LOS CUATRO JINETES DEL APOCALIPSIS
Hemos
terminado con “EL MISTERIO DEL TERCER SECRETO DE FATIMA”, pero ahora siguiendo
con el mismo tema será el P. Leonardo Castelani quien nos instruya y nos
introduzca en el último libro de las Sagradas Escrituras como lo es el
APOCALIPSIS escrito por el apóstol San Juan. Quien fue el Padre Leonardo
Castelani a quien vuestro servidor tuvo la gracia de conocer en Buenos Aires
Argentina? He aquí un breve biografía de este gran sacerdote:
Leonardo
Castellani nace en Reconquista, Argentina (1899), ingresa en la Compañía de
Jesús (1918) y es ordenado sacerdote (1931). Obtiene doctorados en Filosofía y
Teología en la Universidad Gregoriana de Roma, estudia psicología en la Sorbona
de París, y en 1935 regresa a Argentina. Publica desde joven muchos libros y
artículos de carácter poético, literario, religioso y político, y es con
frecuencia muy crítico. Expulsado de la Compañía de Jesús y suspendido como
sacerdote (1949), es acogido por el obispo de Salta (1959) y regresa a Buenos
Aires (1952). Por estos años publica El Apocalipsis de San Juan. Es reintegrado
al ejercicio del sacerdocio ministerial (1966), y hasta su muerte en Buenos
Aires (1981) sigue escribiendo y publicando. Es uno de los escritores más
grandes de Hispanoamérica en el siglo XX. Las distinciones anuales más
prestigiosas, instituidas para los escritores católicos argentinos por el
Cardenal Antonio Quarracino, cuando era Arzobispo de Buenos Aires, llevan el
nombre de «Leonardo Castellani».
PADRE
CASTELLANI
El P.
Castellani dedicó El Apokalypsis (1963) al Papa Juan XXIII, «que me devolvió la
misa» (en latín como era, es y sera hasta el fin del mundo). Y en el prólogo escribe: «Hemos traducido el libro de la “Revelación” de
San Juan directamente del texto griego y le hemos añadido una interpretación
literal. Cuanto más “tradicional” sea una exégesis de la Sagrada Escritura, mejor
es. La presente interpretación no podría exactamente llamarse “mía”, por lo
cual es llamada “nuestra”. Proviene del trabajo de innumerables intérpretes,
comenzando por los Santos Padres antiguos. Es fruto de innumerables lecturas y
muchas meditaciones».
BREVE INTRODUCCION AL LIBRO.
En
nuestro libro El fin de los tiempos y seis autores modernos (Asociación
procultura occidental, A.C., Guadalajara 1962, 402 pgs.), expusimos el
pensamiento sobre este tema en los escritores Dostoiewski, Soloviev, Benson,
Thibon, Pieper y Castellani. En esta breve obra presente reproducimos solamente
el último capítulo, que expone lo que el P. Leonardo
Castellani nos dice acerca de las ultimidades de la historia.
Los
cuatro primeros pensadores aludidos, Dostoievski, Soloviev, Benson y Thibon, se
expresaron prevalentemente mediante el recurso literario, sin dejar de lado,
por cierto, las cosas que de los tiempos postreros se leen en el Apocalipsis.
En lo
que toca a Josef Pieper, investigó el mismo tema desde el punto de vista filosófico-teológico.
El P. Castellani, que cita frecuentemente a algunos de los autores nombrados,
apelará a los dos expedientes, el del novelista y el del teólogo. Lo que en
algunas de sus obras nos lo dice de manera novelada, lo reitera en otras de
modo más sistemático.
Para
muchos, señala nuestro autor, el Apocalipsis es un libro enigmático,
prácticamente hermético, y por consiguiente resulta inútil leerlo. Pero cuesta
pensar que Dios haya legado a su Iglesia una revelación tan impresionante
–«Apocalipsis» significa descubrimiento, develación–, sabiendo que resultaría
inaccesible al entendimiento de la mayoría. Un enigma insoluble es lo contrario
de una revelación.
Castellani
se abocará a su interpretación, con la ayuda de la gran tradición patrística de
la Iglesia, y de autores más recientes como Newman, Billot, Benson y Pieper.
Los
Padres vieron mucho, sin duda, pero en cierto modo nosotros podemos ver más,
encaramados sobre sus hombros y con la experiencia de los hechos que ya han
sucedido o que se van volviendo predecibles.
Por
otra parte, el mundo actual se muestra ansioso de atisbar el futuro que la
historia le depara. Nada de extraño, ya que semejante inquietud se suele
acrecentar en las épocas tempestuosas y preñadas de amenazas. ¿A dónde se
dirige el acontecer histórico?, se preguntan todos. De ahí el pulular de falsas
profecías, de apariciones insólitas, de pronósticos peregrinos.
Por
eso hoy se vuelve más apremiante que nunca poner sobre el tapete el gran tema
de la esjatología. A decir verdad, algunas de las interpretaciones que nos
ofrecerá el genial Castellani son muy personales y no estamos obligados a
hacerlas nuestras. Con todo, sus intuiciones resultan frecuentemente brillantes
y, según decíamos, se respaldan en el aval de grandes pensadores.
Visión Primera
Mensajes
monitorio-proféticos a Iglesias
Los
siete mensajes tienen una estructura estrófica similar: comienzan con un titulo
ditirámbico de Cristo, sigue el mensaje compuesto de una alabanza y un reproche
que a veces es amenaza, termina con la frase típica que indica el misterio o
sentido arcano: «El que tenga oídos, que oiga» , y una promesa "al
vencedor".
A
EFESO (2, 1-8)
Al Ángel en la Iglesia de Éfeso escríbele:
Éfeso
significa ímpetu según Billot. Representa la primera edad de la Iglesia, la
Iglesia Apostólica, hasta Nerón.
Esto
dice El que tiene las siete estrellas en su diestra Y anda en medio de los
siete candelabros De oro...
Al
comienzo de cada mensaje a las Iglesias, el Ángel declina los títulos de
Cristo, descomponiendo la imagen de la Visión Preambular; menos el título de la
última Iglesia, Laodicea, que es nuevo.
Sé tus obras y tu labor y tu paciencia.
Riquísima
en estas tres cosas fue la Iglesia Apostólica, que se difundió en poco más de
un siglo por todo el Imperio: "vuestra fe es conocida en el Universo
Mundo", dijo San Pablo; "somos de ayer y ya lo llenamos todo",
Tertuliano.
Y no
puedes aguantar a los malos Y probaste a los que se dicen ser Apóstoles Sin
serlo Y los encontraste embusteros.
Nacen
las primeras herejías y se producen los primeros martirios. Nacen del gremio
mismo de los Apóstoles, el primer hereje siendo Nicolao, uno de los siete
Diáconos nombrados por San Pedro; en tanto que los verdaderos Enviados de Dios
llegan hasta España (Sant Yago, San Pablo), Abisinia (Felipe), Persia
(Bartolomé), y aun quizás las Indias Orientales (Tomás). También hoy día y
siempre hay quienes "se dicen Apóstoles sin serlo", helás.
Y
tienes paciencia Y aguantaste por el nombre mío Y no defeccionaste.
Habían
comenzado los primeros martirios, por la expoliación y rapiña de los bienes de
los cristianos palestinos, que testifica San Pablo; y por lo menos uno de los
Apóstoles había sido ya asesinado por el nombre de Cristo, Sant Yago el Menor,
primo del Señor, muerto a golpes por los judíos recalcitrantes en Jerusalén.
Pero tengo contra ti alguito: Que la caridad tuya de antes has
dejado.
La
caridad fraterna de los primeros fieles fue extraordinaria: ponían sus bienes
en común a los pies de los Apóstoles, no había entre ellos ricos ni pobres,
dirimían sus pleitos con el arbitraje, se sometían a la exo-mologésis o
confesión pública, y a rigurosos castigos en caso de caída en pecado,
practicaban la hospitalidad y la defensa mutua. Esta caridad y fraternidad no
sólo era la admiración y espanto de los gentiles, sino que constituía la fuerza
política incontrastable que los mantenía.
Este
estado de comunismo ideal – muy diferente del de Lenin – tenía que decaer
rápidamente, ya vemos en los Actos de los Apóstoles el caso de Ananías y
Záfira. No es lo mismo poner los bienes en común que sean de todos, que tener
los bienes en común y que sean de nadie, es decir del Estado, es decir – en
nuestros días – de la Fiera.
Ten memoria pues de donde surgiste... Y conviértete Y haz [de nuevo] tus primeras obras.
La
Iglesia Apostólica surgió directamente de Cristo. E l texto griego
dicepéptokes: "de donde decaíste".
La
metanoia del Nuevo Testamento, que la Vulgata traduce a veces "hacer
penitencia", significa propiamente el arrepentimiento y la transmutación
interior, es decir, la conversión; que es efectivamente el principio y la
esencia de la penitencia.
Si no, yo vengo contra ti A trasladar tu antorcha de su lugar Si acaso no te conviertes.
Cuando
una Iglesia – o una época de la Iglesia – decae y se corrompe, lo que hace Dios
simplemente es retirarle su luz, con lo cual termina de pudrirse, surgiendo en
otro lugar el resplandor de la fe y el fervor. Aquí hay quizá una alusión a los
cambios de lugar que sufrió la ciudad de la Diana Multimamífera, Éfeso, en el
curso de su historia. Era ella una de las metrópolis religiosas del Asia, tanto
para los paganos como para los cristianos, como vemos en los Actos de los
Apóstoles. Hoy día no queda de Éfeso más que la aldea árabe de Aya-Soluk, y un
montón de ruinas debajo de las cuales encontró en 1869 el arqueólogo Wood los
restos del Artemísion o templo de Diana, considerado por la antigüedad como una
de las siete maravillas del mundo.
Pero tienes en tu pro esto Que odias las obras de los Nicolaítas Como yo las odio.
La
primera herejía, atribuida a Nicolao, uno de los siete primeros Diáconos,
estaba muy extendida, pues la veremos luego repetida en Pérgamo y Thyatira. La
primera herejía, por lo que sabemos de ella, se parece a la última herejía;
quiero decir, a la de nuestros tiempos; y se puede decir que transcurre
transversamente toda la historia de la Iglesia, y es como el fondo de todas las
herejías históricas. Era una especie de gnosticismo dogmático y laxismo moral,
un sincretismo, como dicen hoy los teohistoriógrafos. Era una falsificación de
los dogmas cristianos, adaptándolos a los mitos paganos, sin tocar su forma
externa, por un lado; y concordantemente, una promiscuación con las costumbres
relajadas de los gentiles; nominalmente, en la lujuria y en la idolatría, como
les reprocha más abajo el Apóstol. Comían de las carnes sacrificadas a los
dioses, en los banquetes rituales que celebraban los diversos gremios, lo cual
era una especie de acto religioso idolátrico, o sea, de comunión; y se
entregaban fácilmente a la fornicación, que entre los paganos no era falta
mayor ni vicio alguno; incluso, según parece, después y como apéndice de los
dichos banquetes religiosos.
De
Nicolao cuenta Alberto el Magno que puso su mujer a disposición de todos; lo
imitaron sus secuaces, y se hizo rito… cornudo.
El que tenga oídos oiga Lo que el Espíritu -
dice a las Iglesias.
La
fórmula escriturística usual, monitoria de que en lo dicho se contiene un
misterio; o por lo menos, una cosa muy importante.
Al
vencedor, daréle a comer Del Árbol de la Vida
Que
está en el Paraíso de Dios.
El
conocido símbolo del Génesis… Este premio, prometido al que venciere de la
Iglesia de Éfeso ¿qué es? ¿La vida eterna? Todos los "premios al
vencedor" de las siete cartas, menos el 4°, es decir el deThyatira, se
pueden referir a la vida de ultratumba y a la gloria del cielo; pero con
muchísima más propiedad se pueden aplicar a los mil años de vida feliz y
resucitada del Capítulo XX , en la interpretación de los milenistas: todos,
también el cuarto. Así los interpreta el mártir Victorino, en el siglo IV,
primer comentador del Apokalypsis. Sea como fuere, lo cierto es que todos los
"premios" aluden literalmente al enigmático Capítulo XX; o sea, que
el Capítulo XX los resume; lo cual prueba una vez más la unidad literaria y
profética del libro; y excluye la hipótesis racionalista de que las cartas sean
una añadidura posterior de mano de otro autor; o bien un billete pastoral
pegadizo, de mano del mismo Juan.
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