Comandente Lecler
El armisticio fue su única oportunidad: supo aprovecharla
para conducir la guerra desde África. El 12 de agosto de 1940 su delegación,
dirigida por el Comandante Leclerc, aterrizó en Lagos (Nigeria) y, en dos
semanas, llegó sin disparar un tiro a incorporar a la Francia Libre casi todo
el África Ecuatorial Francesa (AEF). Sólo Gabón se resistió. El 29 de agosto,
en un primer momento, el Gobernador Masson había dado su adhesión por telégrafo,
pero los notables, dirigidos por René Labat, protestaron. Luego, el 30 de
agosto, llegó a la ensenada de Libreville el submarino Poncelet, como anuncio
de los refuerzos enviados desde Dakar por el Gobernador General Boisson, bajo
el mando de dos jefes decididos: el General de aviación Tétu y el Coronel
Claveau. Finalmente, el parecer del Obispo, Monseñor Tardy, fue decisivo: había
que permanecer leales al Mariscal?'. Masson se retractó, pues, el 10 de
septiembre.
Leclerc intentó «incorporar» a Gabón por la
periferia del país; en el norte, el comandante Dio se apoderó de Oyem; en el
sur el comandante Parant se estableció en Mayumba por sorpresa. Pero sólo al
precio de combates entre franceses logró Dio tomar Mitzic el 27 de octubre, y
Parant, descendiendo el N gounié, consiguió tomar Fougamou, donde el Hermano
Odilon se interpuso para evitar un mayor número de muertos. Parant sitió
finalmente Lambaréné, que se rindió el 5 de noviembre, después de la muerte de
un misionero, el Padre Samuel Talabardon, causada por el estallido de un
obús".
Charles de Gaulle
«La conquista de Gabón se eternizaba-"; de
Gaulle, debilitado por su fracaso ante Dakar el 25 de septiembre, dudaba.
Leclerc le arrancó entonces la decisión de un desembarco sorpresa en Libreville,
que se llevó a cabo la noche del 8 al 9 de noviembre. Así tuvieron lugar
combates fratricidas en las inmediaciones del aeródromo. La situación era
todavía indecisa cuando, por la tarde, el aviso Bougainoille, que había abierto
fuego sobre el aviso intruso Savorgnan de Brazza, fue hundido por éste.
Esa pérdida decidió la rendición de Libreville, que
fue concluida en la noche del 9 al 10. El carguero Cap. des Palmes se transformó
en prisión flotante, donde Leclerc encerró a los oficiales, al Gobernador
Masson, al Padre René Lefebvre y al propio Obispo".
Antes de su detención, Monseñor Tardy se hizo coser
su cinta roja en la sotana, pues quería que lo arrestaran con su insignia de la
Legión de Honor" que acababa de concederle el General Weygand en reconocimiento
por su fidelidad a la unidad francesa.
El clero se negó entonces a cantar el Te Deum que
había sido pedido por Leclerc, y un capellán militar ofició en una catedral vacía
de sus fieles habituales, mientras el Comandante Koemg tocaba el armonio.
Hicieron falta todos los talentos diplomáticos del Padre Defranould para
liberar a Monseñor Tardy, condenado durante seis semanas a arresto domiciliario
en Lambaréné, Pero el encarcelamiento del Obispo, que siguió a los combates
fratricidas, desorientó a los gaboneses: «No fue una actitud ejemplar; aquello
no facilitó nuestro ministerio», concluiría sobriamente Monseñor
Lefebvre'", Más tarde Parant asignaría subsidios a las misiones, mientras que
uno de los Padres de Gabón se convertiría en capellán de las tropas que Leclerc
condujo a través del Sahara hacia el frente de Libia.
7. Superior en Donguila, entre agosto
de 1940 y abril de
1943
El Padre Henri Guillet, Superior de la Misión San
Pablo de Donguila, se había agotado trabajando, especialmente cuando se amplió
la iglesia de la Misión; desde enero de 1940 Monseñor Tardy decidió concederle
una estadía de seis meses en Francia; el Padre Marcello reemplazaría, decía el
Obispo.
«No tenía ninguna objeción que hacer -contaba el
aludido al Padre Marcel, cuando me prometió que sería usted quien me reemplazaría»
Sin embargo, Marcel tuvo que esperar hasta llegar al mes de agosto, tras un
breve reemplazo cubierto por el Padre Defranould, para llegar a Donguila.
Este puesto misional, situado en un promontorlo a
orillas del estuario, donde las aguas del Como se encuentran con las olas marinas,
animaba una antigua cristiandad pahouin, que en 1938 acababa de festejar sus
sesenta años. Se componía de una encantadora iglesia de madera con su crucero y
campanario, y con los diversos edificios clásicos propios de una misión
católica completa.
A partir de 1930 Donguila había empezado a
despoblarse debido a la proximidad de Libreville y al intenso comercio
existente con la madera. Por suerte los poblados del interior, hacia los Montes
de Cristal y hasta la frontera con la Guinea española, también eran objeto del
celo evangelizador de los Padres.
Persiguiendo al
ladrón
La Misión San Pablo vivía de inmensas plantaciones,
cuyo fruto se transportaba en gran parte por barco y se vendía en Libreville.
El Hermano Norbert Lorgeray (apodado «Hermano Honor»), nacido en 1878 y residente
en Gabón desde 1903, aún se hacía cargo del jardín y de los almacenes. Un
domingo, antes de la Misa mayor, corrió a ver al Padre Marcel:
-¡Me han robado todas las cosas del almacén... ! ¡No
queda nada: ni ollas, ni sal, ni taparrabos! El Padre Lefebvre amenazó desde el
púlpito con suspender la Misa del domingo, lanzando una especie de «entredicho
local», hasta que no se denunciara al ladrón. El jefe catequista, Marcel Mebale,
no tardó en concluir su investigación: «¡Padre, el ladrón es Fulano de Tal!».
El Padre Lefebvre reunió a algunos hombres y atravesó, con la pinaza Colette,
el estuario del Como hasta Chinchoua. El Comandante del centro les cedió allí
dos guardias, y encontraron al ladrón comiendo en su choza y negando
rotundamente el hurto. El Padre estaba a punto de regresar cuando llegó una
viejecita: «¡Todos los objetos robados están allí, en los bananeros!», Fueron,
pues, y recuperaron todos los objetos, pero mientras tanto el ladrón logró escabullirse
en el bosque.
La carpintería, que poseía un gran equipamiento
mecánico con motor, el «Saint-Denis», que funcionaba con aceite de palma, provocaba
la admiración de los visitantes y ocupaba al Hermano Chanel y a los aprendices.
Por último, el Hermano Marin era el albañil de la misión. Fue el Padre Marcel
--contaba Étienne Meviane- quien hizo construir el horno de cal que, gracias a
la cantera vecina, producía el cemento y las piedras sillares.
El régimen de
internado
En Donguila el Padre Marcel fue secundado en un
primer momento por un sacerdote indígena, el Padre Auguste; y Paul Lemaire, seminarista
y primo del Padre Lefebvre, prestaba ayuda a la Misión mientras esperaba ser
admitido a las órdenes. El Padre africano se ocupaba del internado de los 175
chicos, mientras que las cuatro Hermanas de la Inmaculada y la Hermana
indígena, bajo la dirección de la Madre Marie-Élisabeth, velaban por el
internado de las 68 chicas'?", En el pasado, las Hermanas habían pagado un
doloroso tributo a las enfermedades tropicales; el pequeño cementerio de la
Misión revelaba el sacrificio ofrecido generosamente por jóvenes vidas
religiosas consagradas a la evangelización, como el de Sor Canisius, por
ejemplo, fallecida en 1908 a los treinta y ocho años, y el de Sor María Pía,
llamada a Dios en 1909 a los veinticuatro años.
Sobre tales fundamentos Dios proseguía su obra de
bautismo y de educación cristiana de la juventud gabonesa.
El reclutamiento para las dos «escuelas principales»
de la misión era obra de los catequistas del poblado y de los misioneros durante
sus giras, que discernían a los niños con mejores cualidades, a quienes
enviaban primero a las «escuelas anexas» cuando las había.
El Padre Guillet había dado una sola directiva al
Padre Marcel:
Espero -le había escrito- que durante su estadía
aquí visitará nuestros anexos. Como usted sabe por experiencia, esas visitas
son tan agradables para el misionero como provechosas para los cristianos y
catecúmenos, mucho menos agotadoras y más fructíferas que las giras de poblado
en poblado. Toda la misión [su territorio] está dividida en ocho centros,
incluido Mfoua, que puede llevar dignamente el nombre de anexo'?'.
Cada uno de esos centros contaba con un jefe de
catequistas, una choza-capilla y algunas «escuelas anexas», esto es, que dependían
de las escuelas de Donguila y preparaban a las mismas.
Además de Mfoua, había anexos en Ekouk, Remboué,
Ezene (que el Padre Marcel transfirió a Kango, en el «Consorcio» (una gran
sociedad forestal), etc.
Los alumnos del internado de chicos de la misión se
dividían así: primero estaban los últimos ingresados, a los que se llamaba «novatos»;
después, los que se preparaban para el bautismo y a los que, por estar en
segundo año, se daba el nombre -de «veteranos»; y finalmente los «cristianos»,
bautizados y «comulgados», incluso confirmados, que se preparaban para la
salida después de la imposición del escapulario.
Por supuesto, los «cristianos» no dudaban en
gastarles bromas pesadas a los «veteranos», y éstos en maltratar a su vez a los
«novatos». Los Padres toleraban esas pruebas, que forjaban la moral de sus
tropas.
Valentín Obame, que fue sacado de su poblado por el
Padre Marcel, decía lo siguiente: Si he llegado hoy a ser alguien, es gracias a
él. Se lo debo todo.
El Padre Marcel perfeccionó, por lo demás, el
programa de estudios: considerando que no había suficientes cursos, aumentó las
horas de clase de dos a cuatro por día107, pero mantuvo el trabajo manual al
aire libre al comienzo de la mañana.
La guerra. La
fiebre amarilla. La misión en cuarentena
Hasta ese momento, la guerra no había afectado directamente
a Donguila. Sin embargo, pronto llegó la terrible noticia de los combates de
Lambaréné y de la muerte del Padre Talabardon. Ahora bien, dicho Padre había
sido en su momento el segundo del Padre Guillet, y se había dedicado de lleno a
Donguila. Por eso, el Padre Marcel envió a las exequias una delegación de diez
alumnos de Donguila.
Tiempo después, en una noche, un destacamento de las
tropas de Parant desembarcó inesperadamente en Donguila. Embarcados en
Chinchoua en una pinaza a la que se habían amarrado las piraguas, una parte de
los «sara» chadianos, sorprendidos por las olas, murieron ahogados. Cuando
vieron las luces del poblado, los sobrevivientes desembarcaron, pero furiosos
contra sus oficiales blancos, amenazaron con matarlos. El Padre Marcel los
calmó y los alojó en las aulas.
Ahora bien, semanas más tarde, los chicos cayeron
enfermos con cuarenta grados de fiebre: era la fiebre amarilla. La breve
estadía de los sara, portadores sanos del virus, bastó para que los mosquitos transmitiesen
la enfermedad, mortal para los adultos. El Padre Paul Lemaire, que se desvelaba
por los enfermos, fue la primera víctima: murió en la vieja casona de los Padres
el 2 de marzo de 1941, seguido de cerca por el Padre Auguste. Era la
desolación. Las Hermanas también cayeron enfermas. Se impuso la cuarentena en
la misión y se quemó azufre en todos los edificios, comenzando por la iglesia,
cuyas hermosas arañas quedaron arruinadas. Hubo que talar los plátanos del
Hermano Honor. ¡Qué gran prueba para el Padre Marcel!.
Movilizado contra
los italianos. Separación moral
Pero el Padre Marcel Lefebvre no era de los que se
lamentaban estérilmente; el Padre jéróme Mba-Békale ocupó el puesto del Padre
Auguste, y Donguila recuperó su vida ordinaria, la cual, sin embargo, se vio
perturbada un poco después por la movilización del Padre Marcel, esta vez
contra los italianos, «que venían, al parecer, de Libia. ¡Pero a los italianos
no los vimos nunca!».
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