LA TENTACIÓN DE NUESTRO SALVADOR
CAPÍTULO IV
De
otros bienes y provechos que traen consigo las tentaciones.
Beatus
vir qui suffert tentationem: quoniam cum probates fuerit, accipiet coronam vite
(2): Bienaventurado el varón que sufre la tentación y aprueba bien en ella, porque
recibirá corona de vida. Dice San Bernardo sobre estas palabras: Necesario es que
haya tentaciones; porque , como dice el Apóstol, no será coronado sino el que
peleare varonilmente; y si no hay tentaciones, ¿quién peleará no habiendo
contra quien pelear (3)? Todos los bienes y provechos que la Escritura divina y
los Santos nos predican de los trabajos y adversidades, que son innumerables,
todos los traen consigo las tentaciones; y uno de ellos, y muy principal, es el
que nos dicen las palabras propuestas. Envíanoslas el Señor para que tengamos después
mayor premio y corona en la gloria: Quoniam per multas tribulationes oportet
nos intrare in Regnum Dei (i): *Porque por muchas tribulaciones nos conviene
entrar en el reino de los cielos * Ese es el camino real del cielo:
tentaciones, trabajos y adversidades. Y así, en el Apocalipsis, mostrándole á
San Juan la gloria grande de los Santos, le dijo uno de aquellos ancianos:
Estos son los que vinieron de grandes trabajos y lavaron y blanquearon sus
vestiduras en la sangre del Cordero (4). De camino pregunta San Bernardo: ¿cómo
dice que blanquearon sus vestiduras con la sangre del Cordero? porque la sangre
no suele blanquear sino colorear: quedaron blancas, dice (5), porque con la
sangre del costado salió juntamente agua que las blanqueó. O si no digamos,
dice, que se pararon blancas, porque la sangre de aquel Cordero tierno y sin
mancilla, era como una leche blanca y colorada, conforme á aquello de la Esposa
en los Cantares: *Mi Amado es blanco y colorado, escogido entre millares (6).*
De
manera, que por sangre y trabajos se entra en el reino de los cielos.
Desbástanse, lábranse y piálense acá las piedras, para asentarlas en el templo
de aquella Jerusalén celestial, porque allá no se ha de oír golpe ni martillo
(7). Y cuanto en mejor y más principal lugar se han de asentar las piedras,
tanto más las pican y labran. Y así como la piedra de la cortada suele ser la
más picada y labrada, para que quede más vistosa la entrada, así Cristo nuestro
Señor, porque se hacía nueva puerta del cielo, que hasta él estuvo cerrado,
quiso ser muy golpeado y martillado; y también para que nosotros pecadores
tuviésemos vergüenza de entrar por puerta labrada con tantos golpes de
tribulaciones y trabajos, sin primero padecer algunos para quedar labrados y
pulidos.
Las
piedras que se han de echar en el cimiento, no se suelen labrar: así los que se
han de echar abajo en el profundo del infierno, no es menester labrarlos ni martillarlos:
esos huélguense aquí en esta vida, cumplan sus antojos y apetitos , hagan su
voluntad, dense a buena vida, que con eso quedarán pagados; pero los que han de
ir a reparar aquellas ruinas de los ángeles malos y llenar aquellas sillas
celestiales que ellos perdieron por su soberbia, es menester labrarlos con
tentaciones y trabajos. Dice San Pablo: Si somos hijos, seremos herederos;
herederos de Dios y juntamente herederos con Cristo: empero siéndole acá
primero compañeros en sus trabajos, para que así lo seamos después en su gloria
(8). Y el ángel dijo a Tobías: Porque eras acepto a Dios y te quería bien, por
eso te quiso probar con la tentación, para que así tu premio y galardón fuese
mayor (9). Y de Abrahán, dice el Sabio (10), que le tentó Dios y le halló fiel;
y porque le halló fiel constante y fuerte en la tentación, luego le ofrece el premio,
y le promete con juramento que había de multiplicar su generación como las
estrellas del cielo y como las arenas de la mar. Pues para esto nos envía el
Señor los trabajos y tentaciones, para darnos mayor premio y más rica corona. Y
así dicen los Santos que es mayor merced la que el Señor nos hace en enviarnos
tentaciones, dándonos juntamente favor para vencerlas, que si del todo nos las
quitase: porque de esa manera careceríamos del premio y gloria que con ellas
merecemos.
Añade
á esta razón San Buenaventura (11) q u e como nos ama tanto el Señor, no se
contenta con que alcancemos la gloria y grande gloria; si no quiere que gocemos
presto de ella, y que no nos detengamos en purgatorio. Y para eso nos envía
aquí trabajos y tentaciones, que son martillo y fragua con que se quita el orín
y escoria de nuestra ánima, y queda purgada y purificada para poder entrar luego
a gozar de Dios.
*Quita
la herrumbre de la plata, y saldrá el vaso muy puro (12).* Y no es pequeña
merced y beneficio este, fuera del que se nos hace en conmutarnos tanta y tan grave
pena, como es la que allá habíamos de padecer, e n lo poco, o nada que en su
comparación padecemos en esta vida.
Más:
llena está la Sagrada Escritura de que las prosperidades de esta vida apartan
el alma de Dios, y las adversidades y trabajos son ocasión de atraerla al mismo
Dios. ¿Quién hizo al copero de Faraón olvidarse tan presto de su intérprete
José, sino la prosperidad (13)? ¿Quién hizo ensoberbecer al rey Ozías, teniendo
tan buenos principios, sino la prosperidad (14)? ¿Quién desvaneció á
Nabucodonosor, quién a Salomón, quién a David para contar el pueblo? Y los hijos
de Israel, cuando se vieron muy pujantes con los favores y mercedes grandes que
el Señor les había hecho, entonces se empeoraron y se olvidaron más de Dios (15)
Y por
el contrario, dice el Profeta, que con los trabajos se volvían á Dios: *Cubre,
Señor, sus rostros de ignominia, y luego buscarán tu protección. Clamaron al Señor
en su aflicción. Cuando el Señor les enviaba la mortandad, entonces le buscaban
y convertíanse a él y madrugaban a él muy de mañana (16).* Vuelto en bestia Nabucodonosor,
ahora fuese en realidad de verdad, ahora en su imaginación, entonces conoce á
Dios (17).
¡Cuánto
mejor le fue á David en la persecución de Saúl. Absalón y Semeí, que con la
prosperidad y paseo del corredor! Y así, como bien acuchillado, dice después:
*Nos hemos alegrado por los días en que nos humillaste, por los años en que
padecimos trabajos:* Bonum tnihi quia humiliasti me (18). ¡Oh qué bueno ha sido,
Señor, para mí el haberme humillado y atribulado! Cuando punza la espina de la
tribulación y tentación, entonces entra uno dentro de sí, y se convierte y
vuelve á Dios (19). Aun allá dicen que el loco por la pena es cuerdo. Y es
sentencia del Espíritu Santo por Isaías: *Sólo la vejación abre los ojos del
entendimiento (20).* Y más claramente por el Sabio: lnfirmitas gravis sobriam
facit animam (21): La enfermedad grave, los trabajos y adversidades hacen a cesar.
Anda uno con la prosperidad libre y cerrero, como novillo por domar; échale
Dios el yugo de la tribulación y de la tentación para que asiente (22). Con la hiel
curó el Ángel á Tobías (23), y con el lodo dio Cristo nuestro Redentor vista al
ciego (24). Pues para eso envía el Señor las tentaciones, que son de los
mayores trabajos y que más sienten los hombres espirituales; porque esos otros
corporales de sucesos de hacienda, enfermedades y cosas semejantes, para los
siervos de Dios, que tratan de espíritu, son cosa muy somera y que cae muy por
de fuera: porque todo eso no toca más que al cuerpo, y así no hacen mucho caso
de ello; pero cuando el trabajo es interior y llega al alma, como la tentación
que les quiere apartar de Dios y parece que los pone en ese peligro y
contingencia, eso es lo que sienten mucho, y lo que les hace dar el grito tan
grande como le daba el Apóstol San Pablo cuando sentía esta guerra y
contradicción de la carne que quería llevar tras sí el espíritu: ¡Ay miserable
de mí, que me lleva tras sí lo malo; y lo bueno que deseo, no lo acabo de poner
por obra! ¿Quién me librará de este cautiverio y servidumbre (25)?
NOTA.
Estimado lector me he visto obligado a suprimir las citas porque todas están en
latín hermoso idioma de nuestros antepasados y conocido por vuestro servidor,
mas no todos conocen esta bella lengua, gracias.
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