Así como el artífice purifica la plata y el oro con el fuego, y le quita toda la escoria, así el Señor quiere purificar a sus escogidos con la tentación, para que así queden más agradables a su divina Majestad. Quemarélos como sé quema la plata, y probarélos como es probado el oro dice Dios por Zacarías; y por Isaías: “Depurarte he de tu escoria en el crisol y despojarte he de tu estaño”. Eso obra la tentación en los justos: va consumiendo y gastando en ellos el orín de los vicios y el amor de las cosas del mundo y de sí mismos, y hace que queden más acendrados y purificados. Verdad es, dice San Agustín, que no todos sacan este fruto de las tentaciones, sino solamente los buenos.
Hay
unas cosas, que puestas al fuego, luego se ablanda y derriten, como la cera;
otras hay que se paran más duras, como el barro. Así los buenos, con el fuego
de la tentación y del trabajo se paran tiernos, conociéndose y humillándose;
pero los malos quedan más duros y obstinados. Como vemos, que de los dos ladrones
en cruz, el uno se convirtió, y el otro blasfemó; y así dice San Agustín: “La tentación es
fuego, con el cual el oro queda más resplandeciente, y la paja consumida; el justo
queda más puro y más perfecto, y el malo más perdido. Es una tempestad, de la
cual el justo escapa y el malo queda anegado”.
Los
hijos de Israel hallaron camino por las aguas, y las mismas aguas les servían de
muro a la diestra y a la siniestra; pero
los egipcios quedaron hundidos y anegados en las mismas aguas.
San
Cipriano trae esta razón para animarnos a los trabajos y persecuciones, y
persuadirnos que no las temamos; porque la Escritura divina nos enseña que antes
con eso crecen y se multiplican los siervos de Dios como dice de los hijos de
Israel, cuanto más eran oprimidos y acosados de los egipcios, tanto más crecían
y se multiplicaban. Y del arca de Noé dice: “Multiplicáronse las aguas del diluvio, y levantaron el arca
sobre los montes de Armenia”: así las aguas de las tentaciones y
trabajos levantan y perfeccionan mucho un alma. Y si vos no quedáis más purificado
con la tentación, será porque no sois oro, sino paja, y por eso quedáis negro y
feo. Gerson dice que así como el mar con
las borrascas y tempestades desecha de sí las inmundicias que ha recogido, y
queda limpio y purificado; así la mar espiritual de nuestra ánima con las
tentaciones y trabajos queda limpia y purificada de las inmundicias e imperfecciones
que con la demasiada paz y tranquilidad suele recoger; y para eso las envía
Dios.
Más,
así como el buen labrador poda la vid para que dé más fruto; así, dicen los
Santos, Dios nuestro Señor, que se compara en el Evangelio al labrador,.. “poda sus vides, que
son sus escogidos, para que fructifiquen más”. “A todo sarmiento que llevare
fruto en mí, lo podará para que lleve más fruto” Más, con que se
confirma lo pasado; la tentación hace que se arraigue más en el alma la virtud
contraria. Dice el santo abad Nilo: “Así como los vientos, hielos y tempestades hacen que las
plantas y árboles se arraiguen más e n la tierra, así las tentaciones hacen que
se arraiguen más en el alma las virtudes contrarias”. Y así declaran
los Santos aquello de San Pablo: “En la tentación se perfecciona la virtud; esto es,
se establece, se funda, se declara estable”.
Como
cuando otro impugna una verdad, que vos defendéis, mientras más razones y más argumentos
trae para impugnarla, más razones buscáis vos para defenderla y confirmarla, y
con eso y con ver que respondéis y satisfacéis a los argumentos contrarios, os
vais más confirmando en ella; así también el siervo de Dios, mientras más
tentaciones le trae el demonio para contrastar la virtud, más motivos y razones
busca él para conservarla y resistir a la tentación, y entonces hace nuevos
propósitos, y se ejercita más en actos de aquella virtud, con lo cual ella se
arraiga y fortifica, y crece más. Y así dicen muy bien que la tentación obra en
el ánima lo que los golpes en la yunque, que la endurecen más y la hacen más
solida y fuerte.
Fuera
de esto, que va por el camino ordinario, dice San Buenaventura, que suele Dios
nuestro Señor consolar y premiar extraordinariamente a los que han sido muy
tentados de algún vicio, y mostrándose fieles en la tentación, dándoles con
ventaja y excelencia grande la virtud contraria. Como cuenta San Gregorio de
San Benito que, porque resistió varonilmente a una tentación vehemente de
carne, echándose desnudo entre unos abrojos y espinas, le dio el Señor tanta perfección
en la castidad, que de ahí adelante nunca más sintió tentaciones deshonestas.
Lo mismo leemos de Santo Tomas de Aquino, cuando con un tizón de fuego hizo
huir a una mujer que le venía á solicitar.
Envióle
Dios luego dos ángeles que le ciñeron y apretaron los lomos fuertemente en
señal que le concedía el don de perpetua castidad. De la misma manera dice San
Buenaventura que a los que son tentados de la fe, y con tentaciones de
blasfemia, suele el Señor dar después una claridad e ilustración grande en eso
y un muy encendido amor de Dios, y así de otras tentaciones. Y trae a este
propósito aquello de Isaías: “Cogerán y sujetarán á los que les querían coger y sujetar”.
Esta es una cosa que consuela mucho en las tentaciones. Consolaos y animaos a
pelear, hermano mío, que quiere el Señor arraigar en vos con eso la virtud
contraria, quiere daros una castidad angélica.
Salióle
a Sansón un león al encuentro, y él acometióle y matóle, y después halló en él
un panal de miel.
Así,
aunque la tentación al principio os parezca león, no la temáis, sino acometedla
y vencedla, y veréis cómo halláis después en eso mismo una dulzura y suavidad
muy grande.
De
aquí se entenderá que también, al contrario, cuando uno se deja llevar de la
tentación, y condesciende con ella, crecerá el vicio con sus propios actos, y juntamente
la tentación, y será más fuerte de ahí adelante, porque está más arraigado el
vicio y más enseñoreado de él. Y lo nota San Agustín. “Pecó Jerusalén y ya no tiene estabilidad”,
dice el profeta Jeremías. Porque pecó, quedó más
inestable e inconstante, y más flaco para tornar a caer; que es lo que dijo
también el Sabio: “El pecador añadirá pecados sobre pecados”. Este es un aviso
muy importante para los que son combatidos de tentaciones; porque a algunos
suele engañar y cegar el demonio, haciéndoles creer que satisfagan a su
tentación y que así cesará.
El
cual es un engaño muy grande; antes si cumplís con la tentación se arraigará
más y crecerá más la pasión y apetito; y tendrá de ahí en adelante mayores
fuerzas y mayor señorío sobre vos, y os tornará a derribar más fácilmente otra
y otra vez. Dicen muy bien qué es esto como la hidropesía, que mientras más bebe
el hidrópico, más sed tiene; y como el avariento, que mientras más tiene, más
crece la codicia de tener: así es acá, tened entendido que cuando os dejáis
llevar de la tentación, y condescendéis con ella, crece ella tantos quilates, y
vos perdéis otros tantos de fortaleza, y así quedáis más sujeto para tornar a caer
más fácilmente. Y cuando resistís y os hacéis fuerza, no condescendiendo con
ella, crecen la virtud y fortaleza en vos otros tantos quilates. Y así, el
medio para alcanzar victoria contra las tentaciones y malas inclinaciones, y
quedar quieto y sosegado, es no condescender con ellas, ni dejar que salgan jamás
con la suya; porque de esa manera, poco a poco, con el favor del Señor, va
perdiendo la fuerza la tentación y la pasión, hasta no dar molestia ni
pesadumbre ninguna. Lo cual nos debería animar mucho á resistir con valor a las
tentaciones.
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