En esa ocasión, el Padre Marcel fue enviado junto
con las tropas a Bangui y allí, más que esperar en vano a los italianos, o
pusieron, junto con sus compañeros, a eliminar las hormigas que habían invadido
el cafetal del Obispado. Las mordeduras de esos bichitos no eran nada
agradables. Después de eso, fue enviado de regreso a Gabón, y sus compañeros a
Camerún, En manos de la Francia Libre, Gabón se encontraba desconectado de la
metrópolis, de modo que los nuevos misioneros jóvenes no podían llegar a la
colonia, Tanto por necesidad como por convicción, la Casa General era fiel al
Mariscal Pétain. El 8 de diciembre de 1942 Monseñor Le Hunsec escribía a sus
misioneros: He tenido, en compañía de Monseñor Grimault y del Padre Gay; una
audiencia interesante con el Mariscal Pétain, cuya frescura, lucidez y presencia
de espíritu extraordinarios he podido admirar".
Desde Gabón, Monseñor Tardy escribía el 10 de
septiembre de 1941 a la Casa General: “No se preocupen por nosotros; por lo que
a recursos se refiere, el Gobierno" nos ayuda y los misioneros se las
ingenian.
La moral de todos está más allá de toda ponderación.
Por su parte, el Padre Fauret escribía: Trabajo
normal, hay un solo movilizado. No nos falta nada de lo que es esencial; si no
fuese por la separación, viviríamos relativamente tranquilos".
Misionero
constructor
Aunque simple Superior interino, el Padre Lefebvre
no podía dejar de tomar ciertas iniciativas para el bien evidente de la misión:
la edificación de la iglesia de Kango y la construcción del embarcadero se le
deben atribuir también a él.
En Kango, donde la población aumentaba a causa del
emplazamiento del pueblo en la confluencia del río Como con el bosque Bokoué, y
sobre todo debido a la ruta principal de Libreville a Lambaréné, que atravesaba
el como por barcaza, se hacía necesario no solamente establecer una escuela
anexa, sino construir una iglesia con materiales duraderos.
Reagrupar a todos alrededor del altar -comentaría
posteriormente Monseñor Lefebvre-, tal es el objetivo del sacerdote.
Por eso, en una misión, lo primero que hay que hacer
en el sector es construir una iglesia para celebrar el Santo Sacrificio, y
luego atraer a ella a la gente y administrarle los sacramentos. Y la gente no
pide nada más que esto. [ ... ] ¡Hay que ver lo felices que se sienten los
indígenas con la belleza y grandiosidad de su iglesia, aun cuando ellos mismos
vivan en la mayor miseria!.
El Padre Marcel eligió el emplazamiento de la
iglesia y diseñó los planos. Los sillares fueron fabricados allí mismo, o
traídos de Donguila en chalanas. La estructura, preparada totalmente en el taller
de la misión, se montó en el lugar. Así nació la iglesia San Marcelo de Kango.
Ahora bien, también había que pensar en Donguila,
donde el comercio sufría por la acumulación de arena en el estuario, queimpedía
que los barcos llegaran al embarcadero. Un día Monseñor Tardy, transportado
como de costumbre del barco a la tierra en piragua, y luego en brazos de
alumnos fuertes, se cayó en el lodo. Por eso, el Padre Marcel decidió construir
un verdadero muelle, largo espigón que llegara hasta las aguas profundas, para
que piraguas, chalanas y barcos pudiesen atracar sin problemas.
Los Hermanos y sus aprendices trabajaron en ello.
Los pilares, hechos ingeniosamente con toneles superpuestos en los que se vaciaba
hormigón cuando la marea estaba baja, eran luego unidos entre sí con maderos
cubiertos de planchas. Se avanzaba lentamente: dos pilares por día, al ritmo de
las mareas. El Padre Marcel trabajó personalmente en la obra: se le pudo ver
inmerso en el cieno hasta la cintura!" para colocar correctamente los
toneles. La obra ya terminada medía 300 metros de largo. Mucho después un
barco, al chocar contra el muelle, lo rompió, y se renunció a repararlo; pero
durante mucho tiempo ese muelle fue el orgullo de Donguila.
Los últimos consejos y la partida de Donguila En las
Navidades de 1942 se adoptó en Donguila, en presencia de más de setenta jefes
de poblado de las sub divisiones de Libreville, Kango y Chinchoua, el Proyecto
de reglamentación de los matrimonios entre indígenas de raza fangll9 El Padre
Marcel había participado en su elaboración. Ese documento, a instigación del
propio Parant", exigía el reconocimiento de la monogamia entre los
cristianos, impedía el tráfico de las chicas impúberes y reconocía la utilidad
de la dote, estableciendo que «hay que reprobar el matrimonio sin dote porque
pone tanto al marido como a la mujer bajo una tutela que se parece demasiado a
una esclavitud» (respecto al padre o al tutor de la mujer), pero limitando el
monto de la dote a mil francos. Finalmente, se reconocían ciertos impedimentos
de matrimonio. Tal reglamentación ilustraba las excelentes relaciones
establecidas entre la Iglesia y el nuevo Gobierno de Gabón.
El día en que los mayores dejaban el internado,
recibían del Padre Lefebvre el último consejo, bien práctico, que se resumía en
dos palabras: “Volvéis a vuestras casas. Vais a seguir siendo pobres. Tenéis
que aprender un oficio".
No obstante, pronto le tocó al Padre Marcel
despedirse de Donguila. En efecto, en marzo de 1943, el Padre Defranould,
agotado, tuvo que ir a recuperarse a Mouila; y entonces Monseñor Tardy llamó al
Padre Fauret a Libreville para que lo sucediera en el cargo de Vicario General.
Por ello, la Misión de Lambaréné requería un nuevo Superior.
El Padre Fauret, sin ambición, lamentando tener que
dejar su querida selva, no dudó en objetar filialmente a Monseñor Tardy:
-Monseñor, usted ya sabe que yo no tengo ningún diploma,
y usted mismo, cuando era mi Superior en Chevilly, me reprochó que no le
dedicara al trabajo intelectual todo el esfuerzo que hubiera podido
consagrarle':".
-Es verdad, pero sin embargo lo elijo a usted.
-Pero, Monseñor, ¿por qué no elige al Padre Marcel
Lefebvre? Ha estudiado en Roma y tiene títulos.
Entonces replicó Monseñor Tardy:
-No quiero como colaborador a un testarudo como una
mula.
Sin embargo, el Padre Fauret no era tampoco una
persona de trato fácil; pero era un misionero más experimentado que el Padre
Marcel y, por tanto, más merecedor de convertirse en el brazo derecho del
Obispo. Así fue como el Padre Marcel fue nombrado Superior, no interino sino
titular, en Lambaréné.
Tuvo que abandonar, pues, su querida Donguila, a la
que las pruebas lo había hecho encariñarse mucho. Ofreció generosamente el
sacrificio exigido y, con sus pocos enseres, tomó el camino de Lambaréné.
Superior de la misión de Lambaréné, abril
1943-octubre 1945. Aunque bien situada geográficamente en un punto donde convergían
las poblaciones myené del Ougooué, fang procedente del norte, y eshira del sur,
cerca de la confluencia del gran río y de su afluente el Ngounié, sólidamente
asentada sobre su promontorio entre los dos brazos del río, con sus importantes
construcciones de ladrillos, la Misión San Francisco Javier no era sin embargo
una misión tranquila: tenía enfrente tres misiones protestantes, algunas más
antiguas que ella, y a dos de las cuales (Ngómo y Samkita) se les sumaba una
empresa industrial o agrícola. Las «misiones evangélicas» hacían pocos
prosélitos, pero el número de sus adeptos no era despreciable: sobre una
población de 14.000 almas, había 3.800 católicos, 1.200 catecúmenos y 2.500
protestantes. Esos «misioneros» propagaban entre los indígenas una mentalidad
detestable, que el Padre Le Bloch, Superior en 1930, describía así: Odio al catolicismo,
espíritu de orgullo y de libre examen, e indisciplina.
Ahora bien, ¿qué era eso en comparación con la masa
de 6.500 paganos que había que convertir a la gracia de Nuestro Señor Jesucristo?
¿Cómo hacer retroceder el reino de Satanás? La Misión sólo contaba con dos
sacerdotes: el Padre Lefebvre y el Padre Théodore Kwaou, que se repartían el
ministerio como sigue: al Padre Marcel le correspondía la administración y las
giras apostólicas, y al Padre indígena el internado de los 213 chicos, mientras
que el de las chicas estaba a cargo de las Hermanas: Madre Marie-Agnes (dirección,
catecismo y conferencias), Sor Gonzague (lavado, planchado y arreglo de la
ropa), Sor Saint-Roger (enfermería, sacristía y clase de primaria), Sor Praxede
(cocina y corrales) y Sor Julia, gabonesa (clase, trabajo manual y plantaciones".
El perímetro de las Hermanas y de las chicas estaba
bien separado del de los Padres y los chicos; los edificios estaban bien dispuestos
en amplios cuadriláteros formando grandes patios con numerosos árboles; a la
bonita y antigua capilla de las hermanas hacía juego, del lado de los Padres,
la amplia y coqueta iglesia románica de la misión, cuyo campanario fue
totalmente construido de ladrillo poco después de la partida del Padre Lefebvre.
Junto con la obra de los catequistas (cerca de
setenta, repartidos en cinco regiones bajo la dirección de cinco jefes
catequistas, tales como Thomas Arondo-Dyano, que reinó sobre la Petite-Riviere
y el lago Onangué de 1936 a 1962), el Padre Marcel veía claramente que nuestras
escuelas son el gran medio de cristianización total del país. Sin ellas no
podemos tener la esperanza de conservar la gran influencia que las misiones
católicas tienen en la actualidad. Es esencial para nosotros". Un Superior
para hacer de todo Cuando el Padre Marcel estaba en un lugar, cumplía, como en
Ndjolé, sus deberes espirituales de Superior, predicando alternativamente con
el Padre en las Misas dominicales.
En Lambaréné -contaba-, cuando tenía un poco de
tiempo, leía a San Juan Crisóstomo, y me sorprendía al pensar que casi habría
podido traducir en lengua indígena los sermones de San Juan Crisóstomo y darlos
tal cual. Y la gente los habría comprendido".
También predicaba retiros de bautismo y de primera
comunión, presidía el examen oral de admisión de chicos y chicas a los
sacramentos, y escuchaba las confesiones en las horas señaladas, tomándose el
tiempo necesario para amonestar y aconsejar. «Era demasiado... largo», decía
uno de sus penitentes de entonces; y la penitencia no era menos larga: tres
misterios, o el rosario entero «cuando era algo demasiado gordo». También
llevaba la extremaunción o el bautismo a los enfermos hospitalizados en el
hospital del Doctor Schweitzer, y siempre le divertía el ambiente aldeano que
reinaba allí. En efecto, Albert Schweitzer (que llegó a Lambaréné en marzo de
1913) había introducido en su hospital el ambiente de pueblo: Hay que hacer
vivir al enfermo -decía- como si estuviese en su entorno habitual; de ahí la
presencia de parientes, cerdos, aves de corral..., que tiene como efecto
levantar la moral del enfermo. Además, los parientes pueden pagar así los
cuidados médicos en especie o realizando las faenas del hospital: barrer,
limpiar, traer el agua, etc.
El Padre Lefebvre admiraba el sentido práctico del
Doctor, aunque no compartía su filosofía, que se inclinaba al panteísmo: si en
cierto modo todo es Dios, hay que respetar incluso a los mosquitos.
«No mate a ese mosquito -le dijo un día al Padre-,
tiene derecho a vivir». El acento alsaciano hacía aún más graciosa la frase.
Sin embargo, la misión católica y el protestante Schweitzer mantenían muy
buenas relaciones. La misión había ayudado en su tiempo a la construcción del
hospital, prestando embarcaciones y a los chicos mayores para extraer y llevar
las piedras. El Doctor, por su parte, iba personalmente a la misión para cuidar
a los sacerdotes enfermos. Schweitzer, que era un buen organista, venía incluso
en las grandes solemnidades para tocar el armonio en la tribuna de la iglesia
de San Francisco javier".
El Padre Marcel se reservaba los ensayos litúrgicos
que se daban a la tropa numerosa y jerarquizada de sus acólitos. Cuando los
movimientos no eran perfectos, tenaz como era, decía: «No! ¡Empecemos otra
vez!». «Él nos enseñaba el respeto por la santa piedra» (el altar), recordaba
uno de esos acólitos. Menos afortunado en el canto, el Padre Superior confiaba
al Padre Kwaou la dirección de la schola, y la selección y formación de solistas.
El gregoriano entusiasmaba a los indígenas, que conocían de memoria el kyriale
y un buen número de las Misas de los domingos y de las fiestas, gracias a su
«Gaschy». Cuando por fin pudo adquirir este célebre misal con notación musical,
un corista gritaba de alegría: «¡Ya tengo mi Gaschy! ¡Qué bien! Ya sé cuál será
mi cielo: seré solista eterno en el cielo».
Bajo la dirección de las Hermanas, el internado de
chicas formaba a las alumnas mayores en las labores hogareñas antes de procurarles,
a su salida, un joven esposo cristiano o catecúmeno".
El Padre Lefebvre era paternal con los chicos del
internado; les conseguía pelotas para sus juegos y machetes para desmalezar".
Cuando tenía que negar un permiso, decía que no: «y
cuando él decía que no... ¡Era no!» El Padre Théodore era el encargado de la
disciplina y de los castigos, y fácilmente se armaba de su vara, a la que llamaban
Azougamé: «No me busques las cosquillas; no me provoques».
Ese bastón o fusta de piel de hipopótamo retorcida
causaba mucho dolor, pero no era peligroso. No era nada en comparación con los
castigos irracionales que les infligían sus padres en el poblado, como ponerles
pimienta en los párpados o bajo las axilas. La Misión iniciaba un orden de
justicia y de trabajo formativo. Cuando el propio Padre Marcel tenía que castigar,
lo que hacía raras veces, «pegaba con muchas reservas, porque tenía la
costumbre de perdonar demasiado».
«Tenía el rostro siempre sonriente», recordaban los
ancianos.
Era muy dulce -decía uno de ellos-o Todos los chicos
estaban contentos con él; e incluso los aldeanos lo llamaban también «el buen
Padre», «es un buen Padre».
El Padre Lefebvre abastecía a la sacristía con
nuevos artículos litúrgicos':". Como en Ndjolé estableció al
lado de ésta, una oficina
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