I PARTE
La historia de Fátima no es sólo la historia,
aun si una notable y convincente historia verdadera, de la Reina de la Paz que
descendió a la tierra para traer un Mensaje de paz, así como admoniciones
urgentes a tres niños inocentes. Ni es simplemente un Mensaje destinado sólo a
ellos, sino que, a todo el mundo y confirmado por el irrefutable y asombroso
Milagro del Sol, testificado por decenas de miles de personas.
¡No! Fátima es todo eso y mucho más. Es, como
el fallecido Padre Malachi Martin señaló, el acontecimiento fundamental de los
últimos cien años, la lente a través de la cual la lucha gravísima entre el
Bien y el Mal, con que se enfrentan las almas de los hombres de nuestro tiempo,
puede ser observada en su formidable y aterradora realidad. Es el prisma a
través del cual podemos ver toda la pauta que se reflecte en lo que podría dar
idea que hubiese sido una serie de desafíos variados y aislados en el mundo
contemporáneo, desafíos en las esferas sobrenatural, histórica, religiosa,
moral y geopolítica.
Aquí, por lo menos, su deseo radical de saber
toda la verdad de nuestra existencia precaria, confiado en que, sean cuales
sean las tribulaciones que tengamos que enfrentar, por fin, Su Inmaculado
Corazón realmente triunfará.
Hoy hay tanta gente, tantos católicos, que
intentan comprender los peligros y las degradaciones que asaltan el mundo y sus
familias, concentrándose en un área en particular, como la liturgia o la
política, o adhiriéndose a la consolación de devociones particulares o de
movimientos en el interior de la Iglesia, pero son incapaces de ver el cuadro
en toda su grandeza. Están mirando sólo a una pequeña parte de la piel del
proverbial elefante. A través de la lente de Fátima y con la gracia del valor
que el Espíritu Santo nunca deja de proporcionar, podemos aprender a ligar los
bocados, aun si retrocedemos espantados ante la imagen que emerge.
¿Habrá aquí asuntos pendientes?
Aquello que todos oímos en los últimos tres
días y también ya hoy, orador tras orador, confirmó lo que la mayor parte de
nosotros ya conocía, o de que por lo menos había fuerte sospecha, debido a
lecturas o investigaciones personales a lo largo de muchos años.
Hay en efecto, asuntos pendientes con respecto
a la historia de Fátima y a las órdenes dadas a la humanidad y al Santo Padre
por Nuestra Señora, cuando apareció a Lucía, a Francisco y a Jacinta en 1917 y
que Ella y Nuestro Señor desarrollaron en subsecuentes apariciones a Sor Lucía,
en su convento.
Hay asuntos pendientes en relación al Tercer
Secreto. Y hay asuntos pendientes referentes a la Consagración de Rusia.
Las muchas discrepancias con respecto al
Secreto aún no han sido explicadas. Entre ellas:
·
Las
dimensiones y el aspecto del papel donde fue escrito;
·
La
colocación de los sobres y lo que está escrito en ellos;
·
El
abrupto cambio de posición de Sor Lucía en 1989;
·
El
origen celeste contra supuestamente humana de la fecha de 1960 para
divulgación del Secreto y de la oración “Oh mi Jesús”;
·
Los
detalles de la visión publicada en el 2000 contra las interpretaciones que le
fueron dadas;
·
Si
su significado pertenece al futuro o completamente al pasado;
·
Lo
que sea que Sor Lucía realmente dijo al Cardenal Bertone en el 2000 y 2001. (A
estas alturas no sabíamos si fue la verdadera Lucia o la falsa, los rumores
sobre su muerte fueron muchos, como también lo fueron los de la falsa Lucia).
Podríamos continuar aún más con estas
minucias, pues cada detalle presentado por el Vaticano sirve sólo para levantar
más preguntas no contestadas. ¡Y claro! está el caso de los asuntos pendientes
con respecto al Secreto que nadie puede negar de manera convincente, así como el
encubrimiento de las palabras de Nuestra Señora. Siendo que es innegable, tanto
por la evidencia intrínseca como la extrínseca:
·
Hay
un contenido, aún no revelado, del famoso “etc.”;
·
Hay
el hecho del comentario sobre la fe en Portugal que no tiene conexión con los
asuntos anteriores y que sólo se puede relacionar con lo que viene después;
·
Hay
el hecho de que Nuestra Señora habiendo pensado necesario explicar la visión
del infierno, que por la descripción de Lucía, no ofrecía cualquier duda a
partir de su aspecto “video”, aun no habiendo cualquier “audio” que lo
explicase; y quieren que creamos que nuestra Madre Santísima no vio cualquier
necesidad de explicar la visión del “Obispo vestido de blanco” que, como
sabemos por muchas interpretaciones que ya le fueron dadas, no se explica por
sí mismo;
·
Hay
las referencias específicas a las “palabras” de Nuestra Señora, hechas por
aquellos que han leído el Secreto – no sólo por Sor Lucía misma, sino también por
el Cardenal Ottaviani (Y notablemente por el portavoz del Papa Juan XXIII, que
al explicar su decisión de no revelar el texto, dijo que “aunque la Iglesia
reconoce las apariciones de Fátima, no se compromete a garantizar la veracidad
de las palabras, que los tres pastorcitos dicen haber oído de Nuestra Señora”).
·
Y
hay también el hecho de que las descripciones del contenido del Tercer Secreto,
hechas antes del año 2000 por personas que se sabe que lo habían leído, apuntan
a elementos que no se encuentran en la visión. Tenemos comentarios de los
Cardenales Ottaviani, Oddi, Ciappi, y del entonces Cardenal Ratzinger, así como
del Padre Malachi Martin (que dijo que el Cardenal Bea le había mostrado en ese
entonces, en que el Papa Juan XXIII decidió no divulgarlo) y aún del mismo Papa
Juan Pablo II en 1980. Sin citar las palabras textualmente, todos estos
lectores del Secreto se refirieron a un contenido que es compatible con la
visión divulgada en el 2000 pero que no está, indudablemente, contenido en
ella.
Aunque toda la verdad sobre el Secreto no
pueda ser conocida con toda la certeza – al final, es un Secreto – se podría
pensar que habría poco espacio para dudas en el caso de la Consagración de
Rusia.
Innumerables veces, hasta 1989, Sor Lucía
insistió en tres condiciones para que se cumpliese el pedido de Nuestra Señora
para la Consagración de Rusia: (1) que Rusia sea específicamente nombrada como siendo el país a ser
consagrado; (2) que la Consagración sea hecha de forma pública y solemne; y (3)
que el Papa debería hacer la Consagración juntamente con todos los Obispos
católicos del mundo.
Si tomamos literalmente estas condiciones, es
simplemente un caso de registro histórico, que no haya sido hecha ninguna
Consagración que las cumpla:
·
Rusia
nunca fue mencionada por su nombre, excepto en una carta apostólica enviada por
el Papa Pio XII a los pueblos de Rusia en 1952. El texto incluía una
declaración de Consagración, pero no se hizo cualquier ceremonia.
·
Las
consagraciones públicas hechas por varios Papas, aunque pareciesen a la primera
vista hechas en respuesta al pedido de Nuestra Señora de Fátima, fueron Consagraciones del mundo,
y no de Rusia o de cualquier otro país en particular.
·
Y
aunque algunas de estas Consagraciones hubiesen envuelto muchos Obispos,
ninguna llegó ni siquiera cerca de envolver todos los Obispos del mundo.
Como es evidente que la Consagración no fue
hecha según las instrucciones de Nuestra Señora, hay una tendencia para cambiar
el debate a la cuestión de que si lo que se hizo haya sido o no suficientemente
parecido para ser válido, desde el punto de vista de Dios.
El Cardenal Bertone relató que, en sus largas
entrevistas con Sor Lucía en 2001, ella le dijo que “la Consagración pedida por
Nuestra Señora se hizo en 1984 y fue aceptada por el Cielo”. (Esta consagración
no cumplió con las tres condiciones especificadas mas arriba) Aunque la primera
mitad de esta frase sea imposible de reconciliar por completo con su
insistencia permanente en cómo Rusia debería ser nombrada.
La segunda afirmación de que había sido
aceptada por el Cielo, está totalmente opuesta a la posición que ella siempre
tuvo: que Dios y la Madre Santísima acogen aún las tentativas imperfectas para
cumplir Sus deseos, aun si no llegan a cumplir Sus pedidos y por lo tanto, no
traen los beneficios prometidos.
Por ejemplo, Sor Lucía insistió en que la
Consagración del mundo hecha por Pio XII en 1942, ayudó a apresurar el fin de
la Segunda Guerra Mundial, así como hoy mucha gente (y tal vez hasta Sor Lucía
misma), consideró que la Consagración hecha en 1984 por Juan Pablo II, ayudó a
realizar el colapso del comunismo soviético. (históricamente hablando no se
puede relacionar esta caída del muro con lo de 1984. La Unión Soviética ya
representaba antecedentes de decadencia antes de este año como lo de Afganistán
en 1979 y Chernóbil en 1986 que fueron los verdaderos detonantes de esa
posterior caída).
Pero por grandes que sean las bendiciones, no son la conversión de Rusia,
ni el tiempo de paz que Nuestra Señora prometió, si el Santo Padre consagrase a
Rusia como Ella pidió. De ninguna manera tampoco están éstas de acuerdo al
escenario que Nuestro Señor expuso a Sor Lucía hace tantos años: una conversión
de Rusia tan efectivamente dramática – y directamente siguiendo la Consagración
de aquella nación, hecha por el Papa – que convencería a toda la Iglesia, en
todo el mundo, sobre el poder de María y la importancia de la devoción a Su
Inmaculado Corazón.
Pero es posible que, durante la década de
1980, el Santo Padre y hasta Lucía misma se habían resignado a la conclusión de
que nada más sería posible en nuestro tiempo. Aún en los primeros años de su
pontificado, Juan Pablo II
había dicho a una audiencia en Alemania, que era demasiado tarde para evitar
las tribulaciones, sobre de las que Nuestra Señora de Fátima había avisado y
que estas sólo podrían ser mitigadas, especialmente rezando el Rosario.
Así que tal vez, Sor Lucía pudiese mantener
consistentemente:
1.
Que
la Consagración a la que las promesas originales de María estaban ligadas, no
había sido hecha y tal vez ya no pudiese ser hecha, pero:
2.
Que
se había hecho una forma de Consagración que Dios consideró aceptable, de
acuerdo con las circunstancias, y que seguirían de ella bendiciones
significativas. Esto no es convincente bajo ningún aspecto respecto al tercer
secreto de Fátima, aún considerando que Dios Nuestro Señor es misericordioso y
que hasta en el Antiguo Testamento, exigía la conversión de toda una ciudad,
pero estaba dispuesto a ser satisfecho por solo diez personas. Aquí se trata no
de la misericordia de Dios, sino de la veracidad del cumplimiento al pie de la
letra, de la consagración de Rusia que requiere el cielo por medio de la
Santísima Virgen María.
Casi que se puede imaginar al Papa Juan Pablo
II –Que se consideraba el “Papa de Fátima”, que sentía tal gratitud para con
Nuestra Señora que entregó su pontificado a Sus brazos maternales– a decir, en
efecto: “Aquí está, Madre; es lo mejor que vas a recibir”. Y a María Santísima
concediendo las bendiciones limitadas que hemos visto hasta hoy, con las
palabras: “Aquí tienes, querido hijo, es lo mejor que vas a recibir”. Y después
los dos a mirarse en los ojos, y Nuestra Señora a añadir entre lágrimas: “Pero
si supieras lo mayor que quería darte”.
¿Pero tenemos que contentarnos con medio “pan”?
¿No debemos aspirar a obtener todas las bendiciones que Nuestra Señora
prometió? ¿No deberíamos hacer todo a nuestro alcance para desviar las
calamidades de que nos avisó y a que Nuestra Señora aludió al mencionar el
destino del Rey de Francia?
Aunque Nuestro Señor hubiese dicho que sería
tarde, tal vez aún no sea demasiado tarde. (a estas alturas ya es tarde, muy
tarde, el tiempo ya se pasó por un lado y por el otro los prelados actuales NO TIENEN LA INTENCION NI
SIQUIERA REMOTA DE CONSAGRAR A RUSIA AL INMACULADO CORAZON).
El deseo ardiente de todos los que aquí están
presentes, de que nuestro Papa actual consagre realmente a Rusia por su nombre,
pidiendo a todos los Obispos que se asocien a él; se sigue naturalmente a
partir de la respuesta a la última de nuestras preguntas acuciantes: ¿Hay
pruebas de que a Rusia ya se convirtió? definitivamente Rusia no se ha
convertido.
Como ya oímos de forma convincente, sólo
podemos inferir, observando la evidencia del mundo real, que la Consagración no
tuvo lugar, porque –A pesar de la muy posible relación causal entre la
Consagración de 1984 del Papa Juan Pablo II y el colapso del Comunismo en el
Bloque Soviético cinco años más tarde– es imposible apoyar la tesis de que la
conversión de Rusia ya tuvo lugar.
A partir de casi todos los criterios –Así sean
la práctica religiosa, la moral individual, la cultura popular, la libertad
religiosa, la responsabilidad gobernativa, o la busca de la paz– la situación
actual en Rusia como ya oímos hoy, es de algunas maneras tan mala, o casi tan
mala y en ciertos aspectos aún peor de que cuando aún gobernaba el régimen
soviético.
Editor: Padre Arturo Vargas Meza
Corrector: Sr. Alfredo Davila
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