INTRODUCCIÓN.
La
Providencia divina en esta actual crisis de la Iglesia, nunca nos deja solos
siempre vela por nosotros ya sea por ella misma o por los Ángeles o por los
mismo hombres. A nadie entendido en la materia se le escapa esta hermosa
asistencia divina aun mas cuando la crisis que asola a la Iglesia fundada por
Nuestro Seño Jesucristo, crisis como nunca ha existido jamás en donde todas las
herejías convergen a una sola o, dicho de otra manera, las reúne todas en si
misma. La herejía MODERNISTA condenada por Su Santidad San Pío X y renovada
dicha condena por Su Santidad Pío XII, y se consolido en el Concilio Vaticano
II. Según dicen ellos, los que la promueven y la mantienen hasta ahora, que
vinieron para quedarse, pensara lo mismo Nuestro Señor? Es aquí donde Nuestro
Señor Jesucristo suscita hombres y varones de Dios imbuidos por el mismo celo
de Dios, como antaño lo hizo con San Atanasio, para que nos muestren y nos
señalen con el dedo no solo a los hombres que la promueven sino también los
errores nefastos que ella encierra y “enseña” como venidos por Dios que, por
ser la ÚNICA VERDAD, se opone totalmente al error.
Hombres
como el gran teólogo Joaquín Sáenz y Arriaga, quien con palabras duras, pero
ciertas, supo señalar e irritar al enemigo con una osadía que lo llevo a la
excomunión, pero excomunión de quienes buscan profundizar más en el error y
diseminarlo como una verdad bien dicen los Evangelios que estos son los que, inspirados
por el diablo, Satanás, etc, esparcieron la cizaña y esparcen hasta ahora dicha
semilla maléfica en la noche terrible de la Iglesia que es el campo de Dios y
en donde surge la pregunta, tan llena de celo por el amor a Dios, de aquellos
hombres cuya vida la dedicaron a Él por completo: “Señor no sembraste buena
simiente en tu tierra? Porque hay cizaña entre ella? Y aquí surge no uno sino
dos Obispos que estuvieron presenciando y participando de ese concilio nefasto
contra esa chusma modernista que sembró esa mala simiente, ellos son Mons.
Marcel Lefebvre y Mons. De Castro Mayer quienes, al igual que el P. Sáenz y
Arriaga murieron excomulgados por amar la Justicia y
aborrecer la iniquidad, duerman en la Paz del Señor que dicha excomunión
no viene de la Iglesia de siempre fundada por nuestro Salvador sino por esta Iglesia Nueva fundada por Satanás.
Sera
del primero o sea de Mons. Lefebvre de quien hable su biografía hecha por uno
de sus discípulos que no sé porque razón, solo Dios lo sabe, continua dentro de
la Congregación que va rumbo al encuentro de los enemigos de la Fe y la
doctrina de siempre. Diría que tuve el honor y la gracia de conocerlo, recibir
la ordenación sacerdotal y de guardar hermosos recuerdos de su persona en mi
corazón. Este trabajo lo hago como un agradecimiento profundo por todo lo que
me dio y para que siempre interceda por mí para ser fiel al sacerdocio católico
hasta mi muerte, empecemos esta biografía.
ORÍGENES.
Por
mucho que nos remontemos en el tiempo, parece que en turcoing siempre nos
encontraremos con Lefevbre. El trece de octubre de 1644 el mercader fabricante
Henri Lefevbre se caso con Isabeau Desumeaux, la ciudad tan solo era una villa
floreciente que habitaban en ella unas quince mil almas, dedicadas por completo
a la industria de la lana. La vecina Lille era el gran centro comercial de los
productos textiles, en tanto que Roubaix no era sino una pequeña aldea.
El
Flandes valón, cuya extensión va desde Lys a Douai, era la parte meridional de
los países bajos españoles, hasta que la armada de Luis VIV incorporo Lille y
su capellanía a Francia en el año 19668. Tras la guerra de Sucesión española
(1701-1713), el tratado de Utrecht definió la frontera (que sigue siendo la
actual) y Jacques-Antoine Lefevbre, hijo de Pierre-Allard Lefevbre, ya era del
todo francés cuñado se caso en Wasquehal, el 5 de octubre de 1738, con
Catherine Dumortier
De su
hijo Jean-Baptiste, mercader, Louis, antepasado de quien será el Cardenal
Joseph Lefebvre, Arzobispo de Bourges, y Jacques casado en Tourcoing (1799) con
la hija de un mercader de telas.
Jacques
Lefebvre era mercader y a la vez fabricante en Tourcoing, compraba con
anticipación los vellones de cordero y, después de la esquila, la lana era llevada
a su almacen. Cuando ya la cardaban, la desgrasaban y sacarla tomaba las mechas
para hilarlas que se hacía en el domicilio o las casa de los cardadores y
hiladores, posteriormente se vendían en Lille o las exportaba. La geografía de
Tourcoing era de basta vegetación la cual se vio afectada con el uso de telares
de vapor producido por el carbón: como Roubaix y Lille pronto se lleno de
chimeneas y las tres ciudades quedaron envueltas en una nube de humo.
Hijo
de Charles (Carlos) Lefebvre, mercader de lana, Eugéne Lefebvre, era hilador de
lana en Tourcoing cuando contrajo nupcias con Marie Théry (hija de
Henri-Théodore notario famoso de Lille y de Hortense Van Rullen) en Lome el año
1875. Hortense y su hija Marie eran dirigentes de la tercera orden franciscana
en sus respectivas ciudades, la primera en Lille y la segunda en tourcoing
donde la llamaban “la buena señora Lefebvre.
Eugéne
Lefebvre, hombre de negocios y de trabajo, bajo un ambiente casi familiar con
sus empleados, digería muy bien su hilandería y la casa Vermersch-Lefebvre. Sin
ser muy practicante, era hombre de palabra: su mujer, al morir santamente el 8
de octubre de 1917, le pidió que rezase el rosario cada día y, el cumplió la
promesa: por la noche, con su cocinera Adelaida, rezaba su rosario. Murió el 8
de febrero de 1926, solo tuvo dos hijos: Rene nacido el 23 de febrero de 1879 y
Margarita, esposa de Alphonse Lemaire, industrial de Roubaix.
Rene
Lefebvre, el futuro padre de Monseñor, estaba internado en la ruda escuela de
los jesuitas de Boulong-sur-Mer. Su padre no escatimo nada para hacer de el un
industrial formal: hablaba correctamente inglés y alemán, fue a estudiar, en
Alemania la técnica alemana. Sin embargo debido a su temperamento tímido y
piadoso lo alejaban al retiro y la soledad y, en consecuencia, a la vida religiosa en especial a la
benedictina, aun así dudaba sobre el estado de vida religiosa cuando le
presentaron a una joven de Roubaix, Gabriele Watine.
Los Watine eran un buen ejemplo del éxito
industrial de una familia del patriciado del norte. Hijo de Philippe Watine-Meurisse,
Louis Watine (1814-1883), fabricante de Roubaix, se había casado con Élise
Wattine, de Tourcoing, nieta de ese Pierre Watties-Dewavrin (1749-1812) que
había sido arquitecto y alcalde de Tourcoing en 1800. Su segundo hijo, Louis
Watine (1848-1919), bricante de telas y vicepresidente de la Caja de
Ahorros", sería para su mujer, Gabrielle Lorthiois (a quien tomó por
esposa en Tourcoing el 27 de junio de 1874), un guía seguro y un sólido apoyo.
Optimismo
realizador y fe católica militante, tales eran los rasgos destacados de la
familia Lorthiois que llegó a ser legión, porque los Lorthiois-Duquennoy (1764-1810) contaban en
1940 con mil doscientos descendientes, entre los cuales había setenta
sacerdotes, religiosos ~ religiosas distribuidos por las cinco partes del
mundo. De este linaje bendecido por Dios nació en 1855 Gabrielle Lorthiois,
siendo la duodécima de los trece hijos de Floris Lorthiois, fabricante de
tapices en Tourroing, y de Marie Van Dooren, su esposa veinte años menor que
él.
Dos de
las hermanas de Gabrielle Lorthiois se hicieron religiosas, y si bien ella
misma no recibió la vocación divina, tuvo el consuelo de ver que trece de sus
nietos se consagraban al Señor.
La
tercera orden franciscana de Roubaix, de la que era presienta, estaba lejos de
absorber su actividad. A paso enérgico recorría calles de la ciudad para
procurar ayuda y trabajo a numerosas.
munidades
religiosas.
En el
hogar activo y fecundo de Louis Watine y Gabrielle Loriois, Dios suscitó un
alma selecta, la madre de Monseñor Lefebrre Gabrielle Watine.
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