Por razones de tiempo no he dicho nada sobre la resurrección de nuestro divino Salvador al principio de la pascua, es decir el domingo, y porque también quiero prescindir del comentarista de santo Tomas y pasar directamente a los comentarios del santo. Ustedes podrán encontrar dichos comentarios en la Suma Teológica 3 p, q. 53 art. 1 al 4, sin mas vamos al tema que nos ocupa.
Ahora hemos de tratar de cuanto pertenece a la exaltación
de Cristo: primero de su resurrección; sobre lo cual se verá, Primero de la
necesidad de su resurrección: Segundo, del tiempo de la misma; Tercero del
orden; Cuarto de la causa. Para ello prescindiremos de los “ad contra” he
iremos directamente al argumento de autoridad y a sus respuestas.
Por cinco razones fue necesario que Cristo resucitara:
Primero, para la manifestación de la divina justicia, a la que pertenece
ensalzar a los que por Dios SE HUMILLAN (De Cristo dice San Pablo: “Se humillo
a si mismo hasta la muerte y muerte de cruz) según aquello de San Lucas:
“Depuso a los poderosos de su trono y exalto a los humildes”. Pues, como
Cristo, por caridad y obediencia a Dios, se humillo hasta la muerte de cruz,
era preciso que fuera exaltado hasta la resurrección gloriosa. Por esto dice,
en su persona, el Salmo: “Tú conociste”, es decir, aprobaste mi “sentarme”, o
sea, la humildad y pasión, “y mi levantarme”, que es la glorificación.
Segundo, PARA LA INSTRUCCIÓN DE NUESTRA FE, pues con la
resurrección se confirma nuestra fe en la divinidad de Cristo, porque según
dice San Pablo a los Corintios, “aunque fue crucificado por su flaqueza, pero
vive por la virtud de Dios”. Y así añade en otra parte: “Si Cristo no resucito,
vana es nuestra predicación, vana es también vuestra fe”, y en el Salmo se dice
“¿Cuál es la utilidad de mi sangre”, es decir, de la utilidad de mi sangre al
descender como por cierta gradería de males, a la “corrupción”? Como si dijera:
“Ninguna. Si al instante no resucito y mi cuerpo se corrompe. A nadie lo
anunciare a nadie ganare”
Tercero, PARA LEBANTAR NUESTR ESPERANZA, pues, pues
viendo a Cristo resucitado, que es nuestra cabeza, esperamos también nosotros
resucitaremos, por lo cual dice el Apóstol: “Si se predica que Cristo resucito de entre los muertos, ¿Cómo dicen algunos de vosotros que no
hay resurrección de los muertos?” (Ratsinger o Benedicto XVI no cree en la
resurrección de los muertos, si me preguntas de donde lo saque te diré que de
Rivanera Carles “la judaización del cristianismo) Y Job dice: “Yo sé, es decir
con certidumbre de fe, “que mi redentor vive”, resucitado de entre los muertos,
y por eso, “en el ultimo día resucitare yo de la tierra. En el seno tengo
depositada esta esperanza”.
Cuarto, para información de la vida de los fieles, según
la sentencia de San Pablo a los Romanos: “como Cristo resucito de entre los
muertos para la gloria del Padre, así también nosotros vivimos una vida nueva”.
Y mas adelante: “Cristo resucito de entre los muertos ya no muere: así también
vosotros reputaos muertos al pecado, vivos para Dios”.
Quinto, para complemento de nuestra salud, pues, así como
soporto tantos males y se humillo hasta la muerte para librarnos de ellos, así,
lo que dice el Apóstol a los Romanos, “se entregó por nuestro delito y resucito
para nuestra justificación”. En cuanto a el cuerpo de Cristo en el sepulcro la
divinidad estaba unida a la carne de Cristo con unión personal no con unión de
naturaleza a la manera en como el alma se une al cuerpo como forma para
constituir la naturaleza humana. Y por eso, la unión del cuerpo con el alma
elevo a este a un estado natural mas alto, pero no a un estado personal.
Esto es lo que el Señor dice en San Mateo: “Le entregaran
a los gentiles para escarnecerlo, azotarlo y crucificarle y al tercer día
resucitara”.
Como atrás queda declarado, fue necesaria la resurrección
de Cristo para instrucción de nuestra fe. Ahora bien, es el objeto de nuestra
fe la divinidad y la humanidad de Cristo, ni basta creer una cosa sin la otra.
Por esto para confirmar la fe en la divinidad, convino que resucitase pronto y
que la resurrección no se definiese hasta el fin del mundo; más para confirmar
nuestra fe en su humanidad y en su muerte fue preciso que hubiese un intermedio
entre la muerte y la resurrección, pues, si luego de muerto hubiera resucitado,
podría parecer que la muerte no habría sido verdadera y, por consiguiente,
tampoco la resurrección. Mas para hacer manifiesta la muerte de Nuestro Señor
bastaba que su resurrección se difiriese hasta el tercer día, pues no ocurre
que en un muerto aparente dejen de aparecer algunas señales de vida.
La resurrección al tercer día viene a recomendar la perfección
del numero ternario, que es el “número de toda realidad”, puesto que tiene “principio,
medio y fin”, según se dice en el Libro “del cielo”.
También encierra un sentido místico, a saber, que Cristo “con
su muerte corporal”, que fue luz por la justicia, destruyo nuestras dos
muertes, a saber, la del cuerpo y la del alma, que son tenebrosas por el
pecado. Por eso permaneció un día entero y dos noches, como dice San Agustín.
Con esto se significaba también que por la resurrección de
Cristo empezaba una tercera época. Fue la primera la que precedió a la ley; la
segunda abarca de la época de la ley y la tercera de la gracia. Empieza también
en la resurrección de Cristo el tercer estado de los santos. Pues el primero
responde a la figura de la ley; el segundo, a la verdad de la fe, a la tercera la
eternidad de la gloria, que Cristo inauguro con su resurrección.
Finalmente, según queda dicho atrás, resucito Cristo Asia
el amanecer, al clarear el día, para significar que por su resurrección nos
introdujo en la luz de la gloria; así como murió al atardecer, cuando el día tendía
a las tinieblas, para demostrar que con su muerte destruía las tinieblas de la
culpa y de la pena. Sin embargo, se dice que resucito al tercer día, tomando al
día por el día natural, o sea, por espacio de veinticuatro horas. Y como dice
San Agustín: “La noche que termina con el amanecer, en que la resurrección del
Señor se dio a conocer, pertenece al tercer día. Porque Dios “que hizo brillar
la luz de las tinieblas”, a fin de que por la gracia de Nuevo Testamento y la participación
de la resurrección de Cristo oyéramos: “Fuisteis antes tinieblas, pero ahora sois
luz en el Señor” nos indica en cierto modo que el día toma su principio de la
noche.
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