El 22 de julio, el Superior General de la NEO-F₪₪PX, Padre Davide Pagliarani, publicó una Carta a propósito del Motu proprio de Decimejorge Traditiones custodes.
Como dice el título de este artículo, el
pobrete ladra porque es su deber…; pero ya veremos que en la voz se le conoce
la vergüenza, la angustia, la falta de convicción y algo más…
Para comprender bien esta aseveración, a
primera vista dura, leamos primero algunos textos de documentos que no podemos
olvidar ni dejar de lado.
***
Respecto del Motu proprio Summorum
pontificum (celebrado
con un Te Deum por la Neo-F₪₪PX).
Artículo 1:
“El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la
expresión ordinaria de la “Lex orandi” de la Iglesia católica de rito latino.
El Misal Romano promulgado por San Pío V y
reeditado por el bienaventurado Juan XXIII debe considerarse como la expresión
extraordinaria de la misma “Lex orandi” y gozar del respeto debido por su uso
venerable y antiguo.
Estas dos expresiones de la “lex orandi” de la
Iglesia no inducen ninguna división de la “lex credendi” de la Iglesia; son, de
hecho, dos usos del único rito romano.
Por eso es lícito celebrar el Sacrificio de la
Misa según la edición típica del Misal Romano promulgada por el bienaventurado
Juan XXIII en 1962, y nunca abrogada, como forma extraordinaria de la Liturgia
de la Iglesia”.
***
De la Carta de Benedicto XVI a los
obispos que acompaña al Motu proprio:
“Es necesario afirmar en primer lugar que el
Misal, publicado por Pablo VI y reeditado después en dos ediciones sucesivas
por Juan Pablo II, obviamente es y permanece la Forma normal –la Forma
ordinaria– de la Liturgia Eucarística.
La última redacción del Missale
Romanum, anterior al Concilio, que fue publicada con la autoridad del
Papa Juan XXIII en 1962 y utilizada durante el Concilio, podrá, en cambio, ser
utilizada como Forma extraordinaria de la Celebración
litúrgica”.
“El nuevo Misal permanecerá, ciertamente, la
Forma ordinaria del Rito Romano, no sólo por la normativa jurídica sino
por la situación real en que se encuentran las comunidades de fieles”.
“No es apropiado hablar de estas dos redacciones
del Misal Romano como si fueran “dos Ritos”. Se trata, más bien, de un doble
uso del mismo y único Rito”.
“No hay ninguna contradicción entre una y otra
edición del Missale Romanum”.
“Por lo demás, las dos Formas del uso del Rito
romano pueden enriquecerse mutuamente”.
“Obviamente para vivir la plena comunión los
sacerdotes de las Comunidades que siguen el uso antiguo no pueden, en
principio, excluir la celebración según los libros nuevos. En efecto, no sería
coherente con el reconocimiento del valor y de la santidad del nuevo
rito la exclusión total del mismo”.
***
Nuestros comentarios:
Entonces, queda más que claro, que el Rito
romano de la Santa Misa nunca había perdido su derecho. Pero,
con el Motu Proprio del 7 de julio de 2007, perdió, de jure, su
condición de única forma ordinaria y oficial.
La Roma anticristo y modernista, por medio del
Motu proprio, humilló el Rito romano de la Santa Misa, relegándolo a la
condición de “forma extraordinaria” y uniéndolo al “rito
bastardo”, que sería la “forma ordinaria” del único
rito romano.
Por lo tanto, el Misal romano
promulgado por S. Pío V no es ya la expresión ordinaria; y,
de manera implícita, debe ser considerado derogado como expresión ordinaria de
la Liturgia de la Iglesia.
Entonces, para ajustarse a la realidad del
impío Motu proprio, es necesario decir:
— La Misa Tradicional no se abrogó nunca como
forma extraordinaria.
— La Misa Tradicional se abrogó como forma
ordinaria.
— Está permitido celebrar la Misa Tradicional
como forma extraordinaria.
— Está prohibido celebrar la Misa Tradicional
como forma ordinaria.
Resumiendo, el estado de Derecho de la Misa
Tradicional, como Misa oficial y ordinaria del Rito Latino Romano de la
Iglesia, es el siguiente:
1) Hasta 1969, por la Bula Quo primum,
la Misa tradicional era la única Misa oficial y ordinaria del Rito Latino
Romano de la Iglesia.
2) De 1969 hasta el 7 de julio de 2007, en la
realidad y en la verdad del Derecho, la Misa tradicional era la única Misa
oficial y ordinaria del Rito Latino Romano de la Iglesia.
3) Según el Motu Proprio y la Carta a los
Obispos de julio de 2007, la Misa tradicional ya no es la Misa oficial y
ordinaria del Rito Latino Romano de la Iglesia. Es la forma extraordinaria…
***
Declaraciones de Monseñor Fellay:
Antes del Motu proprio de 2007:
“La Misa nueva es considerada la ley general
de la Iglesia. Para evitar cualquier aislamiento y cualquier división, pedimos
que la Misa antigua sea también la ley general”.
“Se podría esperar encontrar una igualdad de
derecho entre la antigua y nueva misa. Obviamente no es suficiente. Pero es un
primer paso. Y probablemente, humanamente hablando, un paso necesario”.
Una vez publicado:
“El Motu Proprio Summorum Pontificum del 7 de
julio de 2007 restablece la Misa Tridentina en su derecho. Se reconoce
claramente que ella nunca ha sido abrogada”.
“Mediante el Motu Proprio Summorum Pontificum,
el Papa Benedicto XVI restableció los derechos de la Misa Tridentina, afirmando
claramente que el Misal Romano promulgado por San Pío V nunca ha sido
abrogado”.
“Es necesario afirmar que, si la misa nunca ha
sido abrogada, ella ha conservado sus derechos”.
***
Comentarios nuestros, publicados
oportunamente:
Estas proposiciones son erróneas en sí mismas,
no corresponden a la realidad y pueden llevar al error.
Es falso decir que la Misa Tridentina es
restablecida “en su derecho” o “en sus derechos” porque el Motu Proprio dice
“que nunca ha sido abrogada”.
En primer lugar, por la frase incompleta que
olvida el: “como forma extraordinaria”.
En segundo lugar, porque “no ser abrogada” no
significa conservar “sus derechos”. Prueba de ello es el mismo Motu Proprio,
que afirma que la Misa Tridentina no ha abrogada, pero tiene un lugar
secundario en la liturgia, es un rito secundario y extraordinario.
El derecho a la Misa Tridentina es un derecho
incondicional. Cualquier sacerdote puede (y debe) celebrar siempre la Misa
Tridentina.
Pero, con el Motu Proprio de 2077, eso se
terminó, pues el significado obvio es que cualquier sacerdote puede celebrar la
Misa Tridentina bajo ciertas condiciones.
El mismo Monseñor Fellay tuvo que confesarlo
en el sermón de Villepreux. Tras decir que no hay condiciones, añadió: “Hay
bastantes condiciones prácticas (…) También hay restricción el domingo”.
Entonces, no es porque “cualquier sacerdote
pueda celebrar la Misa Tridentina” que la Misa recupera su lugar y su derecho
en la Iglesia.
Encontrar “su lugar” es encontrar el lugar que
es suyo; lo cual no se da con el Motu proprio, porque el lugar dado a la Misa
es un lugar subordinado a la misa de Lutero.
Decir que la Misa “ha recuperado su lugar en
la Iglesia” significa que ese lugar subordinado es el que normalmente le
pertenece, y que ya no hay nada más que reclamar o esperar a esta Misa.
Otra cosa sería decir que la misa ha
encontrado un lugar en la Iglesia.
Pero el lugar de la Misa Tridentina es mucho
más alto, este lugar está definido por la Bula Quo primum tempore.
Entonces, la Misa Tridentina no ha encontrado
su lugar. El motu proprio de Benedicto XVI no ha devuelto, no devuelve y no
devolverá su lugar en la Iglesia a la Misa Tridentina.
¿Palabras proféticas? No. Simples conjeturas…
La Frutilla del postre…
El 15 de enero de 2013 el Cardenal Antonio
Cañizares Llovera, en ese momento Prefecto de la Congregación para el Culto
Divino y la Disciplina de los Sacramentos, develó que Monseñor Bernard Fellay,
le comentó una vez lo siguiente: “Vengo de una abadía, que queda junto a
Florencia. Si Monseñor Lefebvre hubiese conocido cómo se celebra allí, no
hubiese dado el paso que dio”…
Y el misal utilizado allí es el de Pablo VI en
su realidad más estricta…
Respecto del levantamiento de las excomuniones (celebrado con un Magnificat por la Neo-F₪₪PX) y subsiguientes discusiones doctrinales.
De la Carta de Monseñor Fellay a los
fieles, Menzingen, 24 de enero de 2009:
“El
decreto del 21 de enero cita la carta del 15 de diciembre último al Cardenal
Castrillón Hoyos en la que expresé nuestro apego «a la Iglesia de Nuestro Señor
Jesucristo, que es la Iglesia Católica», y reafirmando nuestra aceptación de
sus dos mil años de enseñanza y nuestra fe en el Primado de Pedro. Recordé
cuánto sufrimos con la situación actual de la Iglesia donde se violan esta
enseñanza y esta primacía, y agregué: «Estamos listos para escribir con nuestra
sangre el Credo, a firmar el juramento antimodernista, la profesión de fe de
Pío IV, aceptamos y hacemos nuestros todos los concilios hasta el Concilio
Vaticano II, sobre el cual expresamos reservas»”.
Recordar…:
“Pareciera
que desechamos todo Vaticano II. Sin embargo, adherimos al 95%” (11 de
mayo de 2001, entrevista a Mons. Fellay por el diario suizo La
Liberté; publicada en DICI n° 8, el 18 de mayo del mismo año).
“Lejos
de querer detener la Tradición en 1962, deseamos considerar el Concilio
Vaticano II y el Magisterio post-conciliar a la luz de esta Tradición que san
Vicente de Lérins ha definido como “lo que ha sido creído en todas partes,
siempre y por todos”, sin ruptura y en un desarrollo perfectamente homogéneo”. (Comunicado
de Mons. Fellay del 12 de marzo de 2009).
“Mucha
gente tiene un entendimiento del Concilio que es un mal entendimiento. Ahora
tenemos autoridades en Roma que lo dicen. Nosotros hemos visto en las
discusiones que muchas cosas que hemos condenado como pertenecientes al
concilio, no son de hecho del concilio, sino del común entendimiento de éste” (Entrevista
a Mons. Fellay en EEUU).
“La
libertad religiosa es utilizada de muchas maneras, y viendo de cerca yo
realmente tengo la impresión que no muchos conocen lo que realmente el Concilio
dijo al respecto. El Concilio presenta una libertad religiosa de hecho muy, muy
limitada. Muy limitada. Eso significa que en nuestras pláticas con Roma ellos
dijeron claramente que tener el derecho al error o escoger una religión es
falso” (Entrevista a Mons. Fellay en EEUU).
No olvidar…:
De la Carta del
Superior General y sus dos Asistentes a los otros tres Obispos, del 14 de abril
2012:
“Leyéndoos, uno se pregunta seriamente si
vosotros creéis todavía que esta Iglesia visible, cuya sede está en Roma, es
bien la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, una Iglesia sin duda desfigurada
horriblemente a planta pedis usque ad verticem capitis, pero una Iglesia que
tiene sin embargo y todavía por cabeza a Nuestro Señor Jesucristo”.
“En la Fraternidad, se está en camino de hacer
de los errores del Concilio super herejías”.
“En sí, la solución de la Prelatura Personal
propuesta no es una trampa. Esto se evidencia ante todo de que la situación
actual en abril de 2012 es muy diferente de la de 1988. Pretender que nada ha
cambiado es un error histórico”.
De la Declaración Doctrinal, del 15 de
abril 2012, que Monseñor Fellay envió al Cardenal Levada para ser firmada:
“Nosotros declaramos reconocer la validez del
sacrificio de la Misa y de los Sacramentos celebrados con la intención de hacer
lo que hace la Iglesia según los ritos indicados en las ediciones típicas del
Misal romano y de los Rituales de los Sacramentos legítimamente promulgados por
los papas Paulo VI y Juan Pablo II”.
Intervención del Padre Pagliarani en el
Capítulo General de 2012 para salvar a Monseñor Fellay:
Durante el Capítulo de 2012, el Padre Jorna,
Director del seminario de Ecône y uno de los teólogos enviados a Roma para las
discusiones doctrinales, distribuyó y comentó un texto, demostrando ante el
Capítulo que la Declaración de Monseñor Fellay no era otra cosa que la hermenéutica
de la continuidad. Después de esta exposición, la conclusión se impuso por
sí misma: esta Declaración debía ser condenada por su autor.
El Director del seminario de La Reja, el Padre
Pagliarani, se levantó para romper el silencio, e intervino en favor de
Monseñor Fellay: “¡Estimados cofrades! No vamos a infligirle una
bofetada a nuestro Superior exigiéndole una retractación; esto se hará
implícitamente por la Declaración final del Capítulo”.
Sin embargo, la Casa General manipuló al
Capítulo para que no sancionara al Superior General y logró engañar a los
capitulares, haciéndoles creer que la Declaración había sido enterrada por una
desaprobación implícita de su autor.
¡Vaya bofetada infligida a la Obra de la
Tradición!
***
Por todas estas declaraciones y actitudes, el
actual Superior General, sus dos Asistentes y sus dos Consejeros, así como
todos los Superiores Mayores de la Fraternidad deberían hacer un público acto
de reconocimiento de sus errores, con pedido explícito de perdón a sacerdotes y
fieles; y llamarse luego a silencio, en lugar de hacer vacías declaraciones
como la Carta que ahora transcribimos, que sólo podría servir para una
conferencia espiritual para buenas monjitas sobre la Santa Misa.
A cada uno de sus lastimeros ladridos hay
que oponer una o varias de las faltas pasadas, más arriba consignadas… Lo
haremos con algunos, dejando el resto del trabajo al lector.
CARTA DEL PADRE DAVIDE PAGLIARANI
sobre el motu
proprio “Traditionis custodes”
Menzingen, 22 de julio
de 2021
Queridos miembros y amigos de la Fraternidad
Sacerdotal San Pío X:
El motu proprio Traditionis custodes y
la carta que lo acompaña causaron gran revuelo en el llamado ámbito
tradicionalista.
Puede observarse, con toda lógica, que la era
de la hermenéutica de la continuidad, con sus ambigüedades, ilusiones y
esfuerzos imposibles, ha sido drásticamente trastornada, barrida de un revés.
Para ello, hemos de elevarnos a los principios
y plantearnos una cuestión a la vez antigua y nueva: ¿Por qué la Misa
Tridentina sigue siendo la manzana de la discordia después de cincuenta años?
Pero ¿por qué esta Misa se ha convertido en un
signo de contradicción dentro de la misma Iglesia?
La respuesta es simple y cada vez más clara.
Después de cincuenta años, los elementos de respuesta son evidentes para todos
los cristianos de buena voluntad: la Misa tridentina expresa y transmite una
concepción de la vida cristiana y, por consiguiente, una concepción de la Iglesia,
absolutamente incompatible con la eclesiología salida del Concilio Vaticano II.
De un lado está la Misa de siempre, estandarte
de una Iglesia que desafía al mundo y que está segura de la victoria, porque su
batalla no es otra que la continuación de la que llevó Nuestro Señor para
destruir el pecado y el reino de Satanás. Es por la Misa y a través de la Misa
como Nuestro Señor alista a las almas cristianas en su propia lucha,
haciéndolas partícipes tanto de su cruz como de su victoria. De todo esto se
deriva una concepción de la vida cristiana profundamente militante. Dos notas
la caracterizan: el espíritu de sacrificio y una esperanza inquebrantable.
Del otro lado está la Misa de Pablo VI,
expresión auténtica de una Iglesia que quiere estar en armonía con el mundo,
que presta oídos a los reclamos del mundo; una Iglesia que, en definitiva, ya
no tiene que luchar contra el mundo, porque ya no tiene nada que reprocharle;
una Iglesia que ya no tiene nada que enseñar, porque está a la escucha de los
poderes de este mundo; una Iglesia que ya no necesita el sacrificio de Nuestro
Señor, porque, habiendo perdido la noción del pecado, ya no tiene nada que
expiar; una Iglesia que ya no tiene la misión de restaurar la realeza universal
de Nuestro Señor, puesto que quiere contribuir al desarrollo de un mundo mejor,
más libre, más igualitario, más eco-responsable; y todo esto con medios
puramente humanos. A esta misión humanista que los hombres de Iglesia se han
adjudicado debe corresponder necesariamente una liturgia igualmente humanista y
desacralizada.
La batalla de estos últimos cincuenta años,
que el 16 de julio acaba de conocer un momento ciertamente significativo, no es
la guerra entre dos ritos: es de hecho la guerra entre dos concepciones
diferentes y opuestas de la Iglesia y de la vida cristiana, absolutamente
irreductibles e incompatibles entre sí. Parafraseando a San Agustín, podríamos
decir que dos Misas construyen dos ciudades: la Misa de siempre ha construido
la ciudad cristiana, y la Misa Nueva pretende construir la ciudad humanista y
laica.
Que este «choque» provocado por la dureza de
los textos oficiales del 16 de julio sirva para que se renueve, profundice y
redescubra nuestro aprecio y nuestra fidelidad a la Misa Tridentina; esta Misa,
nuestra Misa, debe ser realmente para nosotros como la perla del Evangelio por
la que renunciamos a todo, por la que estamos dispuestos a venderlo todo.
Quien no esté dispuesto a derramar su sangre
por esta Misa, no es digno de celebrarla. Quien no esté dispuesto a renunciar a
todo por conservarla, no es digno de asistir a ella.
Dios ciertamente tiene otro objetivo en vista
al permitir este nuevo ataque a la Misa Tridentina. Nadie puede dudar que,
durante estos últimos años, muchos sacerdotes y muchos fieles han descubierto
esta Misa, y que a través de ella se han acercado a un nuevo horizonte
espiritual y moral, que les ha abierto el camino de la santificación de sus
almas.
Las últimas medidas que se acaban de tomar
contra la Misa obligarán a estas almas a sacar todas las consecuencias de lo
que han descubierto: les toca ahora elegir –con los elementos de discernimiento
que están a su disposición– lo que se impone a toda conciencia católica bien
esclarecida.
Muchas almas van a enfrentarse a una elección
importante respecto de la fe, porque –repitámoslo– la Misa es la expresión
suprema de un universo doctrinal y moral.
Se trata, pues, de elegir la fe católica en su
totalidad, y por ella a Nuestro Señor Jesucristo, su cruz, su sacrificio y su
realeza. Se trata de elegir su Sangre, de imitar al Crucificado y de seguirlo
hasta el fin con total, radical y consecuente fidelidad.
Además, cada uno de nosotros, sacerdote o
fiel, debe tenderles una mano amiga, porque quien no tiene el deseo de
compartir los bienes de que se beneficia se hace en realidad indigno de esos
bienes. Sólo así amaremos verdaderamente a las almas y a la Iglesia; porque
cada alma que ganemos para la cruz de Nuestro Señor, y para el inmenso amor que
Él manifestó por su Sacrificio, será un alma verdaderamente ganada para su
Iglesia, para la caridad que la anima y que debe ser la nuestra, especialmente
en este momento.
Estas intenciones las confiamos a la Madre de
los Dolores, a Ella le dirigimos nuestras oraciones, ya que nadie ha penetrado
mejor que Ella el misterio del sacrificio de Nuestro Señor y de su victoria en
la Cruz. Nadie mejor que Ella ha estado tan íntimamente asociado a su
sufrimiento y a su triunfo. En sus manos ha puesto Nuestro Señor toda la Iglesia;
y por eso mismo, a Ella le ha sido confiado lo que la Iglesia tiene de más
precioso: el testamento de Nuestro Señor, el santo sacrificio la misa.
Tomado de Camperas,
del Padre Castellani
Mi vecino tenía un perro overo que se entraba
en casa a robarnos carnes. Nosotros los muchachos muchas veces nos entrábamos a
lo del vecino a robarle higos. Y sucedía así que el perro se percataba a veces
de los ladrones, mientras él mismo estaba en casa ajena merodeando la cocina.
¿Qué hacía? ¿Ladraba desde allá? Nunca.
Abandonaba la presa al instante, pegaba un rodeo despacito por detrás de la
casa para que no lo viésemos, se metía en su casilla a escondidas… y de golpe
salía ladrando ruidosamente, muy serio, y como si en su vida hubiera roto un
plato.
Pero en la voz se le conocía al pobre la
vergüenza y la angustia y la falta de convicción de su conciencia sucia.
Ladraba el pobrete porque era su deber, pero haciendo propósitos firmísimos de
no robar más un hueso, aunque tuviese que pasar las hambres del mundo como las
pasaba.
Ojalá todos los que tenemos por oficio
predicar la virtud al prójimo, tuviésemos por lo menos la honradez del perro de
mi vecino.
Aplicación
Había unos Obispos y Sacerdotes de la
Tradición y para la Tradición que trataban con la Roma anticristo, modernista y
liberal, cuando no deberían haberlo hecho.
Si bien los romanos de vez en cuando y
maquiavélicamente miraban del rabillo del ojo hacia el lado de la Tradición y
les arrojaban, de tanto en tanto, un hueso pelado, sin embargo, seguían
adelante con su plan de destruir la Iglesia.
Y sucedió que, mientras estos Obispos y
Sacerdotes de la Tradición y para la Tradición andaban declarando que deseaban
que la Roma modernista los reconozca como obispos y sacerdotes legítimos, se
percataron que los romanos parecían contradecirse entre sí, recuperando el
hueso más grande que les habían ofrecido…
¿Qué hizo el nuevo Superior General de ellos?
Abandonó por el momento sus ilusiones romanas,
pegó despacito por detrás de Roma un rodeo diplomático, político, sabiendo que
Roma entiende bien de política…, volvió sigilosamente a Menzingen, y de golpe
salió ladrando ruidosamente, muy serio, y como si jamás en su vida hubieran
roto un plato…, aunque ya habían destrozado toda la cristalería de la Tradición
con el Te Deum por el Motu proprio, el Magnificat por el Decreto del
levantamiento de la excomunión y la aceptación de todos los otros huesitos
recibidos (jurisdicción para confesiones y matrimonios, autorización para
ordenaciones, ser jueces de primera y segunda instancia …).
Ladró, sí… Pero en la voz se le conoce al
pobre la vergüenza, la angustia y la falta de convicción de su conciencia
sucia…
Ladra el pobrete porque es su deber…
Esperemos que sea con el firmísimo propósito
de comportarse como un buen pastor, y de no volver a tratar ni pactar con la
Roma anticristo, modernista y liberal, aunque tenga que pasar las hambres del
mundo como las pasaba antes.
“Eminencia, reunidos en torno a su Superior
general, los Superiores de los distritos, seminarios y casas autónomas de la
Fraternidad Sacerdotal San Pío X, piensan conveniente expresarle
respetuosamente las reflexiones siguientes. Usted creyó deber suyo, por su
carta del 1º de julio último, hacer saber su excomunión latae sententiae a Su
Excelencia Monseñor Marcel Lefebvre, a Su Excelencia Monseñor Antonio de Castro
Mayer y a los cuatro obispos que ellos consagraron el 30 de junio último en
Ecône. Quiera usted mismo juzgar sobre el valor de tal declaración, que
viene de una autoridad que, en su ejercicio, rompe con la de todos sus
antecesores hasta el papa Pío XII, en el culto, enseñanzas y el Gobierno de la
Iglesia.
En cuanto a nosotros, estamos en plena
comunión con todos los Papas y todos los Obispos que han precedido el Concilio
Vaticano II, celebrando exactamente la Misa que ellos codificaron y celebraron,
enseñando el Catecismo que ellos compusieron, oponiéndonos contra los errores
que ellos condenaron muchas veces en sus encíclicas y cartas pastorales. Quiera
usted entonces juzgar de qué lado se encuentra la ruptura. Estamos
extremadamente apenados por la ceguera de espíritu y el endurecimiento de corazón
de las autoridades romanas.
En cambio, nosotros jamás quisimos
pertenecer a ese sistema que se califica a sí mismo de Iglesia Conciliar y se
define por el Novus Ordo Missæ, el ecumenismo indiferentista y la
laicización de toda la sociedad. Sí, nosotros no tenemos ninguna
parte, nullam partem habemus, con el panteón de las religiones
de Asís; nuestra propia excomunión por un decreto de Vuestra Eminencia o de
otro dicasterio no sería más que la prueba irrefutable. No pedimos nada
mejor que el ser declarados ex communione del espíritu
adúltero que sopla en la Iglesia desde hace veinticinco años; excluidos de la
comunión impía con los infieles.
Creemos en un solo Dios, Nuestro Señor
Jesucristo, con el Padre y el Espíritu Santo, y seremos siempre fieles a su
única Esposa, la Iglesia Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana.
El ser asociados públicamente a la sanción que
fulmina a los seis obispos católicos, defensores de la fe en su integridad y en
su totalidad, sería para nosotros una distinción de honor y un signo de
ortodoxia delante de los fieles.
Estos, en efecto, tienen absoluto
derecho de saber que los sacerdotes a los cuales se dirigen no están en
comunión con una iglesia falsificada, evolutiva, pentecostal y sincretista”.
Padre Juan
Carlos Ceriani
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