Escuela Mixta
EL MODERNISMO DESTRUYE LAS
ESCUELAS CATOLICAS
Pío IX llamó a esto "delirio" y "una
libertad de perdición". León XIII condenó el indiferentismo del
Estado en materia religiosa. ¿Ya no es cierto lo que era válido en aquella época? No se puede afirmar la libertad de todas las
comunidades religiosas de la sociedad humana, sin otorgar igualmente la
libertad moral a esas comunidades. El islamismo admite la poligamia, los
protestantes tienen según las iglesias, posiciones más o menos laxistas sobre
la indisolubilidad de los vínculos conyugales y sobre la anticoncepción. .. Así
desaparece el criterio del bien y de mal. En Europa, el aborto ya no está
prohibido por la ley más que en la Irlanda católica. No
es posible que la Iglesia de Dios cubra de alguna manera estos excesos al
afirmar la libertad religiosa. Otra consecuencia: las
escuelas libres. El Estado ya no puede comprender que existan escuelas
católicas ni que estas representen la mayor parte del sector de la enseñanza
privada. Como se ha visto recientemente, el Estado las coloca en el mismo plano
que las escuelas fundadas por diversas sectas y dice: "Si
os permitimos existir, debemos proceder de la mismo manera con Moon y con todas
las otras comunidades de esta índole que tienen tan mala reputación".
¡Y ahora la Iglesia no tiene argumentos que oponer! El gobierno socialista ha
sacado muy buen partido de la declaración sobre la libertad religiosa. De
conformidad con el mismo principio, se pensó en fusionar escuelas católicas con
otras ¡siempre
que éstas observen el derecho natural! Otras escuelas
católicas están abiertas para niños de cualquier religión y algunas se jactan
de tener más alumnos musulmanes que cristianos. De esta manera la
Iglesia, al aceptar una situación jurídica común en las sociedades civiles, corre el riesgo de convertirse en una secta entre otras. Corre el peligro de
desaparecer pues es evidente que la verdad no puede dar sus derechos al error
sin renegar de sí misma. Las escuelas libres adoptaron en Francia para
hacer manifestaciones en las calles un himno muy hermoso cuyas palabras empero
revelan el contagio de este detestable espíritu: "Libertad, tú eres la única
verdad". La libertad considerada como un bien absoluto es
quimérica. Aplicada al orden religioso conduce al relativismo doctrinal y a la
indiferencia práctica. Los católicos perplejos deben aferrarse a las palabras
de Cristo que cité antes: "La verdad os hará libres".
Resumamos. La nueva religión, en todos sus aspectos,
choca al buen sentido cristiano. El
católico está expuesto a una desacralización general; se lo han cambiado todo,
todo está adaptado. Le han dado a entender que todas las religiones aportan la
salvación, que la Iglesia acoge indistintamente a los cristianos separados y
aun al conjunto de creyentes que se inclinan ante Buda o ante Krishna. Se le
explica que los clérigos y los laicos son miembros iguales del "pueblo de
Dios" hasta el punto de que ciertos laicos designados para cumplir
determinadas funciones asumen las tareas clericales (se los ve celebrar solos
los entierros y administrar el viático a los enfermos) en tanto que los
religiosos asumen las tareas de los laicos. Se visten como ellos, van a
trabajar a fábricas, se afilian a los sindicatos, hacen política. El nuevo
derecho canónico fortalece esta concepción. Confiere prerrogativas inéditas a
los fieles al reducir la diferencia entre éstos y los sacerdotes y al instituir
lo que se llaman "derechos": teólogos laicos pueden ocupar cátedras
de teología en las universidades católicas, los fieles participan en el culto
divino en funciones (que estaban reservadas antes a ciertas órdenes menores) y
en la administración de ciertos sacramentos; distribuyen la comunión, comparten
el testimonio ministerial en las ceremonias nupciales. Por otra parte, se lee
que la Iglesia de Dios "subsiste" en la Iglesia católica, fórmula
sospechosa, pues la doctrina de siempre enseña que la Iglesia de Dios
es la Iglesia católica. Si se considera esta fórmula reciente,
parecería que las comunidades protestantes y ortodoxas forman también parte de
ella, lo cual es falso puesto que esas comunidades están separadas de la única
Iglesia fundada por Jesucristo: Credo in unam sactam Ecclesiam. El nuevo
derecho canónico fue redactado con tal prisa y confusión que habiéndose
promulgado en enero de 1983, en noviembre del mismo año ya tenía ciento catorce
modificaciones. Esto también desconcierta al cristiano que tenía la costumbre
de remitirse a la legislación eclesiástica como a algo fijo. Si un padre de
familia se preocupa por educar bien a sus hijos, sea él mismo un practicante
asiduo o esté alejado de la práctica de los sacramentos, experimentará muchas
decepciones. En numerosos
casos, las escuelas católicas adoptaron el régimen mixto, en ellas se
imparte educación sexual, la enseñanza religiosa desaparece en las clases
importantes y no es raro encontrar profesores de orientación socialista si no
ya comunista. En un asunto que hizo mucho ruido en el oeste de Francia, uno de
esos educadores, eliminado por los padres de los alumnos y luego reintegrado
por la dirección diocesana, exponía así su defensa: "Seis meses después de haber
vuelto a Notre-Dame, el padre de un alumno quiso separarme simplemente porque
al comienzo del año me había presentado desde todos los puntos de vista
político (de izquierda), social, religioso... Según ese padre no era posible
ser profesor de filosofía y socialista en un establecimiento privado".
Veamos otro caso que ocurrió en
el norte de Francia: un nuevo director es nombrado en una escuela por la
dirección diocesana; al cabo de un tiempo
los padres advierten que el hombre milita en un sindicato de izquierda, que se
trata de un sacerdote reducido al estado laico y casado, que sus hijos no
parecen haber sido bautizados. En Navidad, organiza una fiesta para
los alumnos y los padres con la participación del Socorro Popular que es, como
se sabe, una
organización comunista. Entonces los
católicos de buena voluntad se preguntan si vale la pena hacer esfuerzos para
que sus hijos asistan a la escuela libre. En un establecimiento para señoritas
del centro de París, la catequista se presenta una mañana con el capellán de
Fresnes, a quien acompaña un joven preso de dieciocho años. Se explica a las alumnas que los presos se
sienten muy solos, que tienen necesidad de afecto, de contactos con el exterior
y de correspondencia. Si alguna de las alumnas quiere convertirse en madrina,
puede dar su nombre y su dirección. Pero sobre todo no hay que decir
nada de esto a los padres, pues ellos no comprenden esas cosas; éste
debe ser un asunto sólo de jóvenes. En otro lugar, una maestra recibió una
reprimenda de parte de un grupo de padres por haber hecho aprender a sus alumnos
fórmulas del catecismo y del Avemaría. El obispo la apoyó, lo cual parece lo
más normal del mundo, pero es tan poco habitual que su carta fue reproducida en
La Famille éducatrice y el incidente adquirió las dimensiones de un
acontecimiento.
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