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miércoles, 13 de noviembre de 2019

AUTOBIOGRAFIA DEL NIÑO QUE NO NACIO. HUGO WASH


Fetos con destino a las cosméticas famosas.

XIII
EL ÁNGEL, PREOCUPADO.
LE PREGUNTO POR QUÉ LA JUSTICIA DE LOS HOMBRES PERMITE QUE
LOS PADRES MATEN A SUS HIJITOS.

Es evidente para mí, que ya lo conozco tanto, que Absalón está muy preocupado y hasta triste. ¿Pero un ángel puede estar triste? A cada instante viene, observa el resplandor que ahora hay en el corazón de mamá y sin decir palabra abre sus alas de nácar y se vuela, como si temiera la desaparición de esa divina luz que ahora nos alumbra a ella ya mí.
¿Qué es lo que había sabido? ¿Qué le han dicho los otros ángeles de la familia, puesto que tengo la seguridad de que se encuentran y conversan? ¿Qué le ha dicho sobre todo el ángel del "doctor negro sobre las conversaciones que éste mantiene cada día con mi padre?
No sé nada, porque está mudo conmigo.
Si no fuera por la tremenda angustia que me causa el ver a mi ángel en esta situación, yo estaría orgulloso de mí mismo. A la luz del corazón de mi mamá he podido con mis propios ojitos contemplar mi pequeño cuerpo.
Ya no soy lo que era cuando comencé a conversar con Absalón. Mi alma ya era perfecta, a pesar de su inmensa ignorancia, pero de mi cuerpo entonces no había apenas señales. Esto lo pienso ahora, porque yo no veía, no tenía ojos, ni órgano alguno separado y viviente.
Ahora soy otra cosa, y me asombro de los progresos que he hecho. Soy un muchachito bien formado, un poco nervioso y comprendo que mi mamá esté enamorándose de mí cada día más. Yo también de ella, seguro de que me defenderá contra todo peligro.
Hoy no lo he dejado escaparse a mi ángel y le he soltado la pregunta que hace días quiero hacerle:
-¿La justicia de los hombres permite que haya papás que decidan asesinar a sus hijitos y doctores que se encarguen de hacerlo?
-¡Sí! -me responde muy pausadamente Cuando un doctor de ésos firma en un papel que tal niñito fue muerto antes de que naciera para salvar la vida de la madre, la policía cierra los ojos y no averigua nada y el asunto no llega a los jueces, que tampoco dirían nada.
-¿Pero hay quienes conocen estos crímenes, además de los que los ejecutan?
-Sí, muchos amigos a quienes los papás de los niñitos asesinados les cuentan esto como si contaran que han bebido un vaso de agua. Y se les felicita, corno si hubieran escapado a un peligro.
-¿Qué quieres decir?
-Que cuando los papás no quieren tener un nuevo hijito, porque piensan que les costaría mucho mantenerlo, se apresuran a matarlo, antes de que nazca o antes de que se forme en el seno de la mamá. Si no se apresurasen y el chiquito naciera, la policía y las leyes y los jueces considerarían criminales a los papás o a los doctores que los suprimieran. Por eso hay que andar a prisa. Mientras más pronto se les mata es menos peligroso para los papás y para el doctor que los aconseja. Los chiquitos antes de nacer no tienen ninguna defensa en la sociedad.
-¿Y son muchos los que mueren así?    
-Los que mueren antes de formarse en el seno de la madre son miles de millones. Los que son muertos después que se han formado, cuando tienen ya un alma creada por Dios para ellos y un destino trazado en sus planes son muchos, quizá millones. Estos crímenes, que la sociedad ni siquiera considera faltas, enojan a Dios de un modo terrible, porque... ¿Te estás durmiendo, chiquito? -Sí, perdón ame, pero tus explicaciones son muy difíciles de comprender y me hacen doler la cabeza.
-¡Duérmete! Todavía hay mucha luz en el corazón de tu mamá y tú duermes mejor en la luz que en las tinieblas.
Al decir mi ángel "todavía hay mucha luz" su acento es melancólico como si temiera que eso pudiera faltarme un día u otro, pero no en tan terrible proporción. Mi ángel me ha dicho que por cada niño que nacen cientos son impedidos de existir, y que un día Dios tomará tremenda cuenta de estos crímenes. La Santísima Virgen está deteniendo el brazo de Dios.
¿Hasta cuándo podrá hacerlo?
XIV
¡QUE NO ME MATEN, DIOS MÍO! Y O QUIERO SER SACERDOTE.

Mi ángel ya no teme que yo me duerma cuando él me habla con tanta seriedad.
Yo comprendo que están acercándose para mí las horas más trágicas. Mi pobre madre ahora en casa de la suya que es mi abuelita, vive en paz, sin disputas. Pero sabe que esta preciosa paz que le permite ir todos los días a la iglesia a comulgar, llenándose de luz y tornando fuerzas no puede durar.
El ángel vuelve a hablarme, y esto 10 sabe por el arcángel Gabriel, de que los hombres cegados por la maldad del diablo no tienen idea de lo que el mundo pierde con estos asesinatos sin número qué cada día se cometen, en lo más puro de la humanidad, que son sus niñitos.
Dice que muchos sabios siniestros andan propagando sistemas para contener el aumento de las gentes aduciendo que pronto la tierra no podrá alimentar a su población. Con el aparente miedo de que algún día esos niños por falta de alimentos puedan morir, se anticipan a matarlos desde ahora y dice que este pecado infernal ha excluido de la existencia a seres que habrían sido inventores prodigiosos, infinitamente superiores a los que se han conocido, genios que con sus descubrimientos habrían conjurado todo peligro de que la humanidad aun multiplicada por cien pudiera encontrarse estrecha en los ámbitos de la tierra. Más aún, que algunos de esos niñitos arrancados a la vida, iban a ser cerebros capaces de hallar la manera de que los hombres conquistaran pacíficamente nuevas tierras en los astros y difundir en ellos la fe y el servicio de Dios.
Todo eso ha sido borrado, aniquilado por las infames prácticas de lo que llaman restricción de la natalidad.
Me pondera el ángel lo que habría adelantado el mundo en otras cosas, menos materiales, como son las artes o la ciencia del alma.
Entraba en los planes de Dios, me dice Absalón, que el hombre (Adán y Eva) llenara la tierra con sus descendientes y la dominara. Y ahora el hombre, que no confía en Él, no se atreve a crear un descendiente más y se hace impotente él mismo para dominar su propio imperio.
¡Qué inmensos horizontes se abren a mi pequeño pensamiento con estas grandes palabras! ¿Podré yo, algún día, ser sacerdote y contribuir a que por mi parte se cumplan los planes de Dios?.
Hoy en la iglesia, cuando mamá comulgó, me sentí tan cerca de Jesús en su corazón que volvía rezar 'casi en 'Sus "Oídos mi oración de siempre.
-¡Que no me maten, Señor y Dios mío! ¡Yo quiero ser sacerdote!
Eso fue la última vez que pude rezar cerca de Cristo en persona, porque fue también la última vez que mi pobre madre comulgó.
Vino, pues, mi padre y se llevó a mi madre a Buenos Aires.
Le bastó una ojeada para comprender la comedia que ella estaba representando. Ya no era posible mantener el secreto. Mi pequeño cuerpo se había desarrollado tanto que para un ojo experto era inútil toda ficción.
Él se limitó a decir pocas palabras, que me hicieron temblar en aquel mi refugio que duraba ya varios meses.
-Ahora será difícil extirpar eso, pero el doctor lo arreglará bien. No sufrirás mucho. no te asustes.  
En el tono inflexible se advertía su extrema cólera y su inexorable decisión.
Tuvimos dos días de paz. Mi padre parecía 'tranquilizado. Además, el doctor negro se hallaba ausente, en un país lejano, a donde había ido a dar conferencias sobre su maldita "especialidad".
Mi ángel me contaba todo y me hacía rogar a Dios por mi madrecita, agotada de fuerzas para las nuevas arremetidas que iba a soportar de mi padre, irritado e inflexible.
Mi desventurada madre nunca tuvo voluntad, Débil, apocada se hubiera dejado matar. Tal vez ahora sería capaz de defender su vida, porque en ella se sustentaba la mía. Ya mentalmente me había bautizado con el hermoso nombre de Jesús.
Yo me dirigí a Él rogándole que auxiliara a mi madre.


XVI
LAS INFAMES AMIGAS. LAS BIENHECHORAS DE LA HUMANIDAD.

Era día de visitas y la casa se nos llenó de señoras que iban a saludar a mamá.
Sus conversaciones, que yo oía bastante bien, era desconsoladoras.
Hablaban de lo difícil que es, en la época moderna, tener muchos hijos. La vida cara, las casas pequeñas, la falta de' sirvientes, lo incierto del porvenir.
Yo había oído tantas veces aquella tirada de las mismas cosas a diversos amigos y amigas de papá y mamá que me agobiaban y aburrían, Pero en esa ocasión impresionaron mucho a mamá, sobre cuyo cuerpo deformado parece que caían todas las miradas de aquellas mujeres frívolas y curiosas. Una de ellas se atrevió a decirle:
-¿Cómo es eso? ¿De nuevo estás...?
Mi madre, estremecida de espanto volvió a negarme, diciendo: -¡No! ¡Qué ocurrencia! Ya tengo bastante con mis dos chiquillos que me dan mucha guerra. ¿Y tú?
-Yo también tengo dos y de aquí no pasaré.
Eran varias en la reunión, todas casadas y todas con poquísimos hijos. Apenas si una de ellas tenía cuatro y casi con rubor confesaba que los dos últimos fueron por "inadvertencia" y o no comprendí, pero me hizo temblar la explicación que aquella bribona agregó:
-Yo era muy joven y me aturdí y no me animé a resolver lo que ahora, con diez años más de experiencia, resolvería tranquilamente.
La asaltaron a interrogaciones.
-¿Qué harías, pues? -le preguntaron varias para quienes aquella conversación tenía un sabor especial, porque todas ellas habían pasado por los mismos trances y les convenía tranquilizar sus conciencias con el ejemplo de otras, tan malvadas o más que ellas.
-Yo haría ahora prosiguió la otra con voz maligna que llegaba a mis oídos como sentencia de un juez perverso, yo haría lo que ustedes han hecho siempre...
Todas se echaron a reír. Ninguna protestó, porque ninguna podía decir: Yo puedo jurar no haber cometido un fraude ni un crimen.









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