Para tener una idea de estas oraciones se las dejo aquí tal y como se rezan en la Misa tridentina o de San Pio V: HAZ, Señor, que recibamos con un corazón puro lo que con la boca acabamos de tomar, y que este don temporal se traduzca para nosotros en remedio sempiterno. 

TU cuerpo, Señor, que he sumido, y tu sangre, que he bebido, adhiéranse a mi corazón, y haz que no quede mancha de maldad en mí, a quien han alimentado estos puros y santos sacramentos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. (Lamentablemente también han sido suprimidas en la nueva misa y, ¿con qué autoridad? Cada uno busque la respuesta lo que sí puedo decir que aquí la autoridad divina quedo relegada. ¡Cuánta semejanza guarda el nuevo “rito” de la misa nueva con la “Misa” de Cranmer!)

Podemos observar que Cranmer establece aquí; sin duda, su nueva interpretación del rito, y las tres menciones de la palabra "sacrificio" sólo sirven para aumentar la confusión, de los que, oyendo esta oración, en la lengua vernácula, están así inclinados, a admitir que la nueva Misa es una continuidad de la vieja.    

El concepto católico de siempre era que Cristo se ofreció a si, mismo, en perfecta oblación, a su Eterno Padre y que la Iglesia militante sobre la tierra, como su Cuerpo místico, participa por la Eucaristía en este acto eternamente sacerdotal de Cristo. Cranmer sustituyó deliberadamente esta verdad católica con la idea de que somos nosotros los que nos ofrecemos a Dios, en cuerpo y alma. (Y, ¿acaso no se nota lo mismo en la misa nueva? Ya no es Cristo quien se ofrece sino el pueblo quien lo ofrece y, ¿dónde quedo en mediador entre Dios y el hombre o sea el sacerdote? Quién sabe.)

También las palabras: "por quien y con quien y en Él, en la unidad del Espíritu Santo Os sea dado todo honor y gloria, oh Padre Omnipotente, en un mundo sin fin. Amén.” Están dichas para dar la impresión de la doxología más grande en la liturgia, pero totalmente diferente, en su significado, en la liturgia de Cranmer. Todo lo contrario a la Misa tradicional o de siempre, en donde se dice:  "Per ipsum +  et cum ipso + et in ipso, + est tibi, Deo Patri Omnipo tenti, + in unitate Spiritus Sancti, + omnis honor et gloria, per omnia saecula saecolorum". Aquí, las cinco señales de la Cruz, que el sacerdote hacía, seguidas de la elevación del pan y del vino consagrados, todo con un gesto y sentido de ofrecimiento una reminiscencia de la antigua ceremonia en la cual el celebrante levantaba el pan consagrado y el diácono el gran cáliz y tocaban uno con otro era la señal externa y visible del ofrecimiento del Sacrificio acepto a Dios. Esa elevación, en esta parte de la Misa de San Pío V, con las palabras en honor et gloria, hace que el simbolismo del lenguaje y de le acción se fusionen en uno, para convertirse en una litúrgica lección sobre el significado de la Misa.

Cranmer prohibió esas cruces y la elevación, pero conservó una aproximación en las palabras, que ahora significan algo muy diferente; para dar la impresión de la continuidad.  

Así, el nuevo rito fue elaborado para dar cuerpo a la creencia de la justificación por la fe sola, una creencia, en la que los sacramentos no podían ya ser admitidos en el sentido que siempre habían tenido." (No es de extrañar que haya sido cambiado su ritual propio de cada sacramento según el rito antiguo y hayan introducido otras palabras que se alejan impresionantemente de su verdadero significado comprometiendo la VALIDES de dichos sacramentos, cuando menos con esta acción malévola la duda sobre su valides es evidente y clara. Duda que corre el riesgo de convertir los sacramentos en un instrumento de sus planes que van en contra de LO VERDADERO Y LO SANTO de estos sacramentos. Y digo cuando menos porque en muchas almas fluctúa la idea cada vez más fuerte de su INVALIDES total, lo cual es lamentable y crea una verdadera y solida desconfianza que se extiende también al rito modernista de los sacramentos que también los han cambiado)

 

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