Pío VII: contra el sacrilegio masónico.
Todas
las cosas que se relatan no pueden ser inventos. Se habla, por ejemplo, de las misas negras —que son sacrilegios espantosos— para las cuales los
Masones necesitan Hostias,
y Hostias consagradas. No las van a buscar en cualquier lugar, porque
quieren estar seguros de que están consagradas, y si es necesario, destruyen un
sagrario. Su intención es la de cometer un sacrilegio realmente abominable.
No estoy
inventando nada. Las
misas negras se dicen incluso en diferentes lugares de Roma. En Ginebra, según una encuesta publicada en la
prensa, hay más de 50
sociedades secretas, con más de 2000 miembros; lo mismo se puede decir
de Basilea y Zurich. No hay que hacerse ilusiones; Suiza está particularmente atacada por la
Masonería, incluso en los lugares católicos como el Valais. Muchos
cantones suizos son como verdadero terreno suyo. Se han introducido en el
gobierno federal de Berna. Por eso, Suiza es uno de los primeros países que
cierra los ojos ante el aborto y que atrae a las mujeres de los países vecinos
para que puedan abortar.
Son
cosas que suceden realmente y que revelan una voluntad muy determinada de
profanar la Pasión del Salvador y, como decía también Pío VII, de:
«...despreciar los Sacramentos de la
Iglesia, a los que parecen sustituir, por un horrible sacrilegio, unos que
ellos mismos han inventado».
Tuve la
oportunidad de ver unos folletos publicados por la Masonería. Estaban muy bien
hechos; había uno sobre la Santísima Virgen; blasfemos desde la primera a la
última página, llegando incluso a compararla con todas las divinidades paganas
femeninas y obscenas de la antigüedad.
Su ceremonia de iniciación se parece a
la del bautismo, porque ridiculizan en todo a la Iglesia católica, lo cual es una señal patente de Satanás. Tienen su culto,
santuarios… hay un verdadero altar, pero despojado de todo, sin ni siquiera un
mantel, y detrás, un sillón para el presidente. El nuevo diseño de las iglesias
desde el Concilio Vaticano II se parece mucho a éste: ¡altares en los que ya no
hay ni siquiera un crucifijo! ¡los sacerdotes, que se llaman a sí mismos
presidentes, de cara a los fieles, exponiéndoles sus discursos! Hay una
auténtica semejanza, por lo menos en lo exterior.
Los Masones, dice Pío VII:
«Desprecian
los Sacramentos de la Iglesia… para destruir la Sede Apostólica contra la cual,
animados de un odio muy particular a causa de esta Cátedra, traman las
conjuraciones más negras y detestables». (Hoy por
hoy, los modernistas ya han destruido casi todo lo católico dentro de la
verdadera iglesia instituida por Nuestro Señor Jesucristo. Si nos escandalizó
el caso del Cardenal Ramplolla electo Papa en 1903 y luego vetado por el
Cardenal que representaba a Francisco José rey del imperio católico Austro-Hungaro,
quien a la muerte de este Cardenal Rampolla se le encontró su célula donde se
demostraba su pertenencia a la masonería, ¡Cuánto mas ahora al comprobar que no
solo Papas sino también altos jerarcas de la Iglesia modernista pertenecen a la
masonería!
Eso
sucedía en 1821. Unos 50 años después, como resultado de las conjuraciones de
las sociedades secretas, la Santa Sede iba a ser despojada de sus Estados.
«Los
preceptos de moral dados por la sociedad de los Carbonarios no son menos
culpables, como lo prueban esos mismos documentos, aunque ella altivamente se
jacte de exigir de sus sectarios que amen y practiquen la caridad y las otras
virtudes, y se abstengan de todo vicio. Así, ella favorece abiertamente el
placer de los sentidos; así, enseña que está permitido matar a aquéllos que
revelen el secreto del que Nos hemos hablado más arriba».
El Papa
se atreve a afirmarlo. Hay asesinatos que no se acaban de explicar. Pensemos en
la muerte de un ministro francés 3; se habló de suicidio. Luego los
periódicos insinuaron que podría tratarse de un asesinato y de que la Masonería
estará quizás de por medio. No sería la primera vez. De repente desaparecen
personas sencillas, masones sin mucha influencia, porque han revelado un secreto
o simplemente actuado de manera incorrecta.
Pensemos
en todos los atentados que suceden hoy.
Los
encargados de la seguridad de los Estados, o no lo saben o no lo quieren decir,
pero es muy probable que haya una mano que mande o guíe a distancia sus
acciones y que puede muy bien encontrarse en las sociedades secretas.
Volvamos
a las condenaciones que recuerda y reitera Pío VII:
«Esos
son los dogmas y los preceptos de esta sociedad, y tantos otros de igual tenor.
De allí los atentados ocurridos últimamente en Italia por los Carbonarios,
atentados que han afligido a los hombres honestos y piadosos…
En
consecuencia, Nos que estamos constituidos centinela de la casa de Israel, que
es la Santa Iglesia; Nos, que, en virtud de nuestro ministerio pastoral,
tenemos obligación de impedir que padezca pérdida alguna la grey del Señor que
por divina disposición Nos ha sido confiada, juzgamos que en una causa tan
grave nos está prescrito reprimir los impuros esfuerzos de esos perversos». El
Papa reitera finalmente la sentencia: excomunión.
León XII: el infame
proyecto de las sociedades secretas.
Sacando
las conclusiones de estos tres documentos, el Papa León XII declara su
pensamiento respecto a estas sociedades e incluso cita otra nueva:
«Hacía
poco tiempo que esta Bula había sido publicada por Pío VII, cuando fuimos
llamados… a sucederle en el cargo de la Sede Apostólica. Entonces, también Nos
hemos aplicado a examinar el estado, el número y las fuerzas de esas
asociaciones secretas, y hemos comprobado fácilmente que su audacia se ha
acrecentado con las nuevas sectas que se les han incorporado. Particularmente
es aquella designada bajo el nombre de Universitaria
sobre la que Nos ponemos nuestra atención; ella se ha instalado en
numerosas Universidades donde los
jóvenes, en lugar de ser instruidos, son pervertidos y moldeados en todos los
crímenes por algunos profesores, iniciados no sólo en estos misterios que
podríamos llamar misterios de iniquidad, sino también en todo género de
maldades.
De ahí
que las sectas secretas, desde que fueron toleradas, han encendido la antorcha
de la rebelión. Se esperaba que al cabo de tantas victorias alcanzadas en
Europa por príncipes poderosos serían reprimidos los esfuerzos de los malvados,
mas no lo fueron; antes, por el contrario, en las regiones donde se calmaron
las primeras tempestades, ¡cuánto no se
temen ya nuevos disturbios y sediciones, que estas sectas provocan con su
audacia o su astucia! ¡Qué espanto no inspiran esos impíos puñales que se
clavan en el pecho de los que están destinados a la muerte y caen sin saber
quién les ha herido!»
El Papa
reitera lo que ya había visto su predecesor:
«De ahí los atroces males que carcomen a la Iglesia… Se ataca a los
dogmas y preceptos más santos; se le quita su dignidad, y se perturba y
destruye la poca calma y tranquilidad que tendría la Iglesia tanto derecho a
gozar. (Esta calma por ahora dejo de existir y, al contrario,
todos los males que temíamos como aguas inmundas lo han inundado todo, en
especial lo sagrado)
Y no se
crea que todos estos males, y otros que no mencionamos, se imputan sin razón y
calumniosamente a esas sectas secretas. Los libros que esos sectarios han
tenido la osadía de escribir sobre la Religión y los gobiernos, mofándose de la
autoridad, blasfemando de la majestad, diciendo que Cristo es un escándalo o una necedad;
enseñando frecuentemente que no hay Dios, y que el alma del hombre se acaba juntamente
con su cuerpo; las reglas y los estatutos con que explican sus designios e
instituciones declaran sin embozos que debemos atribuir a ellos los delitos ya
mencionados y cuantos tienden a derribar las soberanías legítimas y destruir la
Iglesia casi en sus cimientos. Se ha de tener también por cierto e indudable
que, aunque diversas estas sectas en el nombre, se hallan no obstante unidas
entre sí por un vínculo culpable de los más impuros designios».
Existe,
pues, una organización real, tal como lo recuerda el Papa:
«Nos pensamos que es
obligación nuestra volver a condenar estas sociedades secretas». (¿Cuándo surgirá un Papa que vuelva a retomar toda esta
doctrina y defienda con valentía a la iglesia contra esta arda infernal de
masones que ya han socavado todo orden tanto civil, moral como religioso? Ciertamente
la Iglesia visible continúa existiendo gracias a la promesa divina: “Y las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella” y de estas otras: “Yo estaré con
vosotros hasta el fin de los tiempos” ¡Que tiempos tan difíciles nos ha tocado
vivir, en donde la Iglesia visible parece haber sucumbido ante la iglesia
fundada por los masones en el Conciliábulo Vaticano II!)
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