Jesucristo y los Apóstoles
Nota este articulo es muy importante para quienes son presa del pesimismo, miedo y panico que han invadido y oprimido sus corazones y han amontonado mas cosas materiales que espirituales, espero aprovechen este escrito. No basta leerlo superficialmente sino de rumiarlo en vuestros corazones para que otengais los frutos de el.
Al contrario, la tristeza del corazón es una
llaga universal: porque derrama el tedio y la amargura sobre todas las
acciones, cubre el entendimiento de pensamientos e imágenes oscuras, se opone a
la confianza y amor de Dios, a la ternura, a la compasión y al sufrimiento del
prójimo: ella excita la cólera, la impaciencia, el odio, la envidia destruye
hasta la misma salud del cuerpo y, finalmente es una llaga universal, como se dijo
más arriba. No abandones, pues, tu alma a la tristeza, y no te aflijas a ti
mismo con la agitación de tus pensamientos. Ten compasión de tu alma haciéndote
agradable a Dios, reúne tu corazón en la santidad de Dios arroja lejos de ti la
tristeza, porque ella ha causado la muerte de muchas personas, y para nada es
útil.
XII Jesucristo y sus apóstoles han tenido un cuidado muy particular
para advertirnos sobre la desconfianza, la turbación y del temor excesivo y nos
recomiendan la confianza, la paz y el gozo en los mayores males. (Actualmente
el famoso coronavirus)
1. Debemos tener muy en cuenta que Jesucristo
empleo sus últimos
momentos en enseñar a sus discípulos, y el ellos a todos nosotros,
estas importantes verdades; en el sermón de
la última cena les dejo como herencia su gozo y su paz como por testamento; les
mando expresamente que desterraran de su corazón la turbación y el espanto y se
las remarco para que pusieran en ello más atención. Vuestro
corazón no se turbe; vosotros creéis en Dios, creed también en mí. (A raíz de este fantasma de la
pandemia del PANICO Nuestro Señor Jesucristo se da cuenta de la poca y pobre
confianza de los católicos en ÊL. Esto es una “tristeza para ÈL y una perdición
para el alma) Realmente nos es
suficiente para calmar todas las turbaciones, creer que tenemos a Dios por
Padre y a su Unigénito hijo por mediador. Yo os dejo la paz, yo os doy mi paz:
yo no os la doy como el mundo la da. Vuestro corazón no se turbe y no se deje
abatir del temor (Lapidarias
palabras son estas como para poner toda nuestra confianza en Dios en medio del
desbande que el enemigo y sus esbirros
de la natura humana han puesto en el mundo actual. Que buen tés para ellos al
darse cuenta de la poca fe de los que nos llamamos católicos). Os he dicho todas estas cosas para que
mi gozo permanezca en vosotros. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea
lleno. Os he dicho estas cosas para que tengáis la paz en mí. Estaréis
oprimidos en el mundo; pero tened confianza, yo he vencido al mundo. Hablando después con su Padre le
dijo: Padre mío ahora vengo a ti: y digo esto estando aun en el mundo, para que
tengan en sí mismos la plenitud de mi gozo. Los apóstoles, que
recibieron tales instrucciones de Jesucristo, no se había cansado de
inculcarlas a los fieles y todas sus epístolas están llenas de todas estas
instrucciones.
2.
No obstante esto, los primeros cristianos a quienes los apóstoles recomendaron
incesantemente la paz y el gozo, estaban expuestos a trabajos y tentaciones
mucho más grandes que las nuestras (1856); porque las persecuciones eran mucho más
horribles (hoy
2003 las persecuciones morales también son terribles y más angustiantes
causando una muerte lenta y dolorosísima); las amenazas de la muerte y de una muerte
cruel y sangrienta casi continuas. Mas no por esto se debe creer que aquellos
fieles todos eran perfectos y poseían fortaleza heroica; pues vemos por las
mismas epístolas de los apóstoles, que también había muchos débiles e
imperfectos que veían, con frecuencia, en peligro de perder la fe y la
salvación eterna, a no ser que Dios les concediera la gracia del martirio,
gracia que se concede aún a los más fuertes y perfectos. Además de lo dicho
estaban expuestos a terribles tentaciones y los apóstoles les
prohibían la turbación y la agitación mandándoles arrojar en el seno de Dios
todas sus inquietudes, que creyesen con firmeza sobre el cuidado de Dios sobre
nuestras almas, que jamás permitiría fuésemos tentados más allá de nuestras
fuerzas, que se fortalecieran en su virtud omnipotente; que afianzarán su corazón en la gracia, que
puede hacer en nosotros más de lo que pedimos, y todo lo que no pensamos; y que
se regocijan en todo tiempo en el Señor. Con aquella confianza que los había
llamado a la compañía de su Hijo y a su eterna gloria, los afirmaría y
fortificaría y que habiendo comenzado por sí mismo la obra de la salvación, la
perfeccionaría hasta la venida del Señor.
XIII Las almas piadosas no se deben dejar llevar por la turbación y
desconfianza, aunque no experimenten en sí esta paz y este gozo.
1.
Aunque este gozo y esta paz en el Espíritu Santo estén tan unidas tan unidas
con la justicia cristiana, es preciso, para los que viven piadosamente no
dejarse abatir y desanimar con el pretexto que no sienten en sí esta paz y este
gozo, sino al contrario se ven muchas veces turbados y agitados; ni se dejen
persuadir, por el demonio, que no participan de la justicia cristiana. En aquel
pasmoso sermón de la última cena en cual Jesucristo recomendó repetidas veces
el gozo y la paz, como legados preciosos que quería dejar a todos sus
verdaderos discípulos. Conforme a esto Jesucristo expreso contundentemente:
Vuestro corazón no se turbe, y no de deje abatir por el temor. Solo prohíbe
aquella turbación que proviene de la poca confianza en su poder y en su bondad:
pero no aquella turbación que procede de los sentidos y la imaginación de los
cuales el alma no es siempre dueña; porque mientras la parte inferior del alma
está agitada, la superior puede y debe conservarse en paz.
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