y se da
la paradoja de que a pesar que el hombre dispone día a día de mayores medios
técnicos que podrían contribuir a su felicidad, se encuentra en una situación
de incertidumbre, angustia y terror. La técnica lejos de serle útil, Le resulta
perjudicial. Porque al bajar el hombre en calidad moral y al perder por lo
mismo su señorío, baja también en su capacidad de dominador de las fuerzas que
le rodean y se hace esclavo de sus propias pasiones y utiliza en servicio de
éstas los adelantos que produce. Cuanto mayor progreso realiza la técnica en
todos los aspectos, más desgraciada y ruinosa es la condición del hombre que La
utiliza al servicio de su degradación moral.
El
presente ensayo al explicar el comunismo a la luz de la teología de la
historia, explica también de dónde procede su carácter "inevitable".
"Inevitable" si se tiene en cuenta que el hombre, llamado a una
vocación de vida cristiana, se empeña en torcer radicalmente el mensaje
evangélico que le requiere. El hombre está llamado primeramente a la contemplación de
Dios. El hombre puede y debe
dedicarse a tareas materiales que le aseguren un bienestar aquí abajo. Pero no,
primeramente.
El
hombre es homo sapiens y no precisamente homo faber. Y hombre sabio de la
Sabiduría más alta que es la divina.
Al
explicar el comunismo a la luz de la teología tratamos de elevarnos sobre la
economía, la sociología, la política y aun la filosofía, que no pueden
aclararnos sino aspectos fragmentarios del mismo.
El
comunismo, al pretender crear un "hombre total", nuevo, pretende
infundir un nuevo espíritu a la humanidad. Ese espíritu, al no venir de Dios,
viene del enemigo de Dios, del Príncipe de este mundo. Por ello, en la
implantación del comunismo se traba una lucha entre el Espíritu de Dios y los
espíritus malos que tratan de perder al hombre.
Del
sentido, origen y término de esa lucha, sólo puede dar razón la teología de la
historia.
Nuestro
ensayo quiere explicar asimismo porqué el comunismo viene ahora, en este
preciso momento histórico. Y ello se explica si entendemos que la historia no
es sino el despliegue a través del tiempo del hombre mismo. Hay que comprender
entonces cuáles son las u
virtualidades
y valores esenciales que encierra el hombre y qué ha de acaecer si en un
momento dado el hombre cristiano, como conjunto social y civilizador, renuncia
a la plenitud de su manifestación. Cuando al final de la Edad Media renunció a
su condición de "cristiano" para expresarse únicamente como
"hombre" -de aquí el "humanismo" de la época renacentista,
no podía advertir con experiencia histórica que le era completamente imposible
mantenerse en ese "humanismo". Y
el hombre fue descendiendo al "animalismo"
que caracteriza al hombre del Liberalismo que llena el siglo XIX, al
hombre precisamente burgués y capitalista, sumergido en las preocupaciones y
goces de la vida económica. Pero ni aquí, ni en este plano de la economía
dirigente, puede mantenerse el hombre. Ha de ir descendiendo más abajo, hacia
un plano más inferior y de menor densidad cultural, hacia el plano del
comunismo, en que el hombre, renunciando a su dignidad de cristiano, a su
dignidad de hombre, a su dignidad animal, se contenta con ser un engranaje de
la gran maquinaria en que se convierte la ciudad comunista.
Este
ensayo quiere explicar igualmente cuál es la única y adecuada solución que
ponga remedio a la caída del hombre y de los pueblos en el comunismo ateo. Sin
desantender la utilidad que puede proporcionar la economía, la sociología, la
política y la filosofía, quiere sobre todo destacar que el remedio pleno y
adecuado contra el comunismo es la vida cristiana en plenitud, en el orden
privado y público. El "buscad primero el reino de Dl0S", no es
una palabra vacía del Señor. Dios no dice,
como
decimos nosotros, palabras vacías. Es una ley para los pueblos. Es una ley de
la Historia.
Es una
solución también para los pueblos y para la Historia que, cuando por
infidelidad han caldo en los abismos de la degradación, encuentran su remedio
en la Palabra del Señor. Lagos quiere decir Palabra. Y el mundo hoy, sobre todo el mundo que fue cristiano y ya no lo es,
necesita el soplo del Lagos, de la Palabra, que lo levante y le dé nueva vida.
En medio
de la tragedia que aqueja profundamente a los pueblos y a la Historia en esta
hora sombría de la humanidad, Dios parece haber reducido a Silencio a su
Iglesia, en vastas regiones del planeta -la Iglesia del Silencio comprende a
Rusia, Estonia, Letonia, Lituania, Ucrania, Albania, Bulgaria, China, Corea,
Hungría, Polonia, Rumania, Checoslovaquia, Vietnam, Yugoslavia y Cuba r amenaza
extenderse a otros países-, para que el hombre, después de haber callado, esté
en condiciones de oír la Palabra de la Esposa del Verbo. Sólo esta Palabra
puede saloarle.
J. M.
En la festividad de San José Obrero de 1961.
CAPÍTULO PRIMERO
DE LA CIUDAD CATOLICA A LA
CIUDAD COMUNISTA
El
comunismo no puede ser entendido ni doctrinaria ni históricamente si no se
establece un punto de referencia con el cual compararle. Este punto puede ser
el cristianismo, el hombre, la sociedad burguesa o cualquier otro que quiera
tomar la casi infinita consideración humana. Se logrará así de él, según el
caso, una inteligencia más o menos verdadera y completa. Pero el único punto
que proporciona sobre él una luz verdadera y completa es
el de la ciudad católica. Por,
que éste es el de la sociedad elaborada de acuerdo al plan de Dios, en la
Providencia actual, el único que satisface plenamente los designios de Dios y
las aspiraciones del hombre. Cuando el hombre entiende cómo debe
ser la ciudad terrestre, en qué forma ha de estructurarse y hacia qué fin ha de
ordenarse, entiende también cuán perversa, absurda y nefasta es la ciudad
comunista, que contraria de tal radical modo los derechos de Dios y las
exigencias del hombre.
No ha de
faltar quien encuentre peregrino este concepto de "Ciudad
Católica", como si fuera una novedad caprichosa, enunciada
arbitrariamente. No hay tal.
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