90. —En tercer lugar,
difiere en cuanto al fruto y la eficacia, porque todos resucitan por el poder
de la resurrección de Cristo. Mt 27, 52: "Muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron". Dice
el Apóstol en I Cor 15, 20: "Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de
los que durmieron".
Pero
notad que por la pasión Cristo llegó a la gloria.
Luc
24, 2ó: "¿No
era necesario que Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?". Así
nos enseña cómo podemos nosotros llegar a la gloria: Hechos 14, 21: "Es
necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el reino de
Dios".
91.—En cuarto lugar,
difiere en cuanto al tiempo: porque la resurrección de los otros hombres es
diferida hasta el fin del mundo, si no es que a algunos por privilegio se les
concede antes, como a la Santísima Virgen, y, como piadosamente se cree, a San
Juan Evangelista; pero Cristo resucitó al tercer día. Y la razón de ello es que
la resurrección y la muerte y la natividad de Cristo fueron por nuestra
salvación, por lo cual El quiso resucitar cuando nuestra salvación se cumpliera.
Por lo cual, si hubiese resucitado al instante, no se habría creído que hubiese
muerto. De la misma manera, si hubiese tardado mucho, los discípulos no habrían
permanecido en la fe, y así ninguna utilidad habría en su pasión. Salmo 29, 10:
"¿Qué
utilidad hay en mi sangre si desciendo a la corrupción?". Por
lo cual resucitó al tercer día, para que se creyera que había muerto y para que
los discípulos no perdieran la fe.
92. —Pues bien, de todo
lo anterior podemos sacar cuatro consecuencias para nuestra ilustración.
En
primer lugar, que hemos de aplicarnos a resucitar espiritualmente de la muerte
del alma, en la que incurrimos por el pecado, a la vida de justicia, que se
adquiere por la penitencia. Dice el Apóstol en Ef 5, 14: "Despierta, tú que duermes, y levántate de
entre los muertos, y Cristo te iluminará". Y esta es la primera
resurrección. Apoc 20, 6: "Bienaventurado el que tiene parte en la primera
resurrección".
93. —En segundo lugar,
que no hemos de diferir para la hora de la muerte el resucitar (del pecado),
sino rápidamente, porque Cristo resucitó al tercer día. Eccli 5, 8: "No te tardes
en convertirte al Señor, y no lo difieras de un día para otro",
porque agobiado por la debilidad no podrás pensar en las cosas que pertenecen a
la salvación, y también porque pierdes parte de todos los bienes que se hacen
en la Iglesia, e incurres en muchos males por la perseverancia en el pecado.
Además,
el diablo, dice San Beda, cuanto por más tiempo posee, tanto más difícilmente
deja.
94. —En tercer lugar,
que hemos de resucitar a una vida incorruptible, de tal suerte que no volvamos
a morir, o sea, con tal propósito, que no pequemos más. Rom ó, 9: "Cristo, una
vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte no tiene ya
señorío sobre él". Y más abajo (1 1-13): "Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos
para Dios en Cristo Jesús. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal,
de modo que obedezcáis a sus concupiscencias. Ni ofrezcáis vuestros miembros
como armas de iniquidad al pecado, sino más bien ofreceos a Dios como quienes,
muertos, han vuelto a la vida".
95. —En cuarto lugar,
que hemos de resucitar a una vida nueva y gloriosa, de tal suerte que desde
luego evitemos todo aquello que antes haya sido ocasión y causa de muerte y de
pecado. Rom 6, 4: "Así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del
Padre, así también nosotros caminemos en una vida nueva". Y
esta vida nueva es la vida de justicia, que renueva el alma y la conduce a la
vida de la gloria. Así sea.
Artículo 6
ASCENDIÓ A LOS CIELOS, Y SE SENTÓ A LA
DIESTRA
DE DIOS PADRE OMNIPOTENTE
96. —Tras de creer en
la resurrección de Cristo es necesario creer en su ascensión, por la cual
ascendió al Cielo a los cuarenta días. Y por eso se dice: "Ascendió a los
cielos".
Acerca
de su ascensión debes notar tres cosas.
Primeramente
fue a) sublime, b) racional y c) útil.
97. —a) Fue sublime
porque ascendió a los cielos. Y esto se explica de tres maneras.
Primero,
por encima de todos los cielos materiales.1 Dice el Apóstol en Ef 4, 10: "Subió por
encima de todos los cielos". Cristo fue el primero en realizar
tal cosa. Antes, en efecto, el cuerpo terreno no existía sino en la tierra, tanto
que aun Adán estuvo en un paraíso terrenal.
En
segundo lugar, ascendió por encima de todos los cielos espirituales. Ef I,
20-22: "Sentándole a su diestra en los
cielos, por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación y de todo
cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino también en el venidero; y bajo
sus pies sometió todas las cosas".
En
tercer lugar, ascendió hasta el trono del Padre. Dan 7, 13: "Y he aquí que
en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre, y llegó hasta el Anciano
de los días"; y Marc 16, 19: "Y el Señor Jesús, después de
hablarles, fue elevado al cielo, y se sentó a la diestra de Dios".
98. —Pero no debemos
entender lo de "diestra de Dios" de una manera corporal, sino
metafóricamente: porque se dice que se sentó a la derecha del Padre, en cuanto
Dios, esto es, por su igualdad con el Padre; y en cuanto hombre se sentó a la
derecha del Padre, esto es, con los bienes más excelentes. Pero esto afectó al
diablo: Is 14, 13: "Al cielo voy a
subir, por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono, y me sentaré en el
monte de la Alianza, en el extremo norte. Subiré por encima de la altura de las
nubes, me asemejaré al Altísimo". Pero no llegó allí sino Cristo, por
lo cual se dice: "Subió a los cielos, y está sentado a la diestra del Padre".
Salmo 109, I: "Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi diestra".
99. —b) En segundo
lugar, la ascensión de Cristo fue conforme a razón, porque fue hasta los
cielos; y esto por tres motivos: Primeramente porque el cielo se le debía a
Cristo a causa de su naturaleza. En efecto, lo natural es que cada ser vuelva
al lugar de donde es originario. Pues bien, el principio del origen de Cristo
está en Dios, que es por encima de todo. Juan 16, 28: "Salí del Padre y he venido al mundo.
Ahora dejo el mundo y voy al Padre". Juan 3, 13: "Nadie ha
subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre que está en el
cielo". Y aunque los santos suben al cielo, sin embargo esto no
es como sube Cristo; porque Cristo sube por su propio poder, y los santos,
atraídos por Cristo. Cant 1 ,3: "Llévame en pos de ti". Pero puede
decirse que nadie sube al cielo sino Cristo, porque los santos no ascienden
sino en cuanto son miembros de Cristo, que es la cabeza de la Iglesia. Mat 24,
28: "Donde esté el cadáver, allí se juntarán las águilas".
En
segundo lugar, se le debía a Cristo el cielo por razón de su victoria. Porque
Cristo fue enviado al mundo para luchar contra el diablo, y lo venció, y por lo
mismo mereció ser exaltado por encima de todo. Apoc 3,21: "Yo vencí, y me
senté con mi Padre en su trono".
En
tercer lugar, a causa de su humildad. En efecto, ninguna humildad es tan grande
como la de Cristo, que siendo Dios quiso hacerse hombre, y siendo Señor quiso tomar
la condición de siervo, haciéndose obediente hasta la muerte, como se dice en
Filip 2, y descendió hasta los infiernos, por lo cual mereció ser exaltado
hasta el cielo, al trono de Dios. Porque la humildad es el camino de la
exaltación. Luc 14, II: "El que se humilla será exaltado"; Ef 4, 10:
"Este que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos".
100. —c) En tercer
lugar, la ascensión de Cristo fue útil, por tres motivos.
Primeramente
por razón de conducción, porque ascendió para conducirnos. Pues nosotros
ignorábamos el camino, pero El mismo nos lo mostró. Miqueas 2, 13: "Ascendió,
abriendo camino adelante de ellos". Y para darnos la seguridad de la
posesión del reino celestial.
Juan
14, 2: "Voy a prepararos un lugar".
En
segundo lugar, por razón de la seguridad que nos da. Pues subió al cielo para
interceder por nosotros.
Hebr
7, 25: "Ya que está siempre vivo para interceder por nosotros". I
Juan 2: "Tenemos a uno que abogue ante el Padre, a Jesucristo".
En
tercer lugar, para atraer nuestros corazones hacia El. Mt 6, 21: "Donde
está tu tesoro, allí está también tu corazón"; y para que despreciemos las
cosas temporales.
El
Apóstol en Colos 3, I: "Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas
de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios; gustad de las cosas
de arriba, no de las de la tierra".
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