De
esta forma honra Nuestro Señor Jesucristo, por si y por los santos, las
facultades, no solamente del alma, sino también del cuerpo de su gloriosa
Madre. Ello me lleva a deducir una importantísima y favorabilísima consecuencia
para el Corazón augustísimo de esta Madre de amor, como podremos comprobar en
el párrafo siguiente *.
§ 3. EL CORAZÓN DE CARNE
El
Corazón corporal de la Santísima Virgen, por ser la parte más noble de su
sagrado Cuerpo, es digno de una veneración particularísima.
¿Sabes,
caro lector, por qué me he extendido tanto exponiendo las excelencias de los
sagrados miembros del cuerpo virginal de la Madre de Dios, y la veneración a
que son acreedores? Para imprimir en tu alma una profunda estima y
especialísima devoción en tu corazón hacia el divino Corazón de nuestra Madre
admirable, en fuerza de una incontrovertible consecuencia Un cierto falso
pudor, que «sobreexcita» una mal conformada sensibilidad moderna, nos ha
obligado a suprimir aquí unas devotísimas y bellas páginas eudistas. Remitimos
al lector al original consecuencia que arranca de cuanto queda ya dicho. Pues
si el Espíritu Santo, el Hijo de Dios y sus. Santos celebran con tan sentidos
loores los miembros sagrados del sagrado cuerpo de la Madre del Salvador, ¿no
salta invenciblemente a la vista, que su bienaventurado Corazón, la primera y
más digna parte de su cuerpo, merece una veneración singularísima? Y ¿no
debemos compenetrarnos de los sentimientos de nuestro Guía, Jesús, e imitar el
ejemplo que nos da? Si, pues, el hijo primogénito de María, nuestro, jefe y
hermano, da muestras de tanto celo para honrar las menores cosas que aparecen
en el exterior de su Madre dignísima, ¿quién verá con malos ojos que los demás
hijos de esta amorosa Madre, se comporten conforme al espíritu de su Guía,
imitando el ejemplo de su hermano, mayor, rindan particular honor a su Corazón
materno, y le dediquen una fiesta especial con permiso de la Santa Iglesia?
¿Podría
objetar alguno que de establecerse tal fiesta habría de hacerse otro tanto con
su cabeza, sus ojos, sus manos y sus pies? Pero esta consecuencia no es
necesaria.
Porque,
decidme, os ruego, ¿no es cierto que todas las llagas que nuestro Salvador
recibió en su santo cuerpo son dignas de veneración y deben adorarse
incesantemente por los moradores de cielos y tierra, y sin embargo, la devoción
de los fieles se fija principalmente en las cinco llagas de sus manos, pies, y
costado, y que la Iglesia celebra en multitud de ocasiones fiestas particulares
en honor de estas cinco solamente, con excepción de las demás? ¿No es cierto
que todos los pensamientos, palabras, acciones, mortificaciones de este divino
Salvador, todas sus santas acciones, todos los santos usos que de las partes de
su cuerpo y alma hizo, son de un mérito infinito, y que todas estas cosas son
dignas de otras tantas solemnidades permanentes y eternas; y que sin embargo la
Iglesia no solemniza más que un reducido número de las más señaladas acciones y
misterios de su vida? ¿Ignoráis acaso que todos los santos miembros de su
cuerpo místico que están ya en el cielo, y cuyo número es incalculable, son
dignos de tal veneración hasta el punto de no haber ni uno siquiera que no
merezca en la tierra una fiesta especial en su honor; y que sin embargo sólo es
celebrada con solemnidad la memoria de los principales y más importantes? ¿No
sabéis que la gloriosa Reina del cielo ha realizado un sin fin de santas
acciones, en el transcurso de su vida mortal, las cuales han de ser eterno
objeto de alabanza para los ángeles y santos del cielo, y que deben ser
consideradas como muy dignas de que se les asignen días especiales consagrados
a su honor en la tierra: y que sin embargo no se celebra memoria sino de las
más señaladas, como la que conmemora la presentación en el templo, la
visitación a su prima Santa Isabel, y la sujeción a la Ley de la Purificación?
Tampoco debéis perder de vista que en esta soberana Princesa nada hay pequeño,
ni en su interior ni en su exterior; antes lo contrario, debéis saber que nada
existe en Ella que no sea grande y por consiguiente digno de un grandísimo
honor, y digno también de que cielos y tierra se ocupen en celebrarlo con
eterna solemnidad, porque es tal su dignidad de Madre de Dios, que es hasta
cierto punto infinita y comunica también casi infinita excelencia a cuanto se
relaciona con Ella.
Pero
es necesario que sepáis que su Corazón virginal -quiero decir, aun el
corporal-, es acreedor a una veneración singularísima por las sublimísimas
excelencias de que está adornado, y por otras muchas consideraciones que vais a
ver en seguida. Por lo tanto, si se celebra una fiesta especial en su honor, no
se sigue que haya de establecerse otras fiestas con relación a las distintas
partes de su cuerpo.
¡Qué gloria y qué honor deseará se rinda al incomparable Corazón de su
preciosísima Madre, el Hijo de Dios, que tanta solicitud muestra por las
menores cosas que afectan a sus siervos, hasta llegar a asegurarlos que lleva
cuenta de todos los cabellos de sus cabezas y que ni uno sólo se desprenderá. Y
que coronará con gloria inmortal las menores acciones que se hagan en su
servicio!
§ 4. SUS PREROGATIVAS
De
otras muchas prerrogativas del Corazón corporal de la Santísima Virgen, que le
hacen digno de una gran veneración.
Notad
cinco maravillosas prerrogativas del Corazón corporal de nuestra Madre
admirable, que le hacen digno objeto de veneración a los Ángeles y a los
hombres.
Es la
primera la de ser principio vital de esta Madre divina, principio de todas las
funciones de su vida corporal y sensible, tan santa en sí misma y en sus
acciones; principio de vida de la Madre de Dios; de la vida de la que dio a luz
al Hijo de Dios; de la vida de la Reina del cielo y de la tierra; de la vida de
quien Dios escogió para dar la vida a todos los hijos de Adán, precipitados en
el abismo de la muerte eterna; de una vida tan noble, en fin, tan digna y tan
santa, que es más preciosa delante de Dios que todas las vidas de los hombres y
de los ángeles juntos.
La
segunda prerrogativa de este Santo Corazón, es
la de haber preparado y ofrecido la sangre virginal de que se formó el sagrado
cuerpo del Hombre-Dios, en las purísimas entrañas de su preciosa Madre. Notad,
os ruego, cómo no digo que Nuestro Señor Jesús haya sido formado en su Encarnación,
en el Corazón de su Madre. Es éste un error que
según el Cardenal Cayetano, se originó en su tiempo (27), y que ha sido
frecuentemente condenado y rechazado como herejía perniciosa directamente
opuesta a la expresión del Ángel: "concebirás en tu seno" (28). Un
error que venía a destruir la divina Maternidad de nuestra Reina, porque si no
habría concebido al Hijo de Dios en su virginal seno, no sería realmente Madre
suya. Mi afirmación es que su Corazón ha elaborado y
prestado la sangre de que se formó su cuerpo.
Comparten
esta afirmación muchos Doctores de nota al decir que si la Santísima Virgen fue
presa en un principio de turbación y temor frente a las alabanzas del ángel, su sangre se concentró rápida y abundantemente, como
acontece en tales casos, en su Corazón para fortalecerla; y que al asegurarla y
declararla el Santo Arcángel Gabriel los grandes planes de Dios sobre ella, este mismo Corazón fue invadido por una gran alegría, que al abrirse y dilatarse como una preciosa
rosa, salió de él Sangre hacia las purísimas entrañas, de que el Espíritu Santo
se sirvió para formar el sagrado cuerpo del Salvador, juntándolo con la sangre
virginal de las mismas entrañas; como era menester para la realización del
misterio de la Encarnación.
Mas
para mejor inteligencia de esto, advertid en primer término que los Santos
Padres, lo mismo que el Sexto Concilio general habido en Constantinopla,
aseguran que la materia que la Santísima Virgen ha dado para formar el cuerpo
del Verbo eterno, ha sido su purísima sangre.
En
segundo lugar, tened presente, que son muchos y eminentes los doctores de hoy
en día sobre los problemas del cuerpo humano, que fundados en la afirmación de
Aristóteles de que es el corazón origen de la sangre, y sobre muchas razones y
experimentos, llegan a sostener esta misma idea; y que el corazón dispone de
dos cavidades, en una de las cuales se encuentran pequeños orificios por donde
circula la sangre en comunicación con las restantes partes del cuerpo. No
ignoro tampoco que hay muchos otros doctores --antiguos y modernos- que afirman
que el centro productor de la sangre es el hígado. Pero sea de ello lo que
fuere sobre el lugar de origen, todos convienen en que
la sangre toda del cuerpo humano pasa por el corazón, que en él se
perfecciona y transforma, sin que se haga de ella empleo alguno ni en la
nutrición del cuerpo, ni en la generación o conservación de la vida, ni en otra
función cualquiera, antes de recibir su última transformación en el corazón.
Esto
sentado, bien puede afirmarse con toda verdad, o que la purísima sangre de que
fue formado el cuerpo adorable de Jesús, en el sagrado seno de María brotó
directa e inmediatamente del maternal Corazón de esta Virgen divina, al tiempo
de la Encarnación del Hijo de Dios; o, que de no haber brotado inmediatamente,
en él tomó partida y origen; y que él, Corazón virginal es su primera fuente. Y
que si no ha tomado su primer origen, por él ha pasado y en él ha recibido las
cualidades y las convenientes y necesarias disposiciones para ser empleada en la
inefable generación y admirable alumbramiento del Niño Dios en las benditas
entrañas de la Madre de Dios.
Por mi
parte preferiría la primera de las tres proposiciones, por
ser más ventajosa para el divino Corazón de nuestra gloriosa Reina, y
por estar respaldada con la autoridad de un sin número de grandes doctores,
principalmente en la forma explicada por Cartagena (29), cuando afirma que el
Espíritu Santo se sirvió de una porción de la purísima sangre de la Santísima
Virgen brotada de su corazón, junto con la sangre virginal de sus benditas
entrañas, dispuesta ya a la realización del misterio de la Encarnación,, para
formar el cuerpo adorable del Niño Dios..
¡Oh
Jesús, Hijo de María, Dios de mi corazón, entregado a nosotros por el
incomprensible amor del Padre eterno! Vuestro amor infinito os hizo salir del
seno del Padre para venir al seno «de vuestra Madre y al centro de nuestras
almas. La virtud del amor personal --el Espíritu Santo, os formó en las
entrañas virginales. Así fue tan conveniente, oh Dios de amor, que la materia
de que había de formarse vuestro santo, cuerpo, fuese
asumida del Corazón abrasado en caridad de la Madre del amor, para que fueseis,
de verdad fruto del vientre y del Corazón de vuestra
Madre, como lo sois del seno de vuestro Padre, a quien sea bendición,
alabanza y gloría con Vos y el Espíritu Santo. La tercera prerrogativa del
Corazón corporal de la bienaventurada Madre Virgen es la de ser principio de la
vida humana y sensible del Niño Jesús, mientras permanece en las entrañas de
María.
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