3
de enero.
Santa
Genoveva,
Virgen.
(†512.)
(†512.)
La santa virgen Genoveva,
defensora y patrona de la ciudad de París, nació en la aldea de Nanterre, a dos
leguas de aquella capital. Desde niña, resplandeció en ella la gracia de Dios en
tanto grado, que al verla san Germán entre la muchedumbre del pueblo que le
salía a recibir, dijo a sus padres que aquella niña, a la sazón de siete años,
era singularmente escogida de Dios, y que eran dichosos por ser padres
de tal hija. Consagróla después a Jesucristo, y le puso una cruz al cuello,
para que la llevase como preciosa joya de su Esposo divino. Toda la vida de
esta santa doncella fué un portento de extraordinarias virtudes. Desde los
quince años hasta los cincuenta, solamente comía dos días de la semana, que
eran domingo y jueves. Desde la fiesta de los Reyes hasta el Jueves santo,
jamás salía del encerramiento de su celda, donde tenía su paraíso y sus dulcísimas
comunicaciones con el divino Esposo de su alma. Notorios eran en París y en
toda Francia sus milagros y profecías. Resucitó a un niño muerto que había
caído en un pozo y aún no estaba bautizado; y a un hombre manco le restituyó la
mano. Llegó en este tiempo a Francia, Atila, rey de los hunos, que se llamó azote
de Dios, y realmente lo fué por las provincias que destruyó y arruinó y por
la mucha sangre que derramó. Acercó se a la ciudad de París, y temiendo los
naturales de ella que la asolase como había hecho con otras muchas ciudades,
determinaron para salvar sus personas, hijos y hacienda, abandonar la población
y retirarse a partes remotas y seguras. Súpolo Genoveva y les persuadió que no
se arredrasen ni temiesen tanto, sino que acudiesen a Dios con oraciones, ayunos
y limosnas, porque aquella bestia fiera no destruiría la ciudad ni entraría en
ella. Y así fue, como había dicho la santa. Estando muy afligida la ciudad por
falta de pan, embarcóse Genoveva con otra gente en el río Sena en busca de
sustento y volvió a París con las naves cargadas de trigo. El rey Childerico,
aunque no era bautizado, tenía gran devoción a la santa virgen, y por su gracia
perdonaba los delincuentes condenados a muerte. El gran Simeón Estilita, desde
las más remotas partes del oriente, solía mandar a visitarla. Murió a la edad
de ochenta y nueve años, el día 3 de enero, y fué sepultada con grande pompa y
devoción de todo el pueblo de París. El rey Clodoveo y la reina Clotilde le
dedicaron un suntuoso templo.
Reflexión: Cuando profetizó santa Genoveva que el feroz Atila no había de arruinar la ciudad de París, ni entrar en ella, muchos ciudadanos temerosos y descreídos querían quemarla por hechicera. Así tratan los hombres sin fe a los santos; y con todo, la virtud de los santos es la que conserva el mundo. ¡Ay del mundo, si no hubiese aún en la tierra almas santas y puras que desarmasen la ira de Dios, V diesen al Creador la gloria debida! Presto acabaría el Señor con la raza humana por inútil y perjudicial a los fines de su adorable providencia. ¿Qué ha de sacar Dios de un mundo de réprobos? ¿No tiene para ellos un infierno?
Oración:
¡Oh Señor y Dios santo!
vengan en nuestra ayuda los méritos de tu gloriosa virgen santa Genoveva, para
que gozando por su intercesión de la salud del cuerpo y del alma, alcancemos
con la cooperación de tu gracia, la salvación y la vida eterna. Por Cristo,
Señor nuestro. Amén.
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