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sábado, 18 de mayo de 2019

DIOS NOS AMA. DOM GODOFREDO BELORGEY, O. C. S. O.


IV. — EL MAESTRO ESTA AQUI Y TE LLAMA
Sea lo que quiera lo que nosotros sintamos, Él lo mismo está allí, y obra siempre desde el momento en que nosotros hacemos todo lo que esta de nuestra parte para volver a fijar nuestra mirada amorosa sobre Él. Permanezcamos inmóviles delante de Él, a la manera que un lienzo esta tenso delante de un pintor, y de esta manera habrá posibilidad de que El grave en nosotros los trazos que desea.
Por otra parte, el divino Maestro sabrá pagarnos centuplicada cuando menos lo pensemos, nuestra perseverancia en medio de la aridez. Desaparecerá de nuevo la duda sobre su Presencia Real y sobre el poder asombroso y, por decirlo así, milagroso que sale de Él.
Cuando a nuestro Señor le plazca manifestarse de esta manera, no nos podremos separar de Él; volveremos con frecuencia y cada vez con más ardor al Tabernáculo, que será entonces lo que siempre debe ser: el imán que todo lo atrae hacia Si, la fuente de agua viva, en la cual todos buscan refrigerio... Cuando nos veamos obligados a abandonar la Iglesia, sentiremos una especie de tirón. Partiremos llevando a Jesús con nosotros, en nuestro corazón, porque su acción misteriosa seguirá desarrollándose en nosotros.
Entonces le descubriremos en todas partes. Se juzgan y se ven las cosas según sea el amor que nos domina. Teniendo el corazón lleno de Jesús, juzgaremos todas las cosas como Él las juzga, y le veremos a Él en todas ellas, y exclamaremos con San Juan! El Señor es! —! Dominus est!—o como la Iglesia en la fiesta de la Epifanía: !Christus apparuit nobis, venite adoremus! 90. Si, por todas partes nos aparecerá Cristo, porque le amaremos. El corazón hará que veamos más lejos que las apariencias. Que se nos pide un sacrificio grande o pequeño? Sera Cristo que parece decirnos como a la Samaritana: Dame de beber91. Que un toque interior impide que nos detengamos ante la tentación o la disipación? Es Jesús que nos dice al oído ! Si conocieras el Don de Dios, y quien es el que te quiere hablar! 92. Porque será de Jesús, nuestro único amor, del que veremos proceden estos llamamientos a una delicadeza más exquisita y a una mayor generosidad, y entonces los aceptaremos con reconocimiento y con alegría, no pudiendo negarle nada. Quien puede resistir a la fuerza de su Amor? De este modo, no solamente obraremos por Jesús, sino que viviremos con El. Su pensamiento no se apartara de nuestro espíritu, porque su Amor ardera en nuestros corazones. Comprenderemos que, a pesar de hallarnos lejos de la iglesia físicamente, el Rey del Tabernáculo, nos acompaña a todas partes nos sigue con su mirada divina, y nos envuelve en las delicadezas de su afecto, obligándonos a repetir con el autor del himno del Santo Nombre de Jesús: ! Qué bueno sois, Señor, para los que os buscan! Pero, que seréis para los que os hallan? —!Quam bonus Te quarentibus! Sed quid invenientibus? 93—. Hasta tanto que no hayamos experimentado la dulzura de la intimidad con Jesús, tal como acabamos de describirla, faltara algo en nuestra vida. Nada hay, en efecto, más precioso para nosotros como entender bien lo que es la verdadera generosidad. A las menores dificultades que encontramos en nuestra vida espiritual, nos sentimos fuertemente inclinados a recurrir a los socorros humanos, que ciertamente no están prohibidos por Dios, tomarlos en una medida prudencial Pero cuando hemos descubierto a Jesús en la Hostia, El llega a ser Alguien, que cuenta en nuestra vida, y con el cual contamos también nosotros. Comprendemos mejor que fuerza sacamos al recibirle en la santa Comunión. Porque Jesús no está en la Hostia solo para morar entre nosotros; esta también allí como Pan de Vida para darse a nosotros, para ser el alimento espiritual de nuestra alma: Yo soy el pan de vida: el que viene a mi no tendrá hambre,.. El pan que yo daré es mi propia carne, que será entregada por la salvación del mundo...Mi carne es verdadero manjar, y mi sangre verdadera bebida. El que come de este pan vivirá eternamente 94. Así como deseamos que Jesús nos comunique su propia vida y todos sus sentimientos, del mismo modo, en la Misa, recibimos la Victima del Sacrificio para hacer nuestras sus disposiciones, para continuar aquí abajo la vida de Jesús, sacrificándose e inmolándose por amor, y cumpliendo siempre la voluntad de su Padre. A partir de aquel momento, aun cuando parezca que nos levantamos insensibles de la sagrada Mesa, habremos sacado de ella fuerzas nuevas; seremos, según expresión de San Juan Crisóstomo, como leones, vomitando fuego, terribles a los demonios 95.
No tendremos entonces más que una aspiración, la de vivir durante la jornada que comienza, no para nosotros, sino para Jesús, que nos sostiene y fortalece, no buscando más que su voluntad y beneplácito, y haciéndolo todo por amor, para Él y para las almas.
De esta manera, cuando nos sintamos desfallecer, nos acordaremos que debemos buscar nuestro apoyo en Aquel que vive en nosotros y es nuestra fuerza. Al momento recurriremos a El por medio de frecuentes y confiados retornos, renovando e intensificando, bajo su amante mirada, nuestras resoluciones.
Y, ayudados de la gracia, reanudaremos insensiblemente el contacto con Jesús, comulgaremos espiritualmente con frecuencia y como instintivamente, en el curso de todas nuestras ocupaciones. Estos retornos son un
4. — Dios nos ama grito, una llamada, una mirada interior, un impulso del corazón, que alimenta esta vida de intimidad, tan dulce y tan preciosa. Ellos nos ayudan a reconocer a Jesús en cualquier ocasión que se presente; en un suceso que contraria nuestros proyectos, ante una humillación, en una dificultad que nos sale al paso, en todo ello veremos a Jesús que nos pide un sacrificio y quiere que busquemos en El la fuerza que necesitamos para corresponder jubilosamente a su amor.
En el periodo que sigue inmediatamente al descubrimiento de la verdadera intimidad con Cristo, todo es fácil. Pero vendrán otros en que nos sentiremos turbados o aburridos. Son los tiempos de pruebas y sufrimientos, en los cuales tendremos necesidad de un socorro más poderoso, y entonces iremos con la mayor naturalidad a encontrarlo de nuevo al Tabernáculo, renovando el contacto vivificante de la comunión matinal. Jesús, que ve y conoce todas nuestras dificultades, allí nos espera con su Corazón, siempre tan compasivo: Venid a mi todos los que andáis agobiados con cargas y trabajos, que yo os aliviare97.
Vayamos, pues, con toda sencillez y confianza, a exponerle nuestros sufrimientos.
No tengamos reparo en contárselo todo al detalle, y hasta, si a mano viene, dirigirle algún dulce y respetuoso reproche: Vos, Señor, decís que vuestro yugo es suave y vuestra carga ligera; y sin embargo !cuantas cosas hay que me hacen sufrir y me cuestan!. Jesús, lleno de bondad, escucha en silencio, y luego, de un modo o de otro, nos da la fuerza que necesitamos, y nos da a su vez tiernas pero saludables amonestaciones: Hombre de poca fe, modicae fidei, 98 por que temes? .No ves que yo estoy contigo? No fui yo acaso el que calme la tempestad?99 .No he vencido al mundo?100. Y si continuamos replegándonos sobre nosotros mismos, puede ser que nos diga como a Santa Catalina de Sena: Ya hemos hablado bastante de ti, hablemos ahora un poco de mi y de mis sufrimientos ; o bien como a Santa Ángela de Foligno, cuando se le apareció coronado de espinas y cubierto de sangre: !No. es como para tomarlo a risa como yo te he amado!En un momento se habrá desvanecido todo, quedaremos pensativos en silencio y... habremos comprendido; ha salido de Él una  virtud que nos ha fortalecido e inundado de luz; y nos retiraremos, confusos, es verdad, pero sobre todo más valientes y decididos a olvidarnos de nosotros mismos y a sacrificarnos por El, como El lo ha hecho por nosotros. Entonces nuestro amor se hace fuerte y generoso. Pero en medio de todas estas cosas, triunfarnos por virtud de aquel que nos amo 101. Nada hemos de preferir al amor de Cristo. Christo omnino nihil praeponant 102.
Estamos decididos a hacer todos los sacrificios que sean necesarios y, como San Francisco de Sales, si encontráramos una sola fibra de nuestro corazón que no latiese por Él, la arrancaríamos.
En adelante, nuestro amor, tan tierno y delicado, como fuerte y generoso, irá en aumento y se desarrollara, por medio de una comunicación cada vez mas intima, con los sentimientos de Cristo. Pero antes de ver hasta dónde nos arrastran las exigencias de la amistad divina, bueno será que nos demos perfecta cuenta y demos un vistazo de conjunto al seto de amor que nos rodea por todas partes y cuya trama no tejen solos el Padre y el Hijo. Con Jesús, y unida inseparablemente a Él, encontramos en primer plano a su Santísima Madre.



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