N.
B. El 29 de agosto de 2016 se subió el primer discursos pronunciado por el
actual presidente de Rusia, en el destacaba la importancia de Rusia ante el
mundo y hacía hincapié en el patriotismo del pueblo ruso. En su segundo
discurso habla del enfoque político mundial de Rusia donde alude a China como
una nación con un futuro grande y con la cual es necesaria una alianza y
Europa.
En
la segunda parte de su artículo sobre política exterior, Vladimir Putin pasa
revista a la relaciones de Rusia con Asia y su nueva asociación con China,
aborda la cuestión del escudo antimisiles estadounidense, la crisis en Europa y
el proyecto de Unión Económica Euroasiática, la incorporación de Rusia a la
Organización Mundial del Comercio (OMC) y el soft power ruso en el mundo. La visión que tiene Vladimir Putin de la política
exterior, ya demostrada mediante la firme posición de Moscú en el Consejo de
Seguridad de la ONU, tiene en cuenta los intereses rusos pero abre además el
camino a los países que aspiran a emanciparse de la dominación imperial.
Nueva dimensión de la zona Asia-Pacífico
China,
centro crucial de la economía mundial, es vecina de Rusia. Hoy en día están de
moda las deliberaciones sobre su futuro papel en la economía mundial y los
problemas internacionales. El año pasado, China alcanzó el segundo lugar
mundial en términos de PIB y a corto plazo, según los expertos internacionales
–sobre todo los estadounidenses–sobrepasará a Estados Unidos en ese índice. También va en aumento el poderío global de
la República Popular China, incluyendo su aptitud para proyectar sus fuerzas en
diversas regiones.
¿Qué
actitud debe adoptar Rusia en el contexto del factor chino que gana importancia
rápidamente?
En
primer lugar, estoy convencido de que el crecimiento de la economía china no
constituye una amenaza sino un desafío que implica un colosal potencial de
cooperación en el campo de los negocios, así como una oportunidad de hinchar
con el “viento chino” las “velas” de la economía rusa. Rusia debería ser más
activa en cuanto al establecimiento de lazos de cooperación con China,
conjugando los potenciales tecnológico e industrial de los dos países y
aprovechando el potencial chino de forma inteligente a favor de la reactivación
económica de la Siberia y del Extremo Oriente rusos.
En
segundo lugar, la política de China en el escenario mundial no proporciona
pretextos que permitan acusar a Pekín de estar tratando de dominar el planeta.
En efecto, la voz de China se oye cada vez más en el mundo, y Rusia se alegra
de ello ya que Pekín comparte la visión rusa del orden mundial equilibrado que
actualmente se gesta. Ambos países seguirán ayudándose mutuamente en la arena
internacional, solucionando conjuntamente los agudos problemas existentes a
escala regional y mundial y fortaleciendo la cooperación en el seno del Consejo
de Seguridad de la ONU, del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y
Sudáfrica), de la Organización de Shangai (OCS), del G20 y de otros organismos
multilaterales.
Finalmente,
y en tercer lugar, Rusia ha resuelto todos los problemas políticos cruciales en
sus relaciones con China, de los que el más importante era el litigio
fronterizo. Se ha creado un mecanismo sólido y basado en documentos que
implican compromisos de orden jurídico en el marco de las relaciones
bilaterales. Ambos gobiernos han alcanzado un nivel de confianza sin
precedentes en sus relaciones. Ello permite a Rusia y a China actuar con un
auténtico espíritu de asociación basado en el pragmatismo y en el respeto de
los intereses mutuos. El actual modelo de las relaciones entre China y Rusia parece
extremadamente prometedor.
Lo
anterior no implica que las relaciones entre Rusia y China estén exentas de
problemas. A veces se producen fricciones. No siempre coinciden los intereses
comerciales de ambos Estados en terceros países, Rusia no está enteramente
satisfecha con la estructura de los intercambios comerciales y con el poco
elevado nivel de inversiones mutuas. Rusia se prepara para vigilar de cerca los
flujos migratorios provenientes de China.
Sin
embargo, mi idea fundamental es la siguiente: Rusia
necesita una China próspera y estable, y tengo la convicción de que China
necesita a su vez una Rusia fuerte y floreciente.
Otro
gigante asiático, la India, también está mostrando un rápido crecimiento. Rusia
y la India tradicionalmente mantienen relaciones de amistad que ambos gobiernos
califican de asociación estratégica privilegiada.
Su fortalecimiento será beneficioso, tanto para nuestros dos países
como para todo el sistema multipolar que se está gestando en el mundo. Estamos viendo no sólo el crecimiento de
China y de la India sino el aumento del papel de toda la región Asia-Pacífico
en su conjunto. En ese contexto, nuevas perspectivas de
trabajo fructífero surgen en el marco de la presidencia rusa en el seno de la
Cooperación Económica para la zona Asia-Pacífico (APEC). En septiembre
de 2012, Rusia albergará la cumbre de la APEC en Vladivostok, donde está
creando rápidamente una moderna infraestructura, lo cual contribuirá al
desarrollo de la Siberia y del Extremo Oriente rusos y permitirá a Rusia incorporarse
a los dinámicos procesos de integración en el seno de la “nueva Asia”.
Rusia
concede y seguirá concediendo en el futuro una importancia prioritaria a las
relaciones con sus asociados del grupo BRICS. Esta
estructura inédita creada en 2006 es la
demostración más espectacular del paso de un mundo unipolar a un orden mundial
más equilibrado. El grupo reúne 5 países cuya población total se eleva a cerca
de 3,000 millones de personas, países que cuentan con las más importantes
economías emergentes, con gigantescos recursos naturales y con mano de obra y
mercados internos de proporciones colosales. A raíz de la incorporación de
Sudáfrica, el grupo BRICS ha adquirido una dimensión realmente mundial, y ya
está generando más del 25% del PIB del planeta.
Los
países miembros del grupo BRICS están tratando de acostumbrarse a trabajar
juntos en el seno de esta estructura y de adaptarse los unos a los otros. Se
trata, específicamente, de establecer una mejor coordinación en materia de
política internacional y de cooperar más estrechamente en el seno de la ONU. Sin embargo, después de haber alcanzado su velocidad media,
el BRICS, gracias a sus 5 miembros, ejercerá una influencia extremadamente
perceptible en la economía y la política mundiales.
Durante
estos últimos años, la diplomacia y el sector ruso de los negocios han
comenzado a conceder mayor importancia al desarrollo de la cooperación con los
países de Asia, Latinoamérica et África. Sigue existiendo en esas regiones una
sincera simpatía hacia Rusia. Pienso que uno de los objetivos del próximo
periodo será la intensificación de la cooperación comercial y económica entre
Rusia y los países de esos continentes, así como la aplicación de proyectos
conjuntos en sectores como la energía, infraestructura, las inversiones, la
ciencia y la tecnología, la banca y el turismo.
El
creciente papel de las regiones anteriormente mencionadas en el sistema
democrático de gestión de la economía y de las finanzas mundiales se refleja en
la actividad del G20. Pienso que ese grupo se convertirá próximamente en un
instrumento estratégicamente importante, no sólo de gestión en periodo de
crisis sino también de reformas a largo plazo de la arquitectura financiera y
económica del planeta. Rusia presidirá el G20 en 2013. Es evidente que el país
debería aprovechar su periodo como presidente del grupo para mejorar, entre
otras cosas, la interacción entre el G20 y otras estructuras multilaterales,
como el G8 y, por supuesto, la ONU.
El factor europeo
Rusia
es parte integrante y orgánica de la Gran Europa, de la civilización europea en
el más amplio sentido de la expresión. Los ciudadanos rusos se consideran
europeos. Lejos estamos de ser indiferentes a la evolución de la Unión Europea.
Es
por ello que Rusia está iniciando la transformación del espacio situado entre
los océanos Atlántico y Pacífico en una entidad económica y humanitaria
unificada que los expertos rusos califican de Unión de Europa y que fortalecerá
más aún los medios y las posiciones de Rusia en el marco de su relación
económica con la “nueva Asia”.
En
el contexto del florecimiento de China, de la India y de otras economías
emergentes, no nos dejan indiferentes los problemas financieros y económicos
que sacuden Europa, que antes fue un oasis de estabilidad y de orden. La crisis de la eurozona forzosamente
se repercute en Rusia, ante todo porque la Unión Europea es el mayor socio
económico y comercial de nuestro país. Es evidente que la situación en Europa
resulta ampliamente determinante para las perspectivas de desarrollo del
sistema económico mundial en su conjunto.
Rusia
se ha incorporado activamente a las medidas internacionales tendiente a
respaldar las economías europeas que actualmente enfrentan dificultades y
participa activamente en la toma de decisiones colectivas en el seno
del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Rusia no excluye en principio la posibilidad de ofrecer, en ciertos casos, una
ayuda financiera directa.
Estimo,
sin embargo, que las inyecciones financieras provenientes del extranjero no
pasan de ser una solución parcial. La solución integral del problema exige
enérgicas medidas de orden sistémico. Los dirigentes europeos se encuentran
ante la necesidad de aplicar importantes reformas que deben modificar a fondo
varios mecanismos financieros y económicos destinados a garantizar una
verdadera disciplina presupuestaria. Es interés de
Rusia relacionarse con una Unión Europea fuerte, conforme a la visión de
Alemania y de Francia, ya que desearíamos concretar el poderoso potencial de
asociación entre Rusia y la UE.
La
interacción actual de Rusia con la Unión Europea no está, sin embargo, a la
altura de los desafíos mundiales, ante todo en lo tocante al fortalecimiento de
la competitividad de nuestro continente común. Nuevamente sugiero la
realización de un esfuerzo tendiente a la creación de una comunidad armoniosa
de economías entre Lisboa y Vladivostok. Se trata, a más largo plazo, de crear
una zona de libre comercio, y de aplicar incluso mecanismos de integración
económica aún más sofisticados. Eso nos permitiría disponer de un mercado común
continental que ascendería a varios miles de millardos de euros [1 millardo = 1
000 millones]. ¿Puede alguien dudar esa sería una excelente idea y que ello
correspondería a los intereses de rusos y europeos?
Una
cooperación más estrecha en el sector de la energía, llegando a la creación de
un complejo energético unificado de toda Europa, constituye otro tema digno de
reflexión. Las importantes etapas tendientes a alcanzar ese objetivo son la
construcción de los gasoductos North Stream del lado del mar Báltico y South
Stream por el mar Negro. Ambos proyectos han gozado del respaldo de varios
gobiernos y en ellos participan las más importantes empresas energéticas
europeas. Cuando estos gasoductos estén totalmente en explotación, Europa
dispondrá de un sistema de aprovisionamiento de gas confiable, flexible e
independiente de los caprichos políticos de quien sea. Se trata de un problema
que reviste especial importancia dada la decisión de varios países europeos de
reducir o de renunciar totalmente a la energía nuclear.
Debo
decir con toda franqueza que el Tercer Paquete Energético, cuyo cabildeo
realizó la Comisión Europea y cuyo objetivo es sacar del mercado a las empresas
rusas integradas, no contribuye al fortalecimiento de nuestras relaciones. Más
aún, dada la creciente desestabilización de los demás proveedores de hidrocarburos
no vinculados a Rusia, está exacerbando los riesgos sistémicos que amenazan el
sector energético europeo y representa un obstáculo a las posibles inversiones
en nuevos proyectos de infraestructura. Numerosos políticos europeos que se
mantienen en contacto conmigo se muestran críticos hacia el paquete. La
cuestión es tener el coraje de sacar ese obstáculo del camino que puede
conducir a nuestra cooperación mutuamente beneficiosa.
Creo
que una auténtica asociación entre Rusia y la Unión Europea es imposible sin la
abolición de las barreras que obstaculizan los contactos humanos y económicos,
ante todo la barrera del régimen de visas. La
introducción de un régimen sin visas daría un potente impulso a una verdadera
integración entre Rusia y la Unión Europea y permitiría ampliar los contactos
culturales y de negocios, sobre todo entre las pequeñas y medianas empresas.
La amenaza de un flujo hacia Europa de supuestos inmigrantes económicos
provenientes de Rusia es esencialmente imaginaria.
Los
rusos tienen la posibilidad de explotar sus habilidades profesionales en su
propio país, y las posibilidades en ese aspecto van en aumento. En diciembre de
2011, Rusia se puso de acuerdo con la Unión Europea para elaborar medidas
conjuntas tendientes a establecer un régimen sin visas. Esas medidas pueden y
deben aplicarse sin vacilación. Es mi intención seguir dedicándome a ese
problema de la manera más activa.
(Desde
este discurso a la fecha la integración no se concreto dado que el conflicto de
Ucrania y la anexión de Crimea por Rusia solo trajeron como consecuencia un
alejamiento impresionante sin precedentes en la historia de estos países. Bien
se sabe quien inicio todo este alboroto y vinieron las lamentables
consecuencias que hasta hoy se han visto, la más importante a mi forma de ver
fueron las sanciones de Estados Unidos y la comunidad Europea contra Rusia)
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