Todas
las grandes epidemias influyeron en el curso de la historia, no forzosamente
por haberse llevado grandes cantidades de vidas sino provocando revueltas y
cambios de regímenes políticos. Bajo los efectos del pánico, los humanos
suelen ser incapaces de reflexionar y llegan a comportarse como simple ganado.
Muchas sociedades han sucumbido a las decisiones que tomaron en momentos de
crisis.
Las calles desiertas de Nueva York, cuya población se halla bajo
confinamiento por la crisis del coronavirus.
La
sicología social nos muestra que el miedo no es directamente proporcional al
nivel de peligro sino a la imposibilidad de evaluar ese peligro y a la
incapacidad para controlar sus causas.
Cuando
aparece una enfermedad desconocida, la Ciencia trata de estudiarla dudando de
todo. Pero los responsables políticos, con mucho menos conocimiento de la enfermedad que los
hombres de ciencia, se ven empujados a tomar decisiones rápidas.
Algunos se rodean entonces de personalidades que en algún momento se
destacaron en el campo de la ciencia, califican a esas personalidades de «expertos» –aun tratándose de un problema que esas
personalidades todavía no conocen– y utilizan a esos «expertos»
para justificar sus decisiones políticas. El objetivo de esos políticos
no es salvar vidas sino garantizar la continuación de su propio poder.
Confinamiento(s)
El
término «confinamiento» está siendo utilizado hoy para designar
indiferenciadamente:
- Una
cuarentena, que en realidad es una medida de encerramiento o retención en un
espacio controlado, generalmente a bordo de un barco y por decisión de
autoridades aduanales, durante el tiempo suficiente para garantizar que
personas, objetos o sustancias que deberían entrar en un país o territorio no
son portadores de alguna enfermedad. Esta medida fue inventada en 1374 por el duque de
Milán. Fue la medida que el gobierno de Japón aplicó en febrero de 2020 al
crucero británico Diamond Princess.
- Un cordón sanitario, o sea
la medida de aislamiento aplicada a un país vecino o un grupo poblacional
afectado por alguna enfermedad para evitar que la enfermedad se transmita a
otras poblaciones. Esta fue la medida aplicada por las autoridades chinas
para la provincia de Hubei. En el siglo XVII, Italia y España recurrieron a la
imposición de cordones sanitarios utilizando para ello el ejército, que
incluso tenía órdenes de disparar a matar contra los pobladores que violaran
la medida.
- El encierro de personas
pertenecientes a grupos de riesgo. Se
trata de la designación de una categoría de la población cuyas características
la hacen más vulnerable a la enfermedad o que puede ser considerada como
potencialmente enferma por lo cual se prohíbe a esa población el contacto con otras
personas, tanto para no exponerla al riesgo de infección como para evitar que
infecten a los demás. Eso es lo que se está haciendo en Francia, donde se
prohíbe el acceso a las instituciones dedicadas al cuidado de personas de la
tercera edad y estas últimas no tienen derecho a salir de dichas
instituciones.
- El
encierro a domicilio de toda una población, sin distinción de personas. Los médicos
especializados en epidemiología o virología no han solicitado esta medida. Los solicitantes son los especialistas en
estadísticas sobre epidemias y su objetivo es evitar que los hospitales lleguen
a verse desbordados por una afluencia masiva de enfermos en un corto plazo de
tiempo. Esta medida no tiene precedente histórico.
Históricamente,
las únicas medidas que han dado a veces resultados positivos han sido las
tendientes a impedir que una enfermedad llegue a infectar un territorio, como
en 1919, cuando la Samoa estadounidense logró protegerse eficazmente de la
gripe española, que sin embargo asoló la vecina Samoa Occidental (el hoy
Estado Independiente de Samoa). Sin embargo, el cierre de una frontera es
inútil cuando la enfermedad ya ha penetrado en el país.
Lo que sí está demostrado es
que las medidas que buscan frenar temporalmente una epidemia nunca han logrado
disminuir la mortalidad. Peor aún, al prolongar en el tiempo el periodo de
propagación de la enfermedad, esas medidas hacen que la población sea más
vulnerable a una segunda y a una tercera ola de contaminación, hasta la
eventual aparición de una vacuna y su producción masiva –lo cual requiere como
mínimo 18 meses de preparación.
Mientras tanto, las
poblaciones que rechazan el encierro a domicilio van adquiriendo una inmunidad
de grupo que las protege ante las nuevas olas de contaminación. Contrariamente a lo que afirma el discurso dominante, las formas
actuales de confinamiento favorecen considerablemente la
cantidad de decesos. Dado el hecho que algunos países –como Corea
del Sur y Suecia– no practican tales medidas, en el futuro será posible
comparar los resultados ante nuevas olas de contaminación. La política de
híper precaución de los dirigentes políticos puede entonces volverse contra
ellos.
Las
videoconferencias surgieron como una manera de acercar a las personas
geográficamente distantes. Hoy sirven para evitar el contacto físico.
Decadencia de la civilización
No es
posible vivir juntos si tenemos miedo unos de otros. La civilización no puede
basarse en la desconfianza. Eso implica que no es humanamente aceptable, por
ejemplo, prohibir el acompañamiento de los enfermos en su lecho de muerte. No
podemos aceptar que nos priven de nuestra libertad sin razones válidas.
La
Convención Europea de Derechos Humanos del 4 de noviembre de 1950, firmada por
todos los Estados del continente europeo –desde el Reino Unido hasta Rusia–
autoriza en su Artículo 5 «la detención regular de una persona susceptible de
propagar una enfermedad contagiosa», pero no para manejar la afluencia de
pacientes a los hospitales.
Los
Tratados de la Unión Europea ponen la barra más alto aún al afirmar que el
«derecho de circulación de las personas» es parte de la identidad misma de la
Unión Europea. De hecho, varios Estados miembros de la Unión Europea se han
puesto al margen de esa regla fundamental, iniciando así la desagregación del
Estado supranacional.
Varios
gobiernos han optado por convertir a los ciudadanos en enemigos. Al hacerlo,
privan al Estado de su legitimidad ya que lo convierten en enemigo de la
población.
En
Francia, el prefecto de policía de París, Didier Lallement, declaró
públicamente que los enfermos que hoy se encuentran en unidades de cuidados
intensivos son personas que violaron las medidas de confinamiento.
En
otras latitudes, el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, ordenó
inicialmente a la policía «tirar a matar» contra todo ciudadano que intentara
violar las reglas de confinamiento, orden que luego modificó.
Si
bien todos parecen conscientes del costo económico exorbitante de la política
actual y de su impacto psicológicamente destructivo en las personas
vulnerables, pocos tienen conciencia del precio político futuro.
Uso
de trajes herméticos para evitar el contagio con el Covid-19 en Wuhan. ¿Cuándo
tendremos algo que nos proteja contra la NBC y CNN?
Medidas de tipo placebo
En el
siglo XVII, los médicos que luchaban contra la peste portaban una especie de
traje confeccionado con lino, cuero o tejido encerado y una máscara con un
pico alargado en el que ponían esencias de menta, de alcanfor u otras para
purificar el aire que respiraban. El uso de esa indumentaria, inventada por el médico del
rey de Francia, se extendió por toda Europa. Hoy en día, ante el coronavirus,
el personal sanitario recurre al uso de trajes herméticos de plástico o de goma
y de máscaras, tapabocas o nasobucos quirúrgicos. El uso de este último
accesorio sanitario por parte de la población se inició en tiempos de la
epidemia de gripe española, en 1918, en Japón e infundió cierta confianza a la
población japonesa al equiparla con un accesorio similar al que usaban los
cirujanos occidentales. El uso del nasobuco se extendió paulatinamente por Asia
y ahora se expande mundialmente, incentivado por la epidemia de coronavirus.
En realidad, la eficacia de
la indumentaria que usaban los médicos contra la peste nunca llegó a
demostrarse, como tampoco se ha demostrado ahora la eficacia del uso masivo de
máscaras quirúrgicas ante la actual epidemia de coronavirus. Pero
al recomendar el uso de ese accesorio, las autoridades chinas, y
posteriormente los dirigentes políticos de casi todo el mundo, proponen una
“solución” para un problema que de hecho nadie puede resolver en este momento.
Lo esencial no es prevenir y mucho menos curar, sino hacer ver que algo hacen.
Thierry
Meyssan
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